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lunes, 19 de diciembre de 2011

REPORTAJE A GUILLERMO BERESÑAK. PUBLICO SU DISCO SIN MOVERSE.



“No compongo como oficio: espero a tener algo acá, en el pecho, para sacármelo”, dice este autor, arreglador y productor, que grabó un disco más que interesante, integrado por canciones llenas de sonoridad, emotividad y poesía.



Por Luis Paz

“Por ejemplo, aquel colectivero”, señala Guillermo Beresñak sobre la avenida Juan de Garay. “Ese colectivero colabora para que todos lleguen a sus trabajos, pero a la vez es su trabajo. La música es en parte algo que uno hace para comer y en parte una tarea que cumple en la sociedad. Yo prefiero enfocarme en su función social”, explica este compositor, arreglador y productor que lleva una de sus tres décadas mostrando música. En 2002 formó el grupo Antü (luego Yenifer y su Auto Mágico), frecuente en el conurbano oeste anterior a Cromañón; en 2008 se juntó con Pablo Retamero para el experimento de electrónica, canción de rock y música clásica Le Microkosmos; y entre eso produjo discos para Coiffeur (Primer corte) y Juanito el Cantor (12 canciones de amor y una botella de vino), además de Morón City Groove, con el que El Chávez llegó a la cortina de la serie El puntero. Lo notable es que recientemente Beresñak publicó unas canciones muy buenas, llenas de sonoridad, emotividad y poesía, de costumbrismo y de expedición interna, estructuradas como composiciones para cuarteto de rock y decoradas con una ingeniería pop de sintetizadores y arreglos clásicos. Sin moverse es el título de este álbum de maravillas, que luego de pasear por escenarios porteños y de lograr dos cortes radiofónicos y un par de videoclips en rotación, seguirá presentando el viernes próximo en una fiesta para la comunidad de su barrio y aledaños, en el Club GEI de Ituzaingó (Pirán 450).
Es todo un eje que este primer disco oficial (luego de uno “no del todo pirata” llamado En busca del beso mágico y publicado como Guillermo Beresñak & Burbujas Amarillas en 2009) lleve ese nombre cuando versa tanto acerca del movimiento en sus dos direcciones, tiempo y desplazamiento, en frases como “casi todo el tiempo pierdo el tiempo sin hacer nada y todo sigue dando vueltas sin moverse del lugar” (del corte epónimo), “no quisiera perderte, pero estoy caliente, no me puedo dejar de mover” (de la deliciosa canción pop “Melancolía”) o “universo perpetuo en movimiento, vocación de ruido” (de “Vuélvete”, donde tiempo y espacio se vuelven básicamente lo mismo). “El movimiento es interno, lo genero sin moverme de mi lugar. Cuando toco el piano, emprendo un viaje: no siento que estoy en una pieza, sino en lugares imaginarios del universo. Pero también esa sensación de moverse sin moverse viene un poco de lo que es el rock under, en el que toco hace diez años. Me la paso dando vueltas en los mismos lugares, levantando siempre parlantes del barro...”

–Entonces siente que luego de una década ya debería haber ganado algún dinero...
–No, no tiene que ver con el dinero sino con no estar siempre en el mismo lugar en tu vida. Hay cosas que se enquistan en nuestras vidas, que se repiten o, peor, se estancan. Me gusta el parlante en el barro, tocar en esos bares con la gente apretada, termino tocando sin remera muchas veces. Pero también me gustan los vibráfonos, hacer una orquestación, las secciones de cuerdas y de violines. Lo puedo hacer grabando de a uno, pero me gustaría una gran banda, porque reducirte a un formato es otro tipo de quietud. Todas son amarras y que existan creo que tiene mucho que ver con cómo soy como artista: yo no soy un virtuoso ni inteligente, sino animal, trato de salirme de esas amarras.

–Se nota al inicio del disco, en ese grito que arranca “Sin moverse”, que dura 80 segundos.
–Bueno, ahí está la rabia, ¿no? Son 80 segundos, porque si te golpeás la rodilla, puteás y seguís. Venía de la crisis creativa de llevar tiempo sin hacer nada, me la pasaba yendo de la cama al living, y un día me arrodillé en la cocina, como vencido, agarré la guitarra y me salió ese grito.

–Claro, es un quejido, una puteada, como usted dice, y se entiende ahora que deba ser breve. En cambio, “Soledad” dura 2.45 minutos, algo más estándar, y repite varias veces lo mismo...
–Porque cuando estás en soledad, con la casa vacía y el silencio, todo te parece repetitivo. “Es blanca su transparente soledad”, digo en un momento, y hablo de la pared, de cómo entre la pared y uno se puede ver el vacío, sentir el silencio. Lo repito porque la soledad es una sensación sostenida.

–Eso también le da sentido a “Abrazame”, donde le explica algo a una chica y se lo repite, porque al parecer le interesa que le quede claro. Todo va de las letras a la música y las formas.
–Es que también es un modo de moverse, aunque siempre esté en el lugar de hacer canciones, el hecho de encarar diferentes formas de componer. En Le Microkosmos hago temas de siete minutos más experimentales que surgen de otra raíz compositiva, la de grabar mucho y luego decantar. Acá fue componer desde la guitarra y luego orquestar. Porque no compongo como oficio: espero a tener algo acá, en el pecho, para sacármelo. Y cuando te explota el pecho no estás con la banda entera.

–¿Su función social sería dejar explotar su pecho?
–Algo así. No hago música sólo para mí y para el público de mis recitales, sino también para mi pueblo, como todos los músicos. Tener eso presente te da una cuota de fuerza y responsabilidad. No para hablar para los otros, sino para buscar dentro tuyo. Es buscar profundamente dentro de uno para darle lo que sacaste a otro, para que encuentre algo que le sirva. No tengo una fábrica de temas, pero tengo el oficio, y si me piden un tema para publicidad, me queda la sensación de almacenero.
A diferencia de ese tipo de formas de supervivencia económica asociadas al almacén, el mercado autoservicio, el kiosco o el puesto de diarios, Beresñak apela a aquella otra de los galpones y de los talleres, incluso de los atelieres. A la movida del artesano. Hizo uso de “la herencia familiar” para armar su estudio en su casa, en su barrio. No pasó ni un mes y se lo desvalijaron (para el caso, se lo desequiparon). Se juntó con amigos, pidieron un crédito y allí está el nuevo estudio. “Es mucho lo que un músico pretende de la música: que te represente, que te dé mil sensaciones, vivir de ella. Creo que hay que darle a la música lo que esperás de ella y si buscás sensaciones, no podés ser una fábrica. Lograr algo genuino y que tenga artesanía es jodido, pero cuando lo lográs, vas a llegar a la gente, porque llegás a otro ser humano antes, a ese ser humano que sos vos”, explica sus conductas.

–Pero darle tanta artesanía y explotarse el pecho, ¿no es dañino tanto como hermoso?
–Eso me lleva a pensar en una carta que una conocida de (el poeta francés Charles) Baudelaire le escribía contándole todos los pesares que ella veía que un artista debía pasar para representar las cuestiones del espíritu humano. Su caso es muy extremo: yo no quiero morir en el intento. Pero uno se expone porque estar emocionalmente abierto es estar vulnerable. Lloro a menudo. Me emociono mucho con las películas; las veo de madrugada y no quedo bien. Pero hago menos canciones que cosas que siento, porque tengo que tener la guitarra, estar solo, visualizar la canción. La mayor parte de la música me surge y se escapa estando con mi novia o en la cancha de Boca o en una reunión.

–En los últimos dos casos también está cerca del “animal multitudinario” de Baudelaire...
–Sí, por las dos cosas: por esa fuerza animal de la multitud y por los animales que hay en ella. El otro día veía a un tipo con una bengala en la Bombonera y no entendía cómo podía seguir jodiendo con eso. Se murieron dos personas en el último año por eso. La gente se lo reclamaba y en vez de apagarla, la apuntaba hacia la gente, provocando. Y me agarró mucha bronca, porque además yo no tengo dónde tocar por un tarado como ése. En ese momento, si hubiese tenido una guitarra, habría hecho un tema. Y en la cancha ves la mafia, también: intendentes que llegan con sus ocho custodios atrás, cosas muy turbias. A esos sí les hice una canción, que se llama “La mafia”. Pero bueno, estar abierto emocionalmente es exponerse a la alegría también. Y creo que mi función es estar atento porque es parte de mi trabajo y la materia prima para mi aporte a mi pueblo. Es estar blando para recibir datos y ser su canal. Como Baudelaire en algunos cuentos, soy sólo un observador narrando.

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