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jueves, 29 de diciembre de 2011

GRAN AÑO EL 2011 PARA EL JAZZ EN ARGENTINA.

                                                       Además de dirigir el Festival de Jazz de Buenos Aires, Adrián Iaies cerró el año con nuevo disco


Jazz en estado de ebullición

 

Hubo una gran actividad discográfica, pero el excelente estado del género se tradujo en muchos otros detalles que exceden lo estático de un simple círculo de plástico. Para los músicos argentinos, y para las visitas extranjeras, fue un año muy fértil.


Por Diego Fischerman

El fin de año encuentra a Adrián Iaies, pianista y director del Festival de Jazz de Buenos Aires, registrando un nuevo disco junto al grupo con el que viene tocando regularmente desde hace meses: Mariano Loiácono en trompeta, Ezequiel Dutil en contrabajo y Pepi Taveira en batería. La energía y, al mismo tiempo, la sutileza y la relajación de los músicos es ejemplar. Graban sin auriculares, escuchándose entre ellos, y eligiendo, por sobre las tomas perfectas, aquellas donde sienten que sucedió algo especial. Podría ser una anécdota más. Apenas una postal. Y sin embargo es un signo de otra cosa.
Por un lado, de la actividad discográfica. Y es que tal vez no haya habido otro año con más discos de gran nivel que éste. Por otro, es una prueba de dos cosas: la profusión y calidad de la actividad jazzística y el protagonismo de los músicos en la definición del perfil musical del país. Iaies, en todo caso, no es el único que ocupa lugares de responsabilidad como programador. En Mar del Plata acaba de estrenarse un festival gestionado por una ONG conformada por músicos de jazz y en El Bolsón ya hace años que sucede de esa manera. Llama la atención positivamente, en todo caso, la manera en que sin abandonar su saber específico en la materia son capaces de ponerla al servicio de una idea que los excede y que, incluso, excede sus gustos. La variedad que estos festivales presentan es, eventualmente, una muestra de que no todo obedece a las preferencias personales, pero sí a la convicción acerca de la importancia de la pluralidad estética.
Otro signo, casi al azar. En ese festival en Mar del Plata toca un pianista colombiano llamado Holman Alvarez, quien tocó en trío con el contrabajista Martín De Lassaletta y el baterista Luciano Ruggieri. Además del nivel técnico, resulta sorprendente el concepto compositivo del pianista y las maneras de la interacción grupal. Y allí aparece otro dato. Tanto el pianista como el contrabajista estudiaron en la nueva carrera de jazz del Conservatorio Manuel de Falla de Buenos Aires, que dirige el pianista Ernesto Jodos, cuyo trío, por otra parte, integra el baterista. Redes. Influencias. Herencias y genealogías. Si el jazz en la Argentina está pasando por un momento de saludable ebullición es porque ya no se trata de músicos aislados y de empresas solitarias. No es que haya un movimiento colectivo ni mucho menos sino, simplemente, que comienza a notarse la importancia de ciertas instituciones, de ciertos músicos, de la puesta en circulación y la actualización casi permanente de las informaciones y de un circuito donde ya pueden observarse tres o cuatro generaciones de maestros y discípulos. Hernán Merlo en el contrabajo, Taveira en la batería y, desde ya, Jodos en el piano ocupan el lugar de jóvenes formadores y muchos de los instrumentistas hoy ya consolidados (y a la vez docentes de otros más jóvenes) fueron en algún momento sus alumnos.
Un detalle que tampoco pasa desapercibido es que, aun con la importancia de un festival de jazz como el de Buenos Aires y la magnitud de algunas de las figuras que llegan a tocar a este país –principalmente a Buenos Aires aunque la onda expansiva alcanza a Rosario y Córdoba–, la escena local no desentona. Lo excepcional se integra, eventualmente, a una actividad en la que casi no hay un día en que no haya un buen recital de jazz. Los clubes porteños –Thelonious, Vinilo, Virasoro, ocasionalmente Notorious– alimentan, cotidianamente, un tejido musical al que las visitas extranjeras y la vorágine del festival porteño se integran con naturalidad. No hay fractura, sino continuidad y complementariedad.
Una de las novedades notables de 2011 fue la aparición de un nuevo sello de jazz. Una empresa personal y un poco alocada de un amante del género que tiene como objetivo producir discos grabados sin artificio y con altísima calidad, donde los mejores músicos locales aborden standards. El sello se llama Rivorecords y dio luz, este año, tres CD de gran nivel: What’s New, de Mariano Loiácono; A Child is Born, de Carlos Lastra, y Our Delight, de Paula Shocrón. Esta pianista, por su parte, también grabó al frente de una big band en el disco Gran Ensamble. El excelente Francisco Lovuolo –que toca el piano en los discos de Lastra y de Loiácono– también grabó con su trío el CD Vueltas. Jodos editó, con su originalísimo doble trío, Fragmentos del mundo. Y, entre muchas otras producciones destacables, se publicó Diatónicos anónimos, un nuevo y apasionante capítulo de las Músicas de Flores del Pollo Raffo, una segunda entrega del proyecto Real Book Argentina, El yang y el yang, del trío de Eduardo Elía Otro jardín, del trío de Carlos Alvarez, y La casa caliente, del pianista Nicolás Chientaroli junto a Carlos Alvarez en contrabajo y Hernán Rodríguez en batería. Pai, Acqua, Bau y BlueArt fueron los sellos que, como pocas veces, acompañaron el crecimiento del jazz argentino.
Entre las visitas extranjeras se destacaron la del saxofonista Wayne Shorter, con Danilo Pérez en piano, John Pattitucci en bajo y Oscar Giunta en batería (quien debió reemplazar a Terri Lyne Carrington, que no pudo llegar debido a la nube de ceniza volcánica) y la del guitarrista John Scofield, que actuó con un grupo integrado por Bill Stewart en batería, Ben Street en bajo y Michael Eckroth en piano. La más esperada era, claro, la de Keith Jarrett en el Colón. Pero el pianista, sin duda uno de los artistas más importantes de las últimas décadas, estuvo esa noche muy lejos de la inspiración y, para peor, se dedicó a echarle la culpa al público argentino. Como para rubricar la afrenta, y por si alguien soñaba con ver agregado el nombre del Colón a la lista de los grandes teatros donde él grabó sus geniales improvisaciones solitarias, acaba de salir el disco Río, con el registro de la actuación en esa ciudad, durante la misma gira que lo trajo a Buenos Aires. Como la alegría es sólo brasileña, Jarrett dijo, encima, que allí tuvo una de sus mejores actuaciones y que “el público brasileño es maravilloso”. Y, ya como parte del festival, que abrió con el pianista Kenny Werner, y donde hubo destacadísimas actuaciones de los trompetistas Charles Tolliver y Paolo Fresu, una de las grandes presentaciones del año fue la del trío del contrabajista Arild Andersen, con el escocés Tony Smith en saxo y el formidable Paolo Vinaccia en batería.

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