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miércoles, 29 de septiembre de 2010

MACEO PARKER: ENTREVISTAS.


“Creímos que James era indestructible”




El saxofonista recuerda sus giras con Brown, incluyendo su pasión por multar.

Maceo Parker lucha por dejar de ser “el saxofonista de James Brown y George Clinton”. El músico también pretende ampliar su paleta: al frente de una flexible agrupación alemana, la WDR Big Band, se aproxima al jazz orquestal. Está presentando en Europa un disco que incluirá versiones de Ray Charles, junto a 20 músicos germanos, el bajista Rodney Skeet Curtis y el baterista Dennis Chambers. Próximo a cumplir 64, Parker es un hombre reflexivo y modesto: “Tocar jazz no es una imposición de la edad; mentalmente, resulta más agotador que tocar funk. Espero que el público acepte verme en una onda diferente: la WDR Big Band es algo serio, acompañó a Eddie Harris y Joe Zawinul. Cuando me ofrecieron trabajar con ellos, inmediatamente pensé en montar un homenaje a Ray”.

Recrear canciones de Ray Charles lo lleva a sus años tiernos. “Yo era un adolescente cuando Ray lanzó su primer gran éxito, ‘What I’d say’. Mi hermano Melvin y yo volvíamos del colegio y, como mis padres trabajaban, teníamos que limpiar la casa. Lo hacíamos con la radio puesta. El día que el locutor puso ‘What I’d say’ se nos olvidó todo. ¡Sonaba tan excitante! Era como estar en la iglesia pero hablaba de mujeres, de… ¡sexo! Nos sentimos intoxicados.” De gira por Europa, una noche pudo darse el placer de actuar con Ray: “Fuimos sus teloneros durante unas semanas y llegamos a conocerlo… hasta donde se dejaba conocer, no era muy accesible. Le pedí que me dejara tocar un tema con él y accedió. No lo podía creer: ‘Aquí estoy, al lado del Genio’. Fue una sensación de plenitud tal que olvidé qué canción era”.

Como sesionista, Parker participó en tantas grabaciones que es frustrante preguntar por un disco determinado: “Creo que toqué con Keith Richards, pero no recuerdo mucho. Generalmente, me llaman cuando el tema ya está y me piden que llene un hueco. Ya está calculado: ‘Aquí, un solo de Maceo’. Y no podés salirte del esquema. Por eso acepto pocas de las ofertas. Si el dinero está bien y las fechas me coinciden, puedo llegar a hacerlo. Pero prefiero una situación en la que deba ponerme a prueba: disfruté con Ani DiFranco o con Living Colour”. Pero Parker deja todo cuando lo llama Prince: “Con él hay que usar todos los recursos, todas tus reservas; es como si fueras un nadador y te llevaran al decatlón. Cuando salís al escenario podés terminar tocando rock, pop, jazz, rap, soul, funk, disco, blues, lo que se le ocurra. Se salta las categorías raciales y generacionales, es un prodigio. Cuando te llama para grabar te concede un gran honor. Y hay que estar preparado para tirarse a la pileta: te pide un sonido específico o te da margen para que hagas lo que quieras”.

Y hay que hablar de James Brown. “Su muerte nos dejó boquiabiertos. Parecía indestructible: siempre creímos que nos sobreviviría a todos, que llegaría a los 250 años. Como artista tenía una fuerza sobrenatural. En el estudio sabía cómo extraer lo mejor, lograba que tocáramos partes que jamás habríamos intentado. Para él, la banda era un ser vivo: esperaba a que alcanzáramos un nivel de energía y en medio de la gira nos metía a grabar. Me la pasé intentando descifrar sus secretos en vivo: cómo adivinar lo que necesita un público, en qué momento alargar una canción, cuándo tocar una balada, dónde dar rienda suelta a un músico. Para él, era algo innato.” Una vez emancipado, Maceo no tocó mucho con Brown: “Girar con él tenía muchos inconvenientes. El sueldo era escaso y nos multaba por lo que consideraba indisciplina. Por ejemplo, no podíamos abordar a una chica si íbamos de uniforme. ¡El uniforme facilitaba las cosas! Muchas de ellas nos usaban, querían intimar con James. ¡Pero ni siquiera él podía satisfacer a tantas mujeres!”. Tras el régimen cuasi militar de Brown, Maceo pasó a las filas de otro gran funkero, George Clinton: “Te daba toda la libertad, quizá demasiada. Si querías salir desnudo no te obligaría a taparte. Su teoría es que si los músicos lo pasaban bien, el público se contagiaría. Era verdad, pero la buena onda se terminaba a la hora de cobrar: George era tan tacaño como James. En el estudio, sus métodos no tenían nada que ver: Clinton era como un científico loco, siempre mezclando pistas y tomas. Y drogas, claro”.

Maceo dice que no tiene sensación de haber crecido en las últimas décadas: “Cuando encontraste tu voz como instrumentista, sólo se trata de encauzarla”. Eso tal vez explique su desinterés por la música nueva: “Ya no escucho discos cuando voy de gira. Me llevo un reproductor de DVD y películas”. ¿Le queda algo por probar? “A mi hijo Corey le gusta el hip hop y hemos grabado juntos. Me atrae explorar las posibilidades percusivas de la voz, utilizarla como un instrumento que aporta historias. Sería interesante juntar a buenos raperos con músicos. No me importa que usen mis grabaciones viejas, siempre que paguen. Me parece un delito que haya raperos millonarios que se aprovechen de músicos que cobrábamos unos dólares por cada tema.”

Fuente: http://luchadores.wordpress.com

MACEO PARKER: "CON UNA BIG BAND TE OBLIGAS CASI A PENSAR EN JAZZ"


Es uno de los grandes del saxofón y en particular de los sonidos funks. Maceo Parker visita esta noche el Victoria Eugenia con una 'big band' a su espalda.



MACEO


La de hoy promete ser una noche de antología. La razón: Maceo Parker, “padre del soul y del funk modernos” tocará en nuestra provincia. Hasta hace unos meses parecía impensada la posibilidad de contar con la presencia de un artista de este nivel. Hoy es una certeza. La cita será a partir de las 22, en el Teatro Provincial, en el marco de la gira de promoción de su disco “Roots & Grooves”.
El Tribuno quiso ser un nexo entre este magnífico saxofonista y cantante y los músicos salteños que cultivan el jazz y otras vertientes de la fabulosa música afroamericana. Así, invitó a algunos artistas locales a preguntarle a su ídolo aquello que siempre haan deseado conocer acerca de él. Con mucho entusiasmo, formularon una o más preguntas que fueron respondidas por Parker, en una entrevista exclusiva.
La carrera profesional de Parker se remonta a la formación de James Brown, en la que coincidió en la sección de vientos con el también saxofonista, Pee Wee Ellis y el trombonista, Fred Wesley, los J.B.’s Horns, con quienes luego creaa grupos como Maceo & All The King’s Men y participaa en diversas formaciones lideradas por George Clinton.
Maceo se catapultó definitivamente desde principios de la década de los noventa. Su música -dice- es el resultado de una fórmula personal que le da excelentes resultados: 2% de jazz y 98% de funk.
En 1989 llegó a las tiendas For all the king’s men, pero su verdadero salto cualitativo se produjo un año después, con la edición de Roots revisited, magistral álbum con el que cosechó récord de ventas y fabulosas críticas. El éxito volvería a repetirse con los álbumes Mo’ roots, de 1991 y Life on planet groove, grabado en directo en 1992, en Alemania. Tras esta época dorada, el saxofonista siguió ampliando su discograa con notables trabajos: Southern exposure, de 1993, Soundtrack, de 1994, también grabado en directo y Funk overload, de 1998. Ya en esta década, ha editado tres nuevos álbumes: Dial Maceo, del 2000, Made By Maceo y, por último, School’s In, en marzo del 2005. En el 2007 emprendió una gira con la WDR Big Band de Colonia y, afortunadamente, inmortalizó una de las actuaciones en el disco doble Roots & Grooves.
Las críticas que anteceden esta presentación en Salta garantizan que será un espectáculo sin precedentes.
La música de Maceo Parker no sólo brilla sobre el escenario, sino que se mete en el cuerpo e, indefectiblemente, invita a bailar.

Ezequiel Lindow, armonicista de “Blues a feeling”: ¿Recordás tu primer show?
Mis primeras experiencias en el escenario se dieron cuando era muy chico, en clubes nocturnos. Tenía 12 o 13 años y mi tío tenía una banda. Nosotros (mi hermano y yo) tocábamos entre sus presentaciones.
Martín Gorostiague, conductor del programa radial “La cocina del jazz” (Radio UNSa, 93.9 mhz, martes de 21 a 23): Luego de trabajar con James Brown lo hiciste con George Clinton. Contanos sobre las diferencias con cada uno...
De James Brown aprendí a conocer cuándo es el tiempo oportuno para hacer determinadas cosas. Aprendí a captar el estado de ánimo del público para saber si debía tocar una balada, por ejemplo, y cómo hacerlo. De George Clinton aprendí a cultivar la capacidad de tocar por varias horas seguidas.

Luego de separarte de George Clinton empezaste a trabajar en algunos proyectos como solista. ¿Cómo fue la experiencia de pasar de estar frente a una banda a estar solo sobre el escenario?
En realidad, luego de mi alejamiento de George Clinton volví a tocar con James Brown, hasta que empezó mi carrera como solista en los ‘90. Es como ser el capitán de tu propio barco. No fue la primera vez que haa algo así. Lo que pasó fue que las cosas se sucedieron en su justo momento. Un productor alemán me ofreció hacer un disco. Hicimos “Roots Revisited” que tuvo un éxito maravilloso. El resto vino solo...

¿Sentís una conexión especial con el funk o el jazz?
Disfruto muchísimo de escuchar jazz, tanto como de tocar funky.
Aparte de la influencia musical que recibiste de tu familia y de la música de los ‘50 de

Ray Charles, ¿cómo surgió la idea de realizar una grabación con su música?
Siempre disfruté de la música de Ray Charles. Siempre me ha gustado y he respetado su modo de tocar.
Cuando yo era adolescente nunca hubiese imaginado que mi voz podría parecerse a la suya. Pero tan pronto como me di cuenta que haa una posibilidad de trabajar en una gran banda, inmediatamente se me vino a la cabeza Ray Charles.










¿Sentís que el funk y el soul son más vivos que el jazz por ser más fáciles de escuchar y bailar?
Pienso que la música es una especie de buffet. Algunas veces uno quiere escuchar jazz, otras veces funk y otras música clásica o rock. A mí me encanta el funk, de hecho es la música a la que me dedico.

Miguel Castillo, cantante de “Blues a feelling”: Cuando empezaste a trabajar como solista, ¿lo sentiste como una evolución natural o implicó una gran decisión personal?
En la última etapa (los últimos 20 años de mi carrera) empecé a sentirlo como una evolución natural. Saa que probablemente era el tiempo de cambiar el rumbo y no me equivoqué.

Has tocado con muchos músicos. ¿Con cuál te gustaa volver a compartir el escenario?
Siempre disfruté de volver a tocar con los músicos que alguna vez me acompañaron. Candy Dulfer es una persona que se me viene a la cabeza porque además es una muy buena amiga y a quien siento como parte de mi familia. De modo tal que cualquier oportunidad de tocar con ella sería grandiosa. Siento mucho no haber podido tocar nunca con el gran Michael Jackson, por ejemplo. También me encantaa volver a tocar con Van Morrison. Estoy siempre abierto a nuevas ideas, como la de volver a tocar con gente con la que lo hice en el pasado. Muchos de ellos estarán de acuerdo conmigo.

Maceo Parker es el nombre del funk. Ese estilo creció cerca tuyo y de alguna manera sos el gran referente de este estilo. ¿Sos consciente de eso?
Lo único que sé es que amo tocar funk, el resto tiene que ver con eso. Cuando empecé a tocarlo quise desarrollar y crear mi propio sonido, a partir de allí las cosas evolucionaron solas.

Fuente: http://www.eltribuno.info/salta/diario/2010/09/20

Discography:

"Funk Overload" 2000 "Life on Planet Groove"

(live) 1992 "Mo Roots" 1991 "Soundtrack" (live)

"Southern Exposure" 1994 "For All the Kings Men"

"Roots Revisited" 1990 "Doing Their Own Thing"

"Us" "Funky Music Machine"

lunes, 27 de septiembre de 2010

HOMENAJE A ARIEL RAMIREZ: Falleció el 22 de febrero de 2010 a los 88 años.




Fue como consecuencia de una enfermedad degenerativa; tenía 88 años; fue el creador de la Misa Criolla









Murió Ariel Ramírez
A los 88 años, murió Ariel Ramírez Foto: Archivo / LA NACION

El músico Ariel Ramírez falleció el 22/02/2010 a los 88 años, informaron allegados a la familia a la agencia DyN. que Ramírez había sido internado hace una semana en una clínica privada de la localidad bonaerense de Montegrande, tras padecer una neumonía que se agravó con una descompensación general de su estado de salud.


***

Se fue un gran melodista del foklore. Se fue, tras una larga enfermedad degenerativa, Ariel Ramírez, el pianista y compositor que dejó importantes piezas para el repertorio de la música nativa.

Porque no se trata de determinar mejores o peores -Cuchi Leguizamón, Adolfo Abalos y Eduardo Falú, entre otros, han escrito obras muy bellas- sino de reconocer en este caso a un gran creador, a partir de su obra. Y su obra es "Alfonsina y el mar", "Zamba de usted" o las canciones de esas dos magnificas obras conceptuales, Cantata sudamericana y Mujeres argentinas, que Ramírez compuso sobre las letras de Félix Luna, y que el público escuchó en la magnífica voz de Mercedes Sosa.



Quizás por haber nacido en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921-y no en alguna provincia del Noroeste o del Este chamamecero del Litoral (más predestinadas a cierto contexto musical) Ramírez supo ser un músico que recorrió el país en todas las direcciones.

Esta son las dos características centrales de su obra y de su legado: la musicalidad expresada en el melodismo y la concepción abierta del folklore argentino que le permitió abordar generos variados y crear obras que terminaron destacándose en cada uno de estos paisajes sonoros. La Misa Criolla es uno de los más claros ejemplos de esa diversidad que se fue dando casi desde el comienzo de su carrera.

Cuando era joven se trasladó de Santa Fe a Córdoba. Una vez allí, a instancias de Atahualpa Yupanqui, comenzó a recorrer el Norte argentino. Luego pasó un tiempo en Mendoza y después se instaló en Buenos Aires, donde su actividad como pianista fue mayor. Entre 1946 y 1956 grabó una veintena de discos para el sello RCA que incluyeron obras propias, como "La tristecita". Al mismo tiempo, estudió en el Conservatorio Nacional de Música.

Durante el primer lustro de la década del 50 viajó por Europa dando conciertos, especialmente en universidades, y luego vivió un tiempo en Perú. En la segunda mitad de esa década desarrolló, en Argentina y el exterior, el trabajo de su propia compañía de música y danza.

En su carrera, la década del sesenta estuvo caracterizada por la composición de grandes obras. La Misa criolla, con un gran elenco, se conoció en 1964. Desde entonces fueron aparecieron el resto de esos trabajos que hoy representan hitos dentro del cancionero de la música nativa: Navidad nuestra, Mujeres argentinas y Cantata sudamericana, y otras menos conocidas, como Los caudillos.

La Misa criolla es la obra de raíz folklórica argentina que más se ha interpretado en el exterior y más versiones tuvo, incluso la de tenores de la música clásica.

Además de su tarea como pianista y compositor, Ariel Ramírez fue, durante cinco períodos, hasta 2004, presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic).



















MAS DE ARIEL

A los cuatro años, un día me metí en un cuarto prohibido, donde entre un montón de animales embalsamados vi por primera vez un piano. Puse los dedos sobre las teclas ... y ya no los saqué más", contaba. Cuarto entre los seis hijos que tuvieron Rosa Blanca Servetti y Zenón Ramírez, nació en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921. Era una casa-escuela, literalmente: los dos padres, los abuelos y los tíos eran maestros, y la familia vivía en la planta alta de la misma escuela donde trabajaba don Zenón. Ahí fue el descubrimiento del piano: enseguida, el padre lo puso a estudiar con Angélica Velarde.

Ella le enseñó un repertorio de clásicos -Beethoven, Schumann, Haydn, Mozart-, con el que de adolescente se luciría en tertulias familiares. Tenía que recibirse de maestro, ésa era la consigna familiar. Después podría hacer lo que quisiera. Y ocurrió uno de los encuentros que lo marcarían para siempre: conoció a Arturo Schianca. "Esa noche que lo escuché tocar el piano me cambió la vida. Me enteré de lo que era la música. Tendría sesenta y tantos años y un dominio de los ritmos folclóricos tradicionales sureños que me volvió loco. Cuando tocó su Danza de las espuelas yo no podía creer lo que estaba escuchando. Una estructura pianística perfecta y además una música que te tutea, habla tu lenguaje, el idioma de la llanura y la gente que vive allí. Fue una experiencia muy fuerte: yo era de una manera y a partir de Schianca fui de otra".

Dos días duró Ramírez como maestro: "Era cuarto grado. Varones. Todos pedían ir al baño. El primer día, yo accedí. Me llamó la directora: no debía dejarme engañar. Al otro día, un niño pidió ir al baño. Se lo negué. El chico se hizo encima ... Allí me di cuenta de que eso no era para mí". Radicado en Córdoba, prefirió tratar de vivir de la música. A cambio de un sueldito, tocaba folclore del sur y del litoral por LV3, cuando se produjo el otro encuentro decisivo: con Atahualpa Yupanqui. Era 1941.

"Vino a la pensión de estudiantes donde yo vivía con mis amigos Raúl y Chonchón Mothe. No sé cómo vino: creo que era conocido de ellos. Yo, por supuesto, me senté al piano y le toqué todo. Me escuchó con mucha atención y en una de esas me dijo: 'Tóquese una zamba'. 'Zambas no sé', le dije. "Me falta ir al norte para aprender con los guitarreros del lugar. Pienso hacerlo apenas junte unos pesos". Al día siguiente me mandó a la pensión un pasaje de tren a Jujuy, un billete de diez pesos, la indicación de un hotel donde cobraban dos por día y los nombres de tres personas que podían ayudarme. Le dije chau a LV3, me fui a Jujuy y el primero nomás que llamé me llevó con él a Humahuaca y me instaló en su casa".

Era el musicólogo Justiniano Torres Aparicio. Ramírez se quedó un año en su casa y viajó por Tucumán, Salta, Jujuy y Bolivia. Siempre con el objetivo de seguir aprendiendo los secretos del folclore, también vivió en la región cuyana, sobre todo en Mendoza. "A los pocos días de llegar a Tucumán compuse La tristecita. Cuando la dueña de casa oyó lo que estaba tocando, me dijo: "Pero qué zamba tan tristecita". Y así quedó. Cuando Ricordi me la editó sentí la mayor satisfacción de mi carrera". Esa zamba estuvo, en 1946, en el primero de los 21 discos que grabó para la RCA Víctor.

Ya era conocido en Buenos Aires como pianista de Radio El Mundo, pero todavía le faltaba Europa. En 1950 viajó a Roma: vivió ahí, también en Madrid, y tocó por todas partes. Barcelona, Santander, Roma, Cambridge, Utrecht, Amsterdam, Viena, Hamburgo, Londres fueron algunas de sus innumerables escalas; en el Vaticano lo recibió el Papa Pío XII. Después de haber vivido en Perú, en 1955 volvió a la Argentina para organizar la Compañía de Folklore Ariel Ramírez, donde brillaron, entre otros, Los Fronterizos y el charanguista Mauro Núñez. En esa etapa compuso temas como Los inundados, Volveré siempre a San Juan, La última palabra o Allá lejos y hace tiempo. En 1964, el impacto de la Misa Criolla terminaría de darle prestigio internacional, pero el éxito no impidió que quisiera seguir aprendiendo: en la década del '70 se puso bajo el ala del maestro Edwin Leuchter, con quien estudió durante doce años.

Autor de más de 300 canciones, dos de sus socios en la composición fueron sus grandes amigos Miguel Brascó y, sobre todo, Félix Luna. Con el historiador creó algunas de sus obras más populares, como Alfonsina y el mar, La peregrinación, Los Reyes Magos, La anunciación, Antiguo dueño de las flechas (Indio toba), Juana Azurduy o Navidad en verano. Pero su tarea excedió lo estrictamente musical: también se dedicó a la pedagogía, con una serie de estudios para facilitar la interpretación en piano de la música popular que fue material de consulta en conservatorios de todo el país. Además, se involucró en la defensa de los derechos de autor desde la presidencia de Sadaic, cargo que, desde 1970 hasta 2005, ocupó en cinco períodos. En la actualidad era presidente de la Junta Consultiva.

Tuvo tres matrimonios y tres hijos. Conversador, habitué de la confitería Las Violetas, su altura (1,90) imponía respeto, pero siempre estaba dispuesto a la charla amable, aun en los últimos años, afectado por el mal de Alzheimer.

Se fue un compositor único, un intérprete notable y una gran persona.





















Manolo Juárez: "Uno de los últimos grandes"

En el panorama de la música del interior, que equivocadamente llamamos folclore -porque el tango también es folclore- el compositor más importante fue Ariel (y eso que no me olvido del Cuchi Leguizamón y de Atahualpa). Todos los temas que ha compuesto tienen una impronta, se nota su mano. Pero son siempre distintos: no hay una repetición de un esquema o de una forma melódica. Las melodías las hacía en un solo trazo, era una cosa increíble, con una fluidez natural. Realmente fue uno de los últimos grandes del pensamiento popular de los argentinos.

Patricia Sosa: "Mucho más que un amigo"

Que a mí, a mí personalmente, Patricia, me falte Ariel, es que me saquen un pedazo de corazón. Yo de Ariel me hice muy amiga, igual que de su familia. Tuve el privilegio de viajar dos años con él siendo la cantante de su banda. Toqué hasta para la familia Imperial en Tokio. Fue para mi una experiencia tremenda. Pero lo más maravilloso fue cuando decidimos irnos de vacaciones juntos. Con mi hija y su esposa, como una familia. Yo a Ariel lo adoro, cuando hablé ayer con su hijo Facundo no pude parar de llorar. Ariel empezó a alejarse con su mente y su Alzheimer hace un tiempo, pero Facu me contó una anécdota hermosa: "Sabés que me puse a tocar el piano y le dije a papá, '¿querés que te enseñe?'. Y él dijo: 'Bueno'". Y le empezó a decir lo que era un Do, lo que era un Re, y él tocaba como un niño. Hasta que se despertó, y terminaron tocando un concierto a cuatro manos. Después se volvió otra vez para adentro. Lo voy a extrañar mucho, pero también sé que lo voy a llevar conmigo toda mi vida.

La Misa Criolla fue su obra más célebre

La Misa criolla de Ariel Ramírez es una obra de trascendencia universal. Sus cinco partes son los segmentos fundamentales que pauta la liturgia católica: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei, vertidos con ritmos de baguala, vidala, carnavalito, chacarera y estilo.

La primera grabación se realizó en 1964 y fue protagonizada por su autor en piano, Los Fronterizos, la Cantoría de la Basílica del Socorro dirigida por el presbítero Jesús Gabriel Segado, el Chango Farías Gómez, Domingo Cura, Jaime Torres y Alfredo Remus, entre otros. Su estreno en concierto fue el 12 de marzo de 1967 en Düsseldorf, Alemania. Ese mismo año, durante una audiencia privada de Los Fronterizos con el papa Pablo VI, éste destacó la importancia de la Misa criolla y recibió un ejemplar de la edición argentina de la obra. En octubre, se presentó en vivo en Buenos Aires. La época era propicia: en 1963 el Concilio Vaticano II había aprobado la misa en lenguas diferentes del latín. Esta era la primera "versión" de la misa cantada en español.

Desde entonces aquella grabación, ya editada en CD, alcanzó difusión en más de 40 países.

Entre sus numerosos intérpretes posteriores se cuentan desde Zamba Quipildor hasta el tenor español José Carreras.

sábado, 25 de septiembre de 2010

OSCAR OLMELLO NUEVO DISCO DEDICADO A ABEL FLEURY



En busca del espíritu de la tierra

El guitarrista compiló las bellas composiciones de un músico que, criado entre payadores en el campo, logró unir la guitarra popular con la académica. El resultado es el CD El cantar con sentimiento. “Fleury es un nacionalista musical cabal”, señala.


Por Cristian Vitale

“Homenaje a Britney Spears.” Cruel en el cartel, la publicidad lo despistó. “Y ahí caí: ¡qué devaluada está la palabra! Estamos al horno”, reflexiona Oscar Olmello, mientras le viene la imagen una y otra vez. “¿Cómo podría llamar yo homenaje al disco que le dediqué a Abel?”, sigue, en pleno trance de descarga. Y se relaja. Primera aproximación, entonces, a la obra en que el experimentado guitarrista compiló las bellas, llanas y sosegadas composiciones instrumentales de Abel Fleury, aquel eximio guitarrista de estilos y milongas que, criado entre payadores en el campo, logró unir en un solo corazón la guitarra popular con la académica. El mismísimo “espíritu de la tierra” canonizado por Ricardo Rojas. “Sé que con esto me voy a granjear la reprobación y la antipatía de algunos colegas, pero Fleury supo lograr como nadie el equilibrio entre lo popular y lo clásico, por eso es un nacionalista musical cabal”, arriesga Olmello.

¿Por qué Fleury, entonces?

–Bueno, en principio lo ubico como obedeciendo el mandato del Martín Fierro ¿no?, el tipo que cantó con sentimiento. No es menor, porque estamos hablando del libro máximo de la literatura argentina. Pero además, está la cosa de poder captar la impronta de este hombre cruzado entre dos culturas. Si uno lo mira desde el punto de vista científico, Fleury está muy ligado al romanticismo alemán, por su apego a la tierra y demás. Pero si se lo aborda desde lo emotivo, pocos como él han sabido captar la personalidad del hombre de la llanura pampeana y ponerle una música. Hablo de ese hombre sosegado, silencioso y burlón, acostumbrado a la infinitud. Olmello es, puede decirse, un “intelectual” con guitarra. Nacido en Buenos Aires en 1951, formado por Julieta Mosquera y Abel Carlevaro, licenciado en Artes Musicales en el López Buchardo, docente en la Escuela de música Juan Pedro Esnaola, y en el conservatorio Alberto Ginastera de Morón, ha sabido combinar su mochila musical con una licenciatura en Historia (UBA) que le permitió conjugar saberes en un magister para la Universidad de Cuyo, mediante una tesis reveladora que determinó el disco: “Abel Fleury, un caso original y sincrético de nacionalismo musical”. “Me gusta más Un músico entre dos culturas –retoma–, el título que le pusieron cuando la editaron en la revista argentina de musicología. Es un título más marketinero, más ‘de gancho’ que contrasta con el ambiente académico ¿no? Que pide una cosa muy sesuda, larga. Ahora, ¿por qué sincretismo o dos culturas? Más allá de la visión científica o emotiva, porque por un lado, cuando estudiás a Fleury tenés que investigar en la revista Radiolandia o en las páginas de espectáculos de los diarios, no en las de música académica. Y, por otro, en sus clases con Domingo Prat u Onorio Siccardi, un músico consagrado en el ambiente académico de los años ’20 a través del grupo Renovación. O en las obras que les dedicaba a Celia Salomón de Font o María Angélica Funes... El buscaba congraciarse con los guitarristas académicos, algo que no logró porque nunca tocaron demasiado sus obras.

Un hombre “atrapado” entre dos culturas, entonces...

–Me parece que la guitarra no podía aceptar a Fleury, porque buscaba legitimarse como instrumento académico y él era un quemo (risas). Por ejemplo, acompañaba a Fernando Ochoa, un recitador que salía por televisión haciendo chistes, algo parecido a lo que hacía Omar Cerasuolo con La estancia La Blanqueada. Sus partituras salían de ahí y por eso no fue reconocido, igual que Agustín Barrios que, para esa gente, cometía la “torpeza” de disfrazarse de indio, porque decía que encarnaba el espíritu de la tierra. Eran tipos indeseables para la academia porque les entorpecía la idea...

Violaban el paradigma, digamos, como Jauretche para los sociólogos.

–Sí (risas). Y como a Jauretche los sacaban de los programas. Pero mi defensa de Fleury tiene que ver con su autenticidad. Creo que López Buchardo o Floro Ugarte se hicieron nacionalistas porque tenía que ser así, porque era la moda, pero no conocían para nada el espíritu de la pampa. Componían músicas del nacionalismo musical porque debían componerla, Fleury no... él las llevaba dentro.

El disco lo explicita no sólo por su tono bajo, “de voz interior”, sino por el aura de inmensidad y paz que traducen temas como “A flor de llanto”, “El codiciado”, o “Lejanía”.

–También “De sobrepaso”, ¿no? un tema que lleva a guitarra el paso del caballo, guiado por su jinete. Fleury captó todo eso del gaucho, y lo enlazó con influencias de Bach, de Villalobos. Es notable que para algunos resulte un autodidacta orejero, intuitivo, y para otros un académico.

Si se espeja en Fleury, cabe asociarlo a usted también como un músico entre dos culturas. ¿Qué opina del folklore más “popular”, el que más vende?

–Lo taquillero es un terreno en el que yo no me metería mucho. ¿Es auténtico lo que hacen Soledad, el Chaqueño o Los Nocheros? No sé, escuchás a Palavecino y todas las canciones son iguales, pero a su vez esa gente tiene aceptación. No podría opinar. Sí diría que me parece destacable lo de Larralde. Aparece un cartelito de mala muerte con su nombre, y la gente llena un teatro. Eso sí que es bien genuino.

Fuente: www.pagina12.com.ar

DIANA KRALL EN CONCIERTO.



GRAN CONCIERTO DE LA PIANISTA Y CANTANTE EN SU CUARTA VISITA A BUENOS AIRES


Acompañada por la mejor banda que trajo a esta ciudad, la canadiense brilló ante un público incondicional y seducido de antemano. Aunque se suponía que sería la presentación de Quiet Nights, su último disco, el concierto fue más vital y poderoso.




Por Diego Fischerman

Si su último disco, Quiet Nights, transcurre entre el susurro y el silencio, enmarcado en una envolvente orquesta arreglada por Claus Ogerman, ya el comienzo del excelente recital con el que Diana Krall retornó a Buenos Aires puso en claro que, por lo menos esta vez, en vivo sería otra cosa. “I Love Being Here with You”, con un arranque instrumental a todo trapo y Krall pasando del piano a una voz un poco más aguardentosa –y un poco más vital– que de costumbre, fue, en ese sentido, un principio y una declaración de principios: el canto como un instrumento más y un destacado desarrollo instrumental con solos de cada uno de los integrantes, incluyendo a la propia Krall como pianista.

El grupo con el que llegó es, tal vez, el mejor con el que lo haya hecho hasta el momento (ésta es la cuarta incursión porteña y la anterior fue en 2007). En la guitarra eléctrica estuvo, como en aquella ocasión, Anthony Wilson, quien toca con ella desde hace ocho años, y se maneja con igual soltura y musicalidad en el papel de acompañante, con armonías ricas y contrapuntos exactos, y como solista, desarrollando líneas melódicas siempre con algo de sorpresa en su rítmica. Robert Hurst, que fue contrabajista de la banda de Wynton Marsalis y tocó con su hermano Branford y, también, con el saxofonista Steve Coleman, aportó una base de gran solidez, fue lírico en sus solos, mostró un poderoso impulso motor y cuando tocó con arco demostró un sentido melódico y armónico impecable. Karriem Riggins, habitual baterista del trío del pianista Mulgrew Miller, también aportó variedad e interés a los desarrollos de los temas y se mantuvo en perfecta comunión con la cantante. Eventualmente, si algo sigue emparentando a Krall con el jazz, aun en sus momentos más cercanos al pop, es la interacción que propone con sus grupos.

Aunque el show se publicitó como la presentación en vivo del último disco –que en realidad ya tiene más de un año– hubo bastante poco de él no sólo en relación con el material elegido sino, sobre todo, en el espíritu. Estuvo, sí, “Quiet Nights”, la versión en inglés de “Corcovado”, de Tom Jobim, que Miles Davis había grabado con arreglos de Gil Evans en 1962. Y estuvo también “Walk On By”, de Burt Bacharach, que forma parte del álbum. Pero el tono estuvo lejos del homenaje a la bossa nova que allí se buscaba. Volvió a ser, en esta ocasión, lo que siempre había sido: una bella balada capaz de acercarse al imaginario del jazz. En ese sentido tampoco Bacharach, un autor que Krall confiesa amar y que incluye con asiduidad en su repertorio, es ajeno al género: músicos como Wes Montgomery, Grant Green o Stan Getz tocaron sus temas en más de una oportunidad. Hubo asimismo dos canciones de Tom Waits, “Jockey Full of Bourbon” y, ya como bis, “Clap Hands”, y un tema de Walter Hirsch y Fred Rose, “Deed I Do”, en el que hubo un extraordinario solo de contrabajo.

Krall habló poco, bromeó algo, presentó a su banda, nombró a su marido (Elvis Costello) antes de cantar la notable “Abandoned Masquerade” que compusieron a dúo, y jugó a confundirse y cambiar de idea, como cuando anunció el final del show con un homenaje a Irving Berlin y después se corrigió. “No, mejor antes otra canción”, coqueteó. Y fue “A Case of You”, de Joni Mitchell, a solas con el piano, en uno de los momentos más logrados de la noche, antes de atacar con “Cheek to Cheek”, aquella canción que cantó por primera vez Fred Astaire en la película Sombrero de copa, de 1935. El público, que llenó el teatro, mostró una incondicionalidad que excede en mucho la que cualquier otra figura afín al jazz es capaz de lograr. Seducido de antemano, podría pensarse, respondió a los mínimos mohínes de la canadiense con adoración. Krall no abusa de ello. Confía, sobre todo, en la música. Y es que su glamour aparece, sobre todo, en los graves de su registro, en su manera de usar la rugosidad del timbre, en la forma de administrar el medio tono y en un swing sin sobreactuación. Domina, en todo caso, el arte de la sugerencia más que el de la explicitación. Y eso, en música, suele ser tan efectivo como en otros campos.

DIANA KRALL

Músicos: Diana Krall (piano y voz), Anthony Wilson (guitarra eléctrica), Robert Hurst (contrabajo) y Karriem Riggins (batería).

Lugar: Teatro Gran Rex, jueves 23 de septiembre

Público: 3300 personas

Duración: 90 minutos

jueves, 23 de septiembre de 2010

ROBERT PLANT SIGUE ADELANTE.



AVENTURAS. Robert Plant busca nuevas aventuras musicales en Nashville.


A los 62 años, una sed musical que va mucho más allá de Led Zeppelin.

Por: Por Alan Light

A fines del año pasado, en un estudio de grabación de Nashville, Robert Plant, la ex primera figura de Led Zeppelin, tuvo una revelación. Trabajaba en un nuevo disco solista, un proyecto que había iniciado luego de desechar los planes de una segunda parte de "Raising stand", el disco de dúos de 2007 con la cantante country Alison Krauss, que vendió 2.5 millones de ejemplares en todo el mundo.

"De pronto me sentí libre y liberado", dijo Plant por teléfono desde su casa de Inglaterra cerca de la frontera galesa.

"Era un momento abierto, con un horizonte muy grande, y así era como me sentía en relación con la música. Sentí que me sacaba un gran peso de encima y pensé: 'Podría tener diecisiete años.' Volví a sentirme como cuando estaba en la Bank of Joy." Inspirado por la emoción y por el notable grupo de músicos con los que trabajaba (que lideraba el guitarrista y coproductor Buddy Miller y comprendía a la cantante Patty Griffin), Plant decidió llamar a su nuevo disco "Band of Joy", en homenaje a la banda en la que él y el extinto baterista John Bonham tocaban antes de la creación de Led Zeppelin en 1968.

Plant, que tiene sesenta y dos años, se ríe y describe el carácter maravilloso, loco e incendiario de la banda diciendo: "Hacía una constante implosión interna y externa. Estábamos frustrados y con hambre, pero era grandioso." La creación del disco "Band of Joy", que saldrá a la venta el 14 de septiembre en Rounder Records, no fue muy caótico, si bien exigió una serie de ajustes. Luego del éxito inesperado de "Raising Sand", que ganó un Grammy en 2009 como disco del año, Plant y Krauss trataron de grabar algo equivalente, lo que era algo inédito, ya que la carrera de Plant como solista se caracterizaba por evitar la repetición y se inclinaba por caminos como el rockabilly, el folk y la música de Medio Oriente.

"Alison y yo eliminamos mucho material", dijo, "y nos llevó tiempo darnos cuenta de que no teníamos el material adecuado." Luego de esas sesiones, Plant llamó a Miller, que había participado en la gira de "Raising Sand", y le preguntó si podría reunir músicos para un proyecto como solista.

Tenía decenas de temas que le interesaba grabar, que iban desde el indie rock hasta los spirituals tradicionales. Miller, que sintió que necesitaba músicos que pudieran viajar adonde la música los llevara, reunió una pequeña banda compuesta por el multiinstrumentalista Darrell Scott, el bajista Byron House y el baterista Marco Giovino.

"Las dotes musicales de esos tipos son increíbles", dijo Plant. "Cuando canto con ellos siento que me deslizo por la corriente con un cuchillo entre los dientes y trato de hacer nuevas experiencias. A veces siento que no soy más que un colaborador." Plant agregó que el aire de las grabaciones le recuerda "aquella otra banda", como en ocasiones se refiere a Led Zeppelin.

"Buena parte del disco tiene una base acústica con un ritmo audaz", señaló.

"Crea emoción con moderación, algo que me complace infinitamente, como en el caso de 'Led Zeppelin III.'" Si a Plant siempre le preocupó hallar nuevas vías, ¿por qué insistió tanto en volver a Nashville luego de abandonar el segundo disco con Krauss? "Todavía necesitaba música de montaña", declaró.

"No quiero hacer una suerte de viaje musical inteligente. Quiero ir a lugares donde haya sorpresa.

El Sur me sigue maravillando; me sigue enseñando." Lo que Plant llama su "sed de viaje" es la razón por la que sigue resistiéndose a un reencuentro de Led Zeppelin.

El guitarrista Jimmy Page y el bajista John Paul Jones han manifestado su entusiasmo ante la idea.
"No siento necesidad de volver a lugares en los que ya he estado", afirmó Plant.

POMO PRESENTA SU PRIMER DISCO SOLISTA.

¿Con quién no tocó Pomo? Empezó en el rock junto a su amigo de la otra cuadra en La Paternal, Pappo, y desde entonces no paró: fundó los primeros Abuelos de la Nada, fue parte de Invisible y Pappo’s Blues y fue la batería de lujo en las bandas solistas de David Lebon, Pedro Aznar, Spinetta, Fito Páez y Andrés Calamaro. A los 60 años, después de que todo Vélez coreara su nombre el año pasado en el recital de Spinetta y las bandas eternas, Héctor “Pomo” Lorenzo presenta Primario, su primer disco solista, y ya tiene otros dos listos. Acá, habla de toda una vida siendo parte de lo mejor del rock argentino desde una ubicación de privilegio: la banqueta del baterista.


Por Mariano del Mazo

La Guerra Civil española se funde con el horóscopo chino para confluir en una casa de La Paternal que todavía tiene en una pieza los rastros de las chinches que sostuvieron posters de Cream y los Who. El relato tiene su circularidad. Héctor Lorenzo Barros sigue conservando la delgadez de junco que derivó en el apodo estampado en el ’65, ’66 “por la barra de la esquina de Pappo, el Francés y el Portugués, en una de las noches que íbamos a bailar a Carlos V, el boliche de Belgrano y Castro Barros”. “Delgado y fino como un pomo”, explicará, seguramente por enésima vez, Pomo. Té de jengibre en mano, atiende ahora –tarde de fin de invierno–- en una sala de ensayo de cierta modernidad ya anacrónica de Villa Ortúzar, a metros de la estación de subte Tronador.

Después de más de cuarenta años de ejercer como uno de los mejores bateristas del rock argentino, siempre agazapado detrás de figuras de alto genio y densidad como Miguel Abuelo, Pappo, Spinetta, Páez, este tipo que podría pasar por corredor de seguros se prueba la pilcha de frontman de sí mismo. La excusa es desconcertante, anticomercial hasta el autoboicot, pasional, honesta y confusa, como se muestra Pomo a lo largo de la entrevista: al borde de los 60 (los cumple el 24 de este mes) debuta como solista no con un disco, sino con tres. A ver si queda claro: uno ya está en la calle y lo presenta el martes 14 en el Samsung Studio, se titula Primario. El segundo iba a ser Secundario, pero al final ese sitio lo ocupa Histórico (un álbum en el que toca un tema de cada banda en la que participó). Secundario, el tercero, es una continuación de Primario.

“Sí, ya sé, es una ensalada. Primario lo terminamos en el 2007. Durante el 2008 y el 2009 lo ofrecí a diferentes editores... y nada. Aproveché el freezer para adelantar los otros dos discos. No pensé en una estrategia, salió así.” Pomo se sienta, entonces, al frente de la banda El Don, que completan Pablo Suárez en bajo, Guillermo Demedio en teclados y Javier Viñas en guitarras, más los cantantes invitados Alicia Vignola y Diego Mercado. Y parece cómodo en ese lugar. Al baterista detrás de la síncopa beatle de “Diana divaga” (Los Abuelos de la Nada), de la alegría proletaria de “Trabajando en el ferrocarril” (Pappo’s Blues) y a cargo de las escobillas del blues borgeano “Los libros de la buena memoria” (Invisible), le sobra piné. Spinetta metió su voz en el disco en la canción que repite un mantra: The day at the day. Lo que se escucha, en general, es un funk poderoso que no saca las patas de la fuente. Mucho tema instrumental dentro de un concepto clásico: groove fuerte y al medio. Primario se oye como un disco contenido, implosivo si se quiere, al que tal vez se le tuvo demasiado respeto: el miedo escénico de un debut demasiado tardío. “El título también refiere a lo elemental, todo lo grabamos de primera toma –señala–. Creo que Secundario está más acabado, es una continuación y representa cierta complejización.”

¿No te parece una locura presentar un disco anunciando que hay dos más terminados?

–Es que no puedo especular. Es la primera vez que asumo un repertorio propio y que me ubico en la silla del artista. Con Sr. Zutano, la banda que tenía con Lito Epumer y Juan del Barrio, también fue así: eran mis temas, llegamos a dar unos conciertos en el Premier, pero nunca grabamos. Voy de frente: señores, tengo tres discos. Obvio que el que más interesa es el histórico, no soy gil. Me preguntan y respondo: “Sí, está Spinetta, está Fito, está el Mono Fontana, están todos, absolutamente todos. Es mi manera de agradecer a los capos que me hicieron ser lo que soy. Hay una canción por etapa, por banda. Tomé la decisión de llenar mi mochila con esos talentos ajenos, ajustar las cuentas y pagar deudas. Estoy a punto de cumplir 60 pirulos... Necesitaba hacer esos discos como fuera”.

Pomo cuenta que “The day at the day” se la mostró a Spinetta porque sentía que los acordes eran de él, “provenían del planeta Luis Alberto”. “Esos acordes están esculpidos en mi almohada. No tenía letra. Fui a su casa. Me acuerdo que Luis preparaba una carne al horno. En un momento dejó la cocina y me dijo: ‘Vení’. Fuimos al estudio que tiene en su casa. Grabó de una y así quedó: es la toma que se escucha en el disco. Volvió a la cocina, terminó la carne y cenamos.”

Habla con apasionamiento, se acompaña con movimientos firmes, eléctricos, como de director de orquesta. Tiene mohínes caricaturescos que arriman el bochín a un Paolo el rockero (antecedente hippón de Pomelo), pero hasta ahí. Se trata, en todo caso, de esa entrañable afectación de matriz spinetteana. Hay algo afectuoso en el trato, también un rictus atormentado. Este musicazo, legendario aun en su perfil subterráneo, ¿habrá conocido algo parecido a lo que se llama felicidad? Más adelante hablará de resentimiento. Ahora deja asomar su costado Ludovica Squirru, que subraya y machaca. “Este es mi año, soy tigre de metal.”

¿Creés?

–Soy un boludazo, no creo nada pero... Fijate, son tramos de 12 años: nací en 1950, en 1962 debuté con la música: salía los fines de semana a tocar twist por clubes como el Centro Lucense; en 1974 entré en Invisible; en 1986 me fui del país y me radiqué en España; en 1998 volví. Y ahora debuto como solista.

El tigre se propone desmenuzar cada uno de los ítem de su derrotero en el zodíaco chino, pero siempre vuelve obstinadamente al mismo punto, a lo que él llama el “eje”: su padre. La segunda canción del CD se titula “A mi papá”: A mi papá, a su memoria/ toda mi historia, llegó del mar / A mi papá, toda leyenda /ésa es mi ofrenda al que no está / La soledad no encuentra forma /sólo se adorna, sin descansar.

¿Qué te pasa con tu padre?

–Uff. Leoncio Lorenzo Lorenzo. Así, dos veces Lorenzo. Mi viejo... un tema de diván. Era duro, muy duro, de pegarte con un cinturón. El no quería que yo fuese músico. Era de Galicia y había tocado la trompa de armonía en el ejército español. Al principio la pasaba bien como músico, hacía una colimba liviana, se levantaba tarde, dicen que lo perseguían las chicas del pueblo. Cuando estalló la Guerra Civil le sacaron la trompa y le encajaron el fusil. La pasó mal, estuvo herido en el frente de batalla. Combatió por Franco, ¿entendés...? Nadie quiere estar en la guerra, los únicos son los que la comandan desde el escritorio. Vino a la Argentina y se casó con mi vieja. La conocía de allá. Yo estuve muy incomunicado con él... Ahora me doy cuenta de que soy exactamente igual a mi viejo.

¿Eso es bueno?

–Y sí. Finalmente sí. El me prohibía salir y yo salía... faaaa, cinturonazo. Al viejo le tocó un hijo hippie, en un momento empezaron a correr las pastillas... y qué querés. Ahora lo comprendo. Yo iba siempre preso, pesaba 42 kilos... Luis salía en las revistas, y mi vieja lo adoraba: le hacía pulpo. Pero mi papá era otra cosa. Yo lo combatía o lo ignoraba. No lo supe aprovechar. Yo recibí el don de él: la balanza siempre se cae para ese lado. Ahora vivo en su casa, o sea, mi casa. Murió en el ’94... Vine de raje de España para pasar las últimas horas con él. Recién volví definitivamente en el ’98. Es loco, ¿no?

¿Qué cosa?

–Todo: vivir en la casa de él, mi caripela. Yo soy él a los 60 años. Somos iguales. Y él se vino de España, yo me fui de la Argentina a España en 1986. Es loco, muy loco.

EL MORPO Y EL CARPO

En esa casa de La Paternal, Pomo descubrió a The Who, a The Animals y a un flaco con destino de graffiti, tatuaje y bronce que vivía a unas cuadras. “Yo llegué al circo del rock and roll siempre acompañado por Pappo. Eramos amigos de muy chicos. Mi despertar fue con la barra de la esquina. De mi casa a la de Norberto había 200 metros. El trabajaba en el taller de calderas del padre, en Juan B. Justo entre Artigas y Bufano, y a dos cuadras yo hacía una especie de práctica de mi título de Técnico Superior de Automotores, que era de lo que me recibí en el Industrial. Cebaba mate, barría y me hacía cargo si entraba un Di Tella todo embarrado en un día de lluvia. Nos encontrábamos al mediodía, cada uno con su mameluco lleno de grasa.”

¿Qué hacían?

–Teníamos unos 17 años. Hablábamos de fierros y de rock. Nos pasábamos revistas importadas. El venía mucho a casa. En la barra había un tipo al que llamábamos el loco Abel, que nos empujaba a tocar. Tenía una Fender... Y bueno, nos metimos en la onda. Me acuerdo que el viejo de Pappo le había regalado un mástil de bandera a la comisaría 41 para que se dejaran de romper las bolas y no metieran a su hijo adentro por el pelo largo... Un día Pappo me dice: “Morpo, ¿vamos al Centro?”. Fuimos.

La historia de La Perla del Once, de Plaza Francia...

–Ya no se iba a La Perla. Nosotros estábamos más en Corrientes, en La Giralda, La Paz, La Martona. O en el Moderno, o en la barranca de la Plaza San Martín. Vimos que había monitos que tiraban acordes, que hacían algunas letras, por ahí andaba Tango. Y bueno, conocí a unos tipos: Miguel, Alberto Abuelo, Mayoneso, el hermano de Alberto, Pipo Lernoud, que escribía. Formamos Los Abuelos de la Nada. Primero tocó Claudio Gabis la guitarra, después a través mío entró Pappo y chau: quedó un elepé inconcluso.

Pomo dice que desde que Mabel Lernoud, la madre de Pipo, los llevó a Miguel Abuelo y a él a la CBS y convenció a Yaco Zeller de grabar un disco de rock psicodélico, su vida cambió para siempre. “Era 1968. Ahí supe todo. Que mi relación con la batería era eterna. Que mi existencia iba a estar consagrada a ese instrumento.”
















HACER LA EUROPA

Después de la disolución de Almendra, en 1970, Luis Alberto Spinetta quedó boyando. Debía un álbum a la compañía discográfica y consiguió una casa en Florida, Vicente López, para juntar a sus amigos, hacer música y sacar ese disco adelante. “Yo me acerqué a él, que venía de otro palo: no era del circo de la calle Corrientes o del Moderno. La casa de Florida era abierta, totalmente volada, experimental. Grabamos finalmente Spinettalandia y sus amigos, eran todos tríos. Hicimos un tema compartido, ‘Descalza camina’, y nos fuimos juntos a Europa. Ahí empezamos una relación muy intensa. Luis atravesaba un momento muy especial, leía como un loco, yo creo que ahí comenzó a tallar lo que es hoy. En París paramos en lo de una actriz francesa llamada Elizabeth Viener. Después él se fue a Amsterdam y yo para Londres, con la que después fue mi esposa. Cuando vuelve a la Argentina arma Pescado Rabioso.”

¿Qué te quedaste haciendo en Londres?

–Laburaba de baterista. Así de simple. En el ’72 volví porque mi mujer estaba embarazada y quisimos que nuestra hija naciera en la Argentina. Cuando aquí me encontré con Pappo, me dijo: “Morpo, vení, acompañame al Centro que hay un bajista que tiene una Fender y un sonido de la puta que lo parió”. El señor Machi Rufino. Pum: Pappo’s Blues Volumen 3.

Si bien se refiere con idéntico entusiasmo a cada una de las bandas que integró, Pomo concede que el lugar donde fue más feliz fue Invisible. Spinetta se llevó la base rítmica de Pappo’s 3 y fraguó un trío en los antípodas del heavy zeppeliano, místico y al mismo tiempo nihilista de Pescado Rabioso. Invisible, supo deslizarse con sutileza entre la melancolía de lo cotidiano, el apunte de aguafuerte y el lirismo surreal, y logró en tres discos atravesados por una porteñidad peculiar, oblicua, distante de la que proponían por entonces Sui Generis o Moris, uno de los puntos más altos de la trayectoria de Spinetta. La evocación de aquel preciosismo tuvo su cenit en el memorable concierto de Vélez de las Bandas Eternas, en diciembre de 2009. Dentro de un nivel parejo y siempre arropado por el condimento emocional –y pese al cansancio que causó tanto en el público como en Luis Alberto la desmesura de las casi seis horas de recital–, el set de Invisible representó en esa gesta lo más cercano a la perfección. Tocaron “Durazno sangrando”, “Jugo de lúcuma”, “Niño condenado”, “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo” y “Amor de primavera”. “El modo en que me presentó Luis, por Dios. Lo abracé y le dije: ‘Turro, me vas a hacer llorar’... Toda la gente: ¡Pomo, Pomo, Pomo! Yo creo que cumplimos dignamente. Soy un eterno agradecido de que Dios, o Luis, me haya puesto en ese lugar...

¿Hay alguna posibilidad de que Invisible se vuelva a juntar?

–No, para nada. Fue como un cumpleaños. Una pizza organizada por Spinetta. Cero business. Luis maneja las cosas así, y creo que ese código es el que garantiza la fidelidad en la gente. Es algo subliminal y recíproco.












Antes de volver a trabajar con Spinetta en Jade, anduvo de proyecto en proyecto: en 1977 formó Sr. Zutano con Lito Epumer y Juan del Barrio; después estuvo en Seleste, fugaz banda capitaneada por David Lebon. En Jade liberó una versatilidad sugerida en Invisible y mostró dotes jazzísticas impensadas para un autodidacta de La Paternal. Se empezó a hablar con fundamentos de que Pomo era el mejor baterista de rock argentino (“rivalizábamos un poco con Morito, éramos el River-Boca... Charly-Luis, Seru-Jade, Moro-Pomo... boludeces de la época. Moro era un divino total... y qué batero”). Siguió prendido como sesionista en asuntos más o menos ajenos, grabó en el Fotos de Tokio de Pedro Aznar y entre la crisis económica nacional y la propia existencial decidió quemar naves. El 24 de abril de 1986 partió con su esposa Noemí y su hija María Eugenia, de 14 años, a Madrid. “En España la pasé bien, regular y mal. Trabajé mucho, hice tele, toqué para figuras como Liza Minelli y Grace Jones, produje, estuve con Jorge Alvarez... Pero nunca fui del todo feliz. Pasó el tiempo. Cuando Fito Páez me ofreció integrar su banda y salir de gira, me encantó. Fue un modo de acercarme a la Argentina.”

En 1994 regresó para enterrar a su padre y en 1998 decidió dejar todo lo que lo unía a España. “Absolutamente todo. Mi mujer, mi hija, mi casa, mis gatos. Dejé bártulos en un guardamuebles y pateé el tablero. Así como lo pateé cuando me fui, lo volví a patear para volver a mi patria for ever and ever. Empecé de cero. Trabajé tres años de docente, viví como pude. Tuve una época de andar con un bolsito con un cepillo de dientes, un par de remeras y un disc-man. Hasta llegué a alquilar el típico departamento de soltero. Y es así, loco. Yo creo que el paraíso está en la Tierra y se llama Argentina, pese a que nos esforzamos para que sea un lugar insufrible. Soy de acá, mi compromiso es con esta tierra. Es una cosa que se cae por su propio peso. Por más que hagas fuerza para llevar a cabo tu plan, cuando estás descansando viene el destino y te lo hace cumplir.”

¿Cómo es eso?

–Te lo digo de otra manera: soy un nadador que mientras está parado en el trampolín, la pileta permanece vacía... En cuanto me tiro, en los segundos que tardo en llegar al fondo de la pileta vacía, se activa un sistema que en milésimas de segundos llena la pileta con agua. Si me quedo en el trampolín y nunca me tiro, la pileta está siempre vacía... ¿Entendés?

Sí.

–A esta edad me tiro a la pileta. Estuve muy enojado. Ya me lo dijeron: soy bastante resentido. Anduve de aquí para allá, tratando de que me editaran mi laburo solista. Al final lo hice yo solo, como me enseñaron mis maestros. Es muy tonto decirlo pero no me voy a privar: estos discos son una manera de hacerle cosquillas al tiempo. La batalla está perdida, apenas unas cosquillas... Tengo una hija de 38 años que hace música, y dos nietos. No puedo parar de tocar la batería, de buscar la perfección. Soy así, un obsesivo, mi propio cana. Viene con mi packaging. Bancátelo... Tengo en mis manos un discazo, tres discazos. Me endeudé hasta las pelotas. Se me fue la vida en esto. Todo tiene lógica: soy Pomo, no soy Ricardo Fort.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

CROWDED HOUSE VUELVE CON NUEVO DISCO: INTRIGER




Neil Finn volvió a casa: Crowded House edita su séptimo disco en 25 años y él vuelve a mostrar por qué lidera una banda a la que llaman “Los Beatles de Oceanía”. Melodía, lírica, arreglos, experimentos sonoros: todo al precio de Intriguer.







Por Rodrigo Fresán

Cuenta la leyenda que, una vez, en una entrevista, le preguntaron a Paul McCartney qué se sentía ser el mejor escritor de canciones de toda la historia. Cuenta la leyenda que una vez, en esa misma entrevista, Paul McCartney respondió: “No sabría decírtelo. En realidad esa pregunta tendrías que hacérsela a Neil Finn”.

Neil Finn –bautizado como Cornelius Mulane Finn, nacido en Te Awamutu, Nueva Zelanda, en 1958 y hoy con una orden del Imperio Británico clavada en su solapa– es el líder y compositor casi absoluto de Crowded House. Y –recapitulemos– Crowded House es esa banda que abrió sus puertas en 1987, que amenazó con conquistar el mundo en 1987 con “Don’t Dream It’s Over” (aunque no le interesaba particularmente ser U2 o R.E.M.); que cerró con candado y tiró la llave en 1996, luego de cuatro títulos irreprochables (Crowded House, Temple of Low Men, Woodface y Together Alone); que después del suicidio de su baterista Paul Hester decidió, en 2007, convertirse en casa retomada y que –desde entonces y ahora mismo y para siempre, más allá de lo que diga o pudo haber dicho McCartney– es considerada algo así como Los Beatles de Oceanía.

Y Crowded House acaba de sacar nuevo y sexto disco, si no se cuentan un par de live y greatest hits y rarities. Y no sé si Finn está por encima de McCartney (la verdad sea dicha: en Neil comulga tanto la dulzura de Paul como la acidez de John), si será el mejor songwriter de toda la historia. Está claro que él no se toma en serio lo de los laureles, llegando a querer titular a Temple of Low Men –luego del exitoso Crowded House y para desesperación de su compañía– como Mediocre Follow-Up (“Secuela mediocre”).

Pero una cosa es segura: nadie podría prohibirle la entrada a esa mansión en la colina o a esa torre de la canción donde se juntan los grandes a contar y cantar versos y estribillos.

INTRIGA EN CASA El nuevo disco de Crowded House se llama INTRIGER y es la continuación natural de aquel otro del reencuentro, Time on Earth (2007), que en realidad había comenzado siendo un proyecto solista de Finn rápidamente crowdedhouseado cuando se comprendió que había ganas de volver a destapar muebles y barrer habitaciones y prender el horno y a ver qué pasa.

Y lo que pasó –no podía ser de otro modo– fueron catorce canciones marca Finn que sonaban un poco a sus álbumes solistas y otro poco (en especial a la altura de “Don’t Stop Now” o “She Called Up” o en la sepulcral y elegíaca “Silent House”) a casa atiborrada con esa mezcla distintiva y reconocible de buen humor, oscuridad, tarareo y melancolía. Pero, en cualquier caso, nunca fue muy fácil precisar dónde terminaba el hombre a solas o el tipo en banda. Desde Together Alone (de 1993, el último trabajo del primer Crowded House) o el magnífico Try Whistling This (estreno en singular de 1998 donde giraba una de sus canciones más redondas y crowdedhouseras: “She Will Have Her Way”), Finn se ha preocupado muy especialmente por no preocuparse demasiado a la hora de diferenciar esto de aquello. Y así los nuevos diez tracks de Intriguer suenan como diez flamantes habitaciones en la misma casa de siempre, descubiertas al tirar abajo un tabique o al bajar al altillo o al subir al sótano. Diez nuevas letras y músicas que no hacen más que reafirmar la respuesta de McCartney, sea cierta o no, especialmente en esa relectura de “Blackbird” con glándulas de “Happiness is a Warm Gun” que es “Fallen Dove”.












En Intriguer vuelven a reunirse los de Time on Earth (Neil Finn, el bajista Neil Seymour y responsable de imagen y gráficas y uniformes de Crowded House, el multiinstrumentista Mark Hart que ya había estado en Together Alone y Matt Sherrod, como reemplazo del irremplazable Paul “Italian Plastic” Hester) acompañados por Sharon Finn (esposa), Liam Finn (hijo) y varios músicos amigos entre los que figuran Lisa Germano y Jon Brion y Jim Scott.

Pero lo más interesante aquí –otra vez, como siempre– es el modo en que Neil Finn trabaja en conjunto o sin mirar a nadie. El rey del collage y de la libre asociación de ideas (comprobarlo en la sinuosa “Archer’s Arrow”) resultando en temas que nunca se sabe cuándo terminan de desarrollarse o dónde irán a dar. Un verdadero trabajo de artesano (que muchos críticos condenan como preciosista y demasiado cerebral y poco excitante y burgués y, mmmmmh, “digno de un Paul McCartney”) pero que deja amplio espacio para el juego y la improvisación freak y escucharlo y apreciarlo en los dos álbumes “de laboratorio” –7 Worlds Collide (2001) y The Sun Came Out (2009)— en los que Neil Finn invita a su estudio a miembros de Radiohead y Wilco, a Eddie Veder de Pearl Jam y a Johnny Marr de The Smiths, a KT Tunstall y a la ya mencionada Lisa Germano, a un seleccionado de la música del down under, y a toda su familia a armar canciones en un estudio que es cuarto de invitados y habitación de los chicos al mismo tiempo.

Así, escuchar un disco de Crowded House o de Neil Finn no sólo es algo gratificante sino, además, divertido. Y –como dijo alguien– Neil Finn sería millonario si tuviera una hija adolescente y se la vendiera al Disney Channel junto a un paquete de melodías. Pero no. Y Neil Finn sigue en la suya y por la suya que, también, es la nuestra aunque no seamos todos los que se merece. Pero –aun así, consolémonos con aquello de calidad antes que cantidad– disfrutamos de sus canciones que son al mismo tiempo como ese sombrero loco que no nos animamos del todo a ponernos y ese par de pantuflas sin las cuales no podemos vivir.

Párrafo aparte merece el modo en que Neil Finn juega con las palabras –la imagen abstracta fundiéndose con el paisaje figurativo, el nonsense inspirado abrazando la más sentida y nada silly love song– y sabe abrir la puerta para que entremos a jugar con él a esa casa que, por suerte, no está en orden pero sí está embrujada.

¿HAY ALGUIEN AHI DENTRO? Sí. Hay alguien y hay mucho. Y los discos de Crowded House son rebeldes y se van revelando, siempre, de a poco y siguiendo su propio ritmo y, sí, no se agotan a la segunda o tercera oída. Los discos de Crowded House son una excelente inversión psico-inmobiliaria: duran para siempre y siempre se las arreglan para demostrarnos y mostrarnos que nunca arrinconaremos del todo el plano del lugar.









Y hay un rincón mágico de Intriguer –entre los muchos rincones mágicos que incluyen el primer single psicodélico “Saturday Sun”, ese inesperado experimento samba-tropical que es “Either Side of the World”, el viaje mental de “Amsterdam” donde se habla de la desorientación de los tours interminables, el casi pastiche mejorado de Oasis que es “Inside Out”, el todos juntos ahora compuesto por todos juntos que es la bucólica a la vez que turbulenta “Isolation”, la crepuscular despedida de “Elephants” con ese sublime verso/consejo de “Sweet Dreams, make waves, find bliss”— donde la grandeza del genio de Neil Finn queda de manifiesto. Es el séptimo track de Intriguer, se llama “Twice If You’re Lucky”, y habla de esas grandes cosas que sólo se te pasan una vez en la vida “o dos veces si tenés suerte”. Y “Twice If You’re Lucky” –verlo además de oírlo en el imprescindible dvd que acompaña la edición especial de Intriguer donde el cuarteto, en su estudio/sala de ensayo, maravilla mostrándonos cómo apenas cuatro músicos pueden hacer tanta música compleja en directo– es una de esas típicas y afortunadas canciones de Crowded House que empieza con cautela pero anunciando ya desde el vamos uno de esos crescendos sing-along que son marca de la casa, de la Crowded House.

Y ahí Neil Finn sabe perfectamente lo que está haciendo sonar (ah, esa decisiva nota larga y punzante en su guitarra en el coro) y no duda en ponerle las palabras justas: “Esta te va a encantar / Esta te va a encantar”, nos advierte y nos canta sonriendo y en voz alta un más que satisfecho y orgulloso Neil Finn a todos aquellos que jamás soñamos que esto iba a acabarse.

Y tiene toda la razón del mundo.

Nos encanta a todos.

Paul McCartney incluido.