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miércoles, 1 de septiembre de 2010

ROCK URUGUAYO: LA HERMANA MENOR.




Palabras mayores





En tiempos de rock uruguayo masivo y for export, con bandas como La Vela Puerca y No Te Va Gustar, La Hermana Menor está a la cabeza de la escena montevideana que mantiene el espíritu del rock como lenguaje secreto. Su primer disco, Ex (2002), pasó casi desapercibido, pero a partir de su segundo disco, Todos estos cables rojos (2007), consiguieron el reconocimiento bajo forma de Graffiti, el Grammy uruguayo. Tres años después de ese éxito, vienen a presentar Canarios, su nuevo álbum, que todavía no se editó pero se conocerá por aquí en vivo el próximo fin de semana.


Por Martín Pérez

Como Woody Allen en Manhattan, tirado en el sillón y micrófono en mano, haciendo su lista de cosas por las que vale la pena estar vivo. Así es como puede sonar el Tüssi cuando avisa “estoy listo para enumerar/ las cosas que me hacen bien”, casi a manera de prólogo de “Parque Rodó”, el primer tema que se dejó escuchar del inminente Canarios, el esperado –en ciertos ámbitos, al menos– tercer opus discográfico de La Hermana Menor. Y también el que mejor define un trabajo llamado a ser candidato a disco del año, aunque falte mucho para llegar a diciembre y, aún más, todavía haya que esperar un mes para que el álbum vea la luz en Uruguay. Y, por estos pagos, vaya uno a saber si habrá iluminación alguna. Porque, a pesar de que tranquilamente se podría decir que la banda del Tüssi empezó a ser tomada en serio por la prensa rocker porteña –aun sin que sus discos hayan sido editados localmente– antes que en su ciudad, La Hermana Menor es uno de esos grupos todavía por descubrir de este lado del charco. Y eso que, desde su álbum debut, el claustrofóbico, efervescente y obsesivo Ex (2002), venga demostrado con creces, disco a disco, y sobre las tablas, que es una de las mejores bandas dedicadas al rock hoy en día en el Río de la Plata.

“Bajar la calle del hotel, sentir el sol y hablar con los perros”, es como el Tüssi-Woody comienza su enumeración cuando ya decididamente arranca el tema más emblemático de un disco al que, siguiendo los paralelismos, podría rebautizarse tranquilamente como Montevideo. Su autor explica que “canarios” es un término ligeramente despectivo con el que los montevideanos se refieren a la gente del interior. Pero cuando se le comenta que Canarios –al recorrerlo tema por tema– tiene letras tan montevideanas que en realidad parecen señalar, en su conjunto, que no hay nada más canario (o provinciano) que un capitalino, se le adivina al Tüssi una sonrisa. “Como decía Ortega y Gasset: uno no puede saltar afuera de su propia sombra”, reflexiona. Y revela que justamente el tema que bautiza el disco, basado en los viajes del grupo junto a bandas amigas –como Guachass– a tocar en Buenos Aires, juega con esa paradoja. “Porque yo pienso que los montevideanos, que le dicen canario a cualquiera no nacido en Montevideo, son los canarios de los porteños.”

SACAR PECHO Y PONER CABEZA

Pero, para no propiciar equívocos, hay que dejar en claro cuanto antes que no hay nadie menos Woody Allen que Tüssi Dematteis, también conocido como Gonzalo Curbelo, que supo ser crítico de cine y actualmente es editor de las páginas de cultura de ese milagro editorial que es el diario independiente La Diaria. Si Allen es todo neurosis y titubeos, Tüssi encarna la parquedad y la arremetida más rocker, aunque se trate en gran medida de una máscara. Como la de Benito, el nombre con el que el Tüssi se hizo conocido como blogger enojado contra el mundo. O la de Curbelo, que es el nombre que consta en su documento de identidad. “Pero ésos son mi hobby y mi trabajo –aclara–. Hace décadas que me dicen Tüssi, y Dematteis es otro de mis apellidos.” El Tüssi, por si aún hace falta aclararlo, es un auténtico personaje de la noche montevideana, que atiende en el bar La Ronda, y cuando sube a un escenario berrea, murmura y aúlla los versos de las mejores letras de rock que cualquier fanático del género haya escuchado en castellano en los últimos tiempos. Letras que no tienen nada de pretenciosas, y revelan una poética cotidiana, que puede golpear fuerte tanto en la frente como en el alma. Cuando el Tüssi canta un día feo como el Conrad, la sensación de realidad es tan contundente, que completa con perfección de relojería –o de balística– esa ametralladora rocker que suele ser La Hermana Menor, una banda de recorrido sinuoso y muy particular, que encarna desde el rock lo mejor que siempre ha tenido para dar la música popular uruguaya: una mirada propia, un pintar la aldea que la hace algo único y universal.

EL LENGUAJE SECRETO DE MONTEVIDEO

Cualquier intento de seguir todos los cabildeos de la extraña y particular cronología de La Hermana Menor bien puede funcionar como nota al pie de la historia del rock en Uruguay después de la dictadura. Porque, aunque el rock de la vecina orilla tuvo su capítulo setentista, el primer coqueteo con la masividad le llegó a comienzos de los ’80. Justo al final de esa ola es que asomó un grupo llamado Guerrilla Urbana, que con su tema “Razzia” retrató de manera contundente el estado de cosas que ayudó a terminar con aquella primavera rocker. “Para mí eso fue un flash, porque tenía 16 años y Guerrilla Urbana no llegó a durar un año”, recuerda el Tüssi, cantante de aquella banda, sólo porque –confiesa– sabía escribir y tenía los dos discos de Joy Division. “Eramos mucho más chicos que el rock posdictadura de Los Traidores o Los Estómagos y realmente no entendimos nada, porque nos fue muy bien durante esos meses de existencia. Pero nos disolvimos antes de llegar a frustrarnos: teníamos que terminar el colegio, qué lo parió.”

Con la abogacía en el horizonte, el rock nunca fue una ambición para el Tüssi. Pero junto a otro integrante de Guerrilla Urbana volvió al ruedo al subirse a la escena que a comienzos de los ’90 mantuvo viva la llama del rock como lenguaje secreto en Montevideo. Aquella primera encarnación de La Hermana Menor se formó para tocar en antros como Juntacadáveres con bandas como los míticos Chicos Eléctricos, Los Buenos Muchachos o Los Supersónicos. Aunque la leyenda cuenta que aquella formación llegó a grabar un disco que quedó inédito, apenas un par de temas sobrevivieron en el compilado –¡editado sólo en casete!– Las Criaturas del Pantano (1994), que alcanzó a retratar aquella escena justo antes de desaparecer.

El mito del grupo en realidad comienza cuando, al volver a formar Tussi –-por entonces estudiante de letras, free lance de publicidad y barman– a su alrededor una suerte de proyecto paralelo de integrantes de Los Supersónicos, El Cuarteto de Nos y Los Buenos Muchachos, nunca lograron imaginar un nombre. Así que terminaron presentándose como ex La Hermana Menor. Y así quedó. Sin el ex, claro. “Por eso es que cuando la gente imagina al grupo casi como un proyecto solista mío, porque soy el único integrante que ha sobrevivido en cada una de sus encarnaciones, yo lo veo más como una condena antes que un nombre”, exagera Tüssi, que asegura que cada uno de los grupos “condenados” a llamarse La Hermana Menor son sumamente democráticos, ya que él es incapaz de hacer nada sin estar rodeados de músicos mejores que él.

Con uno de esos grupos –la tercera encarnación, digamos– grabó el ninguneado Ex (producido por Riki Musso, y que conservaba algunas canciones de la formación anterior) antes de que se disolvieran justo cuando salió a la calle el disco. Con el siguiente dio clase de rock en cada escenario al que se subió y grabó el tan premiado Todos esos cables rojos, que acumuló Graffitis –el Grammy uruguayo– y elogios. Y también es otro el grupo que ahora grabó Canarios. “Uno es un resumen, otro un estallido de búsqueda en todas direcciones, y el nuevo es una unidad”, enumera Tüssi, el único que siempre se queda. “Aunque yo soy el peor para juzgar eso”, asegura.

PALABRA DE EXTRATERRESTRE

A pesar del lustre que finalmente ganó La Hermana Menor en su aldea, el Tüssi asegura que siguen siendo una banda marginal dentro de la música uruguaya. Sin embargo, el hecho de que Canarios parezca hecho a medida del tema más exitoso del disco anterior –el melodioso “La casa de Margarita”– preanuncia otros recorridos para el grupo. “Lo compuse porque quería hacer un tema simple y de cuatro acordes, como los de Graham Nash o The Byrds”, explica el autor de ahora todo un disco explorando esa senda, la de las letras que se entienden y las canciones más simples pero también adultas. “Es que después de la dispersión del Cables, queríamos hacer algo más focalizado. Ya volveremos al caos y la misantropía”, casi se disculpa el Hermano Mayor, que se confiesa tímido en escena, pero asegura que con el paso del tiempo, como los de abajo son cada vez más jóvenes, el trabajo se le hace cada vez más fácil. “Hay quienes se quejan de que en vivo no se entienden las letras, pero sobre el escenario me interesa cómo suena la voz, no lo que dicen exactamente las palabras. No es un problema mío, para eso están los librillos de letras en los discos. Después de todo, casi todos mis cantantes favoritos –como Shane McGowan, Joe Strummer, Mark Smith, David Yow o Nick Drake– son bastante inentendibles en sus grabaciones”, avisa antes de los dos shows que realizará con el grupo en Buenos Aires, presentando un disco que aún no se ha editado de ningún lado del río. “Siempre tuve una relación emocional muy fuerte con Buenos Aires, siempre la sentí como la capital de un mismo país y cultura, aunque estén formalmente divididos. Pero tengo que confesar que siempre me gustó más la música uruguaya que la argentina. Salvo Piazzolla, pero es un extraterrestre.” Palabra de Tüssi, palabra de otro extraterrestre, claro que hermano y menor. Con el rock como moneda de cambio, apuesta, y perdición. Y a mucha honra.

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