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lunes, 4 de enero de 2010

VIOLENTANGO NO QUIERE QUE LE PONGAN LA ETIQUETA “TANGO JOVEN”



Entre Grela y los Redondos

El cuarteto acaba de publicar su tercer álbum, Rock de nylon, en el que la impronta rockera está más presente que nunca. Y si de rótulos se trata, a sus miembros les gustaría que “tango violento” fuera uno nuevo creado a partir de ellos.

Por Cristian Vitale

Ninguno llega a los 30, por lo que el todopoderoso marketing del fuelle podría encastrarlos en el nicho de “tango joven”. Ellos, como tantos otros tangueros y jóvenes que fluyen en cada barrio a cada hora, se lo toman en solfa. “Siempre cambia. A veces es world music, otras tango joven, otras música de vanguardia... Depende del productor que te contrate”, ironiza Santiago Córdoba, uno de los cuatro componentes de Violentango. Dos de los otros, Juan Manuel López (guitarra) y Adrián Ruggiero (bandoneón y guitarra), dividen los oídos entre los pájaros del crepúsculo –la entrevista es en una plaza– y la salida espontánea del percusionista. “La verdad es que, si lo pensamos bien, nosotros no hacemos tango, ni rock, hacemos música, y creemos que la música es música. Si uno empieza a pintar y hace un pedazo de impresionismo, otro de expresionismo y otro de surrealismo, sigue siendo una pintura. La gente quiere ponerles un nombre a las cosas, y no es así”, reflexiona Ruggiero, persiguiendo el viejo anhelo del músico resuelto: que no lo rotulen.

–Pero se llaman Violentango y lo que se escucha no es música celta, precisamente...

Juan Manuel López: –Bueno, sí, con el correr del tiempo nos dimos cuenta de que el nombre había sido para intentar recrear un nuevo estilo de dentro del tango. Un estilo violento, digamos. La ficha nos cayó más adelante, pese a que el tema de Piazzolla era número puesto en los vivos. El nombre cobró vida y empezó a aparecer lo que ahora queremos que sea un estilo, una rama dentro del tango: el tango violento o el violentango, directamente.

Zanjada la cuestión, lo que el cuarteto hace –o intenta hacer– es sumarles poder a sus “aires” de tango. Un poder minimal, basado en la austeridad de instrumentos y la carencia de artificios. Si la Orquesta Fernández Fierro, más experimentada pero “joven” al fin, es pomposa y grandilocuente, Violentango condensa la misma masculinidad a escala de cuarteto y sin cantante. “Hay muchas cosas violentas dentro del tango, pero no con este sonido particular”, arriesga Ruggiero. “En este sentido, creo que nosotros somos a Piazzolla lo que la Fierro es a Pugliese. Si bien los dos estamos en una corriente de vanguardia, tenemos raíces marcadas. La base es, digamos, robada.” Con no más de un lustro de vida, el cuarteto –nacido como trío– tiene tres discos grabados, cinco giras por Europa y América del Sur y una vida “mandada” que lo llevó, por caso, a viajar por primera vez a Barcelona sin pasaporte europeo y con poca plata. “Tocábamos en la calle sin permiso, la remamos de guapos con la policía, comíamos pan y recién el último día recuperamos lo que habíamos puesto de cada bolsillo”, reseña Ruggiero. Devenir ambulante que también los llevó a vender 17 mil copias de su disco debut (Buenos Aires 3 AM) íntegramente en las calles. Así, por fuera del circuito estable del género, se hicieron de los fondos para comprar instrumentos y el utilitario que estrenarán en breve para una gira por San Juan, San Luis y Córdoba. “Vamos a ir como salchichas”, se ríe el bandoneonista. “Le pusimos una fila de asientos atrás y apenas quedó lugar para la parrilla y los instrumentos.”

–Gajes de la autogestión...

J. M. L.: –Lo de la autogestión surgió de una necesidad, porque el primer show que conseguimos en nuestra vida, en San Martín de los Andes, fue un fiasco. El dueño del boliche nos dijo que no iba a sacar una mesa para que tocáramos y lo canceló. Era el primer show de nuestra vida y nos bajaron sin explicación.

Adrián Ruggiero: –Inolvidable... Teníamos 21 o 22 años y fue el primer desengaño al toque, al minuto cero. Ahí dijimos: “Que se vayan todos a la mierda”. Era la emoción del primer show, nos preparamos para no pifiar, todo, y el tipo lo canceló porque no iba a sacar tres platos de morfi para ganar 200 mangos más. Desde ese momento nos dijimos que la plata la íbamos a hacer tocando de cualquier manera, pero no podíamos comernos otra cosa así. Fue una desilusión terrible, que nos podría haber llevado a dejar la música.

–En su web definen lo suyo como “vanguardia con filias rockeras y fobias electrónicas”. ¿Podrían extender el concepto?

J. M. L.: –¡Ja! Como Pappo y DJ Deró... En verdad, la onda no es odiar porque sí, ni siquiera odiar. La cosa va por otro lado, incluso nuestro segundo disco tiene cosas de electrónica, pero vistas desde otro lado.

–¿Cuál?

A. R.: –El de un instrumento más: guitarra, bandoneón, cajón y electrónica.

–En Rock de nylon, su último disco, no aparece el elemento electrónico. ¿Se han volcado más al rock?

A. R.: –De alguna forma, sí. Más allá de que tenemos influencias del pasado que nos toca con el tango, venimos del rock y el estilo de vida que llevamos es más rockero. La forma que nosotros usamos el cajón, por ejemplo, la acercamos más a una batería de rock, a un power trío tocando tango.

Santiago Córdoba: –Escuchamos Radiohead, los Redondos, Floyd, Zeppelin y Spinetta tanto como De Lío, Pugliese o Grela. A todos ellos le hemos robado algo (risas), pero lo que más sentimos viene por lado del rock.

–¿Mejoraron las estadías en Europa, luego de ese complicado viaje debut?

J. M. L.: –En la última nos trajimos 60 euros de ganancia cada uno, pero salimos en la tele, nos hicieron notas en los diarios y no porque seamos lindos ni porque tengamos una maquinaria detrás como Shakira. Estuvimos en bares, teatros y festivales callejeros de Alemania, Serbia e Italia, y lo que ganamos fue a parar a la camioneta.

–¿Les cabe o no que los metan dentro del movimiento de tango joven, entonces?

J. M. L. : –Nooo. Ya estamos viejos para eso...

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