Aunque es corista del grupo de Sergio Pángaro, en Majo ofrece una oportunidad para husmear dentro del universo femenino. Y lo hace desde el pop, el bolero y el jazz, siempre con una mirada “almodovariana” por lo melodramático.
Por Cristian Vitale
“Amo a Almodóvar.” Majo Vidal se sobresalta un momento y confiesa su devoción por el cineasta español y sus culebrones. El link al sinónimo es inevitable: “chica Baccarat” igual a “chica Almodóvar”. Ella –nada raro, al fin y al cabo– es ambas cosas. Una por contacto directo, porque hace cinco años que, junto a Adriana Vázquez, secunda los jueguitos de Míster Sergio Pángaro; la otra por identificación a distancia. “No escribo de otra cosa que no sea de amor, me cuesta mucho. A veces me canso, pero no encuentro otro tema. El culebrón es lo que me divierte, lo que me apasiona”, explica ella, echando un ojo profundo hacia el interior de sus canciones. Todas almodovarianamente pobladas de confusiones, dudas, esperas, vueltas, idas, cuerpos que tiemblan, descontrol y rechazos. Todas, parte de su disco debut como solista, Majo. Doce canciones que, entre jazz, bolero y pop –montados en una voz sencillamente impecable– le saben explicar a un hombre ciertos misterios insondables del alma femenina. O, como reseña su presentación, transforman a un hombre en voyeur del universo de una mujer. “A las mujeres nos interesa mucho ser ‘la’. La única, la más importante, y hasta diría, aunque parezca absurdo, que ni siquiera es importante que el hombre que está con una sea fiel o no. Pero sí que la haga sentir la única... La obsesión, ¿no?”, dice, en una referencia al track que abre el disco, titulado precisamente “Obsesión”.
–¿Todas sus creaciones nacen de vivencias propias o hay un plus ligado a la imaginación, al otro, a lo posible?
–Es muy de mujer lo que voy a decir: nosotras no filtramos. Si en un momento sentimos que queremos matar al otro, lo decimos. Les decimos a nuestras amigas que lo queremos matar, y al otro día nos queremos matar a nosotras mismas. Mis canciones generalmente están escritas en el momento de querer matar al otro...
–O sea que nacen de un estado de emoción violenta...
–Sí, aunque después les bajo un cambio (risas). Traigo los temas esqueléticamente, en letra y música, y después los músicos los arreglan, les dan una coherencia.
El cambio se lo bajan las sugerencias de Sebastián Espósito y Guillermo Delgado, sus músicos (varones) y, en algunos casos, las salan el propio Pángaro o Roxana Amed, dos de los invitados al disco. Con Espósito, más Jerónimo y Manuel González Montalvo, Majo ha cocompuesto la única canción compartida (“Castigo”) y con ambos, también, ha arreglado la dos únicas versiones entre las doce: “Nada”, de Sanguinetti y Dames; y “Si me pudieras querer”, de Bola de Nieve. “‘Nada’ es el tango que canté toda mi vida, una canción de amor desesperado”, justifica sobre esta linda visita. Lejana, a la vez, y como muchas de sus canciones, de la superficialidad que suele acompañar casi como un axioma estético a la música tontita y edulcorada de la mayoría romántica. “Mi referencia, hoy, es Wica. Es lo que más escucho. Pero también admiro mucho a Roxana Amed, Chavela Vargas, Liliana Herrero y todas las grandes del jazz: Ella Fitzgerald, Sara Vaughan... En fin, me encantan las cantantes de jazz, me parece que es el lugar donde aprender. Es el lugar de juego para el cantante, porque todos los demás géneros son muy duros. El tango se canta así, el bolero así, el pop así, pero el jazz no. El jazz se canta como quieras... Está todo permitido.”
En el pasado de Majo –María José– pueden rastrearse cinco años como cantante de una banda de reggae, tantos otros en una de funk llamada Sudor de Espalda (“Me mataba con Jamiroquai y James Brown en esa época”, dice), algunos menos haciendo versiones de standards de jazz y también un lustro, desde 2004 hasta hoy, como parte de Baccarat. “¿Qué es ser una chica Baccarat? Bueno, es un juego. Cuando subimos al escenario es todo un gran chiste... Se supone que Sergio es un dandy y nosotras, dos tontas que están ahí. Nos súper divertimos. No sé que dirán las otras, pero para mí ser una chica Baccarat es ser una chica que se divierte arriba del escenario. Nunca sabemos qué va a pasar, más allá de la lista de temas. Es un hedonismo en el que puede pasar cualquier cosa... Creo que cualquier músico más organizado la pasaría muy mal”, asegura.
–¿Se anima a componer para Baccarat?
–No. No participo en nada, ni siquiera en los arreglos corales. No puedo, creo, porque ellos tienen una manera de trabajar de años y la verdad es que no sé si me saldría. No sé, nunca probé. A lo mejor no sería buena escribiendo para el grupo.
–Pero el disco, aunque por lógica lleva su impronta, no escapa demasiado de la estética que propone Pángaro.
–No sé. La mirada sobre el bolero que tiene Sergio es más lúdica que sufrida, y tiene algo más definido, otra personalidad. A mí me costó mucho tiempo encontrar, no lo que quería decir, porque siempre estuvo claro, pero sí en qué genero abanderarme. Todo el mundo me hacía la misma pregunta: “¿Qué cantás?”.
–Eso, ¿qué canta?
–No sé. No podría ser una cantante de bolero, porque no me interesa esa manera de cantar impostando todo el tiempo. No tiene que ver conmigo... Con el bolero sólo coqueteo, pero me tira más el jazz.
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