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miércoles, 20 de julio de 2011

PRINCE ABANDONA LOS ESTUDIOS DE GRABACION.














Por Eduardo Fabregat

Se acabó el juego de la industria discográfica para Prince Roger Nelson. “La industria cambió. Hicimos plata online antes de que la piratería fuera realmente una locura. Hoy los únicos que hacen plata son los de las compañías telefónicas, Apple y Google. Supongo que tendré que ir a la Casa Blanca para hablar de la protección de derechos de autor. Ahí afuera hay como una fiebre del oro, o un robo de autos. No hay límites. He estado en varios encuentros y me dicen ‘Prince, vos no entendés, es una cosa de perros comiéndose a perros’. Con lo que decidí dejar de grabar”, dijo en una entrevista realizada por el diario británico The Guardian. “Personalmente, no soporto la música digital, el sonido convertido en bits: afecta a un lugar diferente de tu cerebro. Cuando lo ponés, no sentís nada. Somos gente analógica, no digital.”

Como sucedió con algunas movidas fuertes ensayadas por Prince en el pasado, varios en el medio interpretarán el gesto como una nueva excentricidad del músico estadounidense de 53 años. Pero, más allá del extremismo de la decisión, hay puntos atendibles. Hace ya varios años, en el sello Warner sonrieron con esa locura de pasar a llamarse “Simbolito Impronunciable”, hasta que descubrieron que el contrato que los unía con “Prince” no decía nada sobre posibles discos grabados con otro nombre y por un sello independiente. Así, a fines de los ’90, Prince, Simbolito o The Artist Formerly Known as Prince tuvo una hemorragia creativa que se tradujo en discos y más discos, fuera por Warner, NPG Records o aun otros subsellos. En enero de 1998, el petiso de Minneapolis abrió caminos que la industria luego agradecería, al convertirse en el primer artista en comercializar un disco solo por Internet. El triple Crystal Ball se adquiría a través de la web y se enviaba por correo: todavía subsistía el plano físico, cierta cosa de negocio al viejo estilo.

Pero los tiempos, como apunta Prince y como lo sabe cualquiera que esté medianamente atento a las mutaciones del mercado, han cambiado, y mucho. En la extensa gira que lleva adelante desde el año pasado, con entradas bolsillo friendly y un repaso de éxitos de su carrera, el multiinstrumentista desarrolló una especial efectividad para evitar que se filtre en la red cualquier audio o video. Lo que se sabe por relatos de quienes estuvieron en cada show no puede comprobarse: todo audiovisual que logra colarse desaparece en poco tiempo, perseguido por los sabuesos del entorno principesco. Después de abrir caminos en la era digital, Prince está decidido a cerrar todos los pasadizos que comunican con Paisley Park.

Por supuesto, en el rock ninguna promesa es inquebrantable, y hasta el Beach Boy Brian Wilson un día dejó el encierro. Lo interesante de esta rabieta de Prince contra el estado de las cosas, ese “si no dominan al mostro de la piratería, no sigo”, es que viene acompañado de un planteo que merece al menos una mínima atención, como ese cuestionamiento de la chatura e hipercompresión digital frente a la naturalidad de lo analógico o, según dijo en otro pasaje de la entrevista, el interrogante acerca de si la escena musical de hoy está protagonizada “por gente con verdadera sustancia, o simplemente personajes con ropas locas encima”. Lady Gaga, teléfono.

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