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sábado, 2 de julio de 2011

Entrevista a Marciano Cantero de Los Enanitos Verdes


UN MENDOCINO EXITOSO. JUNTO A SU BANDA, SE PRESENTÓ EN 13 CIUDADES ESTADOUNIDENSES CON FUNCIONES AGOTADAS.

Por Eduardo Slusarczuk


Marciano Cantero atiende el celular mientras viaja de Washington DC a Nueva York, donde lo esperan dos presentaciones en el Fillmore local, cuyas entradas ya sabe que están agotadas. Es la recta final de una gira que pasó por 13 ciudades de los Estados Unidos, donde una sola boletería no fue cerrada con el cartel de “Sold Out”.
“Faltaron vender cinco entradas”, detalla el cantante, compositor, y bajista mendocino, que algo más de tres décadas atrás, junto a Felipe Staiti y Daniel Píccolo, formaba Los Enanitos Verdes, y se animaba a hacerse un lugar en la efervescente escena del rock argentino de fines de la peor dictadura militar que sufrió nuestro país.
Canciones como Tus viejas cartas, La muralla verde, Por el resto y Te vi en un tren dispararon la popularidad de la banda más allá de las fronteras de la Argentina, y detrás de los pasos de Miguel Mateos y Soda Stereo, emprendían un camino que aún recorren.
“Cuando salió La muralla verde, en el ‘86, el éxito fue casi inmediato. Enseguida fuimos a Chile, pasamos a Perú y fuimos subiendo por el mapa, hasta que legamos a México en el ‘88. A partir de entonces, ya no dejamos año sin ir. Y en el ‘94 llegamos a los Estados Unidos, donde todo fue mejorando con el paso del tiempo”, resume.
A esta altura, él y sus compañeros de ruta, Felipe Staiti y su hijo Juan Pablo -ambos guitarristas- y el baterista Jota Morelli aseguran que ya perdieron la cuenta de las veces que tocaron en algunos teatros emblemáticos para el rock del país del norte.
Como también perdieron, en parte, un lugar de pertenencia. O, quizá, ganaron muchos otros. “Somos como viajeros constantes -explica el músico-. Todo depende de dónde vamos a parar cuando terminan las giras. Yo paso una buena parte del año en México, pero también viajo mucho a Buenos Aires, donde tengo un hijo. Felipe, en cambio, tiene un hijo en Pasadena. Así que está parte del tiempo en Mendoza, y parte en California. Y más de una vez, al término de una gira, que te deja medio quemado, decidimos pasar unos días en Chicago, o en algún otro lugar, para descansar. Como decía la canción, no soy de aquí ni soy de allá. Pero somos argentinos. Somos netamente argentinos.”
Hace poco, Miguel Mateos admitía que pasar mucho tiempo en el exterior tuvo un costo, en términos de pérdida de popularidad en la Argentina. ¿Evaluaron eso en algún momento?
No hay mucho que evaluar. Es como si te dijera que te ofrecen trabajar en el The New York Times, con una muy buena oferta económica. ¿Qué harías? En algún momento a nosotros nos pasó eso. Empezamos a tocar afuera y nuestra música gustó. ¿Qué íbamos a hacer? Además, no era perder todo. La Argentina la hemos recorrido entera, varias veces, con nuestra música. Hemos tocado en cada provincia. No tenemos cuentas pendientes. Lo que sucede es que no podés estar en todos lados al mismo tiempo. Pero lo que teníamos para hacer aquí era y sigue siendo muy interesante.
En línea con su respuesta, Cantero agrega que hace tiempo que dejaron de pensar dónde les va mejor. “El otro día, le decía a mi hijo que hay músicos que componen para novelas, películas, teatro, otros que componen canciones, otros que son intérpretes y otros que son performers, que tocan en vivo casi todo el tiempo, y que es lo que somos nosotros. Yo lo entendí después de haber protestado, más de una vez, por tener que estar todo el tiempo de gira. Pero llegó un momento en el que me dije: ‘Nací para hacer esto, y para llevarle alegría a la gente’. A veces pienso en la película de los Blues Brothers, cuando hablan de que están en una misión. Bueno, la nuestra es cantar. Y lo seguiremos haciendo hasta que nos de el cuerpo”, reflexiona.
¿Han cambiado sus influencias musicales a lo largo del tiempo?
No. Una de las cosas particulares de la banda es que tenemos gustos distintos. Felipe es más metalero, yo soy más pop, más beatle, y Jota es un músico de una musicalidad muy amplia, sin dejar de ser un baterista de rock and roll. Y lo que hacemos es un compendio de todo lo que vivimos. Lo más bonito es cuando ves que las canciones tienen un sentido universal. Que hayan pegado tanto en la gente, habla de la universalidad de los sentimientos que expresan. En un punto, creo que somos, como nos dijo una vez Fito (Páez), artesanos de la canción.
Sin embargo, han cambiado la formación, y abandonaron el teclado.
Sí. Más que nada para probar. Así, con dos guitarras, es una banda más fresca. Pero, también es una cuestión temporal. En cualquier concierto, o si hacemos otro disco y lo necesitamos, puede aparecer un tecladista.
El cambio, de paso, les permitió incorporar a Juan Pablo, que no había nacido cuando formaron el grupo.
El ya había demostrado interés por la guitarra mucho tiempo atrás, y Felipe le dijo que si quería tocar, se pusiera a estudiar. Se fue a Los Angeles, donde estuvo estudiando un par de años, y donde tocaba como invitado siempre que íbamos a California. Era un placer. Así que, cuando cambiamos la formación, estaba primero en la lista. Y cerró el círculo perfectamente.
Y la historia familiar le sirve a Cantero para reivindicar una vez más el carácter artesanal de la banda, más allá de su “status internacional”: “En este mundo de la música hay mucho fake, mucha mentira. Hay tipos a los que escuchás cantando en el disco, y después cuando suben al escenario no cantan ni para atrás. Nosotros siempre hemos cantado de frente. Y esa es, creo, la razón por la que la gente nos viene a ver. En general es todo tocado a pulmón. Somos un grupo de verdad.”.«

Presencia en los angeles
Para llegar al Gibson Theatre, en el corazón de los Universal Studios, en Los Angeles, hay que recorrer unos 200 metros iluminados por una infinidad de carteles de neón cuyo colorido contrasta con la calma que se vive frente a la entrada del teatro. Sin embargo, puertas adentro, alrededor de ocho mil personas ocupan hasta el último rincón de la sala, que estalla cuando Marciano Cantero y los suyos aparecen en escena, tras la actuación de los españolísimos Hombres G. Desde ese momento, y durante algo más de una hora y media, el cuarteto desandará sus más de 30 años de historia, aunque evitará meterse en el túnel del tiempo que supone que todo pasado fue mejor. Al contrario, viejos clásicos como La muralla verde, Por el resto y Lamento boliviano se mezclan con temas más recientes como A las tres y Mariposas, que igualmente serán cantados por la multitud sin errar una sola coma. La puesta, de estricto rock garagero, como el backstage. Dos guitarras al frente, al mando de Felipe y Juan Pablo Staiti, el bajo y la voz de Cantero, y a la batería, un Jota Morelli que pone su enorme cantidad de recursos al servicio de las canciones. Y de las excursiones instrumentales por fragmentos stones de Start Me Up y I Miss You. Una manera de volver a las fuentes.

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