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viernes, 25 de febrero de 2011

SILVINA GARRE GRABO UN DISCO CON CATORCE CANCIONES DE LITTO NEBBIA






El flamante Más que loca no es un tributo (“son para gente muerta o inactiva”) ni un álbum a dúo (“esto no es Tom y Jerry”, se ríen), sino un seleccionado de composiciones del ex Los Gatos tocadas por él y cantadas por la rosarina.







Por Cristian Vitale

A Litto Nebbia le llueven todo tipo de propuestas musicales, pero nunca una así. “Era lo que me faltaba”, se ríe el hombre de las mil canciones, acompañado por una cerveza en botella verde y la causante de la idea: Silvina Garré. “Me pareció rarísimo que nunca se lo hubieran pedido”, reflexiona ella, con otra botella verde –de gaseosa, en su caso– entre manos. Ambos están en un bar y cruzan una mirada cómplice, de viejos conocidos. El tiene 62, ella 49 y lo que tienen para decir es que ella le pidió a él hacer un disco con todas canciones de él cantadas por ella, y con él tocando. “Una locura que a nadie se le haya ocurrido antes”, sigue Garré, como si no pudiera creer que el disco en cuestión sea hecho consumado. Más que loca, que así se llama, ya está sobrevolando los recovecos del mercado... Catorce canciones de diferentes estadios del planeta Nebbia elegidas por Garré, arregladas, tocadas y (re)producidas por él, y fraseadas a rojo intenso de labio pintado. “Lo primero que hay que descartar es que se trata de un tributo a Litto. No me cae simpático eso: los tributos son para gente muerta o inactiva”, sentencia la rosarina. “Y lo segundo, que no es un disco a dúo”, continúa Nebbia, y prepara la carcajada: “Esto no es Tom y Jerry”.

El repertorio surgió enteramente de los caprichitos musicales de Garré. Hay canciones de las conocidas (“Gente que no sabe lo que quiere”, “Nueva zamba para mi tierra”, “Para John”, “Sólo se trata de vivir”) y otras que sorprendieron al mismo Nebbia, por su impronta bien de lados B. “La canción del mar”, por caso. O una versión de “El mundo se alejó”, tema de Corazones y sociedades (2001), que ensalza Nebbia: “Me gusta más por ella que por mí”. “La verdad es que pactamos no estar pensando en elegir temas conocidos porque sí. Litto me dio unos discos, los escuché y fui eligiendo: ‘Este, éste, éste’”, engancha Garré, y le devuelve la posta a su colega: “Fue un lindo desafío porque implicó sutiles cambios en la rítmica, en la tímbrica de los instrumentos para que no suenen como mis versiones. Y sin estrangular, claro, sin decir ‘ahora te meto un arreglito de jazz y vas a ver cómo te jodo’. Sin hacerme el canchero, en una palabra. Todo está pensado con una textura afín a la manera que tiene ella de cantar porque, lógico, cada uno tiene su personalidad”.

–Ya había un conocimiento previo, al menos. No es la primera vez que hacen algo juntos.

Litto Nebbia: –Sí, un caso es “Quien quiera oír que oiga”, que es una canción rara, parece rusa (risas), relacionada con la cara política de Eva Perón. Ya sé por dónde puede sonar, y no se trata de meter docenas de instrumentos o pocos, el asunto está en el tempo y con qué elementos vas a adornar detrás. En general, tengo una tendencia a meter un montón de contrapuntos, pero es una cosa que hago para mis canciones. Sé ubicarme en otro tipo de planos para no distraer al intérprete. Lo pretencioso no sirve. Es más, hasta puede ser como un electroshock para el cantante.

Silvina Garré: –A veces pasa que el cantante es como una excusa para que un grupo toque lo que tiene ganas, y al final no se entiende nada: es puro exhibicionismo musical.

–Salvo que se trate de Ian Gillan y Ritchie Blackmore, que en Deep Purple se peleaban arriba del escenario para ver quién peleaba más.

L. N.: –Bueno, sí, pero ellos iban en una dirección. Otra cosa es cuando un tipo combate al cantante, cuando el violero y el baterista lo cagan a palos.

Quien quiere oír que oiga, la película de Eduardo Mignogna sobre Evita, fue la primera vez que Ne-bbia y Garré hicieron algo grande en conjunto. Se habían conocido en 1982, cuando la cantante desembarcó en Buenos Aires junto a la trova (la segunda gran oleada rosarina después de Los Gatos Salvajes) y Nebbia recién llegaba de su exilio en México, con 1981 y Sólo se trata de vivir bajo el brazo. Participaron de los dos Rosariazos –Obras y Newell’s–, cruzaron fechas en infinidad de pubs porteños, grabaron la banda de sonido del film Luna caliente (1985), pero lo que más disfrutan evocar es el insólito premio que ganaron en el Festival OTI de la canción, en 1983. “Me convenció un productor, yo no quería saber nada”, recuerda el ex Gatos. Ne-bbia compuso un tema ¡en cinco minutos! (el inédito “Charlaciones”), llamó a Garré para cantarlo, lo grabaron en el estudio de Los Bárbaros (aún no existía Melopea) y lo mandaron en un cassette. “Y quedamos seleccionados”, se ríe Litto. “Había un tema de Jairo, otro de Batman, cualquiera, y se supone que el ganador estaba pactado, digamos. Pero vamos a suponer que hayan estado arreglados cuatro jurados de diez y los otros seis te votan a vos ¡y nos pasó eso! El día de los premios yo estaba mirando la tele en casa y digo ‘ahora van a ver por qué todo esto es una trampa’. Silvina había ido al canal a cantar con la orquestita grabada por mí y no con la del canal, encima. Todo al revés era. Y, de repente, bueno, el tipo que tiene que decir quién ganó puso una cara increíble. No entendía nada.”

S. G.: –La canción representó al país en Washington. Fuimos los dos y había una cosa bizarra, una fiesta de la OEA en el medio. Yo estaba en una cosa súper rockera, rebelde, mientras las otras cantantes se producían al lado mío... Se ponían peinetas y unos peinados que parecían edificios, era una cosa increíble eso. A Litto lo llenaron de tarjetas y él no tenía ninguna suya para dar. Me acuerdo de que no votamos en las elecciones porque estábamos fuera del país.

–¿Qué significaba Litto para los músicos de la trova rosarina, Silvina?

–Yo qué sé, el inventor del rock argentino, el tipo que hizo “La balsa”... Lo veíamos como un grande absoluto.

L. N.: –Un día viendo a Fito (Páez) en un documental, le preguntaron por mí y el tipo dijo que yo era como Cristóbal Colón. No sé qué carajo habrá entendido el conductor...

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