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jueves, 4 de febrero de 2010

SI UNA NOCHE DE INVIERNO: STING VISITA EL FRIO


Para pasar el invierno

La nieve y la Navidad son fértiles para la música, y Sting encontró una manera de hacer su disco invernal de un modo original (y arriesgado): rescatando canciones tradicionales, musicalizando poemas, revisitando a Schubert y tocando con músicos alejados del rock y el pop un puñado de canciones que aluden al frío.

Por Diego Fischerman

“El invierno es la estación de las largas noches oscuras”, dice. “Y es la estación de las historias”. Sting, aquel que fue abanderado de la nueva simpleza de la nueva ola y que la traicionó, aunque fuera a escondidas, con la complejidad rítmica y con los contrapuntos de The Police; aquel que cantó “De Do Do Do De Da Da Da” pero también “Murder By Numbers”, convertido en erudito recopilador y exquisito intérprete de canciones de las tradiciones más variadas, circundado por arpa, violines y coro de niños o pulsando con delicadeza las cuerdas de un laúd, habla del invierno, “la estación de las canciones secretas, la estación de la imaginación, la estación de la reflexión”.

En noviembre de 1828, en la cama de la que ya no se levantaría, Franz Schubert cantaba en medio del delirio febril y, según cuentan, en los pocos momentos de lucidez, corregía las pruebas de la segunda parte de su último ciclo de canciones publicado como tal, Viaje de invierno, sobre poemas de Wilhelm Müller. “Llegué como un extraño/ como un extraño parto”, comienza la primera de esas canciones, “Buenas noches”. El viaje de invierno es, claro, el último viaje. Sting, tal vez quien mejor podría contestar la pregunta nunca formulada acerca de adónde van los rockers cuando crecen (cantar con música de Pedro y Pablo), encara su propio viaje de invierno, que incluye a Schubert, desde luego, como una manera de hacer un álbum de Navidad –todo un tópico en el mercado anglosajón– sin hacerlo. Y logra uno de los discos más bellos –e inteligentes– encarados por un artista pop para cumplir con un mandato pop.

If On A Winter’s Night, tanto en su versión discográfica como en el DVD que muestra la presentación en vivo en la Catedral de Durham (que se acompaña con un segundo DVD con un documental sobre la gestación del disco) plantea un recorrido por canciones folklóricas inglesas e irlandesas (eso a lo que algunos le atribuyen una improbable celtitud), arias de óperas de Henry Purcell, canciones tradicionales de Navidad, nuevas canciones compuestas por Sting sobre viejas músicas –“You Only Cross My Mind in Winter”, a partir de la Sarabande de la sexta suite para cello de Bach–, sobre viejos textos, como “Christmas at Sea”, de Robert Louis Stevenson, o sobre sus propias palabras, como “The Hounds of Winter”. También están allí “Der Leiermann”, última canción del viaje invernal de Schubert, traducida por Sting como “The Hurdy Gurdy Man”, o la hermosa “Balulalow”, donde un poema tradicional fue puesto en música por el genial Peter Warlock, una de las figuras más importantes y menos conocidas de la música inglesa de tradición académica y, también, uno de los recopiladores y folklorólogos fundamentales en el rescate de la tradición británica durante el siglo XX.

El tono de la selección musical de Sting –y de sus interpretaciones– es el del invierno visto a través de la ventana. El de las manos cerca del fuego y las rondas de canciones más que el del viaje solitario bajo la nieve. Una calidez, en todo caso, en la que mucho tiene que ver la presencia –la amenaza– del frío. Y que se construye, en este caso, gracias a un grupo de músicos excelentes, donde brillan el guitarrista Dominic Miller (al que se adivina como mucho más que como simple acompañante), la violinista Klathryn Tickell –una de las más importantes intérpretes de música folklórica británica– y la arpista escocesa Mary Macmaster. Junto a ellos están el percusionista Cyro Baptista, el violinista Edin Karamazov –cómplice de Sting en sus interpretaciones de canciones de John Dowland–, el notable violinista Daniel Hope, las cuerdas de la orquesta Musica Aeterna, que dirige Robert Sadin, el trompetista Ibrahim Malouf y uno de los mejores coros dedicados a la música renacentista de la actualidad, Stile Antico. Podría tratarse, tan solo, de una exhibición insoportable. Podría ser uno de esos proyectos donde artistas de tradición popular, presos de una sensación de inferioridad, buscan la legitimación de “lo clásico” como si sólo allí hubiera alguna clase de distinción. Pero Sting sólo canta. No hace otra cosa que cantar, como siempre y con la misma voz de siempre, algunas canciones hermosas que desde la calidez hablan del frío.

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