“Quiero unificar todo eso que anda perdido por ahí”
El proyecto implica, además de pasar a CD obras que
sólo fueron publicadas en vinilo, editar álbumes inéditos, fuera de
stock o rarezas. Todos ellos verán la luz en el transcurso de 2013. Sólo
quedan afuera los cinco discos originales de Los Gatos, por un tema de
derechos.
Por Cristian Vitale
Litto
Nebbia, hombre en estado musical permanente, va por todo, siempre.
Ahora llegó a la conclusión de que, en el año que está por cumplir 65
años, su descomunal discografía tiene que tener un orden, una
visibilidad mayor, un cauce editorial lo más preciso posible, y entonces
puso una de sus herramientas preferidas (Melopea) a disposición del
fin: que buena parte de sus 140 (¡ciento cuarenta!) discos a la fecha
–unas 1300 canciones entre trabajos solistas, grupales, a dúo o bandas
sonoras– recircule. Pueda estar al alcance. Sea. Vuelva a ser. “Es muy
difícil encontrar el catálogo discográfico completo de un artista, sean
los Rolling Stones o sea Miles Davis... siempre hay descatalogados, o
discos que quedan atrás perdidos porque han salido nuevos y así. Mi
intención, entonces, es tratar de unificar todo eso que anda perdido por
ahí, porque no tengo otra cosa para promover o divulgar que no sea mi
propio trabajo creativo”, esboza ante Página/12, con la poco fácil
intención de focalizar la mirada frente una obra tan prolífica, tan
dispersa y diversa, tan extendida en el tiempo que, si se le agrega su
rol como invitado, productor o sesionista, trepa a la cifra de 500.
Pasado en blanco, entonces, el proyecto que Nebbia homologa bajo el concepto de aventura, implica –además de pasar a CD algunas obras que solo fueron publicadas en vinilo–, editar álbumes inéditos, fuera de stock o rarezas para llevar a estado de luz su discografía completa. O casi, porque a ese todo feliz le faltarán los cinco discos originales de Los Gatos, cuyos derechos aún pertenecen a la multinacional que los publicó entre fines de los sesenta y principios de los setenta. “Me lo impiden los contratos leoninos que firmé de adolescente, la necedad y el desinterés de los actuales directivos. Los contratos de la mayoría de estas compañías, y mucho más en esa época, son tramposos, usan mucho la ‘letra chica’ y abusan de la ignorancia que generalmente el músico tiene sobre lo que es un contrato. Por cualquier lugar que se lean biografías de músicos de rock de todos los tiempos y estilos se encuentran anécdotas de que los han estafado: sea The Kinks de Inglaterra, The Byrds en Estados Unidos, Los Shakers de Uruguay o Los Gatos y Almendra en Argentina”, sentencia el principio motor –a tracción humana– del rock argentino.
–El yo, no el otro, del Señor Negocios...
–(Risas.) Los otros días leí una nota que le hicieron a uno de estos perversos y no lo podía creer. El tipo decía algo así como “mis artistas nunca ganan menos que el sello discográfico”. Increíble, porque esos contratos están hechos de tal manera que no vencen nunca... y eso ya es ilegal, mucho más cuando el sello no argumenta qué es lo que va a hacer por vos. Estos contratos ni siquiera dicen que los álbumes deben estar publicados todo el tiempo, porque si los discos no se publican, esto perjudica la carrera y la obra del artista. El artista, al no tener su disco a la venta, pierde promoción de su imagen, de su música y de sus derechos autorales por todos lados. Siendo más claro: las ventas de discos son las que movilizan la actuación en vivo de un artista y, junto con los derechos autorales y regalías por discos, son la entrada salarial de cualquier músico. La última vez que aparecieron los discos de Los Gatos fue aquella edición que realizó Página/12 hace unos años (2002). Esa vez se vendieron aproximadamente 60 mil CD y el sello me pagó 0,03 centavos por disco. No es mucho, ¿no? (risas), es raro tener un socio que se lleva el 98 por ciento y a vos te da el 2 por ciento... así se manejan las discográficas, en general.
Otro detalle de peso en la ciclópea tarea encarada por el músico es la publicación de “rarezas inéditas”, una figura no muy habitual para el Nebbia editor, acostumbrado a dejar registrada toda acción musical. Una de ellas será el Volumen II de la serie Definitivamente Vivo, rescatada de un “amigo” mexicano. “Fue en 1981 cuando ya me volvía del exilio y me contrataron para un Festival Internacional de Jazz que se hizo en el Distrito Federal”, evoca Nebbia. En aquel festival, el rosarino compartió escena con Archie Shepp, Irakere y el grupo Arts Ensamble of Chicago, y se presentó junto a Jorge “Negro” González en contrabajo y Néstor Astarita en batería, el trío con el que había grabado discos seminales de su trayecto como Muerte en la Catedral, Melopea o El Vendedor de Promesas. “Es una grabación muy buena, donde improvisamos todo el tiempo con batería, contrabajo y piano de cola, además de mis vocales eventuales. Lo hacemos sobre algunas bases de canciones que recién estaba bosquejando para grabar un nuevo disco. Temas que hoy día son muy conocidos como ‘No importa la razón’”, refiere Nebbia.
Otra especificidad a resaltar del proyecto es la reedición de Muerte en la Catedral, un clásico de Nebbia, grabado entre mayo y junio de 1973 (40 años redondos) junto a un team de músicos que, además de Astarita y González, incluyó las participaciones de Rodolfo Alchourrón, Roque Narvaja, Oscar Moro, Ciro Fogliatta, Bernardo Baraj y Gustavo Moretto. El de “Vals de mi hogar” y “El otro cambio, los que se fueron”, para que se entienda mejor. “Cuando apareció Muerte en la Catedral, era un disco ‘raro’, a pesar que de movida vendió cerca de quince mil discos. Pero como otras cosas supercomerciales vendían más de cien mil, te subestimaban. Hoy, claro, esos sellos pagarían por tener diez artistas que le vendan quince mil álbumes de entrada. Hay que considerar que nuestros discos no tenían absolutamente nada de promoción. Ni una pasada de radio ni un poster, nada. Tampoco eran discos que tuvieran gastos de grabación. Primero, porque con los músicos funcionabas a nivel grupal. Segundo, porque no tardabas demasiadas horas, sencillamente porque no se divagaba y se tocaba bien, modestias aparte. Las compañías sí tenían gastos con los solistas de moda, porque ellos grababan con grandes orquestas y toda la parafernalia, en fin.”
–La edición irá acompañada de un librito, algo que naturalmente se incorpora a la necesidad de registrar todo...
–Sí, lo del libro fue un “invento” mío, algo que siempre quiero agregarles a los discos: escritos, detalles o cualquier cosa que los transforme en un elemento más comunicativo. En el libro original había algunos dibujitos míos acompañando una sección de acordes para guitarra para tocar las canciones, pero la editorial que lo publicó hizo un par de reediciones y luego lo dejó anclado. Hay cosas graciosas y extrañas con este librito: hablo del estado de la música popular y parece que lo hubiera escrito hoy (risas). Muerte en la Catedral pasó a ser un álbum clásico de mi carrera, nunca paró de venderse y ciertos temas han pasado a la eternidad.
En cuanto al rubro “reediciones”, hay tres discos (El hombre que amaba a todas las mujeres, Siempre bailan dos y Corazones & Sociedades), que saldrán a manera de trilogía unívoca en un box set, que también incluirá un CD bonus track de regalo. “Es un borrador, un álbum lleno de rarities, versiones no usadas, precuelas de temas en mi casa y ese tipo de intimidades que al que me sigue, le gustan mucho”, dice Nebbia, sobre la trilogía compositiva que se corresponde con los últimos años del siglo XX, y los albores del XXI. En la sección “vinilos nunca pasado a CD” figuran, entre otros, Nebbia en Brasil, aquí y ahora, que incluirá seis canciones cantadas en portugués; un CD doble titulado Banda Sonora, con música de los films Cazadores de Utopías y Campo de Sangre, más la de algunos cortometrajes, y el doble en vivo Tres noches en La Trastienda, en el que Nebbia ensambla talentos e instrumentos con Dino Saluzzi y Bernardo Baraj. “Este es un disco muy extraño, ya que es producto de tres veladas que hice sin publicidad unos cuantos meses antes de volver del exilio. Fue en un momento en que pasé casi fugazmente por el país para visitar a mi madre. La cosa es que las tres noches estuvieron llenas y salió todo muy bien. Allí estrené muchas canciones que sencillamente no se conocían acá, porque había estado casi cuatro años afuera”, evoca sobre tal perlita casi incunable hasta hoy.
–¿Cuál es el álbum inédito que va a aparecer junto a Quien quiera oír que oiga?
–Los trabajos de Nebbia & Mignogna, el álbum que trae la música que usamos de Banda Sonora para los dos programas de TV: Discapacitados Mentales y Discapacitados Auditivos. También fragmentos de Flop, otra película de Mignogna que es una parábola sobre Florencio Parravicini. Todos los trabajos tienen alguna anécdota graciosa de background.
–¿A ver?
–A ver, sí: mientras estaba haciendo la banda sonora de Flop, estaba produciendo ya algunos discos para Melopea. Entonces me venía a ver Adriana Varela para ver si podía grabar. Yo tenía el primer casete que me había enviado, donde cantaba temas de Fito, Silvio, Spinetta y algunos míos... pero claro, ya tenía esa voz bien climática de tango que le conocemos. Entonces, entre las “rarezas” que tenía que escribir y ambientar para la película, que transcurre tipo en los años ‘20, tenía que hacer una especie de zarzuela (que canta Pinti en el film), y también necesitábamos una mujer que cantara un tanguito bien arrabalero, en una especie de vaudeville de la época. Inmediatamente se me ocurrió que Adriana daba perfecto para esto. Aceptó, pero el problema fue que yo, el día que se filmaba, no podía tocar porque andaba por el interior. Así fue que lo metí a tocar al guitarrista del grupo Nuevos Aires, Fernando Egozcue, que recién habían grabado en Melopea... cosas que pasan (risas).
–Viene al caso: cinco discos que ame...
–El vendedor de promesas, con Astarita y el Negro González; Llegamos de los barcos, con Los músicos del centro; Argentina de América; El hombre que amaba a todas las mujeres y la parte I de The Blues, el disco que hice con La Luz en 2002. Entre los discos compartidos con otros artistas me quedo con Las aventuras de Nebbia y Rubén Rada; Las aventuras de Nebbia y Domingo Cura; Bolero Afrolatino, con Cacho Tejera; Ponto de encuentro, con Ze Renato y Víctor Biglione, y En medio de los hombres, el disco que hice con Facundo Cabral en el 2002.