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miércoles, 3 de agosto de 2011

WES BORLAND, DE LIMP BIZKIT, Y BRIAN “HEAD” WELCH, EX KORN
























Uno arrancó en la iglesia y el otro terminó en la iglesia. Son las dos guitarras con mayor identidad del nü metal.

Por Luis Paz

Quizás aquellos que suelen ir a misa recuerden la parábola del trigo y la cizaña, supuesta enseñanza de Jesús: un hombre plantó semillas de trigo en su campo; por la noche, su enemigo plantó cizaña, una yerba mala. Según la Biblia, Jesús invitaba a dejar crecer ambas, pues desterrar la cizaña mata al trigo. Se debían separar recién en la cosecha. Dado su vuelco a un cristianismo férreo desde 2007, el ex guitarrista de Korn, Brian “Head” Welch, utiliza esa figura para explicar su momento actual: “Estoy tratando de hablar de mi vida nueva y de la libertad que conseguí, pero también sobre todo lo malo, para ayudar a mis seguidores a que separen el trigo de la cizaña. Quiero dar un mensaje de esfuerzo: si ponés tu energía en lo que querés y lográs no gastarla en cosas inservibles, tendrás tu cosecha”. Cuando dice eso al teléfono y se ve en las fotos de prensa su nuevo look, tan tremendo homenaje estético a la supuesta estética de Jesús, uno le cree.

Head, de 41 años, es fundador y responsable del sonido que tuvieron Korn y buena parte de sus bandas subsidiarias de lo que se conoció como nü metal y su inmediato después, por caso Linkin Park. “Eso es parte de mi pasado”, dice, seco, sin ganas de referirse a aquella escena, a su vieja banda (de la que, de todos modos, se fue en 2008 en buenos términos), ni a la etiqueta o a su legado. “Estoy empezando de nuevo, hombre, soy una nueva persona. Eso fue hace años y sucedieron cosas que me alejaron del camino pautado para mí. Pude sacarme de encima muchos de esos problemas, pero algunos todavía me persiguen”, cuenta Head, que para exorcizarse recibió en 2008 un nuevo bautismo cristiano, nada menos que en el río Jordán: “¡Oh, fue increíble! La paz que siento desde entonces es gigante”, reza.

Ese “reencuentro divino” lo conmovió tanto que terminó contándolo en su disco solista Save me from Myself (un experimento de nü metal 2.0 que es tribuna cristiana de doctrinas) y tres libros, uno del mismo nombre y sus codas Washed by Blood y Stronger. “Es divertido y excitante escribir. Era toda una experiencia nueva, como cantar y escribir canciones. Fue difícil, por supuesto, pero ya encontré mi camino como cantante y escritor, que es el de reproducir la Palabra (Divina).” Head está poniendo su vida, su amor y su tiempo en eso, le comenta al NO, ya más relajado. Pero también deja un poco para ser pastor, por lo menos de su pequeña hija de ocho años, que hizo coros en su hasta ahora único disco como solista. “Fue genial tener ese momento con ella a sus cinco años. Vivió mis últimos tiempos con Korn y me ha visto muy enloquecido y perdido, así que fue bueno compartir tiempo para resarcirla. Pero no quiero que sea cantante, no la puse ahí para crearle una carrera (caso Steven Tyler poniendo a su hermosa hija Liv en el video de Crazy de Aerosmith) sino para compartir algo más con ella.”

El guitarrista Wes Borland, factótum sónico de Limp Bizkit, realizó el camino contrario a Head en su relación con el rock y la religión o, mejor dicho, la fe. Mientras que Head arrancó delirándose en el rock business para luego bautizarse en el Jordán y lavar culpas, Wes aprendió a tocar en la iglesia presbiteriana de Jacksonville, Florida, donde su padre ofrecía un trabajo pastoral. Poco después, Borland conoció al bajista Sam Rivers, con quien no pegó onda enseguida porque pertenecían a tribus diferentes, y fue a la escuela con John Otto. Sin embargo, quedó afuera de la coalición de pibes que fundó Limp Bizkit, y entraría recién cuando se fuera el violero Rob Waters. Luego llegaría DJ Lethal (ex House of Pain)... y el nü metal.

“Muchas bandas con un sonido cercano o una búsqueda similar aparecen en el mismo momento, y la industria siempre intenta ver en ella un nuevo movimiento que le permita vender o promocionar a sus bandas. Pero lo que hizo Limp Bizkit no era una nueva escena: simplemente estábamos haciendo la música que nos gustaba, una cruza de rap con metal que ya había sido utilizada”, admite Wes. “La música estuvo antes y estará después de nosotros. Si te fijás bien, Korn siguió siendo una gran banda y sobrevivió a su época. O Metallica, que sigue siendo uno de los actos más grandes del mundo del heavy o del thrash metal”, apunta el guitarrista de 36 años.

Pero mientras que Korn siguió luego de la partida de Head, Limp Bizkit tuvo una grave crisis interna para la misma época. No pudieron continuar. “Hubo problemas que no fueron tan graves, pero cuando estás metido en la movida de girar, grabar, las notas y todo eso, tanto tiempo juntos, son inevitables las discusiones acaloradas. Pero ya fue, estamos juntos de nuevo y muchos de esos problemas se resolvieron. O por lo menos los vemos de otra manera”, cuenta Borland sobre la trastienda del grupo que está presentando su sexto disco, Gold Cobra, con nuevas giras, notas y peleas.

La pasión paralela a la música que Borland profesa no es tan cristiana como artística: su fe está puesta en lo visual, su credo es el maquillaje, un distintivo que ya en las primeras épocas de Limp Bizkit lo presentaron como un tipo curioso, aunque no tanto como los Slipknot. “Hace rato que no veo a Head, pero supe que reafirmó su fe en Dios y me parece algo bueno y respetable. Yo soy bastante cristiano, aunque no me animaría a cantarle a la fe, a las religiones o a los dioses. Pero no he visto su look como para opinar si usa buen o mal maquillaje”, avisa, tira una risa y pide seguir.

De hecho, la carrera que originalmente Wes tenía pensada para sí era la de maquillador, para arrancar, o artista visual para cine, especialmente en el campo de los efectos especiales. Ese era su norte y, si bien con Limp Bizkit terminó acercándose a otro tipo de arte, también pudo a partir del rock sacarse las ganas de explosiones y mascarillas faciales. Basta recordar el video de Take a Look Around, de la banda de sonido de Misión Imposible II, para reconocer ahora el fino cincel de Borland en esa pieza de aventuras nü metaleras de humor (por siempre, parecía) adolescente. “Al terminar la gira, quizá tenga tiempo para efectos especiales o consiga un currito en cine. Tener una exposición de mis obras, eso sería fascinante”, cuenta sin animarse a pedir nombres de galeristas porteños para contactar.

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