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martes, 18 de enero de 2011

LA MUERTE DE MARIA ELENA WALSH (1930 - 2011) ...y seguí cantando










Por Diego Fischerman

Había un programa de televisión. Se llamaba, como se llamó después la obra de teatro, Doña Disparate y Bambuco (aunque no sé por qué, en casa decíamos “Bambuco y Disparate”). Allí estaban Leda y María pero no era lo único que había. Si no me equivoco, un hombre gigantesco enseñaba a tocar el tonette, asignando a cada nota un número. Y uno aprendía, también, a “fabricar” pergaminos antiguos, con papel, aceite y talco. En esa época, papá trajo a casa el primer disco de María Elena Walsh que tuvimos, Canciones para mirar, con una tapa de papel satinado. Fue a comprarlo, contaría infinidad de veces, a un departamento donde una señora de ojos claros atendió la puerta, dijo “un momentito” y al rato salió con el disco en la mano.

Yo tenía seis o siete años. No había casi televisión –El Capitán Piluso, algunas series, El llanero solitario, Superman–-; estaban los discos Calesita, de plástico de colores, con canciones infantiles tradicionales, y un LP de “nursery rhymes” (“The Farmer in the Dell”, “Jack and Jill”, “London Bridge”, “Mary Had a Little Lamb”, “Humpty Dumpty”). Estaba la bicicleta, también, y las revistas mexicanas, y el Parque Rivadavia los domingos a la mañana, y una escuela en la que no podía suceder nada interesante. Era un mundo pequeño. No había muchas novedades: apenas las que podían entreverse en las conversaciones de los grandes. Y ese mundo cambió de tamaño con Leda y María. No se trataba sólo de canciones divertidas –que lo eran–. O tristes –“La Pájara Pinta” era insoportable, por más que la “escopetita verde” intentara restarle algo de dramatismo–. Lo que allí sucedía era la revelación de un universo en el que cabían bagualas, milongas, zambas, el vodevil, el jazz, ritmos caribeños, más adelante chamamés y chacareras y hasta un twist. Leda y María se convirtieron, en poco tiempo, en María Elena Walsh a solas. O, mejor, en ella junto a músicos como Oscar Cardozo Ocampo y acompañada por arreglos de una sutileza y un detalle altamente infrecuentes en la música argentina en general y, hasta ese momento, simplemente impensables en las canciones para niños. Yo no lo sabía entonces, y ella lo negaría cada vez que pudiera, pero en esas canciones había un proyecto pedagógico. Un modelo acerca de lo que el aprendizaje podía ser y acerca de lo que tenía que abarcar.











No se trataba de moralejas, desde ya. Ni de esa escuela que funcionaba como un Rey Midas al revés, convirtiendo todo lo que pasaba por ella en tonto, aburrido y, sobre todo, falto de humor y novedad. Las canciones de María Elena Walsh, como lo que estaba en sus discos anteriores junto a Leda Valladares, respondían a un cierto modelo humanista según el cual cuanto más se conociera más libre se podía ser. La exhumación de folklores, el americano o el español, como en el notable Canciones del tiempo de Maricastaña (“en qué nos parecemos, tú y yo a la nieve; tú en lo blanca y galana, yo en deshacerme...”) respondían al mismo impulso que el mapa que sus canciones infantiles buscaban trazar: la diversidad como un bien en sí mismo. Y la cuestión no estuvo ausente, tampoco, en su plan para educar adultos. El chamamé “La Juana”, en todo caso, era una pequeña lección de sociología (“sé que ustedes pensarán, que pretenciosa es la Juana, cuando tiene techo y pan también quiere la ventana... yo vivo en un cuadradito de oscuridad recortada... y mi único balcón es ver la televisión”). Y ese “¿diablo estás?” al que se le contestaba con “me estoy poniendo la cartuchera y la casaca militar, y con mi música de metralla a todos quiero ver bailar” resultaba igualmente didáctico en ese 1968 previo al Cordobazo. Su Juguemos en el mundo, estrenado en el Teatro Regina, se convirtió en un éxito sin precedentes inaugurando además un género, “a la manera del Olympia de París”, según la revista Primera Plana.

Podría pensarse que la educación argentina –y la vida misma– se desarrolló, simultáneamente, en dos direcciones opuestas. Dos poderosas líneas se habían ido gestando junto con el país: una abierta, atenta a la variedad y a las novedades de todo tipo; la otra, cerrada en sí misma. Una sintetizada, tal vez, en ese espíritu dentro del cual revistas como Primera Plana o Análisis reemplazaron a la Iglesia en la formación del gusto de clase media; la otra corporizada en el golpe de Onganía y su gesto restaurador. En la primera sonaban las relecturas del folklore del Nuevo Cancionero mendocino, de Mercedes Sosa y, claro, de Leda y María. A la segunda le llegaría su banda de sonido con Roberto Rimoldi Fraga. ¿Diablo estás?, preguntaba María Elena Walsh. Y el lobo estaba poniéndose su cartuchera para imponer, además de los consabidos recetarios económicos de sus ideólogos, un modelo cultural. “Anastasia querida”, le cantaba Nacha Guevara a la censura, que se entronaría en esos años y que, luego de un cortísimo interregno al comienzo del gobierno de Cámpora, volvería a reinar a partir de 1975.

En 1979, en plena dictadura, Walsh escribió un texto titulado Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes. No era exactamente un alegato contra la tiranía, de hecho –concesión a los tiempos que corrían o, tal vez, convicción– reivindicaba la lucha contra el terrorismo –aunque lo llamara, igual que los militares, subversión–. Era un texto contra la censura. Allí se hablaba de la libertad. Se hablaba de la Argentina abierta, en cuya aniquilación la Junta Militar puso por lo menos tanto ahínco como en la de la lucha armada. Los niños de los ’60, formados por la riqueza cultural de sus canciones, por los infinitos juegos que podían surgir de “el gato que pes, sentado en su ventaní”, la “gaviota medio marmota” que confundía un perro salchicha con una gran lombriz o las “ganas muchas ganas, de tomarse un desayuno con catorce medias lanas”, pertenecían a ese país. Se habían (nos habíamos) educado en un mundo de bomberos con brillantes sacapuntas y de escuchas donde se pasaba con naturalidad de la chanson francesa al huayno y del jazz o la chaya al “Señor Juan Sebastián”.

Ya en los ’90, Walsh me dijo, en una entrevista, que la Argentina había salido del jardín de infantes pero estaba en la secundaria y en una escuela de varones. Era un país de “muchachones”, decía. Ese país en que la comicidad adquiría la forma de la módica violencia de la “jodita”, y donde se buscaba zafar más que estudiar, con Tinelli como referencia cultural y, un poco más adelante, con Macri como más perfecta encarnación política, con su culto a la homogeneidad más flagrante y su desprecio por el saber (al fin y al cabo, se puede dirigir una empresa y hasta ser intendente sin haber leído un libro), volvería a poner en entredicho a la Argentina abierta. La modernidad del ’68, con Juguemos en el mundo y, a pocas cuadras, la María de Buenos Aires de Piazzolla y los primeros recitales de Almendra, ya no estaba más. Era, quizás, un proyecto terminado. Y, no obstante, permanecía –y así seguirá siendo– en esas canciones extraordinarias. En esas obras de perfecta concisión, belleza melódica, humor, inteligencia, ingenio y vuelo poético que enseñaron –y enseñarán– que sin curiosidad no hay escucha verdadera, Y que mostraron, entonces y siempre, que un mundo más grande es un mundo mejor.







HACER LA HUELLA











Por Alan Pauls













ANIMALES QUE HABLAN NUESTRO IDIOMA












Por Isol

Pensé que me sería fácil escribir sobre María Elena Walsh, porque a menudo hablo de ella –de sus canciones especialmente– con cariño y admiración. Y sin embargo, hoy me resulta arduo escribir lo que me produce su obra y el hecho de haber crecido con ella, como si tuviera demasiadas imágenes y emociones revueltas. Porque está ligado al disfrute íntimo, a imágenes y danzas de mi infancia. Vuelvo a escuchar estos días las canciones de los discos que no oía hace años, y confirmo que me las acuerdo enteras. Y puedo entender por qué. La magia de las canciones de María Elena Walsh es que tienen la potencia del poema de calidad y también el desparpajo del juego: ahí hay una persona que se divierte, señores. Una persona curiosa, aventurera y culta, que nos ofreció los dorados frutos de su caminata por este mundo en forma de canciones, poemas y cuentos, sin vergüenza ni prejuicios hacia su público, usando todos los elementos que tenía a mano sin mezquinarnos inteligencia, emoción ni mezclas sorprendentes. En síntesis: la Walsh no se sacaba la cabeza para hablar con los niños.

Las cosas que quiere Osías el osito, yo también las quiero: ríos con peces, jardines abiertos, tiempo no apurado para jugar, cielo celeste de verdad, y un poco de conversación en caso de soledad. La pájara Pinta (una de las canciones más tristes que oí nunca) sigue siendo una canción que me estremece con su pájara hecha viuda por un cazador y su “escopetita verde”. Hay algo tan tierno en las canciones de Walsh, que aún las polillas deciden acerca de la naftalina “no la maten, me da pena” (como si pudieran ganar esa batalla). En la hormiga Titina, aunque deseamos que ella se salve, el hecho de que la araña se quede sin comer y adelgace nos deja un regusto para reflexionar acerca de cómo sería la canción si la heroína fuera la araña. La autora no es ingenua, no esconde las paradojas y las contradicciones, aunque es compasiva con sus personajes. El Mono Liso se apena de la naranja y la guarda viva en el refrigerador, la Reina Batata se salva del cuchillo... Como su admirado Lewis Carroll, María Elena se permitía unos delirios geniales de lo más lógicos. Sus obras brotan hacia muchos lados, abriendo sentidos múltiples, pero dentro de una estructura simple y cálida, como una invitación: la tetera es de porcelana pero no se ve, y aun así tomamos el té, sin saber cómo eso es posible, ¿y qué importa, de todas formas?

Sus canciones narran muchas historias distintas y, dentro de su estilo despojado, los arreglos musicales están elegidos cuidadosamente de acuerdo al tema, variando los géneros musicales desde una canción japonesa a un samba de Brasil. Para una aventura como la de los gatos que confunden una danza con un concurso de belleza, usa una chacarera con mucho humor. En “Los castillos”, la artista trabaja con aires medievales, presentando a los castillos como personajes abandonados. En “La vaca de Humahuaca” tenemos aires norteños, así como en la de “Baguala de Juan Poquito”, y en el mismo disco hay milongas, jazz, dixieland... Así, en cada canción Walsh juega con elementos de diferentes folklores, estructurando las palabras y el ritmo de la poesía de acuerdo a ese género, casi como hace un ilustrador al trabajar con un cuento: buscando un diálogo entre ambos lenguajes que lleve a la conexión del oyente o lector con el sentido final de la obra, con lo que se quiere evocar. María Elena era una gran narradora a través de sus canciones, y parte de la emoción que logra en sus mundos cantados proviene de su búsqueda y sensibilidad como música, regalándonos paisajes que abrevan en las tradiciones de distintas culturas y amplían nuestro horizonte.

El nivel poético de su obra, el respeto hacia su público, fuera niño o adulto, es para mí una inspiración. Dijo Chéjov: “Si deseas trabajar en tu arte, trabaja en tu vida”. Su figura de mujer talentosa y buscadora de su verdad, valiente y viajera, también me inspira. Recuerdo que en mi primer viaje a París me sorprendí con una callecita estrechísima al lado del Sena, llamada Rue du Chat qui Pêche, y pensé que María Elena debía de haber pasado por allí en los años ’60, y se habría dejado llevar por ese sugestivo nombre para crear “La calle del gato que pesca”, una de mis favoritas, con sus juegos de sílabas y su historia del gato que roba sombreros. Me gusta imaginar que ella pasó por ahí, aunque no sé si es verdad. Pero que pasó por mí y por muchos más, para quedarse, de eso estoy segura.

Gracias, María Elena querida, por habernos invitado a jugar con vos.










LOS PERSONAJES HUERFANOS










Por Andrea Ferrari

Teniendo en cuenta su fama y prestigio, el Comité de Emergencias decidió contactar a M. en primer lugar. Les informaron que estaba viajando de incógnito desde París (odia el acoso mediático) y demoraría entre dos y sesenta y ocho días en llegar a su hogar. Era, en realidad, un contratiempo previsible. M. sigue yendo una vez por año a Europa para probar los últimos tratamientos de belleza, algunos de los cuales han conseguido notables cambios en su cutis. Lamentablemente, los científicos aún no han podido evitar que en la larga travesía de regreso esos efectos tiendan a desaparecer, por lo cual al poco tiempo ella emprende un nuevo viaje. Entre idas y venidas, no pasa en Pehuajó más que cuatro o cinco días al año, en los cuales descansa al sol.

Como no tenían tiempo que perder, los miembros del Comité decidieron seguir con el próximo en la lista, M.L. En este caso tuvieron más suerte, ya que el susodicho se encontraba cazando en Corrientes, donde en esta época del año se abre la temporada de naranjas. Eso significa que durante quince días las naranjas se arrojan de los árboles e intentan alcanzar su destino sin ser interceptadas por los cazadores. Cuando el Comité llegó, M.L. ya había capturado a dos, que se quejaban amargamente desde el interior de una bolsa, sin que el cazador se conmoviera en lo más mínimo. Antes de darle la noticia, el Presidente del Comité le pidió que se sentara y dejara a un lado su arma. Fue un gesto prudente: se sabe que no hay nada más peligroso que un mono con navaja.

De Corrientes la comitiva se trasladó a Humahuaca. Encontraron a la vaca en la escuela, ya que pese a su proverbial dedicación al estudio aún no ha logrado superar quinto grado. Recibió la noticia con cara seria y ojos húmedos, lo que no difiere mucho de una cara de vaca normal.

Para el siguiente personaje, el Comité de Emergencias se preparó con más cautela. Es conocido que el señor de G. (ya no le gusta que le digan brujo y menos brujito) es proclive a las reacciones intempestivas. Por eso solicitaron la asistencia del Dr. Doctorrrr, que los acompañó en su vehículo equipado con todo tipo de vacunas. Preventivamente, todos se aplicaron tres.

A continuación venía el destino que los miembros del Comité más temían: tenían que visitar a D.K. en Misiones. En los últimos años, este personaje encontró una compañera con la que tuvo cinco voluminosos hijos. Todos ellos han heredado de su padre una tendencia a la dramatización y al desborde de sus lagrimales. Según cálculos de los científicos, seis elefantes que lloren conjuntamente durante ocho horas pueden generar unas veinticinco mil millones de lágrimas, lo que equivale a quince toneladas de agua al cubo (las lágrimas de un elefante joven pesan 2,4 veces más que las de uno anciano). Se entiende que el riesgo era grande: la selva misionera podía inundarse y los ríos desbordar. Incluso podía llegar a producirse un desequilibrio en las Cataratas del Iguazú que sepultara a los turistas y a los coatíes. Para evitar una catástrofe, el Comité tuvo que talar un bosque entero y fabricar dos camiones de cataplasmas de aserrín y otros dos de sopa de avena, que es lo que suele relajar a la familia K. (Esta noticia probablemente disguste a los ecologistas, pero algunas veces grandes objetivos implican grandes sacrificios)

En tres días más de incesante trabajo, el Comité logró cumplir su objetivo: más de cien personajes fueron contactados, algunos tan difíciles de hallar como la Familia Polilla o la Hormiga Titina. El esfuerzo estaba bien justificado, ya que la súbita orfandad de tal cantidad de personajes ponía en grave riesgo al país.

Se trata de un proceso complejo: cuando los personajes quedan huérfanos, pueden asumir diferentes actitudes. Algunos empiezan a envejecer, lenta pero inexorablemente, hasta que un día nadie los recuerda. Otros adquieren por un tiempo un renovado vigor y luego se marchitan. También están los que ni se inmutan ante el fallecimiento del autor. Pero a veces sucede que los personajes deciden marcharse con quien los ha creado. Se produce un fenómeno de implosión y, de un momento para el otro, desaparecen.

Tratándose en este caso de nombres que andan en boca de todo el mundo, el peligro era evidente: un personaje que desaparece cuando está en la boca del usuario puede dejar un agujero de proporciones considerables. Peor aún es si ya ha avanzado hacia el interior del cuerpo: en ese caso se corre el riesgo, por ejemplo, de que explote una arteria o se perfore un órgano. Lo más grave, sin embargo, sucede cuando el personaje implosiona una vez que está en el corazón: en tal caso, la muerte del usuario es inevitable.

Se entiende, entonces, que urgía tomar medidas. Los personajes fueron conducidos por el Comité al Palacio de Convenciones, donde discutieron durante dos días y dos noches (en realidad, algunos sólo discutían de día, como Mambrú, que es militar, y otros sólo de noche, como Miranda y Mirón, que son lechuzas). Finalmente tomaron una resolución conjunta y emitieron un escueto aunque contundente comunicado. Que dice así:

“Reunidos en el Palacio de Convenciones a los dieciséis días del mes de enero de 2011, los personajes aquí presentes hemos analizado la situación y llegado a una decisión de común acuerdo. Resolvemos que:

1) María Elena Walsh no murió. Está trabajando en su casa y prefiere no ser molestada.

2) Los personajes siguen a disposición del público consumidor. Se ruega no abusar”.

Dando por finalizada su tarea, los integrantes del Comité de Emergencias tomaron el té en tacitas de porcelana.



martes, 11 de enero de 2011

CHARLA CON EL CHANGO FARIAS GOMEZ.





“Lo que diferencia a las músicas es el ritmo”

A los 73, el guitarrista, cantante y percusionista juntó a varios amigos en una suerte de resignificación de las zapadas que organizaba a principios de los ’80 y del espíritu que lo transformó en una especie de gurú para los nuevos músicos de raíz.







Por Cristian Vitale

Cuando Juan “Chango” Farías Gómez evoca a Jacinto Piedra, tótem de la música santiagueña, lo refleja como un rebelde que no estaba de acuerdo con nada. “Con nada”, insiste. Justo él, que hace cincuenta años, desde el mismísimo arranque de los Huanca Huá, viene provocando con su intrepidez al folklore dinosaurio. Si rebelde fue Piedra –aquella voz que de tan viva se apagó joven– que lo acompañó en vuelos provocadores en MPA, el Chango lo ha doblado por insistencia, supervivencia y bravura. Lo hizo en los ’60 con esa polifonía coral que “distorsionó” lo que la media esperaba del folklore, primero con los Huanca y después con el Grupo Vocal Argentino, que terminó de acomodar las fichas de un tablero “de vanguardia” en nada parecido al boom del período. Volvió a hacerlo en los ’70, en trío con Dino Saluzzi y Kelo Palacios y la improvisación como eje madre, o en el exilio como arreglador y director del sello francés Exagone. Y en los ’80, mediante Contraflor al Resto (junto a Marian Farías Gómez y Manolo Juárez), el ciclo “El memorial de los cielos”, en conexión suprema con Cuchi Leguizamón y MPA (con Piedra, Peteco Carabajal, Verónica Condomí y el Mono Izaurrualde). Y en los ’90 –lapsus político mediante– a través de una conversión, tal vez tardía, a la docencia que, mixturada con el grupo La Manija y varias composiciones para obras de teatro y películas, lo fueron transformando en una especie de guía y gurú para las nuevas generaciones que acercaron a la música de raíz. Justo él, entonces, que ha hecho de la rebeldía y el riesgo los principios motores de su obra.

Y así sigue, claro, porque hoy, a los 73 años, este santiagueño trasplantado a San Telmo no esquiva el rumbo. Como una resignificación a nuevo de las zapadas que hicieron roncha en los primeros ’80, el guitarrista, cantante y percusionista juntó a varios de sus amigos y reanimó el viejo espíritu para transformarlo: alguno que estuvo en aquella gesta (el Mono Izarrualde) y otros que se fueron sumando: Néstor Gómez (guitarra), Omar Gómez (bajo), Ricardo Culotta (trompeta), Jerónimo Izarrualde (batería), Cacho Ferreyra (saxo), Fabián Cartier (piano), Bernabé Romero (violín) y Daniel Gómez (bandoneón). “El arte no es copiar otras cosas, y en la Argentina se tiene ese concepto. Yo les pregunto a los arquitectos cuál es la arquitectura argentina y ninguno sabe responderme; y como eso, un montón de cosas... ¿Cuál es la literatura argentina? Es una necesidad que tiene este país para realizarse como un cuerpo vivo”, dice él. Es la manera de orientar sobre las razones de la reaparición del Chango y Sus Amigos, esta vez con la intención de tocar en vivo (martes en Jazz & Pop, Paraná 340), grabar un disco, y pretender que su proyecto de una Orquesta Popular de Cámara, de Música Clásica Argentina, interese a la política cultural, al “cuerpo vivo”. “La idea es transformar esto en una orquesta escuela y organizar una gran convención para discutir en términos concretos la creación de una escuela de música argentina y latinoamericana porque, sí, existe el Conservatorio Nacional de Música, pero ahí aprendés a tocar música clásica”, se manda el Chango.

–Y la Orquesta Popular de Cámara se trata de zambas, cuecas, chacareras, tangos, chamamé...

–Música de acá, claro. Queremos discutir en grande cómo se escribe esta música y cómo se toca. Apuntamos a una orquesta con músicos de toda laya, sin diferencias de géneros y estilos. Hace cincuenta años que vengo laburando con esto y recién ahora veo la oportunidad de concretarlo, por lo que nos está sucediendo como país y como región. Por primera vez diviso que la vieja idea que nació con los Huanca Huá puede llegar a prosperar.

–¿Se puede hablar, entonces, de los Huanca Huá como un proyecto inconcluso?

–De alguna manera sí, porque con los Huanca teníamos discusiones tremendas con los directores de coro acerca de por qué no cantábamos música popular. Como la respuesta era siempre que se trataba de una música menor, caprichosamente me puse a trabajar para ver si era cierto... Y bueno, algo de eso hubo, porque hace poco me he sentado como jurado de un Pre Cosquín y una compañera, Susana Galimberti, directora de coro de una escuela de música, me dijo: “Para mí es un honor estar con usted, maestro, porque fui con mi coro a Grecia y ganamos un concurso con un arreglo suyo del ‘El pintado’”. Quiere decir que hoy, después de años de discusión, incorporar la música popular a un coro es harto común. Es un gran avance, por cierto.

–Que se concretaría plenamente con una voluntad política. ¿La hay?

–Bueno, en la organización del Estado en general tenemos a la cultura como el último rincón de las cosas. Hablamos de los procesos sociales, de los políticos, pero en verdad son todos culturales. El desarrollo de una sociedad, de un pueblo, de una nación, radica en procesos culturales. Entonces, cuando te ponés a analizar el resultado de lo que somos culturalmente, te das cuenta de que hay mucha necesidad de interpelarlos, porque la cultura es algo anónimo que viene del pueblo. Tenemos la posibilidad de llevarla a un lugar de mayor excelencia. ¿Cómo tratamos a nuestros chicos? ¿Qué hacemos con nuestros viejos? ¿Cómo es la relación entre nosotros en la sociedad? ¿Quiénes tienen razón, los inmigrantes o los que eran de acá? Esas preguntas, llevadas al terreno de lo artístico, tienen varias pruebas que se pueden decir ahora.

–La hay, entonces...

–Sí. Es cierto que todavía falta, pero la población en la calle es clave. Al poder nunca le gustó la gente en la calle, por eso se prohibieron el Carnaval y tantas fiestas populares. ¿Qué demostró el Bicentenario? Que éste es un pueblo tranquilo. No hubo quilombo de ninguna naturaleza.

–Ese acto fue como el cenit.

–El pico supremo, claro. Pero tenemos tanta dictadura en el medio con el fin de destruir siempre el pensamiento y el sentimiento nacional y popular que, bueno... Pensemos que el proyecto golpista cívico-militar viene del ’55, no del ’76, que fue su pico.

–A propósito, cuando usted habla de música o de cultura, siempre subyace una posición política explícita y reconocida: su adhesión al peronismo. ¿Cómo analiza, parado desde ese lugar, el proceso que se ha vivido durante el kirchnerismo?

–El kirchnerismo vino a hacer luz sobre la sombra. Cuando decían “viene un tal Kirchner de la mano de Duhalde”, pensaba que era más de lo mismo; pero cuando él dijo “no vengo a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”, bueno, cambié de opinión. El tipo vino a poner luz, y hoy podés decir cabalmente que el poder económico está en un lugar y el político en otro.

–Alejandro Dolina lo ha expresado con supina claridad en el discurso que dio el Día de la Democracia en el ND Ateneo...

–Todo aquel que piense en argentino lo va a decir claramente. Hoy se puede hablar de la justicia de una manera diferente.

El Chango ha pasado de la palabra a la acción política dos veces. Una fue como legislador de la Ciudad de Buenos Aires durante el período 2003-2007; la otra, más lejana en el tiempo y más compleja de explicar, como director nacional de Música durante los primeros dos años del gobierno de Carlos Menem. “No llegué a estar dos años: asumí en julio del ’89 y me fui en marzo del ’91, cuando dieron el indulto”, evoca. En esos convulsionados años tuvo a su cargo la Orquesta Sinfónica Nacional, el Coro Polifónico y el Instituto Carlos Vega, entre otros cuerpos estables. Y defiende dos méritos: la creación del Ballet Folklórico Nacional, bajo la dirección de El Chúcaro y Norma Viola, y la realización del primer Encuentro Nacional de la Música al que asistieron casi trescientos músicos de todo el país. “Fue un gran acto, vinieron músicos de todos lados a conocer sus derechos. La verdad es que me quedé para que la Dirección Nacional de Música no fuera disuelta, que no la desguazaran como venían haciendo con todo lo del Estado... Para defender la Sinfónica Nacional, que creó Perón, como un organismo que brinda grandes servicios al país.”

–¿Cómo y por qué aceptó el cargo? ¿Desconocía como dirigente, “desde adentro”, el plan neoliberal?

–Bueno, recuerdo que, cuando asumimos, Página/12 tituló “La izquierda desembarca en Cultura”. Julio Bárbaro, ¡Octavio Getino!, Martín García, ¡Coco Blaustein!, yo... Supuestamente era un gobierno peronista, ¿no? Y como peronista, uno a veces puede votar Perón-Drácula (risas), y después por ahí tiene que arrepentirse.

–¿Se arrepiente?

–No.

–¿Pero hizo una autocrítica?

–Eso sí. El tema es que nosotros asumimos con un proyecto que le llamábamos de vasos comunicantes. ¿Vio cuando se tira una piedra al agua y los círculos se van desparramando? Eso, del municipio a la provincia, a las regiones, y a la Nación –que comunicaba todas las regiones culturales–, después Latinoamérica y después el mundo. Pero cuando vino Bárbaro y nos anunció que iban a indultar a los militares, lloramos como locos. Nos sentimos traicionados y lo dije públicamente. No era quién para decírselo al presidente, pero los indultos y el desguace del Estado fueron demasiado. Fue un plan “civilizador” que me hizo acordar mucho a Jauretche cuando decía que en nuestro país civilizar era sinónimo de desnacionalizar. Esto viene desde el fondo de nuestra creación como pueblo y, llevado al terreno de la música y el arte, bueno, da Huanca Huá (risas).

–O MPA.

–El grupo que armé a la vuelta del exilio con la premisa de arreglar nuestra música, de no tocarla a la parrilla, y utilizar como eje la improvisación. Es algo propio de la música popular en todo el mundo, ¿no? Lo que pasa es que nosotros lo tomamos como si fuera jazz y no es así: los ragas hindúes, el flamenco, el jazz y todas las músicas del mundo tienen a la improvisación como eje, algo que por ahí nosotros ignoramos. MPA fue, de alguna manera, interpelar a aquellos que denominan esta música como folklórica, un término científico que pone a esta música en un lugar fuera de la ley de la evolución. Entonces me interrogo: ¿cómo crear tradición si para hacer esta música tengo que volver al pasado y quedarme quieto, cuando la idea es que cada generación vaya tomando elementos importantes de lo argentino para seguir llevándolos a otros lugares? En ese momento fue incorporar la batería, el bajo, la guitarra eléctrica en el repertorio de Peteco o de Piedra, que era un rebelde que no estaba de acuerdo con nada. Y eso era lo más importante, tanto como la música... ¡que era de acá!

–¿El tango es folklore?

–Por supuesto. ¿Qué otra cosa puede ser? Las polémicas en torno a eso son todas re pelotudas. Son tipos que se quieren quedar con algo que no es de ellos. El tango se cocinó en el horno de la Capital Federal, sí, pero de él participó toda la provincianía; lo negro o la cultura inicial, que tiene una matriz europea, pero a partir de los hijos de los inmigrantes, no de los inmigrantes en sí. Además, toda la música de acá está hecha con instrumentos que no son de acá, tanto el folklore como el tango: bandoneón, violín, guitarra española, mandolín...

–Hay discusiones sobre la caja, pero no por la sacha guitarra que inventó Elpidio Herrera en Santiago del Estero...

–Bueno, la sacha guitarra es una creación admirable, pero suena como sonaban los mandolines.

–¿Cuál es su mirada sobre la divergencia de opiniones que hay entre ortodoxos, masivos, innovadores, baladistas y taquilleros dentro del género?

–Yo qué sé... ¿Qué es la balada folklórica? Es un engendro. Al margen, vengo escarbando hace tiempo en todo esto de qué es música criolla. Esto nace del criollismo, de los hijos de los inmigrantes, y lo más importante que tiene es que es de acá, de la Argentina. Hay que hacerle referencia desde ese lugar y tenemos que interpelarla culturalmente porque, si no, todo es banal. Ahora, lo que usa la industria de la cultura es otra cosa: la industria de la cultura va atrás de la guita y los artistas que trabajan para esa industria son tipos que no tienen espíritu crítico. ¿Lo van a ver muchas personas? Y sí... Es como cuando vienen estudiantes a verme a una clínica, les pregunto sobre sus ideas y me hablan de las armonías. ¿Y? Un La menor te lo hacen la Mona Jiménez, Beethoven, Piazzolla, todos. Lo más importante es el ritmo, es lo que diferencia a las músicas. La armonía, bueno, sí, es una construcción matemática que puede estar mejor o no, pero el tema es qué pulso usás vos para tocar. Nosotros tenemos banalizados todos esos conceptos, y eso es lo que me parece terrible.

–El ritmo da una identidad, o una definición de identidad.

–Póngale. Yo digo que el que piensa que venimos de los barcos tiene una cosmovisión de lo argentino totalmente diferente a la de aquel que dice “vinimos de los barcos, también”, porque éste incluye un montón de cosas, sobre todo la verdad histórica. Para nosotros es más importante Borges que cualquier grande de Forja, ¡y Borges era un inglés! Decimos que aquello es el Primer Mundo y, si usted lo pone ahí, claro, su ambición está ahí.

sábado, 8 de enero de 2011

REPORTAJE: JUAN FALU REPASA SU VIDA Y SU CARRERA






El guitarrista debió aminorar un poco el ritmo de sus proyectos discográficos y conciertos, pero ya está involucrado en muchos más. En esta entrevista habla de su militancia en las Fuerzas Armadas Peronistas, del exilio en Brasil y el comienzo de su devenir musical.








Por Cristian Vitale

Juan Falú está intranquilo. Va y vuelve varias veces entre la cama y el living de su departamento de San Telmo, con cierta urgencia virtual: la computadora está al lado del lecho. “Estoy tratando de ordenar la agenda, ¿me espera?”, implora, con voz tenue. Es que la agenda, que el manso y exquisito guitarrista trata de acomodar a las apuradas, está superpoblada de conciertos y proyectos discográficos inconclusos. De los varios que tenía en carpeta, apenas concretó uno a dúo con el pianista Oscar Alem (Baisanos), y hay dos que están en las gateras. El más urgente es un compilado de 40 canciones de pluma propia, poco difundidas. Algunas de ellas aún permanecen inéditas, y otras se las han grabado Liliana Herrero, el Negro Aguirre, Juan Quintero o Laura Albarracín. “Son intérpretes que me honran mucho al hacer mis temas”, agradece. En el otro trabajo se expone junto a un quinteto de cuerdas reforzado por el charango de Rolando Goldman. “Proyectos discográficos siempre hay, pero tengo que empezar a limitar objetivos para tratar de terminar uno”, se ríe Falú.

–Es que usted debe ser, entre los artistas populares argentinos, el que más millas lleva recorridas por el mundo.

–Ahí está: tengo ganas de limitar los viajes un poco... El otro día me agarré una colitis terrible en un hotel de París. Eran los días de la tempestad de nieve, y la pasé tan mal que no pude resolver ninguna actividad prevista. Incluso pensé que no iba a poder salir de París... Ahí sí, el cuerpo aflojó. Me salvaron en Valencia con una dieta estricta. ¡Qué mal la pasé! Me dieron hasta suero en bolsita.

El cuerpo le avisó a este artista del apellido ilustre que pasar la barrera de los 60 no es solamente cerrar filas con el inexorable transcurrir del tiempo. También se trata de bajarle un cambio a un devenir agitadísimo que, además de los 20 discos que lleva en la mochila, los más de 50 que porta como invitado de otros, las 30 giras internacionales que acumula por Europa, Asia, Africa y “las tres Américas”, conlleva estados del alma, reminiscencias tristes de militancia –tiene un hermano desaparecido– y una profesión que, si bien no alcanza status de frustración, sí le devuelve un pasado recortado. “Soy psicólogo clínico. Me recibí en la Facultad de Filosofía y Letras de Tucumán y ejercí cuatro años, en Buenos Aires y en San Pablo. Los dos primeros años de exilio.”

–¿Dejó esa profesión por la guitarra?

–No. La dejé, porque no me sentía en condiciones emocionales para ejercer el rol de terapeuta. Estaba procesando muchos duelos, muchas pérdidas y una difícil situación de desarraigo. Si me hubiese quedado en el país habría tenido más contención con los colegas, pero en Brasil no... No pude seguir.

Brasil fue el punto de partida del largo viaje de Falú por el mundo y el efecto de su faceta menos conocida. A ese país tuvo que irse obligado por una actividad política comprometida que, cuando la cosa se puso espesa, precipitó la decisión. “Me fui en octubre del ’76. Toda mi familia estaba amenazada. Incluso había desaparecido mi hermano Lucho en septiembre y tuve que irme con dos hermanas. Sabíamos que teníamos que hacerlo y con el tiempo nos dimos cuenta de que estamos vivos por habernos ido”, cuenta. La historia política de Falú lo lleva directamente al Peronismo de Base de Tucumán, una agrupación clasista que ligaba en los albores de los ’70 con las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Primero se involucró como militante universitario y después con un alto grado de decisión político-militar en la FAP-PB que aún le cuesta revisar en público. “Pasado tanto tiempo, en realidad uno podría contar todo, pero todavía hay fantasmas con el tema de la violencia política que, bueno... Pero hay que reconocerlo y decirlo con toda la convicción que suponía ese momento histórico: estábamos dentro de propuestas político-militares, habiendo pasado antes por las etapas de militancia normal a la condición de un tipo de clase media como yo: frentes universitarios, políticos y barriales. Eso fue. Tuve roles de decisión y debo reconocer que, con toda la autocrítica necesaria, siento un enorme orgullo por haber estado ahí”, se expone.

–¿Sigue identificándose como peronista, a la distancia?

–Serlo siempre significó cabalgar con la contradicción, porque el peronismo es contradictorio. Lo que pasa es que en determinado momento de la historia, identificarse con una propuesta transformadora y revolucionaria tenía un asidero en la realidad. Eran las expresiones combativas de los trabajadores peronistas, principalmente en el período que llega a su mayor símbolo bajo la CGT de los argentinos. Había un asidero para confiar en una alternativa revolucionaria desde el peronismo. En este momento es más raro sostenerlo porque no hay expresiones claras, aunque a veces veo que se mantiene a nivel de la militancia una posición que recupera algunas de aquellas banderas, no todas.

–Bueno, hubo una destrucción sistemática de esa conciencia, primero con la dictadura y después a través del trastorno de valores que implicó la década menemista.

–Aparte, incide el marco internacional, que no es propenso a plantear salidas anticapitalistas, y entonces aparecen las banderas más recortadas. Pareciera que hay un conformismo con hacerlo más justo al capitalismo.

–Es lo que sostuvo siempre Perón, al cabo...

–En ese sentido, Perón es el grado más avanzado al que se llegó dentro del sistema capitalista, y lo sigue siendo. Pero nosotros apostábamos a una alternativa socialista en serio, y no es que nos apoyábamos en el lado socialista de Perón, ¿eh? El era un maestro en el manejo pendular, pero nosotros apostábamos a que el liderazgo lo tuviera la clase trabajadora, directamente. Eso, hoy, bueno... Me encantaría sentirme peronista con las tres banderas vivas y aplicadas: soberanía política, independencia económica y justicia social.

–¿Nota a este gobierno en ese sendero?

–No sé, soy crítico. Y lo que más critico es la ausencia de crítica, digamos: siento que no hay un espacio para la crítica, que es muy necesario. Pero, por otro lado, después de la muerte de Kirchner, sentí que hay una llegada a nivel popular que no estaba clara antes. No tenía una muestra palpable del sentimiento popular destinado a defender un gobierno que, frente a las otras propuestas, evidentemente hay que defender. Hay mucho por hacer y cambiar, y la principal crítica tiene que ver con descubrir cómo es la forma de acumulación de poder para transformar la realidad: si es con la vieja dirigencia, o con una nueva que no arrastre los vicios ni del autoritarismo, ni de la política de punteros, ni de los vicios de la corrupción. Creo que hay que buscar nuevas formas de acumulación de poder basadas en el poder popular. Más que una crítica al Gobierno, creo que hay que hacer una crítica a la democracia.

–¿Qué lugar ocupa su conciencia política en la totalidad de sus intereses? Incluido el Falú músico, claro.

–En realidad, nunca he perdido la conciencia política y a veces tengo un discurso. Pero digo a veces porque en mi condición de artista prefiero tener cuidado, en el sentido de que el discurso ideológico de uno no aparezca como un recurso extraartístico para que le den más bolilla. Es algo que observo y no me cae del todo bien, porque hay una historia tan dolorosa en el país, que me parece que el arte puede contar desde sus metáforas, sin necesidad de hacer un uso del discurso abusivo del lenguaje. Y mucho menos si se lo hace en función de apuntalarse. Es decir, nunca haría canciones de llegada directa y masiva con el tema de los desaparecidos. Nunca lo haría pensando en un hit o en los derechos autorales... Es un tema delicadísimo. Dejaría que eso fluya desde el arte, desde la dimensión artística. Trato de tener mucho cuidado con esto porque, así como soy duro en la crítica, tengo que ser exigente conmigo.











–Haber pasado ocho años en Brasil debe haber sido un gran punto de inflexión en su trayecto musical. ¿Fue así?

–Totalmente. Allí nació mi primera gira europea y me abrió un camino que no se interrumpió nunca más hasta hoy.

En Brasil, Falú empezó tocando en boliches para sobrevivir y así fue hasta que se integró al grupo de música sudamericana Tarancón. “Empecé un proceso de creación de música a partir del ’80. Fue el comienzo de mi maduración como creador y compositor, algo que necesitaba mucho y salió. Muchos de los temas que sigo tocando fueron creados en ese momento”, arriesga, a la distancia. Aquélla fue una bisagra vital que cortó con el cordón umbilical familiar. Cuenta Juan, en una especie de miniautobiografía que aparece en su página web, que cuando subió por primera vez a un escenario, en 1963, la pasó mal. “Fue una tortura, pues entre el público se encontraba mi padre, escuchando atentamente para ver si estaba en condiciones de seguir el camino de su hermano Eduardo, un artista mayor, un mito familiar. Me costó asumir la pesada herencia”, admite en el escrito.

–¿La asumió? Porque en el texto dice que se dedicó a la noche, las guitarreadas y el vino.

–Eso de refugiarme en la noche, el vino y los amigos en vez de la academia siempre lo vi como una huida, un escape. Evidentemente, la cuestión del método y la disciplina para la música por alguna razón me costaron mucho. Y lo asocio con la carga no sólo del apellido sino del mandato que éste implicaba: ser un posible heredero de Eduardo. Pero después de tanto andar de noche había perdido méritos para serlo (risas) y tuve que hacer mi camino solo, sin estar ungido por nadie.

Ni por Eduardo, figura emblemática del folklore argentino si las hay, ni por Alfredo, su padre, un abogado que amaba la música por sobre todas las cosas, y que murió de tristeza por no haber podido superar la desaparición de Lucho Falú. “Para mí fue tremendo no haber podido mostrarle ese lado musical que brotó en mí con el tiempo, pero uno no puede evitar asociar algunas tragedias con el crecimiento. Es como una dialéctica permanente entre lo que se va y lo que viene. Y eso hace que uno viva los crecimientos con angustia, porque son como la contrapartida.”

–La angustia como motor...

–Totalmente.

–¿Y cuándo logró liberarse de la sombra de Eduardo, entonces?

–Eduardo fue y sigue siendo un músico fantástico para mí y es algo que trasciende el vínculo familiar. Sigo viéndolo como un músico extraordinario, superior... No sé si hay otro que me guste más. Sigue siendo una referencia muy fuerte, pero la autonomía aparece en la creación, en la manera de tocar y en el camino, porque son caminos diferentes. También en el momento histórico que ha vivido cada uno: a mí me ha tocado un período en que la militancia era un camino posible, en el que estar o no estar era una cuestión de debate muy seria. Bueno, la militancia y todas sus consecuencias, todo lo vivido en ese horror de la dictadura genocida, me marcó de una manera diferente, y eso sale en la música, y en la manera de tocar. Creo firmemente en que puede haber una lágrima en las notas. Son situaciones diferentes, y lo que vale es la diferencia y no las comparaciones desde el punto de vista de la competencia. Lo que tiene sentido es la diferencia, que para mí pasó a ser un valor esencial, porque si yo no salía diferente de Eduardo, hubiera sido mejor quedarme como psicólogo (risas).

–Se viene Cosquín. ¿Cuáles son sus expectativas?

–La verdad es que estoy conforme con que esté cambiando eso de darles carta blanca a productores y managers. En mi caso, tengo una relación directa con la comisión y me invitan porque me valoran. Incluso no me interesa el cachet y dejo que lo decidan ellos. Voy porque me interesa que la guitarra suene sola ante tanta gente.

–¿Prefiere el silencio o la aprobación a los gritos? Larralde no fue más porque decía que la gente no lo escuchaba.

–No es parámetro. El anteaño hubo una explosión de atención porque la gente estaba armando quilombo para que yo siga, y las cosas se empezaron a confundir, porque al año siguiente me escucharon en silencio 8 mil personas y muchos salieron a decir que era un fracaso porque no hicieron quilombo. No es así: el silencio es un éxito.

Cosquín será el regreso a la escena de Falú, luego de un prolongado hiato que lo está descansando de sus viajes. Además de Francia y España, 2010 lo llevó por China, Paraguay, Chile, Bolivia, Uruguay y Siria, la tierra de su sangre, de sus ancestros. Cuenta que tocó en un teatro y lo fueron a ver cien Faluh –así, con h– y que la música no fue lo mejor que le pasó. “El recital fue en un contexto raro, porque era de tango y folklore, pero el tango era demasiado central. Eramos un cantor y yo, y me sentí un poco descontextualizado. Lo mejor fue cuando me tocó ir al pueblo de mis ancestros, Bassir, en el que de tres mil personas, mil llevan mi sangre. No me importó cómo me fue con la guitarra, porque fui a ver los rostros, mis ‘jejenes’, y los vi. Es algo que todavía estoy procesando.”

–Un tucumano en Siria, ¿no se siente un extraño, pese al lazo familiar?

–No, yo no. Ni un poco. Por empezar, las gestualidades, las miradas, las sonrisas me parecieron familiares, porque son algo muy particular en los árabes, sobre todo la placidez de la mujer mayor cuando te mira y te sonríe. Es muy fuerte, y nosotros lo tenemos marcado de nuestras abuelas. Vi ese sello familiar del cual muchos Falú se jactan.

–Son un clan...

–Absolutamente.

–¿Y sabían de usted, de su música, de su militancia política, de su vida?

–No. Empezaron a averiguar cuando se enteraron de que iba. Me investigaron por Internet (risas). Sí saben de Eduardo, porque él es como una figura prominente del clan, un artista muy destacado a nivel internacional, que ellos tienen muy identificado. En un momento me recibieron en un salón unos doscientos Faluh de todas las edades, y después de las palabras de bienvenida del mayor, yo no sabía qué decir, porque sólo podía comunicarme en francés. Entonces opté por cantarles una vidala del Chivo Valladares (“Subo”) y después sonó una grabación de Eduardo... Ahí se nos cayeron las medias a todos.

ENCUESTA ENTRE MUSICOS POPULARES EN EL 2010




SPINETTA ES GARDEL

La convocatoria a 63 músicos de tango, folklore y géneros mixtos terminó arrojando resultados si se quiere curiosos, pero válidos. El Flaco ganó en los rubros Disco y Artista; Carlitos fue elegido, por lejos, Figura musical del Bicentenario.










Por Cristian Vitale

Potenciada por el año redondo, apareció la idea de hacer una encuesta como las que habitualmente se realizan en los suplementos y revistas de rock, pero corriendo el eje hacia la definición siempre un tanto imprecisa de música popular. La discusión de cómo encararla, pronta, breve y contrarreloj, suscitó dos sectores encontrados en la redacción. Uno sostenía la posición de consultar músicos de folklore por un lado y de tango por otro para que votaran lo mejor del año –y el artista del Bicentenario– en sus respectivos géneros. Una visión, si bien puntual, precisa y más prolija, dejaba al margen a músicos populares fronterizos que, como viene marcando la tendencia en los últimos años, época de “aires de” y bombo legüero aplicado al rock, pueden moverse entre géneros, incorporar, ensamblar, arriesgar, versionar y grabar un disco de tango un día, al otro uno de milongas, murga-rock o zamba –abundan los casos– incorporar otro género matriz como el jazz en vuelos musicales que van por los lindes. Gente que se cae del rock al tango, del jazz al folklore o del folklore al rock, pero que nunca pierde su impronta “popular”.

Otro, insistente pero inclusivo, mantenía la posición de pedir opinión a “todos”, excluyendo a los rockeros. El lado débil de esta posición –que finalmente primó– preveía una cuestión: la inclusión generaría cantidad y la cantidad de votos por artista, claro, se intuía menor que la que hubiera resultado si primaba la primera posición: muchos votados y pocos votos. O sea, muchos votos entre varios y pocos votos para uno. Cierta anarquía, límites difusos, pero entretenido, lúdico, sorpresivo. Además de no restringir la libertad del voto, es decir, que cada quien pueda elegir gustos fuera o dentro de un género en particular –poner el acento en el votante y no en lo votado, dicho de otro modo– provocó la diversidad, el color, el asombro tipo “mirá a quién votó tal”. Como una dinámica de lo inesperado, hubo para sacarle punta a lo imprevisible.

La atomización de votos, de todas maneras, no fue tanta como se preveía. Ocurrió, sí –y lógico–, en un rubro “duro” como el de “Artista revelación”, donde la aparición permanente de músicos jóvenes y sorprendentes determina pocos votos para muchos. Vale doble entonces que hayan sido las Aymama, el trío de folklore femenino que acaba de editar un acabado trabajo de versiones sobre la obra de María Elena Walsh, las ganadoras con 5 votos entre un total de 63. Y apenas dos arriba del cantautor rionegrino Lisandro Aristimuño, algo así como el nene mimado en la órbita de la música de raíz con proyección. Con dos quedó Diego Schissi, pianista y compositor en ascenso, que también se alzó con la tercera posición –compartida con el trío Aca Seca– en el rubro Artista del año (3 votos) y llegó a la segunda en el mejor disco (4 votos) gracias a su flamante Tongos. Un resultado que podría haber sido óptimo de no haber mediado la sombra de un aliado a quien el mismo Schissi votó por partida doble: Luis Alberto Spinetta. Era una verdad a voces, claro, pero esta encuesta lo ratificó. Luis, su poesía y su música, han trascendido merecidamente las imprecisas fronteras del rock para ser parte de un todo que impregna a quien sea, más allá de estilos, épocas, generaciones, tendencias y géneros. La descomunal caja del concierto con sus bandas eternas en Vélez, de reciente edición, fue el más elegido por la órbita extra-rocker (7 votos), seguido por Tongos y ¡Divididos!, con su Amapola del 66. El Flaco también se alzó con el cetro de Artista del año, con ocho votos; delante de Teresa Parodi y Schissi.

Los rubros más sólidos, en cuanto a número de votos para un artista o hecho, fueron el Concierto del año (14, en sus diferentes días, lugares y formas) para los conciertos de mayo por el Bicentenario –segundo quedó el Indio Solari en Tandil– el más atractivo de los rubros –Figura musical de estos 200 años, nada menos– quedó para Carlos Gardel, seguido por Mercedes Sosa, Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui (9) y, lejos pero seguro, don Luis Alberto con dos.

Pablo Agri

1) Deja la vida volar (Mercedes Sosa)
2) Bicentenario
3) Leopoldo Federico
4) Ligia Piro
5) Carlos Gardel

Teresa Parodi

1) Deja la vida volar (Mercedes Sosa)
2) Los conciertos dentro de los festejos del Bicentenario (en el Obelisco y el de Tucumán)
3) Orozco-Barrientos
4) Aymama
5) Mercedes Sosa

Susana Rinaldi

1) Strange Fruit (Ligia Piro)
2) Orquesta de Tango de Buenos Aires en el homenaje a Cátulo Castillo
3) Horacio Salgán
4) Jesús Hidalgo
5) Atahualpa Yupanqui














Lito Vitale

1) Tongos (Diego Schissi)
2) Estudio Coral de Buenos Aires y Camerata Bariloche en la Catedral de Buenos Aires
3) Aca Seca Trío
4) Lisandro Aristimuño
5) Astor Piazzolla

Carlos “Negro” Aguirre

1) Dos ríos (Andrés Beeuwsaert)
2) Luz de agua en el Teatro 3 de febrero de Paraná
3) Diego Schissi
4) José Ignacio Perrén
5) Chacho Muller

Juan “Tata” Cedrón

1) Corazón de piel afuera-Godino (Cuarteto Cedrón)
2) –
3 Cuarteto Cedrón
4 Futre (trío mendocino)
5 Carlos Gardel

Daniel Melingo

1) Album para la juventud, Volumen II (Juan Ravioli)
2) Lions in love en Niceto
3) Pablo Lescano
4) Rodrigo Guerra
5) Charly García

Adrián Iaies

1) For the guv’nor suite (Ricardo Cavalli Quinteto)
2) Ensamble real book Argentina en La Trastienda
3) Divididos
4) Diego Schissi
5) –

Litto Nebbia

1) Box Set Una celebración del rock argentino
2) Apertura fiesta del Bicentenario (Nebbia, Gieco, Fito Páez, Silvina Garré, Soule, Del Guercio, Rodolfo García)
3) No lo tengo claro...
4) Los Merseys Mustards
5) Carlos Gardel

Ica Novo

1) Remembering Astor (Mario Parmisano)
2) Raúl Barboza
3) Rubén Juárez
4) Federico Pecchia
5) Adolfo Abalos

León Gieco

1) Spinetta y las bandas eternas
2) Indio Solari en Tandil
3) –
4) La Perla irregular
5) Carlos Gardel

Edgardo González
(34 Puñaladas)

1) Nos volveremos a ver (Nicolás Brizuela)
2) Orquesta Típica Fernández Fierro en el CAFF, cualquier miércoles
3) Voto en blanco
4) Alan Haksten
5) Astor Piazzolla

Raúl Barboza

1) A solas con el mundo (Pedro Aznar)
2) –
3) Nelly Omar
4) Juan Quintero - Luna Monti
5) Carlos Gardel

Franco Luciani

1) Runa (Raúl Carnota)
2) –
3) Luis Alberto Spinetta
4) Noelia Moncada
5) Astor Piazzolla

Ariel Prat

1) 9 Vidas (María Volonté)
2) Ariel Prat con banda en Festejos del Bicentenario
3) Loco Mingo (Letrista y cantor legendario de nuestra murga que a los ’70 sigue dando cátedra en Los Fantoches de Villa Urquiza)
4) Bruno Arias
5) Carlos Gardel

Chino Laborde (Fernández
Fierro / Telepod)

1) –
2) –
3) Diego Forlán
4) Julian Assange
5) Carlos Gardel

Luis Borda

1) Manzi, Caminos de Barro y Pampa (Lidia Borda)
2) Franco Luciani y Daniel Godfrid en Munich
3) Diego Schissi
4) Carlos Villalba
5) Astor Piazzolla

Raúl Carnota

1) Spinetta y las bandas eternas
2) Spinetta en el Coliseo
3) Spinetta
4) Mariana Pereiro y Guillermo Capocci
5) No creo estar capacitado para elegir con honestidad este personaje, es más lo que ignoro que lo que sé de la historia musical de los últimos 200 años.

Antonio Tarragó Ros

1) Carabajales
2) Viva el chamamé en el Luna Park
3) Teresa Parodi
4) Laura Ros
5) Ariel Ramírez

Agustín Ronconi (Arbolito)

1) Amapola del 66 (Divididos)
2) Arbolito en el Luna Park
3) Vicentico
4) La Huesuda
5) Mercedes Sosa

Sergio Galleguillo

1) Re-evolución (Abel Pintos)
2) Indio Solari en Tandil
3) Sergio Galleguillo
4) –
5) Mercedes Sosa

Alfredo Piro

1) Para armar (Tremor)
2) Salgán-Federico en el Tasso
3) La manzana cromática protoplasmática
4) Los Sedantes
5) Enrique Santos Discépolo

Diego Schissi

1) Spinetta y las Bandas Eternas
2) Salgán-Federico en el Tasso
3) Luis Alberto Spinetta
4) Guillermo Klein
5) Astor Piazzolla













Víctor Heredia

1) –
2) Spinetta en el Coliseo
3) –
4) Mavi Díaz
5) Mercedes Sosa

Musha Carabajal

1) Carabajales
2) Divididos en Tilcara
3) Santaolalla
4) Orellana - Lucca
5) Atahualpa Yupanqui

Sara Mamani

1) La flor del comprendimiento (Melania Pérez)
2) Bicentenario con tantos artistas populares
3) Melania Pérez
4) Aymama
5) Mercedes Sosa

Juan Quintero

1) Tongos (Diego Schissi)
2) Carlos Aguirre Grupo en Café Vinilo
3) Luis Alberto Spinetta
4) Aymama
5) –

Andres Beeuwsaert
(Aca Seca Trío)

1) Tongos (Diego Schissi)
2) Diego Schissi en Café Vinilo
3) Diego Schissi
4) Diego Schissi
5) Luis Alberto Spinetta

Javier Malosetti

1) Ten (Malosetti)
2) –
3) –
4) Nada se me ha revelado este año
5) Carlos Gardel
















Ernesto Snajer

1) Tongos (Diego Schissi)
2) Liliana Herrero en el Bicentenario
3) Aca Seca
4) La Gordini
5) Astor Piazzolla

Paola Bernal

1) No me busques en el frío (Jeny Náger-Gastón Sironi)
2) Liliana Felipe en La Perla (Córdoba)
3) Los Núñez y Chacho Ruiz Guiñazú
4) El Vislumbre del Esteko
5) Mercedes Sosa

Karina Beorlegui

1) Spinetta y las bandas eternas
2) Festejos del Bicentenario en la 9 de Julio
3) El Tata Cedrón
4) Florencia Bernales
5) Carlos Gardel

Lilián Saba

1) Baisanos (Juan Falú y Oscar Alem)
2) Mujeres argentinas (Silvia Iriondo)
3) Teresa Parodi
4) Aymama
5) Mercedes Sosa

Silvina Garré

1) Box Set Una celebración del rock argentino
2) Nito Mestre en el Ateneo
3) Luis Alberto Spinetta
4) Nan
5) Astor Piazzolla

Hernán Lucero

1) Ruta 9 (Florencia Bernales)
2) Concierto del Bicentenario en la 9 de Julio
3) Florencia Bernales
4) Andrés Pilar
5) Carlos Gardel

Rolando Goldman

1) Alef Bet (Lerner-Moguilevsky)
2) Festejos por el Bicentenario en la Av. 9 de Julio
3) Martha Argerich
4) Marcelo Dellamea
5) Atahualpa Yupanqui

Martín Buscaglia

1) Otra cosa (Julieta Venegas)
2) Chico Ocaña en El Chiringuito (Sevilla)
3) Leo Maslíah
4) Israel Galván
5) Eduardo Mateo

Fabricio Rodríguez

1) Pericos & Friends
2) –
3) Abel Pintos
4) Canto 4
5) Atahualpa Yupanqui

Nora Sarmoria

1) Cuchichiando (Quique Sinesi)
2) –
3) Quique Sinesi
4) Vicky Zotalis
5) Astor Piazzolla

Lisandro Aristimuño

1) Spinetta y las bandas eternas
2) Raúl Carnota en el CAFF
3) Luis Alberto Spinetta
4) Verde Arbol
5) Mercedes Sosa














Popi Spatocco

1) Ventanas (Aca Seca)
2) Festejos del Bicentenario
3) Daniel Barenboim
4) Aymama
5) Mercedes Sosa

Claudio Bustos

1) Nebbiero (Mario Díaz)
2) Nebbia y sus amigos, Festejos
del Bicentenario (Nebbia, Gieco, Fito, etc.)
3) Chango Spasiuk
4) Los Núñez con Ruiz Guiñazú
5) Carlos Gardel

Jorge Marziali

1) Churita (Mariana Baraj)
2) Marita Londra en el teatro Español de Santa Rosa
3) Aymama
4) Facundo Picone
5) Cuchi Leguizamón

Pablo Marchetti
(cantor del conjunto Falopa)

1) Amapola del 66 (Divididos)
2) Indio Solari en Tandil
3) Orquesta Típica Fernández Fierro
4) Zunga
5) Luis Alberto Spinetta

Diego Kvitko
(dúo Laborde-Kvitko)

1) El tango vuelve al barrio 2) Rudy y Niní Flores en el Festival Guitarras del Mundo
3) Orquesta Fernández Fierro
4) Juan Villarreal
5) Atahualpa Yupanqui

Gastón Lamas
(Xeito Novo)

1) ¿Dónde vas? (Skay Beilinson)
2) Dancing Mood en el Gran Rex
3) Chango Spasiuk
4) Alejandro Balbis
5) Osvaldo Pugliese

Altertango

1) Un Album Azul para Homero Manzi (Victoria Di Raimondo)
2) –
3) –
4) Emilio Cardone
5) Carlos Gardel

Laura Ros

1) Sol del Once (Buenos Aires Negro)
2) María Volonté en Clásica y Moderna
3) Lisandro Aristimuño
4) Sofía Viola
5) Mercedes Sosa











Acho Estol

1) 12 canciones de amor para cuando seamos jóvenes (Falsos profetas)
2) Nelly Omar en el Luna Park
3) Daniel Barenboim
4) Conjunto Falopa
5) Carlos Gardel

Omar Gianmmarco

1) Spinetta y las bandas eternas
2) Chango Spasiuk en el Festival de Otoño
3) Spinetta
4) Doña María
5) Atahualpa Yupanqui

José Ceña

1) –
2) Concierto del Bicentenario el 24 de mayo
3) Teresa Parodi
4) Sylvia Zabzuk
5) Mercedes Sosa

María de los Angeles Ledesma

1) Corazón de pájaro (Teresa Parodi)
2) Ariel Ardit en el ND Ateneo
3) Teresa Parodi (por su compromiso en todo)
4) Coqui Ortiz
5) Atahualpa Yupanqui

María José Demare

1) Distinto (Diego Torres)
2) Lerner-Manzanero
3) Nelly Omar
4) Lisandro Aristimuño
5) Astor Piazzolla

Andrés Linetzky

1) A los cantores (Ariel Ardit)
2) Ariel Ardit en el ND Ateneo
3) Ariel Ardit
4) –
5) Carlos Gardel

Melania Pérez

1) Chaco (Laura Albarracín)
2) La fiesta del Bicentenario
3) Teresa Parodi
4) León Gieco
5) Atahualpa Yupanqui

Ramiro Gallo

1) A los cantores (Ariel Ardit y orquesta)
2) –
3) Ariel Ardit
4) Sexteto de Cristian Asato y Santiago Vera Candioti
5) Atahualpa Yupanqui

Facundo Ramírez

1) Mujeres argentinas (Silvia Iriondo)
2) Día de los Derechos Humanos en Plaza de Mayo
3) Susana Rinaldi
4) Claudio Sosa
5) Ariel Ramírez

Luis Gurevich

1) Spinetta y las bandas eternas
2) Festejos del Bicentenario
3) Luis Alberto Spinetta
4) Lisandro Aristimuño
5) Carlos Gardel

Mariana Carrizo

1) La flor del comprendimiento (Melania Pérez)
2) Bicentenario
3) –
4) Ni idea. No tuve la posibilidad de escuchar a todos los artistas del país así que sería injusta mi respuesta, y parcial
5) Mercedes Sosa

Carlos Libedinsky (Narcotango)

1) Amapola del 66 (Divididos)
2) Indio Solari en Tandil
3) Aca Seca
4) Micaela Vita-Willy González
5) Astor Piazzolla

Hernán Genovese

1, 2, 3 y 4) –
5) Carlos Gardel

Juan Falú

1, 2, 3 y 4) –
5) Eduardo Falú

Ignacio Varchausky

1, 2, 3 y 4) –
5) Carlos Gardel












LOS RESULTADOS:

Disco del año

1) Spinetta y las bandas eternas (7 votos)
2) Tongos (Diego Schissi) (4 votos)
3) Amapola del 66 (Divididos) (3 votos)

Concierto del año

1) Conciertos por el Bicentenario (14 votos)
2) Indio Solari en Tandil (4 votos)
3) Ariel Ardit en el ND/Ateneo y Salgán-Federico en el Tasso (2 votos)

Artista del año

1) Luis Alberto Spinetta (8 votos)
2) Teresa Parodi (5 votos)
3) Diego Schissi y Aca Seca (3 votos)

Artista Revelación

1) Aymama (5 votos)
2) Lisandro Aristimuño (3 votos)
3) Diego Schissi (2 votos)

Figura musical del Bicentenario

1) Carlos Gardel (17 votos)
2) Mercedes Sosa (12 votos)
3) Astor Piazzolla (10 votos)

DISCOS: ¡Uruguayas campeonas!





Quiénes son las veinte artistas que cantan en el disco producido por Lulú Records ¡Uruguayas campeonas! En este recorrido por cada una de ellas le contamos un poco de sus carreras.










- Diane Denoir: La mítica musa de Eduardo Mateo es una de las voces femeninas fundacionales de la música popular uruguaya. Su voz se expande en español, inglés, francés, portugués, entre la bossa nova, el jazz, la canción uruguaya. En 2005 se reeditó el disco en el que Denoir grabó por primera vez las canciones de Eduardo Mateo, que incluye la canción de esta antología, “Esa tristeza”, con arreglos y dirección de Mateo.

- Samantha Navarro: Destacada en la nueva generación de músicos oriental, lleva cinco discos solistas editados y participó en trabajos de Martín Buscaglia, Rossana Taddei y Leo Maslíah, entre otros. Sus canciones gozan de una grata mezcla de ironía y ternura y han sido tomadas por pares como Rubén Rada y Fernando Cabrera. Aquí suena “Ana Lía”, un universo femenino posible.

- La Dulce: Este cuarteto femenino fue creado en 2000 por Samantha Navarro, Andrea Viera (también integra la banda de fusión latina Abuela Coca y las afro-criollas Las Comadres), Mariana Vázquez y Ana “Chacha” de León (otra de Las Comadres). Esta antología rescata “Jardín japonés”, del disco Sed, una canción que invita a salir a la ruta para escucharla a todo volumen.

- Vera Sienra: En los ’60 fue una de las nuevas voces que aparecían frecuentemente en programas televisivos como Discódromo y Gente joven, sorprendiendo con sus canciones y sus textos. Se la volvió a escuchar en disco en el nuevo siglo; en su tema “Ayer” (se) canta: “No me resistí a ninguna prueba y lo que yo soy resultó de aquélla”.

- Martina Gadea: Hizo su primer disco solista después de grabar para esta antología. Albert Pla la eligió para que lo acompañara en su gira latinoamericana. Su canción “Volvé a jugar” invita, desde la primera escucha, a seguir las instrucciones del título.

- Ana Prada: Ya es bien conocida como solista en esta orilla, después de haber acompañado durante años proyectos ajenos y compartir otros (como integrante de La Otra, en participaciones con Rubén Rada, Fernando Cabrera, Jorge y Daniel Drexler). Aquí canta “Brillantina de agua”, una postal que ya fue elegida por intérpretes como Liliana Herrero para sus propios discos.

- La Otra: Por este cuarteto vocal pasaron Ana Prada, Lea Bensassón, Sara Sabah, Beatriz Fernández. Del segundo disco de la formación (Dos) suena “Por ejemplo”, de Fernando Cabrera, con Liliana Herrero como invitada.








- Mariana Ingold: Compositora, tecladista, cantante, formó grupos como Travesía y Las Tres, grabó en coautoría con Osvaldo Fattoruso, integró las bandas de Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso, Leo Maslíah, Rubén Rada, Fernando Cabrera y Eduardo Darnauchans. De su historia como solista se elige aquí el disco El gran misterio (1999), y su canción “El gran amor”.

- Cristina Fernández: Su voz y su decir suenan exageradamente graves en esta versión de “Andaluces de Jaén”, aquellos versos de Miguel Hernández magistralmente escogidos y musicalizados por Paco Ibáñez. Forma un dúo con Washington Carrasco, con quien grabó Nos queda la palabra, que incluye este tema.

- Lea Bensassón: Esta uruguaya es conocida tanto sobre los escenarios como alrededor de ellos; como cantante y como manager de Rubén Rada. De su disco solista, que actualmente está mezclando, se adelanta aquí “Prudencia”.

- Malena Muyala: Con la voz y la mirada puestas en el tango, aquí esta cantante y compositora cita en “Ausentes” a “Ausencia”, de Goran Bregovic. Fue grabado en Viajera, un disco editado en la Argentina.

- Estela Magnone: “El secreto mejor guardado de Uruguay” fue presentada hace un par de años, cuando vino a dar sus primeros conciertos como solista de este lado. Su carrera como cantante y compositora incluye trabajos conjuntos con Eduardo Mateo, Eduardo Darnauchans, Fernando Cabrera, Leo Maslíah y Jaime Roos, productor de todos sus discos. Aquí canta “Bruma de abril”, que comparte en autoría con Mateo.

- Rossana Taddei: Artista visual, además de cantante y compositora, Taddei tiene un fuerte sello de fusión, una muy buena voz, e intensas relaciones musicales con poetas uruguayos.

- Mónica Navarro: Nacida en Buenos Aires, esta cantante y actriz desarrolló su mayor obra artística en Montevideo. Entre 1997 y 2007 integró el legendario grupo de rock La Tabaré, y ya como solista comenzó a buscar por el lado del tango. De su disco Paquetito de tangos... vivo, que incluye versiones arrabaleras de Páez, Spinetta y Charly, se rescata aquí “Quiero ser un muñeco”, de “El Príncipe” Gustavo Pena.

- Maia Castro: Otra tanguera que toma a “El Príncipe” (en este caso, la milonga “Beibi”). En sus discos hay también versiones tangueras de Los Redondos y de No Te Va Gustar.

- Eli-U Pena: Ella también canta a Gustavo Pena Casanova, y además es su hija. “Acabo de recibirme de psicóloga, y cuando me den mi carnet comenzaré a vivir de eso. Las canciones de mi padre las canto porque me gusta hacerlo con mis amigos, y porque me parece importante que haya más gente que conozca su música”, dice ella en MySpace.

- Carmen Pi: Una de las “muy nuevas” que hace descubrir este disco. Grabó “Puntos cardinales”, un aire de zamba sólo con piano, cuando aún no había editado su disco, que lleva este nombre.

- Gabriela Posada: Cantante, compositora, guitarrista, lleva años cantando en Uruguay, con obras para grandes y chicos, pero como hace poco se largó con su primer disco solista, Todo juega, es también una de las nuevas voces uruguayas.

- Las Comadres: Las mujeres de este grupo creado por Berta Pereira en 1995 se lucen en percusión, canto y danza, con composiciones propias que rescatan las raíces afrouruguayas del Uruguay. En escena han incorporado cuadros escénicos donde también suenan dichos, costumbres, creencias, recetas y cuentos.

- Patricia Kramer: Del primer disco solista de Kramer (Un par de intentos), grabado con su trío y con invitadas como Ana Prada y Samantha Navarro, sale este temazo medio tanguero, contundentemente cantado, “Despedida en espiral”.

viernes, 7 de enero de 2011

DISCOS: PAUL DESMOND Y TAKE TEN.






Más conocido por su sonido que por su nombre, el autor de “Take Five” e integrante del cuarteto de Dave Brubeck solía decir: “Pasé de moda antes de que nadie me conociera”. La edición en CD de uno de sus discos como solista lo confirma como un músico exquisito.







Por Diego Fischerman

Paul Desmond compuso el que tal vez sea el tema más famoso del jazz. Pero, como correspondía a alguien que aseguraba haber ganado “varios premios al saxo alto más lento del mundo, así como un galardón especial al silencio en 1961”, casi nadie lo sabía. “Take Five”, con su pie rítmico en cinco tiempos, fue uno de los grandes éxitos del cuarteto del pianista Dave Brubeck, del que Desmond formó parte a partir de 1946. Genial y perfecto, con uno de los timbres más bellos que puedan imaginarse y el fraseo de mayor elegancia del que se tenga memoria después del de Lester Young, Desmond, que en realidad se llamaba Paul Breitenfeld, fue una especie de estrella paradójica. Muerto a los 42 años, mucho más conocido por su sonido que por su nombre, bromeaba diciendo: “Pasé de moda antes de que nadie me conociera”. La definición sobre su estilo era, curiosamente, más seria: “Creo que de forma inconsciente quería sonar como un martini seco”.

Aunque resulte casi imposible hablar de él sin mencionar a Brubeck, su breve carrera solista tiene algunos puntos altísimos, en particular la serie de discos que grabó para RCA Victor entre 1962 y 1964, con el guitarrista Jim Hall como parte de su grupo. Uno de esos discos, Take Ten –que tomaba su nombre de un nuevo tema que, obviamente, hacía referencia al ya legendario “Take Five”–, grabado en 1963, con su raro refinamiento, más el coqueteo con la bossa nova pero, sobre todo, con los exquisitos contrapuntos entre el saxo y la guitarra, es una de las cimas de su producción. Ahora, acaba de ser editado localmente por primera vez en cd y, en esta nueva publicación, incluye tres pistas que no estaban en el LP original: una grabación de “Out of Nowhere” registrada en 1961 –con un extraordinario solo de Hall y un extraordinario diálogo posterior entre él y Desmond– y tomas alternativas de “Embarcadero” y “El Prince” (ambos temas compuestos por Desmond). Además de algunos standards –“Alone Together”, “Nancy” y “The One I Love Belongs to Someone Else”–, el disco incluye dos temas de Luis Bonfá, “The Theme from Black Orpheus” y “Samba de Orpheu”.

Graduado en Lengua Inglesa, Desmond había abandonado la literatura, según él, “porque sólo era capaz de trabajar en la playa y no dejaba de entrarme arena en la máquina de escribir”. Integró de manera estable el grupo de Brubeck hasta 1967 y luego fue parte de la reunión del grupo en 1976. Un año antes había grabado los fantásticos Duets junto al pianista. Y no hubo mucho más: en 1977, muy poco antes de que muriera, le diagnosticaron cáncer de pulmón y Desmond festejó en público por lo bien que estaba su hígado de bebedor de whisky “impoluto, perfecto, uno de los grandes hígados de nuestra era; bañado en Dewars y rebosante de salud”. Quedó, claro, su obra junto a Brubeck –notables Impressions of New York y Jazz Impressions of Japan, que incluye “Rising Sun”, un tema hermosísimo que, además, lo encuentra en estado de gracia–, sus discos solistas para RCA –además de Take Ten, el anterior Desmond Blue y los posteriores Glad To Be Unhappy, Bossa Antigua e Easy Living– y algunas de sus postreras producciones para CTI, entre las que se destaca Skylark.