No te habrá de salvar lo que dejaron,
escrito aquellos que tu miedo implora;
No eres los otros y te ves ahora,
centro del laberinto que tramaron,
tus pasos.
No es poeta ni escritora, pero Leonor Marchesi cita a Borges y
pretende que no la asocien solo a lo que fue: aquella cantante hardrock
que, al frente del grupo Púrpura, puso cuerpo y voz para sopesar al
heavy-macho-argento tipo de principios de los ochenta. “Es un tema
nuevo, se llama ‘Para el alma’ y cito a Borges porque se lo dedico a los
grandes poetas de Hispanoamérica: a él, a Benedetti, a Neruda, a
Machado...”, detalla. Y va por más: lo de tema nuevo tiene que
ver con
Reloj de arena, flamante disco de Onliryca –banda española que integra
hoy, a casi 30 años de su partida– del que no sólo surgen citas a tales
poetas, sino también temas intensos de pluma propia (“Somi”, “Banderas
de piedra”) y versiones de “Juana Azurduy” y “Alfonsina y el mar”, en
clave heavy. Casi un hallazgo. Casi un misterio para el país que la vio
nacer. Y casi un éxito en aquel que la acogió cuando, tentada por un
productor –y con Púrpura desbandado– cruzó el océano, se integró a otra
banda del palo (Santa) y se convirtió en una de las mejores voces
femeninas del rock español.
“De algún modo subjetivo sentía el deseo de representar al rock de
mi país, y lo hice con total entrega, dejando la piel en los escenarios y
trabajando con intensidad. Fue un desafío en
todos los
sentidos, porque llegás a un país donde nadie te conoce, reemplazás a
una cantante totalmente heavy, súper agresiva y decís ‘a por todas
Leo’”, dice ella, amparada en un derrotero español que supera largamente
al argentino: un disco con Santa (Templario), otro como solista
(Encrucijada), presentaciones masivas junto a Barón Rojo, buena llegada a
la prensa especializada, varios reconocimientos como mejor cantante de
rock y un presente como voz madre de Onlyrica, otra banda clave del
género, que comparte con otro pesado del clan: Juan Revilla.
–Contrafáctico pero viene al caso. ¿Qué hubiese ocurrido si se hubiese quedado en el país?
(Risas) –Bueno, mi vida ha sido un torbellino y siempre me están pasando
cosas que
mi mente no capta al instante. No sé, si me hubiese quedado allí
conocerían más de mis tímidas locuras creativas o mis vanguardias
musicales rockeras. Muchos me dicen: “Leo, ¿por qué te fuiste?, hubieses
roto con los estereotipos en el rock femenino”, pero ahora pienso ¿cómo
regresar si uno no se va? En realidad siento que nunca me marché.
–Pero se marchó, y esto es fáctico. Hace casi 30 años que vive en España.
–Sí, claro (risas), y fue por mis deseos de explorar, de aprender,
de experimentar con otra cultura. Sentí una ilusión tremenda en su
momento y un gran desafío a la vez, y esa sensación me agradaba y me
agrada. La verdad es que no pensaba quedarme tanto tiempo, pero eché
raíces afectivas y, claro, el amor es más fuerte.
–¿Qué fue Púrpura?, ¿le quedó lejos?
–No, para nada. Púrpura fue un grupo de hardrock algo lírico para la
época, que llegó a Obras cuando no era fácil. La verdad es que tenía un
sonido brillante, poderoso, con una base compacta y guitarra de amplios
matices, a lo Deep Purple. Dentro de Púrpura me veía como mujer en el
rock.
–¿En Santa no?
–Me veía más heavy femenina, dentro del rock... libre en los
escenarios y muy contenida por los músicos, porque lo que hacíamos era
metal rock, con gran aporte de teclados, guitarras oscuras, temas épicos
y cierta cosa vanguardista.
–La referencia que llega de aquel grupo hasta aquí habla de heavy melódico.
–La verdad es que las categorías nunca me han gustado demasiado,
aunque comprendo que la gente debe identificarte con algún estilo. La
palabra melódico, a mi entender, proviene de melodías más elaboradas,
pero lo que importa, al final, es tener un espíritu siempre rebelde y
deseos de aprender algo más. Y ese es un proceso infinito para mí.
Ahora, con Onlyrica, me veo como una rockera con tintes heavy, góticos y
étnicos... mi voz es como un instrumento que intenta colorear esa
fusión, o al menos así lo intento. Trato de moverme bien entre ritmos
nativos, voces místicas, metal moderno y sonidos góticos. Entre la
oscuridad y la contundencia, digamos.
–Le dieron muchos premios en España, incluso fue especialmente
reconocida por la sociedad de autores y compositores de ese país. ¿Le
importa mucho, poco o nada?
–Todo bien, pero de todo eso me quedo con la gente que me pregunta ¿cuándo vas a venir a la Argentina?..., lo demás es efímero.
–En Reloj de arena, disco que además presentó en La Riviera de
Madrid con otros músicos argentinos que viven allí (Claudio Gabis y
Ariel Rot, entre ellos), tiene una activa participación en la
composición. ¿De dónde nacen sus temas?
–De sensaciones y visualizaciones. Y del compromiso de pertenecer a este planeta, de vivir en él, ¿no?... en “Reloj de
arena”
–el tema– pienso en las guerras que perjudican a los niños: “Corazones
solitarios que navegan por los siglos y reencarnan sus anhelos en los
cuerpos desalmados”. No sé, me paro entre el amor, la esperanza, la
rabia ante lo injusto y una épica espiritual que siempre tuve.