Liza, siempre Liza
Trabaja desde que tenía 3 años. O sea, desde que tiene uso de razón. La célebre hija de los célebres Vincent Minnelli y Judy Garland evidentemente no podría haber hecho otra cosa con su vida.
Gran bailarina, buena actriz y una cantante dueña de una voz y una escena incomparables, la Minnelli -múltiple ganadora de premios Oscar, Grammy y Tony- regresa a Buenos Aires en pocos días más.
Con su porte de crooner femenino, sus señas propias (pelo cortísimo, pestañas postizas enormes, piernas largas) y un pasado de bajones emocionales y adicciones que por momentos la derrumbaron, hace poco más de un año, cuando pisó el escenario del Gran Rex, Buenos Aires la ovacionó de pie, largamente.
Liza, sin embargo, de ningún otro asunto que no sea su arte parece salir airosa. Superada su adicción a las drogas, que dice haber tratado "como una enfermedad", su vida amorosa sigue siendo un fracaso. Según ella, porque tiene "un muy buen gusto para los amigos y un muy mal gusto para los matrimonios". De hecho, en 2007 rompió el que mantenía con el productor musical David Gest. "El casamiento no es algo para mí. Ahora soy tan feliz que no necesito a un hombre a mi lado. Siento que mis pies están firmemente en la tierra y mi cabeza en el cielo", dijo en una entrevista con USA Today.
Y esto sucedía apenas un año antes de que ella preparara su regreso triunfal a Broadway, luego de una década de ausencia, con su show Liza´s at the Palace , que promete seguir en escena hasta abril.
Las críticas no hicieron más que obstinarse en comparar a la Liza de 25 años con esta de más de sesenta. Su brillo y su agilidad vocal, su entrenamiento físico y hasta su capacidad respiratoria fueron puestos bajo la lupa inclemente. Las opiniones fueron de lo más diversas, aun cuando desmenuzaban el mismo ítem. Pero lo que ninguno pudo dejar de reconocer es que Liza es Liza, siempre. Su fuerza interpretativa -más allá de lo que el tiempo y la vida puedan haberle quitado de brillo a sus tonos más agudos y sostenidos de antaño- sigue siendo única, tan vibrante como el primer día.
Por Alejandra Herren
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