UN MUSICO ELIGE SU CANCION FAVORITA:
Peleando con el corazón
Por Alfredo Piro
Una canción de la cual soy fan desde hace muchos años es “Héroes”. Pertenece a David Bowie y a su amigo y socio musical Brian Eno, que por entonces (1977) integraba las filas de Roxy Music junto a Brian Ferry (contracara de Bowie en el podio del pop inglés por esos años). La imagen de Ziggy Stardust ya desteñía para el promisorio Duque Blanco con su pelo rojizo, al finalizar su período de banda junto a Mick Ronson y las geniales arañas de Marte. Fue entonces que un apenas treintañero Bowie decide emigrar a Berlín junto a sus amigos Iggy y Lou, escapando de la agonía creativa que le deparaba Londres y creyendo lo que su viejo amigo y artífice de Ziggy Stardust, Lindsay Kemp, le había augurado alguna vez: la Meca artística la encontraría en la capital alemana.
Quizá fue su fanatismo por Kraftwerk (banda de absoluta vanguardia alemana, que pronto darán cátedra explícita junto a Radiohead en la Argentina) lo que motorizó su viaje. De hecho, se comenta todavía el chisme de que los buscó como socios musicales a ellos antes de socializar con Eno. Los entendidos “especializados” han siempre confinado a Héroes (el disco) a una trilogía discográfica, junto a Low y Lodger, que remite al éxodo alemán de Bowie. Yo creo que va más allá de los márgenes geográficos y temporales. La canción reivindica como héroes mismos a una pareja de amantes común a todos y a todo. Todos podemos ser “héroes” por un día. Eso se debe estar diciendo el piloto que nadó con su avión y con 150 acompañantes por las heladas aguas del río Hudson por estos días (“Yo desearía que vos pudieras nadar como los delfines. Como los delfines pueden nadar...”). Y como yapa reivindica como algo heroico el encuentro de estos amantes hasta en los márgenes más decadentes, si se quiere (“Vos, mediocre sutil y yo, tomando sin parar porque somos amantes nomás, y eso es todo, amantes nomás”). Y su vuelo heroico lo lleva a recuperar un hecho artístico –en este caso, su canción– sobre la postal patética del Gran Muro, que dividía por entonces no sólo al país en dos, sino cualquier posibilidad de amarse entre dos de los dos lados. Ser amantes, ser Héroes (“Yo, yo recuerdo. Parados contra el paredón. Silbaban balas sobre nosotros y nos besamos. Como si no hubiera más que dos”).
Esta canción, este disco, creo que es el comienzo más aproximado del Bowie que conocemos hoy en día. Hubo diferentes versiones de su autor. Incluso una cantada en alemán, como souvenir de aquellos días.
Mi versión preferida es la que grabó para el disco Stage al año siguiente, con producción del que quizá fue su artífice, el gran Tony Visconti (mentor también del padre del glam, Marc Bolan).
Yo conocí a Bowie por esta canción. Y conocí a Bowie porque en un reportaje, creo que era para una Canta Rock, Luca Prodan sentenció que “lamentablemente un pendejo de quince años no escucha un disco de Bowie, ni en pedo...”. A mis quince años, acepté el desafío. A Bowie lo conocí por “Héroes”. Y a “Héroes” la conocí por Fricción en un show en el viejo Stud Free Pub. Para mí la versión de Richard Coleman remite, como valor agregado a la canción, a la música incidental de una época en la cual, primavera del ‘88, cualquiera podía transformase en “héroe” de la era del saqueo.
Como corolario de una misma época, Isabel de Sebastián y Ulises Butrón con Metrópoli, ratifican la misma idea en un disco (Viaje al más acá), que corrió la misma aventura post inflación y se extinguió al igual que pasó con Fricción y con una gran cantidad de discos de artistas argentinos. “Todos somos héroes anónimos. Guerreros en este lugar. Peleando con el corazón, combatiendo tanta soledad”. Al menos, por una vez. “¿No lo ves?”
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