UN MUSICO ELIGE SU CANCION FAVORITA
Hablando a tu corazón
Por David Lebon
Hay una canción que se llama “Dangerous Mood”, de Keb’ Mo’, que llegó a mí en un momento en que yo sentía que no iba a haber ya nada nuevo en la música que fuera capaz de conmoverme. Un amigo mío con el que hace mucho tiempo que nos queremos, y que es un tipo que escucha muy buena música, un día me trajo esto, el disco de un tipo nuevo, o relativamente nuevo, para nosotros. Es un señor negro, joven de edad, que toca la dobro –la guitarra–; toca blues, con un toque de jazz y un sonido muy moderno que suena muy muy grosso. La única manera de sentir esto creo que es escucharlo, pero yo puedo asegurar que puse el disco sin esperar demasiado y que al oírlo por primera vez me volvió la vida al cuerpo; volvió otra vez a inspirarme el rock, el blues. Hacía mucho que no había nada nuevo que me apasionara, diría –y esto es en serio– que desde The Police. Escucho, sí, las cosas de antes: escucho a Stevie Ray Vaughn, el Album Blanco de Los Beatles; escucho a Jimi Hendrix, a José Feliciano; las cosas que me encantan, pero no había nada capaz de renovar la sensación.
Sin modificar lo que es el blues, se ve que Keb’ Mo’ grabó la canción con gente joven, en un estudio muy bueno, y una banda increíble. Canta muy bien, tiene un feeling muy grosso, toca muy bien la guitarra y está muy bien producido. Lo digo con total seguridad: “Dangerous Mood” es hoy por hoy una de mis canciones favoritas: yo estoy tocando todo el día, me armo el Hammond en mi casa y pongo el disco de él y toco arriba. La letra dice “Look out baby, I’m in a dangerous mood”, o sea, “Tené cuidado, guarda porque en cualquier momento me salta la térmica”. La otra vez estaba escuchando “The Thrill is Gone” de B. B. King, que me encanta, y suelo escuchar a distintos bluseros, a Freddie King, a Albert King, pero apareció este tipo que es como que reunió todo aquello en algo nuevo. Me gusta el blues pero con acordes, no me gusta el blues cuadrado de tres acordes nada más, me gusta trabajado, con cortes. Y acá el tipo agarró un blues y lo transformó en canción. Le devolvió la vida al blues y al rock, al rhythm & blues, al jazz. Es una alegría, y a la vez una sensación muy difícil de definir, porque es una cosa que admite el corazón, no la cabeza; la cabeza no entiende nada de esto. Cuando yo escuché los temas, simplemente me derretí, me volví loco, me dije: “No puede ser, esto es algo distinto, va a mejorar, va a ayudar a renovar las cosas”. Me pasó en mi corazón, mi corazón tiene un devocionómetro que no opina, siente: si le gusta bien y si no lo apaga. Arrancó el primer tema y sonaba como la puta madre que los reparió -–con perdón por las palabras–- y simplemente me sorprendió, me abrió el alma, me rompió la cabeza, me dieron ganas de volver a componer, me dieron ganas de tocar la viola. Todos tuvimos a alguien que nos inspiró y yo puedo nombrar a muchos: Lennon, Johnny Winter, Clapton; para mí podría ser más que nadie Jimi Hendrix. Pero lo bueno es que Keb’ Mo’ es lo nuevo. Yo tengo de cabecera el Album Blanco de Los Beatles, que nadie nadie jamás lo va a poder superar. Ni de sonido, ni de canciones ni composición, ni de nada. Nadie va a tocar el bajo como Paul... es infernal. El día que salió fui a las 7 de la mañana con Rinaldo Rafanelli, a esperar que abrieran las puertas para adquirir el long play blanco y era ponerlo y escuchar un tema atrás de otro y era cada uno mejor y mejor y mejor y mejor; no había con qué darle. Pero bueno, con los años, después de escucharlo treinta mil millones de veces, querés escuchar algo nuevo: decís “Por favor que salga otra cosa”. Y sucedió. Eso pasó: que descubrí gracias a un amigo que me dijo: “Tomá, escuchá”. Y ahí estaba Keb’ Mo’. Y me partió la cabeza.
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