“Compartir la música con otro te cambia el modo de ver las cosas”
Expertos en “juntadas”, los dos músicos darán un concierto en el que cruzarán sus canciones. Harán temas nuevos especialmente creados para el encuentro, versiones de clásicos de sus repertorios y obras de autores que ellos reconocen como “referentes”.
Por Karina Micheletto
Son referentes actuales de la música popular argentina, autores de algunos de los temas más bellos y versionados, cada vez más. Rechazan, sin embargo, la adjetivación tan cara a las narrativas esencialistas del género folklórico: a la hora de pensar en “referentes”, apuntan tanto a Hamlet Lima Quintana y Chacho Muller como a una nueva generación en la que brillan Negro Aguirre, Coqui Ortiz, Juan Quintero o Luna Monti. Jorge Fandermole y Raúl Carnota han sabido construir, cada uno por su lado, carreras especiales en letra y música, diferenciales por su contenido, pero también por la forma en que recorren esa trayectoria artística. Eso reconocen quienes admiran clásicos como “Oración del remanso” o “Debajo de la morera”, pero también una obra en constante evolución.
Este sábado ambos darán, juntos, un concierto distinto. Será un espacio en el que cruzarán su música uno con otro; obras nuevas –especialmente creadas en el encuentro– pero también versiones del repertorio ya instalado de uno y otro, y algunas de otros compositores de esos que reconocen como “referentes”, a dúo y trío. Será a las 21.30 en el Teatro SHA (Sarmiento 2555), y los acompañará Marcelo Stenta, guitarrista que habitualmente toca con Fandermole.
Podría decirse que tanto Fandermole como Carnota son hombres de juntadas: están las del primero con Lucho González, o con Lalo de los Santos, Rubén Goldín y Adrián Abonizio, allá por los ’80, materializadas en discos, pero también tantas más recientes como las que suele compartir con colegas como Carlos Aguirre, o hace algunos años en Cosquín con Pedro Aznar y Víctor Heredia. Carnota también ha hecho su música en una serie de cruces como el actual Proyecto Sanluca (con Rodolfo Sánchez y Franco Luciani), o mucho antes con Sánchez y Eduardo Spinassi. “Y sí, yo me junto con mucha gente... Soy muy juntero”, se ríe Carnota ante el listado de reuniones artísticas. “¿Sabe lo que pasa? Yo no arranqué como estrellita, no siquiera como solista. Cuando empecé con esto de la música, entre el ’73 y el ’83, fui exclusivamente músico acompañante, entonces para mí socializar la música es parte de mi vida.”
En una de estas presentaciones de Fandermole con forma de juntada en Buenos Aires, en 2008, acompañado por amigos como Juan Carlos Baglietto, Juan Quinetero, Aguirre y también Carnota, ya habían contado que ambos tenían armado un proyecto, con temas en coautoría que nunca hasta entonces habían podido mostrar.
–¿Es éste?
Jorge Fandermole: –No es exactamente el mismo, porque aquel proyecto tenía otras características que fueron mutando, pero sí, algunas cosas han sido retomadas. Y sí, tiene que ver con juntarse a armar cosas. Juntarnos nos da posibilidad de plantear nuestra música con otro que también compone, y que también está buscando algo. Cuando uno cumple la doble función en composición y como intérprete, corre el riesgo de quedarse demasiado enfrascado en uno. Y las juntadas de este tipo te dan la posibilidad de ver en qué está el otro, conocerlo profundamente para también desde ahí plantear la propia búsqueda. ¿Cómo lograrlo si no es tocando juntos?
Raúl Carnota: –Evidentemente, hay una comunidad estética entre nosotros, estamos siempre atentos a lo que hace el otro, mostrándonos las cosas. En definitiva, somos muy amigos, y además tenemos una gran admiración uno por el otro. De ahí surge esta pequeña sociedad, que uno nunca sabe dónde puede terminar.
Cuentan que se conocen desde 1974, cuando Carnota era guitarrista de Hamlet Lima Quintana. Fue en Rosario, y Fandermole era en ese entonces un estudiante de Agronomía, que siendo de un pueblo del interior de la provincia vivía, como corresponde, en una casa de estudiantes. “Eventualmente nos juntábamos en esa casa con Raúl y Hamlet a guitarrear, también los hemos hospedado alguna vez”, recuerda el santafesino, y Carnota delinea perfectamente en la memoria aquella casa “de la calle Italia”. “Yo también había planeado dedicarme a otra cosa, iba a ser veterinario –sigue Carnota–, pero a diferencia de Jorge, no me recibí. A los 19 años tuve un choque muy grande, me rompí la cabeza en tres pedazos, estuve con conmoción cerebral un mes y medio. Los médicos me prohibieron hacer cualquier esfuerzo intelectual por treinta años, y yo, que en ese entonces tenía la música a un costado, puse al frente la guitarra”, recuerda.
–Así planteada la idea de “juntada”, parece una manera de entender la carrera, o el oficio.
J. F.: –Me parece que sí, a varios nos ha dado por juntarnos en cosas que nos sacan un poco de la frecuencia o la agenda común que llevamos. Sin ir más lejos, vengo de tocar con Coqui Ortiz y Negro Aguirre en Rafaela, haciendo un repertorio en trío. Raúl está por ir a grabar con músicos extranjeros. Es nutritivo, uno se acerca a lo que está haciendo el otro y eso vuelve a la obra propia. Compartir tu música con otro te hace ver las cosas de una manera diferente, tocar distinto, te cambia el modo de ver. Diría que para mí, desde hace tiempo, es un ejercicio, cada tanto lo retomo y nunca dejo de lado la posibilidad de juntarme con quien tengo esos hilos de comunicación.
–Pero para eso tiene que haber un punto de partida de admiración.
J. F.: –Desde ya. A Raúl lo admiro íntegramente, por el modo de vincularse con la producción y la creación. Es un tipo que toma elementos de la tradición y al mismo tiempo que los recrea, los pone en otra dimensión rítmica de swing, si se quiere, los respeta. Y camina por un filo que me interesa mucho en cuanto al tipo de cosas que incorpora. Porque, en definitiva, uno siempre busca algo original, pero tiene que afirmarse o arraigarse en todo ese cancionero previo que lo ha formado. Además Raúl es muy cuidadoso en lo que hace, en cuanto a producción de letra y música, hay ciertos detalles que lo muestran como un músico muy, muy especial. La forma de tocar, la forma de comprender lo rítmico, y evidentemente, la forma de usar el lenguaje, es muy original, todo eso le admiro. Me parece que su obra es muy importante, por algo es tan tomada por otros intérpretes.
R. C.: –De Jorge yo admiro la construcción de sus letras, la profundidad que logra, también en su música. Es un tipo que trabaja mucho y tiene grandes hallazgos... Bueno, eso de trabajar mucho nos pasa a todos, trabajamos, trabajamos y por ahí la embocamos... ¡Fandermole la emboca muy seguido! (risas). Hablando en serio, ese modo de trabajo, que no es el de guiarnos por las modas, también nos aúna. A mí las modas me tienen sin cuidado, porque en general las modas vuelven, y en algún momento pasan por vos.
–Los paisajes que los rodean son bien distintos: el río en el caso de Fandermole, la gran ciudad en Carnota. ¿Creen que esos paisajes suenan en la música que hacen, se pueden escuchar concretamente?
J. F.: –A veces es imposible tener la perspectiva para ver esas cosas cuando se trata de lo que uno mismo hace. Pero sí tengo la certeza de que ninguno de los dos es íntegramente urbano, ni íntegramente rural. Yo soy rural por origen, porque nací en un pueblo agrícola, rodeado de ríos, pero soy urbano también. En el caso de Raúl, lo urbano se nota, pero también el conocimiento de lo rural, porque hay un uso del lenguaje poético y musical que implica un conocimiento profundo de ese ámbito. Por algo él ha hecho un disco que ha titulado Entre la ciudad y el campo. Es un tipo que nació en Almagro y que tiene un acercamiento a la música del Río de la Plata, al tango, pero también a la música del norte y a la sureña. Se ha ocupado de aprender y conocer esos lenguajes, y ha logrado cosas como la zamba “Como flor del campo”: tiene elementos de muchísima novedad en su estructura y en lo armónico, pero a la vez rasgos de zamba vieja, conserva la simplicidad de lo tradicional. No podría haber hecho algo así sin conocer ciertos paisajes, o por lo menos ciertos lenguajes vinculados a esos paisajes. En fin, supongo que sí, el paisaje te condiciona, pero en todo caso uno elige qué rasgos del paisaje quiere hacer emerger en su obra.
R. C.: –Ojo, a mí nunca se me ocurrió escribirle a los paisajes. Mi paisaje es el hombre: su drama, el humor, los conflictos que atraviesa, el amor. Todo eso me interesa, lo que rodea al hombre. Hay gente que está enamorada de los ríos, de las montañas, del monte, yo no: yo estoy enamorado del hombre. En “Como flor del campo” la que habla es la zamba en primera persona, es una mujer. El único tema que he dedicado a un paisaje es “Camino hacia Quimili”.
–Como autores en letra y música, ¿cómo se llevan con las versiones que cambian mucho lo que han hecho?
R. C.: –A mí me ocurre al revés que a Atahualpa, a quien le enfurecía que le cambiaran un acorde. ¡A mí me encanta que me cambien! Me encanta que versionen mis temas y que hagan cosas que a mí no se me ocurrieron. Eso es lo divertido, porque para hacer una fotocopia de lo que ya hice yo, mejor que hagan otra cosa. Hace poco escuché una versión de “Sólo luz” por un peruano que se llama Richard Villalón. Hizo un tema como abolerado, ¡para apretar en los boliches! Y estaba buenísimo... (risas).
J. F.: –En eso estoy de acuerdo con Raúl, no soy un purista que defiende a rajatabla los rasgos de identidad de lo que escribe, no me ofendo si me cambian. En mi caso sí, prefiero que las cosas sean como yo las hice, pero uno termina por entender que la dinámica de la música popular es así, los artistas van tomando una parte de las obras anteriores y las pasan por su propia voz y sensibilidad al integrarlas al repertorio. En ese sentido, me gusta tanto la versión de “Oración del remanso” que hizo Liliana Herrero como la del grupo Los Gofiones, de las Islas Canarias, o la de un nuevo grupo chamamecero del Chaco, Integración. Es una versión estrictamente chamamecera y está bárbara, me gusta porque cada uno le pone lo que tiene. Me enorgullece y me halaga.
–Entre todo lo que compusieron, ¿cuál dirían que fue el tema que más satisfacciones les dio, o el que más quieren por algún motivo?
J. F.: –Hay canciones que me gustan mucho, y que no necesariamente le gustan al resto de la gente, “Carcará”, por ejemplo, a mí me encanta. Y algunas canciones nuevas que todavía no grabé, también. Que terminen gustándoles a los demás es algo por completo azaroso. Uno le pone lo mismo a todo lo que hace, no es que yo dije: Ah, a “Sueñero” la voy a hacer con más dedicación. Siempre están hechos con los mejores ingredientes posibles, y si los resultados no son siempre los mismos, desde un punto de vista es porque algunos de esos ingredientes los pone el público con el cual uno dialoga.
R. C.: –Opino igual, yo quiero a todos mis temas, si no, no los hubiera hecho. El que más facturó es “Grito santiagueño”, eso es lo único que sé... (risas). Pero la satisfacción es la misma siempre, aparece cuando terminás de componer el tema. Entonces, siempre el mejor es el último.
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