“Mi oído acentúa como samba hasta al silencio”
La cantante tocará en Buenos Aires el 30 de junio y en Rosario el 1º de julio, para presentar su álbum O micróbio do samba. Y aunque esté instalada desde hace rato en Río de Janeiro asegura que ahora se nota más en su música su origen gaúcho.
Por Karina Micheletto
“O micróbio do samba”, anuncia Adriana Calcanhotto que trae su nuevo disco. Un microbio con el que dice haber nacido contaminada, marcado para siempre su oído en esa clave rítmica omnipresente, casi a modo de telón de fondo, de banda sonora constante de una vida. Hasta en el silencio. Claro que ese samba al que Calcanhotto le dedica ahora un álbum que puede entenderse como conceptual es un samba en su estilo, lejos de cualquier estridencia fijada por el simbolismo de un país que no para de bailar su alegría sin fin. El samba de Calcanhotto es suave, dulce y despojado, algo lánguido por momentos, cargado de guiños en la invitación al juego de palabra y melodía. Es un samba nuevo por su tratamiento musical, pero también por su poética, cargada de ironía femenina. Es un samba, dirán las notas firmadas del disco, que trae implícito otro microbio de origen: el de su marca gaúcha, que sigue sonando aunque la cantautora haya decidido hace rato instalarse en Río de Janeiro para desarrollar su carrera.
Calcanhotto es una de las artistas del panorama contemporáneo del Brasil que han logrado una conexión duradera con un público argentino ya instalado, y la gira de presentación de este disco servirá para confirmar esa condición de “local” a pequeña escala. El próximo jueves 30 de junio actuará en el teatro Gran Rex; el 1º de julio en el teatro El Círculo de Rosario, en dos presentaciones que dice imaginar con expectativas, en función de su última experiencia por estas tierras. “La última visita fue increíble, mágica... Sí, no encontraría otra palabra para definirla, fue mágica en relación con personas y lugares, experiencias que gané, incluida una visita muy especial a Montevideo”, dice en diálogo con Página/12, y avanza en la descripción de su “mejor recuerdo”: una visita al Malba en la que, afirma, la conmovió de manera especial una muestra de artistas emblemáticos brasileños, expuestos aquí.
El diálogo con esta mujer que no es una sino dos, si se tiene en cuenta la obra para niños (y no tanto) que desarrolla en forma paralela su alter ego “Partimpim” (ver aparte), comienza vía mail, y se completa en forma telefónica, en medio de cierto apuro por llegar a una presentación, y aun así amable y dispuesta. Está en Río de Janeiro, camino al teatro Rival, donde participará del Programa MTV Gremio Recreativo Arnaldo Antunes (una suerte de gran “ensayo abierto” propuesto por el músico), que en esta edición también comparte con colegas como Marisa Monte, Cezar Mendes, Jorge Mautner, y de tres “inseparables” de Calcanhotto: Domenico, Kassin y Moreno Veloso. De ellos, de sus “parceiros”, comienza hablando la autora de O micróbio do samba.
–¿Cómo elige a sus “parceiros”?
–Por una combinación de cualidades que tienen que ver con afinidades estéticas o musicales, claro, pero sobre todo éticas.
–¿Y cree que estas cualidades éticas pueden escucharse, que suenan finalmente en el resultado musical?
–Pues creo que sí. No entiendo el término “parceiro” como algo diferenciado según la función: tal persona es mi parceiro para hacer los arreglos, luego tal otra para la composición, y luego tal y tal en lo instrumental... No, todo eso viaja junto para mí, desde el principio, desde la concepción de la obra, siempre es una cuestión colectiva. Y para poder producir un trabajo artístico, tiene que haber admiración por esos parceiros. En fin, en este trabajo de hacer canciones, que encierra muchas dificultades, puedo decir que he logrado a lo largo de la vida encontrar las personas con las que concilio estéticamente y, por lo tanto, éticamente, y funcionamos como una familia. Somos una familia, porque yo no puedo separar la vida del concierto.
–En este disco participa Domenico Lancellotti en batería y percusión, y también Moreno Veloso como invitado. Faltó Kassin...
–¡Sí! Es que este disco se dio en un determinado momento sin planearlo mucho antes, su surgimiento fue muy espontáneo, apareció en medio de otro trabajo mío con Domenico. En ese momento no estaba Kassin, estaba llevando adelante otro proyecto suyo. Casualmente, en un ensayo del Gremio Recreativo, con la misma banda que compartimos con Kassin, sentí mucha saudade de hacer cosas con él. ¡Ahí me di cuenta de que faltaba!
Infectados
O micróbio do samba es el octavo disco de Adriana Calcanhotto, sin contar los dos que editó Partimpim. El título sale de una frase del compositor gaúcho Lupicínio Rodrigues (1914-1974): “Lupicínio Rodrigues fue expulsado del colegio San Sebastián al cabo de sólo una semana de clases –dice en el arte del disco–. Motivo: se pasaba todo el tiempo batiendo el tambor en clase y cantando canciones que nadie entendía”. Aquí aparece la cita: “Vea que, desde pequeño, llevaba en la sangre el microbio del samba, ese microbio que creció conmigo y no quiere abandonarme, cuanto más viejo me pongo, más se aferra a mí”. Calcanhotto firma debajo de la frase de Rodrigues: también ella está infectada.
–¿Cuál es exactamente ese “microbio” del samba del que habla el título del disco? ¿Y cómo, en qué medida, la “infectó”?
–Supongo que se refiere a esa condición mía de entender cualquier música o ruido cotidiano como samba. Porque es así: mi oído entiende todos los sonidos en secuencia como samba, acentúa todo automáticamente como samba, hasta el silencio. De hecho, soy hija de dos personas con alta sensibilidad rítmica y gran amor por el samba, así que puedo decir que nací contaminada por este microbio. Sólo que ahora, con este disco, eso quedó más explícito. Podría decirse que O micróbio do samba es el disco de esta aceptación.
–¿Y cuál sería un ejemplo concreto de esta “infección”?
–La verdad, es difícil ponerlo en palabras, pero puedo pensar en piezas de la música contemporánea, o en Debussy.. . O en el lavarropas, la cafetera, el ruido del tren, el croar de un sapo: todo eso lo escucho como samba. A veces, confieso, llega a ser muy cansador.
–Cuenta que Lupicínio Rodrigues duró sólo una semana en el colegio por batucar todo el día en clase y cantar cosas que nadie entendía. ¿Y usted, cómo recuerda sus días de colegio? ¿Alguna vez la música le causó problemas?
–Tuve mis problemas en el colegio, pero nunca al punto de correr el riesgo de ser expulsada. A mí me gustaba estudiar, hasta determinado momento, cuando ir a los bares a escuchar música en vivo se volvió mucho más interesante. Hace pocos días Domenico me contó que él sí fue expulsado del colegio y por el mismo noble motivo de Lupicínio: ¡batucar en clase! Hasta que lo supe, Domenico me caía muy bien. ¡Ahora me gusta todavía más!
–En este espectáculo se pone al frente del piano, mientras que siempre se la ha visto con una guitarra. ¿Por qué este cambio? ¿Cuál es su relación con cada uno de estos instrumentos?
–Mi instrumento es la guitarra, pero momentáneamente estoy imposibilitada de tocar por una lesión en la mano. Así es que la lesión me ha acercado al piano, me gusta mucho, pero la verdad, no aprendí a tocarlo del todo a pesar de dos años de estudios. Cuando estuvo listo el CD y empecé a pensar la gira, terminé dándome cuenta de que moriría de tristeza por no poder tocar la guitarra justo en el show de lanzamiento de un disco que compuse y grabé entero con el instrumento. Llegué a decir que no haría ningún show. Pero, fuera de la zona de confort, de estar en el escenario con la guitarra, me sentí bien, y el resultado es que el show estará en Buenos Aires y en Rosario. El apoyo de los músicos fue fundamental para eso, tuvieron mucha paciencia conmigo, son unos amores.
–En las letras de su nuevo disco la mujer asume la primera persona, con un rol independiente. “Tá na minha hora”, dice. Parece un alegato en contra del machismo que puede rastrearse en el samba tradicional. ¿Es así?
–Diría que es apenas una actualización de la voz femenina en el samba. Lo que las mujeres de mis sambas están diciendo ya sucede hace mucho tiempo.
–Hay cierto sello lúdico que aparece tanto en las canciones de Adriana Calcanhotto como de Adriana Partimpim. ¿En qué medida Calcanhotto ha “contaminado” a Partimpim, y viceversa? ¿Qué tienen en común y en qué se diferencian?
–Encuentro que ambas aprecian el espíritu lúdico de experimentación, que descubren que no precisan ser planas o serias. En ese sentido ellas se complementan. Disfrutan mucho la búsqueda de timbres. Las diferencias son más nítidas, a Calcanhotto no le gusta el acumulo, no es barroca, es más esencial que Partimpim... Bien, digamos que no tiene miedo de nada, sólo hace lo que quiere, por caso, bromear con la música.
–¿Partimpim piensa seguir activa, grabando nuevos discos?
–Sí, desde siempre el deseo fue producir una discografía y no un único álbum. Ahora estoy enteramente dedicada a Microbio.. ., entonces Partimpim tiene espacio para bromear e inventar, entonces no tengo la menor idea de lo que andará haciendo en este momento.
¿Hay algún músico contemporáneo argentino que le guste o le interese especialmente? ¿Le gustaría compartir escenario o grabaciones con alguno?
–¡Nacho Rodríguez y su Onda Vaga me encantan!
–No eligió a músicos instalados, sino de la escena emergente. ¿Cómo los conoció?
–A Nacho me lo presentó Moreno (Veloso). Y en un show que hicimos en la Argentina con el proyecto Tres (junto a Veloso y Doménico) llegamos a cantar una canción de Nacho (“Mambeado”). Me interesa no sólo porque es un músico muy talentoso, sino también, sobre todo, porque ha encarado su experiencia artística como una experiencia colectiva, en el mismo sentido en que lo entendemos nosotros: la que está al frente puedo ser yo, o Moreno, o Doménico o Kassin, o a veces somos Tres, o + 2, pero el punto de partida siempre es colectivo.
Los espectáculos de Calcanhotto tienen una fuerte marca teatral, aun en puestas tan simples y despojadas como su música. Esa relación con lo teatral parece actualizarse de algún modo en este disco con la elección del director de teatro Luciano Alabarce, nacido en Porto Alegre y apasionado de la música brasileña, dice Calcanhotto. Dice Alabarce sobre Calcanhotto: “Con este nuevo disco, Adriana va a sorprender a mucha gente porque, a pesar de vivir en Río de Janeiro hace muchos años y de adorar el lugar que eligió para vivir, cuanto más madura como artista creadora, más muestra trazos inequívocos de su lugar de nacimiento, su Rio Grande do Sur. El samba de Adriana es carioca y es gaúcho, y recuerda, evolutiva y cariñosamente, un coterráneo ilustre: Lupicíno Rodrigues”.
–¿Qué opina de esta idea de Rodrigues? ¿Siente que su marca de origen gaúcha está cada vez más presente?
–Sí, creo que concuerdo con él en ese aspecto. No es que me vaya volviendo gaúcha con el tiempo, esa marca siempre esta, y está también la marca carioca, inevitablemente. Pero es cierto que al escuchar estas canciones bajo esta observación, descubro esa marca aflorando en mí.
–¿Y eso es algo buscado?
–¡Nooo! Nada de lo que yo hago es buscado. Trato de no andar mucho buscando cosas. Más bien atrapo lo que aparece (risas).
ADRIANA CALCANHOTTO EN EL GRAN REX DE BUENOS AIRES.
SAMBA MUTANTE
Adriana Calcanhotto se declara infectada por O micróbio do samba. Dice que el ritmo nacional de Brasil la persigue desde que tiene uso de razón, como una compañía sonora constante. Así llamó a su último disco, que presentó el jueves en Buenos Aires y anoche en Rosario. Ocurre que el microbio en cuestión ha incubado en esta cantautora, que es gaúcha de origen, pero carioca por elección, una forma nueva de virus: este samba ha mutado, adaptado al estilo encantador de su portadora. Así sonó en la presentación porteña, en una noche polar en la que unas tres mil personas ganaron la sensación térmica de un samba leve, delicado, dulce, lúdico. No el sofocón transpirado de la frenética alegría brasileña sin fin, sino la suave brisa de un suave y reparador abrigo musical.
Trobar nova, el espectáculo que trae a Calcanhotto junto a su coequiper Domenico Lancelotti, el ascendente Davi Moraes (que formó en las bandas de Caetano Veloso y Marisa Monte y tiene una carrera solista) y Alberto Continentino, que también integra la banda desde hace rato, se proponía como un repaso por los éxitos de la cantautora, además de la presentación de algunos temas del reciente lanzamiento. El orden fue, en rigor, el inverso, con la mayor parte del repertorio integrado por canciones que, habiendo salido hace apenas días el material en la Argentina, el público no conocía. Y que, sin embargo, despertaron la hinchada argenta y el entusiasmo de quienes supieron gritar en portugués: ¡Cantá lo que quieras!
El tema que abre el show es el mismo que abre el disco, “Eu vivo a sorrir”. Están también “Mais perfumado”, “Vem ber”, “Deixa, gueixa”, “Ta na minha hora”, “Voce dice nao lembrar”, el tema más redondo y potente del álbum, aun en su languidez, que llega para el final. “Ahora, es mi hora”, dice el samba de Calcanhotto. “No llores, negrito. Te dejo la heladera llena y sin promesas, que al fin del Carnaval estoy de vuelta.” De fondo, un lacónico laialaiá de Lancelotti confirma cómo ha quedado ese hombre en casa, tan solo, tan llena su heladera. Calcanhotto no está esta vez con su guitarra, suerte de escudo protector para esta mujer que se adivina tímida en la exposición y que ahora baila su samba desde esta misma timidez, tira brillantina, toca con cajitas de fósforos, con un secador de pelo, con un cuchillo sobre un plato, con una bandeja con tazas. El bis es “Vambora”, un éxito que en Brasil sonó en una telenovela, en una versión que acentúa O micróbio do samba que ya estaba latente.
Fueron una hora y cuarenta minutos de samba leve y delicado, irónico y de una femineidad sin brillantinas, complejo en su estructura y a la vez pegadizo, entrador. Una vez abiertas, las puertas del Gran Rex devuelven la cachetada de la realidad polar de Buenos Aires. Algunos la afrontan repitiendo por lo bajo, como un mantra protector, los versos que han quedado pegados a la primera escucha. Cuidado: O micróbio do samba es altamente contagioso.
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