“Hay que romper barreras”
El bajista de King Crimson y Peter Gabriel encontró en el Chapman Stick la herramienta adecuada para hacer evolucionar a su música. En la aplanadora de virtuosismo que trajo a Buenos Aires están el baterista Pat Mastelotto y el guitarrista Markus Reuter.
Lo primero que dice es que este año trae más King Crimson en su repertorio. Enseguida agrega que desde que llegó a Buenos Aires no hace otra cosa que tocar, para sentir cómo suena su música ante la pasión argentina y la especial condición de ciudad cosmopolita que tiene Buenos Aires. Tony Levin regresó a la Argentina con su trío Stickmen, una especie de aplanadora virtuosa que formó junto a Pat Mastelotto en batería y Markus Reuter en guitarra. El stickista, que como bajista formó parte de King Crimson y es algo así como el instrumentista fetiche de Peter Gabriel, tocó anoche con entradas agotadas y repetirá hoy a las 21 en el Teatro ND Ateneo (Paraguay 918).
Grabó con el John Lennon de Double fantasy, Pink Floyd, Liquid Tension Experiment –un grupo formado con miembros de Dream Theater–, White Elephant, Yes, Asia, Karen Carpenter, Eros Ramazotti, Alice Cooper y Fernando Samalea, entre muchos otros, además de concebir numerosos trabajos como solista. Toca el bajo tradicional –inclusive de manera no tradicional–, pero hace mucho tiempo adoptó el Chapman Stick, una síntesis de bajo y guitarra que se toca con la técnica del tapping. En un ida y vuelta constante entre las formas más sofisticadas del rock y la experimentación, Tony Levin, a los 65 años, actúa como un músico inquieto. “Con mi trío Stickmen pinta un poquito de tradición de King Crimson”, asegura y evoca cuando vino con aquella banda en 1996. “Nos quedamos un mes y eso fue de gran influencia para nosotros. La atmósfera, la actitud hacia la música que percibimos aquí, fue muy especial.”
–El año pasado vino a la Argentina con un trío del que formaba parte otro stickman, Michael Bernier; esta vez estará en su lugar Markus Reuter. ¿De qué manera influye este cambio en su música?
–Bueno, cambiar un intérprete en una banda en la que hay sólo tres músicos es un gran cambio, desde luego, y todo cambio conlleva dificultades. Pero también ofrece la oportunidad de crecer. Tenemos un gran respeto por Michael, pero él ya no podía salir más de gira y nosotros somos una banda que realmente necesita sentir su música viva en los escenarios y las giras. Es una parte importante del asunto para nosotros. Entonces Markus (Reuter) nos vino justo, porque tocó con Robert Fripp y conoce muy bien el espíritu de King Crimson. Ahora tenemos la oportunidad de hacer algunos temas de King Crimson que no podíamos hacer antes.
–¿Qué lugar ocupa la improvisación en Stickmen?
–En algunos shows improvisamos mucho, nos gusta tener siempre una canción que comenzamos de cero allí, en el escenario, y de ahí vemos qué pasa. Pero esta vez no haremos ese tipo de improvisaciones. Tenemos algunas composiciones en las que hay algo escrito y algo no escrito, y se puede escribir dejando espacio para mucha improvisación, como pasa en algunas de las composiciones nuevas.
–Hace más de treinta años que toca el Chapman Stick. ¿Todavía descubre cosas en él?
–Absolutamente. Ahora, más que nunca. El stick tiene muchas cuerdas, y la mitad de ellas son de guitarra, pero durante muchos años sólo toqué las cuerdas de bajo. Eso, por un lado. Pero además, en estos últimos años, quizás a partir de que formé el grupo Stickmen, empecé a fascinarme con otras técnicas que pueden desarrollarse en el stick: notas golpeadas, sobretonos, diferentes efectos, tocar con un arco de violín, cosas así. De hecho, lo que ahora trato de hacer todo el tiempo es crecer como ejecutante de stick, encontrar nuevas áreas musicales para mí. Este tiempo es perfecto para eso, porque nos gusta la música progresiva, nos gustan los desafíos. Esta idea de tocar de manera inusual funciona muy bien en el stick y es perfecta para llevarla a Stickmen.
–¿Ser progresivo es experimentar?
–Le diré la historia real: cuando te volvés viejo, te volvés rígido. Comenzás a correr el riesgo de entumecerte, en muchos sentidos. No sólo por la flexibilidad del cuerpo, también la de tu mente. Y también la de tu creatividad. Entonces, ahora que me estoy volviendo viejo, ser creativo es hacer un gran esfuerzo por ser flexible. Para mí, ser creativo a los 60 y pico es ser capaz de decir adiós a ciertas ideas que tenía antes, especialmente en mi instrumento. Porque es muy fácil tocar de un modo anticuado, del modo que ya sé que funcionó antes. Y el proceso que se atraviesa para encontrar una nueva manera por lo general no es cómodo. Esa es la única manera que tengo de sentir que sigo creciendo, como músico y como artista.
–¿Cree que el rock actual es progresivo?
–“Progresivo” es una expresión difícil de definir. Por el hecho de haber estado en King Crimson, estoy muy al tanto del conflicto que provoca la definición de “banda progresiva”. Para algunos, lo progresivo era lo mejor que King Crimson solía hacer en los ’80. Para nosotros, en cambio, lo realmente progresivo era tratar de no tocar nunca como habíamos tocado antes. Entonces, para mí lo progresivo tiene que ver con la respuesta a esa pasión, de tratar siempre de romper nuevas barreras y hacer nueva música. A veces puede pasar que lo intentes y que no tengas éxito. Pero creo que ese intento es la única manera noble de ofrecer música.
El trío de Levin fue demoledor en temas como “Indiscipline” o “Vroom Vroom”.
La disciplina de un trío notable
El ya legendario bajista y stickista de King Crimson y Peter Gabriel mostró, con Mastelotto como motor principal, una estética explícitamente deudora de la del grupo de Fripp. Tal vez no sorprenda. Pero suena como los dioses.
Por Diego Fischerman
La relación de la música con la exhibición de virtuosismo es estrecha. Muchas veces subestimada y en ocasiones denigrada, esta línea, que cuenta con antecedentes que van desde Paganini (o antes Frescobaldi o el mismo Bach) hasta Hendrix, Omar Rodríguez-López o, claro, Robert Fripp, ha funcionado como polo de atracción y, también, de tensión. A veces ha producido meras frivolidades, más circenses que musicales. Y a veces ha generado estéticas. Ese virtuosismo, en definitiva, puede ser un fin en sí mismo o un medio –o un material– para construir una gramática. El trío conformado por los notables Tony Levin, Markus Reuter y Pat Mastelotto tiene un poco de cada cosa. Y cuando se desprende de la complacencia ante la propia contemplación (o escucha) puede ser demoledor.
Con una estética explícitamente deudora de King Crimson, el trío tiene como motor principal el descomunal trabajo de Mastelotto, siempre sorpresivo en sus subdivisiones y capaz de pasar de la máxima violencia a la más tenue de las sutilezas. Levin y Reuter, por su parte, tienen una admirable capacidad para entretejer ideas y para generar entre ambos volúmenes de singular riqueza. Ambos tocan, casi siempre, con la técnica del tapping (percutiendo la cuerda en el lugar donde se la pisa) pero, tal vez, lo más interesante en el show con el que se presentaron en Buenos Aires (en su visita anterior el trío había incluido a otro stickista, Michael Bernier, en lugar de Reuter) fue el uso del arco en el stick, unido a pedales que enmascaraban los ataques en la guitarra –en rigor, una touch style guitar, construida por el mismo Reuter, que tiene las mismas características del stick–, para lograr una atmósfera de sonidos literalmente surgidos de la nada.
La apertura con “Indiscipline”, ante una sala tan llena como incondicional, planteó las reglas del juego que se mantendrían –tal vez con pocos matices– durante toda la noche. Con explosiones como en el tema “Vroom Vroom” o en “Red”, poco importaba, en realidad, que la composición fuera original de Crimson o no. Reuter es un guitarrista que ha tocado con Fripp y la empatía con esa corriente es obvia. En un contexto general de impecable técnica y calculada experimentación sonora (en la mayoría de los casos con sonidos presampleados) la audacia se centra, sobre todo, en cuestiones estructurales. Los temas son sumamente abiertos y la sucesión entre pasajes más arreglados y momentos de mayor libertad colectiva no obedecen a una fórmula estandarizada. También allí, en todo caso, sobrevuela la enseñanza de King Crimson. Varios temas de los últimos discos de Levin –“Soup”, “Hands”– y varios estrenos, además de los clásicos de King Crimson, lo que el poderoso trío de Levin mostró, en todo caso, fue la potencia y la convicción con la que llevan adelante una propuesta de irreprochable coherencia.
Si en la música de este Stickman Trio sobrevuela la vieja cuestión, hoy un tanto caída en desuso, de lo “progresivo” en el campo del rock (o de las músicas crecidas a partir de esa tradición), lo cierto es que es posible trazar una línea que une al viejo Crimson con el “I Want You (She’s So Heavy)” de los Beatles, hacia atrás, y con Mars Volta, hacia delante. Eventualmente, queda claro que ese sonido, esa manera de concebir la relación entre ritmos y estructuras obsesivas, densidades envolventes y cierto ruidismo, unidos a la deslumbrante muestra de recursos instrumentales, sigue en gran medida vigente. Podría reprochársele, a este trío, el conformarse con ese universo. El no intentar romper sus límites a ver qué hay más allá. Pero no sería justo. Levin, un testigo presencial de gran parte de lo más importante sucedido a la vera del rock durante los últimos cuarenta años –tocó, además de con King Crimson, con Peter Gabriel, con Pink Floyd y con John Lennon, entre muchísimos otros– se siente cómodo en ese mundo y encuentra allí el vocabulario que le resulta más natural. Es posible que ya no sorprenda. Pero su música tiene el sabor fuerte y definido de lo genuino. Y además está tocada como los dioses.
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