Tras más de treinta años de carrera, el trío de Athens prefirió concentrarse en su propia marca registrada sonora antes que en buscar nuevas aventuras. Y le sale bien, con el que probablemente sea el mejor disco que podría grabar a esta altura.
Por Roque Casciero
¿Hasta cuándo se le puede pedir a una banda que se reinvente a sí misma en cada disco? ¿Cuál es el punto en la carrera en que puede, si no descansar en los laureles, al menos regodearse en el clasicismo que ella misma estableció? Las preguntas vienen a cuento de Collapse into Now, el decimoquinto en la trayectoria de R.E.M., porque lo primero que el oyente desprevenido pensará será: “Esto ya lo escuché”. Es que el trío de Athens, Georgia, decidió que, al menos por el momento, ya no es tiempo de nuevas aventuras en alta fidelidad (nada cercano a Up ni al aburridísimo Behind The Sun), sino de concentrar fuerzas en hacer buenas canciones con la marca propia en el orillo. Y entonces, sí, R.E.M. suena a todo eso que varias generaciones ya conocen como “sonido R.E.M.”, con la inconfundible y versátil voz de Michael Stipe en primer plano, acompañada por las armonías vocales trademark del bajista Mike Mills y la guitarra de Peter Buck, a veces trepidante, otras capaz de desarmar al más duro con sus arpegios.
¿Y eso está mal? O, en todo caso, ¿se les puede exigir a estos tres tipos con más de treinta años de ruta que entreguen un nuevo Document, otro Out of Time, un Automatic for The People? Claro, si llegaron a esas alturas, bien podrían hacerlo una vez más, quizá razonará alguno. O estará aquel que pide riesgo permanente, como si los artistas sólo fueran equilibristas sin red. Nadie les impedirá abandonar el barco si sienten que precisan de emociones frescas y fuertes: hay demasiada música ahí afuera como para verse obligados a prestarles atención a estos tres cincuentones que alguna vez le abrieron las puertas del mainstream a la Generación X. Pero, claro, eso sería perderse un buen disco de R.E.M., probablemente el mejor que podrían hacer a esta altura de su historia.
“Discoverer”, que abre el álbum con una carga de gaiteros desde la guitarra de Buck, hubiera encajado en el espíritu eléctrico de Monster, mientras que en “Uberlin” la acústica les deja aire a las voces de Stipe y Mills, en uno de esos clásicos midtempos del trío. “Oh My Heart” arranca con vientos, pero de inmediato hace su entrada la vieja y querida mandolina de Buck, que le da identidad a esta especie de “Everybody Hurts” valseado. “Me he ganado mis alas”, canta Stipe –quien le ofició de ángel de la guarda a un par de generaciones rockeras– en “It Happened Today”, una canción que bien podría haber firmado Patti Smith. Precisamente, el hada madrina del vocalista (el disco Horses, de Smith, fue el que lo decidió a dedicarse a la música) vuelve a aparecer en un trabajo de R.E.M.: “Blue” tiene evidentes contactos con “E-bow the Letter”, que grabaran juntos en New Adventures in Hi-Fi (96).
Otros invitados estelares son Eddie Vedder, de Pearl Jam, quien mete unos coritos irreconocibles en la mencionada “It Happened Today”, y la sacada de Peaches, que incendia la de por sí vertiginosa (interprétese también por “Vértigo”, de U2) “Alligator Aviator Autopilot Antimatter”. El gran Lenny Kaye, guitarrista de toda la vida de la señora Smith, también echa nafta al incendio. Después, la urgente “That Someone Is You” (“Necesito a alguien que haga el primer movimiento/ ese alguien sos vos”) tiene algún punto de contacto con “It’s The End of The World as We Know It (and I Feel Fine)”, mientras que “Me, Marlon Brando, Marlon Brando and I” remite desde el título a la “Pocahontas” de Neil Young, aunque ahí se acaben las referencias: es una canción tan R.E.M. que si la hubiera hecho otro sería un afano. Cuestión de ADN, como todo Collapse into Now.
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