El booklet de su flamante “La madre de todos los picantes” trae instrucciones para reseñar el disco en un blog y un test para saber cuánto te gusta el rock.
Por Julia González
“¿Por qué no? Dijimos: ya que hacemos un disco doble, hagamos un disco triple. Y después, cuando empezamos a pensar en el momento de la producción, un amigo nuestro nos comentó que en Estados Unidos las bandas hacen este tipo de cosas, convocar a los fans y hacer una pre-venta del disco, ofreciéndoles algo a cambio, por ejemplo aparecer en los créditos, tener el disco antes o comprarlo más barato”, cuenta Mariana Bianchini (voz) de Panza. La madre de todos los picantes, sexto disco de la banda, surgió así, de canciones que fueron acumuladas en tres años sin grabar y otras que fueron apareciendo. La primera decena de la vida de Panza —como la de muchos otros— fue marcada por los siete presidentes, una crisis en 2001 y claro, un Cromañón. Esta coalición de discos (el primero de canciones, el segundo progresivo y el tercero de improvisaciones, con invitados de jazz) se echó a dormir en la fama de banda inquieta que Panza supo conseguir. El booklet trae instrucciones para reseñar el disco en un blog, un test para saber cuánto te gusta el rock and roll y hasta arroja luces ante un gran dilema: “¿Voy a morir joven?” Bien rocker. “¿Estás enojada? ¿Nos odiás?”, quieren saber Sergio Alvarez (guitarra) y Franco Barroso (bajo) al enterarse de que la cronista del NO leyó entero el booklet que —por qué no decirlo— somete al lector a cierto delirio. Mariana lo confirma: “Una banda como Panza se puede permitir eso, no cumplimos con ninguna regla”. Pablo Contursi, ex baterista de la banda, a quien reemplazó Agustín Barbini, es escritor y la idea era que tuviera vía libre para expresarse desde su otra rama del arte. O tal vez se trate simplemente una estrategia de marketing.
La convocatoria a los fans a participar del disco se dio a través de Facebook (“que nos viene salvando estos últimos dos años”, aseguran), pero antes surgió el deseo y después hicieron las cuentas. Pero esos fans salieron de abajo de las piedras y el disco tuvo un final feliz. “Necesitábamos cierta cantidad de gente y apareció pero podría no haber aparecido. No fue una planificación empresarial bien hecha. Nos dio, pero podría no haber salido. Tampoco estábamos poniendo en riesgo de nada”, cuenta Sergio, tal vez un poco de vuelta en los devenires que acicalan al mundo del rock. “Nos tiramos el lance, ¿qué podía pasar? ¿Que vendamos dos? Bueno, ya esa plata nos sirve. Pero estuvo bueno porque fue una devolución por parte del público después de tantos años de tocar”, agrega Mariana.
Una banda como Panza, que puede ir desde lo más dulce hasta lo más ácido del rock, demuestra ser indestructible. Y eso se nota en los tres discos que encierran básicamente el concepto que ellos tienen del rock, un especiero con diferentes sabores: intenso, fuerte, áspero, acoplante, catártico y estridente, que se irán descubriendo a través de las escuchas y de las presentaciones en vivo. Aunque cuando se les pregunte hacia dónde va Panza, responden “claramente hacia el fracaso”, tal vez emulando el chip del disco anterior, Pequeños fracasos V2.0. Son los chistes internos de Panza, y como no pueden quedarse quietos, ya están componiendo nuevas canciones, que en La madre de todos los picantes devinieron rockeras con tintes metaleras.
—¿Cumplieron sus expectativas con estos tres discos?
Mariana: —Sí, seguro, pero siempre querés más y otra cosa. Ya estamos pensando en cosas nuevas. El disco es como una fiesta de casamiento, ¿cuántas veces vas a ver el video? El disco es el álbum de fotos. Por eso el vivo es siempre distinto.
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