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sábado, 5 de marzo de 2011

Suna Rocha: “Vengo de la naturaleza”


En su disco “SOS Agua”, la cantante cordobesa recorre un cancionero tradicional y variado que busca generar conciencia sobre el agotamiento de los recursos naturales.

POR Lucia Turco


Nadie puede querer aquello que no conoce”, dice Suna Rocha y, acto seguido, recuerda los juegos de infancia en el norte de Córdoba, donde la naturaleza era siempre protagonista. Sin alejarse de la tierra y del folclore, como el género que, a su entender, mejor habla de ella, la cordobesa cuenta el proceso de gestación de SOS Agua , su último disco. Allí se abre a un repertorio que va de Yupanqui a García Lorca, pasando por el Cuchi Leguizamón, Eladia Blázquez, Serrat, Jorge Drexler y Gabriela Mistral, con la participación de músicos como Pedro Aznar, Ramón Navarro y Nicolás Brizuela. Después de siete años de su último disco, Maldición de malinche , este nuevo trabajo está dedicado a la necesidad de salvarnos salvando el agua. Aunque la charla hace pensar también en una metáfora de la cultura: en la capacidad del agua de expandirse entre las piedras.

¿Cómo surge este nuevo disco después de varios años sin grabar?

Hubo unas cifras que me llamaron a la reflexión. Hay 97 por ciento de agua salada en los mares, un 1,8 por ciento congelada en los polos y sólo un 0,3 por ciento de agua potable. Me hizo pensar lo interesante de que los artistas populares tomen como bandera estas cuestiones. Yo vengo de la naturaleza, vengo de una región que está muy emparentada con el cosmos, las estrellas, la luna, que la veíamos, como el sol, desde que sale hasta que entra. Ese contacto con la naturaleza me dio una visión que, necesariamente, es diferente de la de la gente de una ciudad. Uno de los temas que grabé, “El hombre y el agua” (Serrat), habla de lo poderosa que es el agua. Dice que mata el fuego; una cosa tan contundente, tan tremenda, y sin embargo el agua puede con él. El agua agujerea la piedra.

¿Qué desafíos significó interpretar nuevos autores?

Mi cabeza ha comenzado a abrirse a otras cuestiones, no se queda en pintar solamente la aldea. Yo no he exigido nada. Creo que me voy a abrir cada vez más a otras músicas, a otras cosmovisiones musicales que me enriquezcan. Siento que ya no puedo darme el lujo de grabar pavadas, que cada vez estoy más sabia y el día de mañana quisiera ser una viejita sabia.

Su compromiso con la música parece guardar un concepto muy claro sobre la función del artista. ¿Cómo definiría esa función?

Yo veo que la gente joven ha tomado la bandera del amor, el tema romántico, y pienso que debieran concientizarse un poco. No tienen claro que nos ha dado dios una buena garganta –como dice Yupanqui en “El canto del viento”–, no para nuestra vanagloria u otra cuestión que no sea nuestra responsabilidad. La cuestión del artista va mucho más allá. Yo podría haber hecho un disco totalmente facilista y económicamente vendible, sé lo que tengo que grabar para hacer una cosa así. Pero si decimos que somos cantores populares será porque a alguien representamos y lo más coherente es hablar por ese alguien que no puede hablar, que no tiene acceso a un micrófono. Es época de no hacernos los distraídos y de tratar de ser sinónimo de aquello que le pasa a la gente.

Su vocación se manifestó desde temprana edad. ¿Siempre sintió esa responsabilidad?

Estaba absolutamente convencida de que iba a ser una cantora, sabía que era el camino que me tocaba andar como vocación. Y desde muy chica sentí la sensación de que debía mirar la poesía en serio, porque siempre me gustó la buena poesía y leí a los referentes nacionales y latinoamericanos: Yupanqui, Castilla, Ciro Alegría. Hay muchos y muy buenos poetas nacionales.

¿Qué cosas han cambiado en el folclore desde que comenzó a cantar con Raúl Carnota a esta parte? ¿Se puede hablar de una renovación?

Ningún crítico de esta música ha dicho jamás que hay una música folclórica antes y otra después del Cuchi (Leguizamón). Sucede parecido con Raúl Carnota que fue, en su aparición, un intérprete muy interesante: en sus composiciones está la verdadera renovación, con elementos de jazz , de rock , al servicio de la música folclórica. Se cree que poniendo un saxo se da una renovación. No, es a partir del conocimiento armónico, de esas vertientes musicales puestas al servicio de lo folclórico desde donde se enriquece y se renueva. En el canto, es a partir de los fraseos, se saber expresar una letra. Yo escuchaba “La añera” por ciertos conjuntos que cantaban sin expresar un contenido. Cuando tuve la posibilidad de pararme y leer bien primero lo que dice esa poesía, me di cuenta de lo trascendente de su letra, pinta nada más ni nada menos que el desarraigo: “Tira el caballo adelante/y el alma tira pa´ atrás”... La mayoría de los intérpretes no dicen las letras, no las interpretan.

No obstante eso, ¿cree que hay representantes jóvenes del folclore que sean interesantes?

Hoy veo muchos grupos de cuatro jóvenes que suenan parecidos, con una estética de cuarteto, que cantan canciones diabéticas, con un contenido poco interesante, temáticas comerciales que poco tienen que ver con los referentes que nos apasionaron no hace tanto. Hay muy buenos ejecutantes del género, muy buenos músicos, creadores fenomenales, pero no tienen cabida. Creo que no es un buen momento para esta música, ella no ha escapado a la chatura que vemos en los medios.

¿Qué espera de la música más íntimamente?

Pienso qué sería de los seres humanos si no hubiese existido la música. No me puedo poner en el otro lugar, yo sé lo que es estar en este lugar. Yo digo que el folclore es una música marginal. Ahora este fenómeno de marginación se da con más fuerza: antes había más espacio para la música popular. Además, otros países tienen otra mirada de su música popular, como Brasil, Chile.

La conciencia sobre la naturaleza se ha manifestado siempre en sus discos: Maldición de Malinche venía con una semilla de algarrobo (especie en extinción en la Argentina) con la idea de que cada disco se transformase en un árbol. Suna sugiere que hay algo en común entre la marginación del folclore y el desconocimiento de la propia tierra. “Hay que detenerse en sus sabores, en sus colores. A mí me tiran en Jujuy y me doy cuenta dónde estoy por los olores de los tejidos, de las comidas”, asegura y recuerda cuando, junto a Raúl Carnota, cantaron invitados por Mercedes Sosa y se entabló el primer diálogo con el público, que demostró su aceptación por esos dos jóvenes aplaudiendo en la mitad de la estrofa de “Grito santiagueño”.

Dice que quiere ser una persona sabia, ¿qué es para usted la sabiduría?

El compendio de todo un paso por esta vida. He ido almacenando cosas en mi cabeza, en mi sentir, en mi espíritu, que dan como resultado ser una persona con mucha experiencia. Mi abuelo paterno sabía cuándo iba a llover y cuándo iban a caer piedras. Ahora, cuando veo esos cielos verdosos sé que viene tormenta porque mi abuelo me lo enseñó. Eso lo da el poder de observación, de detenerse a observar. De chica me pasaba horas mirando los escarabajos, buscando nidos de pájaros. Me encanta la naturaleza y voy a volver a ella para detenerme las horas y los días que yo quiera.

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