Este increíble Beverly rico que resistió con su cuerpo todo tipo de calamidades, excesos, enfermedades y adicciones, es un milagro de la ciencia y –por qué no– del rock.
Por Juan Ignacio Provéndola
Es probable que se diga eso de mí para darle un respiro a Keith Richards”, dice una voz en el teléfono. Hace poco, un laboratorio estadounidense examinó su código genético para tratar de entender lo inentendible: cómo es que, a los 61 años de una vida sin renuncios, Ozzy Osbourne aún sigue vivo. Se reventó el cuello andando en cuatriciclo, fogoneó comas alcohólicos varios a razón de cuatro botellas de cognac por día, comprometió su sistema inmune al punto que le diagnosticaron erróneamente HIV positivo, y hasta sobrevivió casi indemne a la embestida que un avión fuera de control hizo sobre su micro en una gira. Su vida pareció ser una permanente provocación a la misma muerte, tarea que hizo con mucho esmero y –como vemos– poco éxito. “Lo tuyo es un milagro médico”, fue el dictamen prosaico del cuerpo médico que, ante su presencia y la de su esposa, Sharon, expuso los resultados en público.
El análisis, hecho en la universidad de Harvard, reveló que una mutación en uno de sus genes fue la que facilitó la digestión del alcohol en su organismo. “La idea estuvo buena, aunque en el fondo no hacía falta un científico de Harvard para entender que lo mío es algo infrecuente”, ironiza Ozzy desde su mansión en Beverly Hills, poco antes de pisar Buenos Aires como primera escala de una extensa gira por Sudamérica. El informe también destacó que, a partir del ADN mitocondrial, de herencia materna, el cantante tiene lejanos parentescos con personajes tales como el último zar ruso, un rey de Inglaterra, el gangster Jesse James y algunos de los pompeyanos que murieron sepultados por el volcán Vesubio en el 79 d.C. “Si alguno de los Osbourne de Pompeya hubiese bebido tanto como lo hice yo, tal vez ni habría sentido la lava”, bromea, poco antes de su primera presentación porteña tras el show del 2008 en River.
Su agente de prensa pide encarecidamente que se le hable fuerte y claro y, luego, sugiere paciencia. Ozzy atiende cada pregunta con deferencia, aunque a menudo viola los pactos fundamentales de toda comunicación alargando respuestas con un aplomo insostenible o abortando declaraciones a través de frases ininteligibles. No es difícil imaginar el temblor de sus manos y el rictus que le deja la tonelada de pastillas que debe tomar hasta el último día de su vida. El alto costo que pagó por inmolarse en nombre de su leyenda salta a la vista en cada uno de sus movimientos y todo parece insumirle un descomunal esfuerzo.
Así las cosas, su presentación del 26 de marzo en GEBA (junto a Claudio O’Connor y lo que queda de Sepultura) no hace otra cosa que seguir rompiendo pronósticos y especulaciones, demostrando que aún le queda cuerda para editar discos y salir por el mundo. El show de Buenos Aires inicia una gira sudamericana de diez fechas, a ritmo de una cada día y medio, auténtica faena sanmartiniana que, como tal, concluye en Bogotá. Aunque promete un repertorio copado por clásicos (en sus últimos shows no faltaron Bark at the moon, Crazy train y Mr. Crowley ni la ineludible cita a Black Sabbath a través de Iron man, Paranoid o War pigs), la excusa del tour es la presentación de Scream, el álbum con el que alcanza la docena de discos de estudio y el primero tras la partida de Zakk Wylde (viene a Argentina con Black Label Society el 26 de mayo), incondicional ladero de Ozzy durante 22 años que ahora es reemplazado por el guitarrista griego Gus G.
“La banda que tengo ahora, en esta gira, es la mejor que he tenido en muchos años. El tour viene siendo excelente y nos divertimos muchísimo. Tocamos sets más largos, hacemos canciones que generalmente no incluíamos en el repertorio y todo viene siendo maravilloso –dice, luego del lugar común y antes de hacer un poco de fulbito para la tribuna–. La banda es grandiosa y les encantará, no veo la hora de llevarlo para Argentina. Ahí, la gente se vuelve fucking loca. Es el tipo de público que me gusta y realmente amo ir, lo digo de corazón.”
–Scream es el segundo disco que grabás después de tu última rehabilitación. ¿Cómo llevás el trajín de girar y grabar en estos nuevos tiempos?
–En otras épocas, la idea era salir de gira en gira y hacer breves pausas para componer y grabar un disco lo más rápido posible. Ahora tal vez no haya cambiado mucho, porque hacía tres años que estaba de gira cuando empecé a grabar Scream. La diferencia es que, ahora, me tomo mi tiempo para hacer un disco, principalmente gracias a que me armé un estudio propio en mi casa. Además, contrato un avión para poder desplazarme cómodamente junto a la banda, que tal vez compartamos con Mötley Crüe en una gira que estamos planeando.
–Ellos fueron los que confirmaron, en su autobiografía, aquella historia en la que te tomabas una línea de hormigas.
–Es cierto, aunque sinceramente no lo recuerdo. Hice una gira con ellos en los ‘80 que fue muy violenta. La combinación era explosiva, aunque sé que Nikki Sixx no toma más, así que calculo que esta vez será diferente.
–Ozzy Osbourne no sólo es un legendario cantante sino, también, una marca comercial eficazmente explotada. ¿Cuál es tu participación en esto último?
–¿Sabés qué? Básicamente, yo soy la estrella de rock. No me considero una fucking cosa comercial. A pesar de haber tenido el reality show, yo me ocupo con la música. No manejo otra cosa, no me interesa.
–El año pasado cantaste como invitado en el disco solista de Slash. ¿Nunca pensaste en armar un dream team con otros músicos?
–Con Slash grabé porque me lo había pedido tantas veces que, finalmente, lo hice. Para serte honesto, nunca ni siquiera he pensado en grabar un disco o salir de tour con otras estrellas, lo que no quita que pueda ser posible ya que no es mala idea.
–Pese a que todos conocemos el significado de “War pigs”, nunca fuiste muy afecto a reflejar en tus letras el contexto social y político en el que fueron compuestas. ¿Existe algún motivo?
–Decidí no hablar de política porque no la entiendo. Prefiero tocar rock and roll.
–Siempre nombrás a The Beatles como tu gran referente musical. ¿Creés que la música aún tiene la posiblidad de volver a concebir otro fenómeno de semejante magnitud?
–Nunca se sabe, pero no lo creo. La gente ahora escucha al maldito de Justin Bieber, así que no creo que estén las condiciones dadas para que exista otra banda como The Beatles.
Perfil de un guerrero
Luego de las presentaciones de rigor en el mercado estadounidense, la antesala de la gira por Sudamérica que lo traerá a Argentina fue el show que ofreció el domingo último en el Coliseo José Miguel Agrelot de San Juan de Puerto Rico, país en el que no tocaba desde el lejano 1984. Como pocas veces, este Scream World Tour incluye titánicos viajes por sitios que no eran costumbre ser considerados por Ozzy y Sharon Osbourne en sus planes de gira.
Anunciado a las 20.30, el recital comenzó cuarenta minutos más tarde, cuando las luces del Coliseo se apagaron y por las pantallas gigantes comenzó a verse un divertido video en plan comedia, en el que Ozzy aparece participando del reality show Jersey Shore, junto a la cantante Lady Gaga en el video musical Telephone, imitando a Beyoncé o “actuando” en pasajes de las películas Avatar, Twilight, The Hangover y Iron Man. Su carcajada inconfundible, con la cantata Carmina Burana de Carl Orff de fondo, precedieron a lo esperable y previsible: la salida del otrora Príncipe de las Tinieblas al escenario.
De punta en negro, dijo “¡quiero escucharlos enloquecer!”, por primera entre tantas veces, mientras el show comenzaba su rodeo. Al igual que cuando tocó en River en 2008, el elegido para el descorche fue Bark at the moon, clásico del disco homónimo que fue editado en 1983. “Let me hear your scream”, casi de compromiso, significó el único repaso de Scream, el flamante disco que puso en funcionamiento la bestial maquinaria de gira del clan Osbourne. Tal como lo promete en la entrevista, el repertorio se recuesta en clásicos de la vieja época, fundamentalmente los de Blizzard of ozz (1982) y, también, los de Black Sabbath (1969) y Paranoid (1970).
Como ya se ha dicho, el disco y la gira que convocan el presente de Ozzy son los primeros arrestos del cantante inglés sin la compañía de Zakk Wylde, quien (en lo que ya venía siendo un secreto a voces antes de su partido) terminó finalmente dedicándole todos los esfuerzos a Black Label Society, su propio proyecto. Sustituído por Gus G., la troupe se completa con el tecladista. Ya sin Zakk Wylde, la troupe ozzysta tiene entre sus claves al tecladista Adam Wakeman (que ya había tocado en Black Sabbath) y a Blasko Nicholson (bajo) y Tommy Clufetos (batería), en otro tiempo, base rítmica de Rob Zombie.
Aun pese a sus sabidas imposibilidades motrices, Ozzy Osbourne procuró no mezquinarle a la entrega física y, de esa forma, abandonó cada vez que pudo su clásica parada estática frente al micrófono. Como sucedió en aquella presentación del Quilmes Rock (que circula por Internet con una muy buena calidad de audio y de video), el cantante inglés jugó con el público vaciándoles el contenido de los baldes en los que embebía su larga y enrubiada cabellera, o arrojándoles agua con espuma directamente desde una manguera.
El concierto continuó con Mr. Crowley y I don’t know, hasta que el primer repaso de Black Sabbath llegó de la mano de Fairies wear boots, de Paranoid, algo que repetiría luego con War pigs, Rat salad o Iron Man. También sonaron Suicide solution, Road to nowhere, Shot in the dark y Crazy train, este último bocado previo a la prematura despedida final, con Paranoid. Para ese entonces, el show apenas acreditaba hora y media y sólo habían sido tocadas 13 de las 18 canciones que acusaba el set list entregado oportunamente a la prensa. Después de la presentación en GEBA del 26 de marzo (originalmente, iba a ser en el estadio de Racing Club), Ozzy continúa su periplo por Santiago, Chile (28) y Porto Alegre (30), para luego continuar por Perú, Ecuador y Colombia y, previo paso por Panamá, retomar el cause de la gira en el mercado de shows del verano europeo.
SOBRE LA VUELTA DE BLACK SABBATH
“Yo nunca digo nunca”
Después de la violenta expulsión de Ozzy Osbourne, en 1979, la formación original de Black Sabbath fue sólo un reclamo aislado que tuvo eco entre 1997 y 2001 (cuando hicieron una promocionada gira, lanzaron un disco en vivo y grabaron un inconcluso álbum de estudio), y en 2004 y 2005, para encabezar sendas ediciones del festival Ozzfest. Para los fanáticos de la banda parecía quedarles el consuelo de haber visto a la versión con Dio en voz, que salió de gira y grabó discos entre 2006 y 2010 bajo el nombre de Heaven and hell a causa de conflictos legales con el clan Osbourne por los derechos de etiquetas.
En enero, sin embargo, las huestes del demonio negro se estremecieron cuando le adjudicaron a Ozzy unas declaraciones en las que admitía conversaciones con sus ex compañeros. Al toque, el bajista Geezer Butler le cortó el hilo al barrilete: “Pese a los rumores y las especulaciones, definitivamente no habrá reunión de los cuatro miembros originales de Black Sabbath ni para grabar un disco ni para hacer un tour. Ozzy estará de gira durante todo el año y habrá que ver cómo se siente cuando termine sus compromisos como solista”.
–¿Qué hay de concreto, entonces, sobre la posible vuelta de Black Sabbath?
–Yo nunca digo nunca, pero en este momento no lo sé. Desde que, desgraciadamente, murió Ronnie James Dio, ninguno de los demás me ha hablado sobre el tema. No lo sé, preguntale a ellos. Adoraría hacer un disco de despedida de Black Sabbath antes de morir, pero no puedo dar una respuesta fija. Puede que pase, puede que no.
–Hablando de Dio, ¿pudiste hacer las paces con Dio después de tanto fuego cruzado?
–Cuando me suplantó por primera vez en Sabbath, no me hizo mucha gracia, pero eso fue hace mucho tiempo. Debo reconocer que es un gran cantante, y murió en una forma muy terrible. Cuando me enteré de su enfermedad, pregunté si había alguna forma de ayudarlo. Pero no. Fue muy triste. Una gran pérdida para el mundo, como la de Gary Moore, que murió hace poco y era un muy buen amigo de toda la vida con el que me veía y hablaba a menudo.
–Si en 1979, cuando fuiste despedido de Sabbath, te decían que ibas a llegar al 2011 componiendo canciones, editando discos y tocando ante multitudes por todo el mundo, ¿lo hubieses creído?
–Realmente no. Incluso, cuando sacamos el primer disco con Black Sabbath, ya era algo increíble para mí. No me parecía posible que tuviéramos un álbum y creí que jamás volveríamos a tener la oportunidad de grabar algo. Sin embargo, 40 años después sigo ahí, así que creo ser un hombre con mucha suerte. Siento que estoy bendecido.
DE VUELTA A LA PANTALLA
El reality The Osbournes fue un verdadero éxito televisivo que le granjeó a MTV records históricos de audiciones mientras la audiencia mundial veía en vivo y en directo cómo Ozzy mansillaba su prestigio accediendo a ventilar una intimidad que lo mostraba ridiculizado. Consultado una y otra vez, el cantante parece finalmente mostrar un arresto de arrepentimiento a través de una confesión apremiante: “Ese reality me dejó muchas cosas, entre ellas, a dos de mis hijos internados por adicciones. A mí me parecía muy divertida la propuesta y jamás supuse que podía generar semejante consecuencia”.
Cámaras e hijos vuelven a coincidir, aunque esta vez con aprobación consensuada y propósitos más felices. El producto de todo esto es God Bless Ozzy, un documental sobre el propio Ozzy que está produciendo Jack Osbourne, el mismo por el cual en 2009 la familia entera estuvo varada en Ushuaia tras unas rondas de filmación, y del que participan, entre otros, Paul McCartney, Tommy Lee y sus ex compañeros de Black Sabbath.
“Dejé que mi hijo trabajara tranquilo, es por eso que tampoco estoy encima de lo que se filmó y cómo quedó. La consigna fue no mostrar todo lo maravilloso que soy, porque no siempre soy así. Todos tenemos malos días y soy humano”, reconoce, a la vez que admite negociaciones para realizar una película inspirada en I am Ozzy, el hípervendido libro autobiográfico que lanzó en 2009.
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