Rammstein viró hacia terrenos más orgánicos con su disco Liebe ist für alle da (El amor es para todos) y volvió a patear el tablero de lo políticamente correcto con el single Pussy y su video proto-porno.
Por Daniel Jimenez
“Tú sólo hazme las preguntas en español, no en inglés, que yo le preguntaré a Paul en alemán y te haré la traducción al español, así que todo lo que tengas para decirle a él me lo dices a mí, ¿okey?” Okey. Aunque Paul Landers, guitarrista de Rammstein, entienda perfectamente inglés, al parecer no tiene tan claro el idioma de Shakespeare como para hablarlo fluidamente, por lo que será necesaria la presencia de esta amable traductora durante la entrevista, unos veinte minutos. Entonces, todas las respuestas que salgan de la boca de Landers en un tono seco y marcial, comenzarán con un “él dice que...” o “él piensa que...”. Sí, un poco raro. Como las genuinas contradicciones de una banda que se convirtió en el estandarte moderno del metal industrial de vicios electrónicos y una puesta en vivo única: agresiva, futurista y explosiva. Aquellos que se acerquen al estadio de Racing este fin de semana lo van a comprobar. Como dice Paul: “Nuestro fuerte es el escenario. Eso es lo que nos hizo famosos y van a ver por qué”.
Luego de la salida de Rosenrot, último disco con material oficial del cual pasaron casi cinco años, Rammstein viró hacia terrenos más orgánicos y orquestales con Liebe ist für alle da (El amor es para todos) y volvió a patear el tablero de lo políticamente correcto con el single Pussy; una ácida mirada sobre las relaciones sexuales de los alemanes acompañada por un video semiporno que fue censurado y que finalmente sólo pudo verse en la web. ¿El resultado de tal actitud? Las tiendas musicales de su país sacaron el álbum de catálogo por su portada y sus letras zarpadas. Y escuchar al vocalista y fundador Till Lindemann cantar líneas románticas de dudoso gusto junto a frases violentas del estilo “te quiero, puta”, alimentan la contradicción de Rammstein.
Formados en 1993 en Berlín, el sexteto emergió rápidamente de la escena teutona de metal alternativo y, siempre caminando en el límite entre el arte y la provocación, tomó al mundo por sorpresa, a excepción de Estados Unidos, único país donde la banda aún no posee la autoridad suficiente para ser número de cierre en festivales; una materia difícil que los británicos, desde Los Beatles hasta Oasis, conocen muy bien. “Tratamos de sumar pirotecnia y efectos especiales y espaciales a los conciertos para hacerlos más interesantes”, asegura Landers. “Queremos enriquecer la puesta en escena de cada show porque eso vuelve las performances de Rammstein teatrales y vertiginosas, toquemos donde toquemos. Sinceramente creo que la música rock en estado puro al final tiende a ser un poco aburrida; nosotros intentamos cambiar esa realidad y puedo decir que lo logramos.”
–Cuando comenzaste a tocar, ¿pensaste alguna vez que ibas a terminar en un lugar tan alejado como la Argentina?
–Es que... la Argentina no me parece un sitio tan alejado. Es una plaza importante, como otros lugares de Europa o Estados Unidos. No es “el culo del mundo”, por decirlo de alguna manera. Recuerdo que la primera vez que tocamos allí comimos mucha carne... no recuerdo haber comido tanta carne en mi vida como cuando estuvimos en Buenos Aires. Las llamaría unas “vacaciones de carne”. Lo que pude ver es que en la Argentina cada restaurante cocina la carne a su manera y que la carne tiene varios cortes y varios nombres distintos. Eso en Alemania no se conoce.
–Tomando en cuenta los trabajos anteriores de Rammstein, ¿considerás que este disco tiene un sonido más orgánico?
–En mi opinión sí, pero creo que siempre tratamos de hacer la música que más nos gusta, y eso hace que el objetivo de cada disco vaya hacia donde nosotros queremos. Pero sí... puede ser que éste sea un disco más orgánico. Es algo que venimos desarrollando desde Reise, Reise; no pensado desde la batería sino de todo el sonido de la banda. Creo que trabajar de esa forma nos dio un manejo mucho más versátil para las canciones.
–Se tomaron casi cinco años para editar el disco. ¿Cómo fue el proceso de grabación?
–El proceso de composición de las canciones en este caso se inició después de un período de un año. El plan era hacer una gira corta y después meternos en el estudio y hacer nuestro mejor disco. Cuando terminamos, decidimos hacer un disco sin ningún tour a la vista. Un proceso arduo, largo y placentero. Fue interesante cómo la banda improvisó sobre ideas y en lugar de usar grandes amplificadores y baterías monstruosas utilizamos equipos pequeños y un austero kit de batería. Eso nos permitió trabajar en ideas y obtener un nuevo rango de sonido que no hubiera sido posible lograr a un volumen normal.
–¿Se te hace fácil describir la música de Rammstein si tuvieras que explicársela a alguien que jamás la escuchó?
–Hmmm... no es una pregunta adecuada para un músico porque no creo que a ningún músico le interese describir o tratar de explicar la música que hace su banda. Prefiero que a la gente le guste la música y que los periodistas la analicen. Si me preguntan qué música hago, les toco un tema y listo. Esa sería mi respuesta. La música se escucha, no se habla. Es mejor ver una puesta de sol que explicarla o describirla. Lo mismo pasa con el sexo. Es mejor hacerlo que explicarlo.
–Algunas personas se sienten incómodas con ciertas letras de Rammstein. ¿La lírica es sólo una visión sobre lo más oscuro de la humanidad?
–La verdad es que nunca me puse a pensar mucho en eso, pero sé que a los periodistas les gusta analizar nuestras letras. En cuanto a lo musical, tratamos de que haya un pequeño costado épico que nos lleve a las raíces de Rammstein, a un sonido más duro. De todas maneras, creo que hay un problema muy grande con nuestras letras. Al intentar trasladar los textos del alemán al español se pierde por lo menos un 40 por ciento del sentido de la letra; se pierde en la traducción. Lo ideal sería que todos pudieran aprender alemán y entender así todo lo que decimos, porque, insisto, en la traducción, de ustedes, que hablan español, hay por lo menos un 30 o 40 por ciento que no entiende. Y eso hace mucho al espíritu de los textos.
–En todos estos años tuviste la suerte de recorrer con Rammstein muchos países. ¿Encontrás diferencias en el público ante tu música?
–Sí. Cada país tiene su onda, y como banda disfrutamos de todas las reacciones y siempre nos vamos más que satisfechos. Cuando vamos al Sur, siempre notamos que la gente se emociona más, que es más caliente y le ponen mucha energía; pero si vas a Escandinavia puede ser que encuentres el mismo tipo de público, que es muy fervoroso también.
–¿Por qué decidieron históricamente grabar sus discos lejos de las grandes ciudades?
–Hay muchas distracciones en Berlín y sabemos que nuestras vidas domésticas pueden verse invadidas por cuestiones... digamos, domésticas. Generalmente la mayoría de nuestras buenas ideas llegan cuando trabajamos después de hora, cuando la banda está relajada, junta, comiendo o bebiendo algo. Y no discutimos solamente de música; también discutimos sobre el arte de los discos, los videos, los shows en vivo... todas esas cosas es mejor tocarlas de manera informal.
–Siendo una banda de seis integrantes, ¿se puede mantener la idea de una banda democrática?
–Una de las cosas más difíciles de decidir es cuáles canciones deberían integrar el próximo álbum. Es algo que tratamos de hacer sin dejarnos embargar mucho por la emoción y usando la cabeza fría. Cada músico hace su lista de once canciones y las canciones más votadas por todos son las que terminan grabándose. Es la única forma que conocemos de hacerlo. En el caso del último disco, nos pasamos tres años debatiendo entre todos sobre cuáles temas iban a ir al disco. Y son situaciones estresantes, pero que podemos manejar.
–Cuando escribieron la canción Pussy, la acompañaron con un video explícito. ¿Sabían que eso les podría traer problemas?
–La canción ya estaba escrita y el director del video propuso la idea de rodar como una película porno. Nosotros deliberamos un tiempo y dijimos “hagámoslo”, sin preocuparnos por las consecuencias. Además pensamos que sería interesante porque no tenemos necesidad de MTV o estaciones de video existiendo Internet. Algo que no habíamos planeado era que YouTube lo diera de baja. Ahí la pregunta fue: “¿Y ahora qué?”. Finalmente encontramos una manera de mostrarlo que fue más privada y oculta. Y creo que eso lo hizo más interesante.
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