Poco investigada está la saga de los músicos de tango en Europa después de la I Guerra Mundial. Algunos adscribieron al fascismo, como el violinista Eduardo Bianco: su composición “Plegaria” era conocida en los campos de concentración.
Por Isidoro Gilbert
Aún no está narrada globalmente la saga de los músicos de tango en Europa durante los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, decenas de intérpretes diestros en el bandoneón, el violín, la guitarra y el piano que poblaron al Viejo Mundo –sobre todo en Francia, Alemania, Italia y Gran Bretaña– de los acordes del ritmo rioplatense. Uno de ellos fue Eduardo Bianco (Rosario, 1892-Buenos Aires, 1959), que dejó huellas suficientes para ser recordado como militante del fascismo. Dedicó tangos a Benito Mussolini, al rey Alfonso XIII y frecuentó a Adolf Hitler y a otros líderes del régimen nazi. Más aún: en Francia se lo investigó como un espía de la Italia fascista que usaba su orquesta como fachada; el letrista Enrique Cadícamo alertaba a sus compatriotas que tuvieran cuidado con el violinista, porque “era agente de la Gestapo”.
Contó el autor de “Madame Ivonne” que durante los años anteriores a la II Guerra, muchos musicantes porteños se reunían en La Real, en Corrientes y Talcahuano, para chimentar antes de irse a sus trabajos, generalmente cabarets , y leían el vespertino El Pampero, que estuvo financiado por la embajada del III Reich. ¡Qué bárbaro!, como si los influjos de Bianco hubieran llegado a sus colegas de Buenos Aires. ¿Muchos músicos nazis? Cafeteaban en esa esquina algunos artistas que simpatizaron con el Eje, vía admiración por Mussolini, tal el caso del cantor Ernesto Famá que talló con Francisco Canaro: estuvo afiliado al minúsculo Partido Fascista, fundado en marzo de 1932, pero que se disolvió ocho años más tarde, aunque realizó desfiles de sus adictos ataviados con esos uniformes que surgieron cuando la marcha sobre Roma. Fueron sus duces , Humberto Bianchetti y Mauro Marchetti. Vaya a saberse por qué, en ese café paró muchos años Guillermo Patricio Kelly, numen de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN). También iba por allí Julio de Caro, ese enorme filón de grandes tangos, que no llegó a los extremos de los nombrados, aunque tampoco se distinguió por su solidaridad con los músicos de tropa, y por eso nunca congenió en la vida pública y gremial con Osvaldo Pugliese, que lo enfrentó, a pesar que fue uno de los que mantuvieron viva la estirpe decariana del tango. Pugliese ingresó en el Partido Comunista en el clima de la Guerra Civil en España, como se lo contó al periodista Arturo Lozza. Fundó con otros músicos de izquierda, entre ellos Ken Hamilton (Bernardo Noriega), el Sindicato Argentino de Músicos, que defendía a los artistas más sencillos, desamparados de cualquier legislación.
Derechosos fueron los hermanos Lomuto, cinco músicos. Uno de ellos, escribió la marcha “4 de Junio”, que cantó loas al golpe de Estado de 1943, cuando aún no alcanzaba la impronta que le dio Juan Domingo Perón. Otro, estuvo precisamente con Bianco y con él recorrió Europa y el Oriente Medio. Contó el periodista Nardo Zanko que Eduardo Labougle, ministro plenipotenciario en Berlín y también filonazi, organizó un asado en homenaje al Führer , que concurrió con parte de su plana mayor. Tocó en la velada la orquesta de Bianco, y su bandoneonista, Juan Pecci, fue el encargado de preparar la comida. “Como Hitler se mostraba muy atento ante la manera de que Pecci asaba los tres corderos, que según las reglas del arte habían sido puestos al costado de las brasas, el músico le explicó que no era con el fuego que se hacía el asado sino al calor de las brasas, a lo que el Führer agradeció diciéndole que siempre se aprendía algo nuevo”. Finalmente, Hitler dio el bocado inicial para que el almuerzo comenzara: la sobremesa duró tres horas, según Cadícamo.
No conocemos si Bianco tocó allí su tango “Plegaria” (dedicado al rey Alfonso XIII) pero sí que la pieza fascinaba al alto mando nazi. No por su estribillo ( “Plegaria que llega a mi alma/al son de lentas campanadas,/plegaria que es consuelo y calma/para las almas desamparadas” ), sí por la música, con algo de pieza eclesiástica, solemne. Si este apego de la jerarquía a las notas del tango del rosarino fue el motivo por el cual “Plegaria” se convirtió en esos años finales de los 30, en uno de los preferidos dentro de la Wehrmacht, tampoco lo conocemos. Pero sí que “Plegaria” fue conocido en los campos de concentración como “El tango de la muerte”. Lo cuenta el biógrafo de Paul Celan, el poeta que sobrevivió a los campos de concentración.“Los prisioneros eran obligados a tocar ‘Plegaria’ y por eso, Celan lo tituló primero ‘Tango de la muerte’”, sostuvo el investigador de la Universidad de Yale, John Felstiner, según lo escribió el periodista Eduardo Pogoriles. Celan escribió el famoso poema sobre el Holocausto judío, “Muerte en fuga”, inspirado en “Plegaria”. Así lo asegura Felstiner. El título original del poema era “Tango de la muerte”, lo que le daba un sello de autenticidad. “Sólo alguien que había vivido en un campo de concentración nazi podía saber lo que ese título significaba”, dice Felstiner en su biografía. Julio Nudler en su indispensable Los judíos y el tango había ya recogido esa tétrica historia.
Registros fidedignos del uso macabro de “Plegaria” se tienen en los campos de Janowska, Auschwitz y Maidanek, entre otros lugares. La versión “nazificada” de “Plegaria” está registrada por Aleksander Kulisiewicz en el disco Songs from the depth of Hell (“Canciones de las profundidades del infierno”). La grabación se conserva en museos dedicados al Holocausto, en Israel y en los Estados Unidos. La versión de Bianco en París cantada por Juan Raggi, la utilizó el director teatral y dramaturgo Luis Cano para ambientar su obra sobre los años del terror en Argentina, Los murmullos . Tal vez, la expansión del tango fúnebre de Bianco, haya sido un operativo de acción psicológica. El periodista Zalko afirma que Bianco contribuyó a la triunfal instalación de la música de Buenos Aires en la era del esplendor del cabaret berlinés. En 1939, grabó mucho en Alemania y sus simpatías pro nazis le dieron la dudosa distinción de interpretar tangos ante Hitler y Mussolini. Su tango “Destino”, grabado en Berlín en 1939, estaba dedicado al Duce , y era la segunda vez que lo hacía, pues afecto a las dedicatorias pomposas, su tango “Evocación”, editado en Francia, Bianco lo dedicó en 1931 “A su excelencia Benito Mussolini”.
Que no eran dedicatorias de circunstancias, lo revela que no lo hiciera con Stalin. Bianco llegó a Moscú el día de la muerte del escritor Máximo Gorki, el 18 de junio de 1935, y viajó por seis meses por casi todo el territorio soviético. El Mariscal, contó el músico, lo invitó a su dacha. “Hacía ruido al comer la sopa”, dijo del encuentro sin dedicatorias, aunque en ese periplo escribió el tango “Poema”, Cadícamo, en su Historia del tango en París , sostiene sin vacilaciones que Bianco y sus músicos, “trabajaban para la Wehrmacht”, complicidad evidente en el pianista Pecci, acaso además Lomuto. Por períodos integró el conjunto Bernardo Alemany, violinista, de quien se creyó había nacido en Buenos Aires, como señaló el New York Times en el obituario del 26 de agosto de 1993. Pero Rainer Lotz, biógrafo de orquestas alemanas, ubicó el nacimiento de Alemany en Tschenstochau, Polonia, el 4 de octubre de 1909. De todos modos, se hizo ilustre tocando tangos argentinos. En rigor, Alemany, actuó mayormente con su propio conjunto que dejó numerosas grabaciones, como una versión excelente de “Elegante papirusa” de “Tito” Roccatagliata. Tocó en su conjunto el bandoneonista uruguayo Héctor Gentile quien, como integrante del Cuarteto argentino, tocaba para emisiones radiales nazis dirigidas a Latinoamérica. Por protección de Bianco, Alemany pudo residir en Alemania hasta 1940, cuando consiguió visado en Berlín para partir hacia los EE.UU.
Bianco actuó con su orquesta en países ocupados por el nazismo. En 1942, grabó una versión más de “La cumparsita” en La Haya. Curiosamente, esa versión sirvió, aparentemente sin notar el dislate, de cortina musical del baile que Maurice Bejart con Cipe Lincovsky hicieron en ballet Don Quijote en el teatro Coliseo. Otra paradoja histórica: una de las primeras grabaciones del tango “Recuerdo”, del después comunista Pugliese, la hizo el fascista Bianco, en París, a finales de los años veinte.
Ricardo García Blaya escribe en el sitio Todootango.com que bajo la denominación ‘El Tango de la muerte’ se realizaron varios tangos, una película y un sainete”. El primero de esos tangos –que no tenía letra–, era desconocido hasta hace muy poco por los exégetas del género, me estoy refiriendo a la composición de Horacio Mackintosh, un músico del que sólo tenemos algunas partituras, pero del cual no sabemos nada. El segundo tiene música y letra de Alberto Novión y lo grabó Carlos Gardel; “No tengo amigo, no tengo amores,/ no tengo patria, ni religión, sólo amargura tengo en el alma/¡juna, malhaya! mi corazón ”... También lo hizo Roberto Firpo en forma instrumental, ambos, en 1922.
En 1928, se grabó en Varsovia, otro tango, diferente, con el mismo nombre y durante el sitio de Stalingrado, la banda del Ejército Rojo, tocaba otra partitura con el mismo tema macabro. Alejandro Dolina en su opereta Lo que me costó el amor de Laura incluye su “Tango de la Muerte”, con aire del de Ordóñez, que cantó Juan Carlos Baglietto; “Yo juego con la carta más segura/no importan los vaivenes de la suerte/aquí donde me ve, yo soy la Muerte./El precio de la última aventura” . Además en 1917, José Agustín Ferreyra, pionero del cine nacional, escribió y dirigió un filme con el título que nos ocupa, posiblemente inspirado en la obra de Mackintosh. Esta llegó al disco por única vez en 1917, interpretada por la Orquesta Típica Severino, de José Arturo Severino. En el sainete de los hermanos Novión, El Tango de la Muerte , Eva Franco estrenó entonces el tango “Loca”. ¿Bianco? Después de la guerra, regresó a la Argentina, pero los tangueros lo aislaron y en Europa ya su tiempo había pasado.
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