Hace cuarenta años, Leon Russell era un miembro indiscutido de la aristocracia del rock americano: era número puesto en cada grabación de Phil Spector, había robado escenario en el concierto de Bangladesh, le armó la banda a Joe Cocker y salía de gira con Eric Clapton. Pero el tiempo pasó y la historia también. Su fan de entonces, un promisorio británico llamado Elton John, decidió este año devolverle lo que el tiempo le había quitado. Lo metió en un estudio y grabó, piano contra piano, The Union, un disco que les hace justicia a ambos.
Por Martín Pérez
Cuando le preguntan sobre lo que disparó la idea de su último disco, mano a mano con su ídolo Leon Russell, Elton John siempre dice que todo comenzó dos años atrás, en el primer programa de Spectacle, el extraordinario programa de televisión de Elvis Costello. Productor del show, Elton fue también el primer invitado, y cuando su amigo Elvis le preguntó por artistas que admiraba y consideraba injustamente olvidados, enumeró tres: Laura Nyro, David Ackles y Leon Russell. Los dos primeros son venerados cantautores de culto de los ‘70, ambos fallecidos a fines de los ‘90 luego de disfrutar, cada uno a su manera, un pequeño revival. Pero la de Leon Russell es otra clase de leyenda. Si se toma como verdad lo que Caetano Veloso dijo del rock del primer mundo, que el norteamericano es lo verdadero y el británico es un pensamiento sobre eso, el tan británico Elton siempre se arrodilló ante la verdad de Russell. De hecho, hacia 1971, cuando le preguntaron por el secreto de su flamante éxito, John no tuvo ningún empacho en responder: “Copié a Leon Russell y eso fue todo”. Casi cuatro décadas más tarde, ante las cámaras del programa de Costello, Elton hizo exactamente eso: se sentó al piano, imitó el inconfundible estilo de Russell, y se ganó todos los aplausos.
Pero justo cuando parecía que allí terminaba ese sano ejercicio de nostalgia, es que da comienzo el segundo acto de esta historia. Al escuchar a su pareja enumerar ese trío de músicos que desconocía, David Furnish decidió entonces cargar todos sus discos en el iPod. Una mañana a comienzos del año pasado, en medio de unas vacaciones en Africa, justo cuando sonaba una canción de Russell en el reproductor digital de Furnish (John detesta la tecnología, y no tiene ni siquiera celular: “debo ser el único que aún recuerda los números, el resto del mundo simplemente los carga en su teléfono”), Elton de pronto rompió a llorar. “Me retrotrajo a uno de los más hermosos y fantásticos tiempos de mi vida. No es justo que la gente haya olvidado cuán maravillosa es su música y esto me puso furioso”, recuerda en las notas internas del disco Elton, que se las ingenió para rastrear a Russell desde Africa. “Lo primero que hice al atender fue agradecerle que me haya nombrado en el programa de Costello”, aseguró Leon. Elton le repitió su admiración, se disculpó por no haberlo llamado en todo ese tiempo y le propuso que se mantuviesen en contacto.
Apenas colgó, sin embargo, ubicó a T Bone Burnett y le propuso que le produjese un disco a dúo con Leon. Aunque el productor del elogiado Raising Sand tenía planeado comenzar a trabajar en un segundo álbum de Robert Plant y Allison Krauss, prestó atención cuando escuchó a John decir que quería devolverle a Russell todo lo que el tiempo le había quitado. “Quiero que su nombre esté nuevamente en los labios de todo el mundo, como solía ser cuando lo conocí”, le dijo a Burnett. Ante la cámara del director Cameron Crowe, que filmó todo el proceso de grabación para un documental, Burnett asegura haber aceptado el reto simplemente porque “me parecía que era algo que había que hacer”. Recién entonces Elton volvió a conectarse con su ídolo, para proponerle hacer todo un álbum juntos. “Debe haber pensado que estaba loco: no lo llamo ni una sola vez en cuarenta años, y de pronto me atiende dos veces en el mismo día”, bromeó Elton, responsable de ese extraño milagro que es The Union, el resultado de cuatro décadas de historia, un año de recuerdos y un día de llamados telefónicos.
EL DISCIPULO Y EL MAESTRO
Allá lejos y hace tiempo, T Bone Burnett recuerda que Leon Russell daba miedo. “Hace tiempo que nadie me hace sentir intimidado, pero cuarenta años atrás Leon tenía lo suyo. Entendía a Henry Mancini pero también a Little Richard, y podía moverse muy fácilmente entre esos dos extremos. Por entonces lo encontraba imponente, con su actitud, su pelo largo y sus lentes oscuros. Pero hoy es un caballero amable”, dice el legendario productor, responsable de la música de las películas de los hermanos Coen como El gran Lebowski o ¿Dónde estás hermano? y reciente ganador del Oscar por Crazy Heart. Justamente, cuando recorre la historia de Russell, Elton John suele decir que es como la película que le valió el Oscar también a Jeff Bridges, pero sin las drogas y el alcohol. Cuenta la leyenda que ambos se conocieron el día del debut norteamericano de Elton, en el Trobadour de Los Angeles. “Fue en la segunda noche, en realidad”, aclara John. “Y por suerte lo vi recién al final del show, porque si no me hubiese ensuciado los pantalones, porque su presencia era realmente intimidante. Pensé que si me venía a saludar después del show, era para atarme y decirme: ¡Así es como se toca el piano!”
Por entonces, Elton John era un joven pianista y cantante británico intentando abrirse paso en los Estados Unidos, y Leon Russell integraba la elite del rock internacional por derecho propio. Nacido en Cleveland, se había escapado temprano de casa para tocar junto a Jerry Lee Lewis, y una vez afincado en Los Angeles había formado parte de la legendaria troupe de músicos de sesión que respondía a Phil Spector, armado la banda de Perros rabiosos e ingleses que hizo famoso a Joe Cocker, robado cámara en el Concierto por Bangladesh en el Madison Square Garden con una incendiaria versión de “Jumpin’ Jack Flash”, y se había ido de gira junto a Eric Clapton como parte de la banda de Delaney & Bonnie. “Hacia fines de los ‘60 y comienzos de los ‘70, fue el pianista y compositor que me influenció más que ningún otro. Lo tenía todo: country, gospel y folk. Todo estaba allí”, dice hoy Elton del hombre que para su álbum debut como solista tuvo invitados de lujo, como George Harrison, Eric Clapton y Steve Winwood.
Aquella noche en que ambos se conocieron, Russell venía siguiendo la carrera de Elton y pensaba que podía firmarlo para su sello. “Nos lo perdimos por apenas un par de semanas”, asegura. “Es que por entonces, salvo los Righteous Brothers, no había muchos cantantes de soul blancos”. Russell se lo llevó de gira, y asegura que, después de verlo abrir para él en el Fillmore de Nueva York, pensó que estaba acabado. “Es que Elton era demoledor en el escenario.” Fue durante esa gira que la balada “Your Song” llegó a los charts y a partir de entonces, como se suele decir, todo es historia. Russell se retiró de las luces del éxito, pero nunca dejó de hacer la música que siempre le gustó, y John atravesó los ‘70 rockeando al piano, y a partir de entonces jamás abandonó el centro del escenario. Casi cuatro después de aquel cruce, los roles han cambiado y ahora es aquel aprendiz, hoy una estrella, el que se lleva de gira a su maestro.
“La comunicación entre ambos durante la grabación del disco fue abierta desde el comienzo”, asegura Burnett. “Dejaron que sus dedos hablaran por ellos. Cuando se conocieron, Elton era un joven apurado. Pero ahora es más viejo, más sabio, con ganas de llegar más profundo. Elton está más imbuido en la música norteamericana, en la música sureña. Ha ganado un conocimiento más cabal de ella. Y eso es algo que se nota.”
UN PIANO EN CADA PARLANTE
Uno está sentado de frente al piano, y el otro recostado sobre el suyo. Elton con un aro y unos anteojos sorprendentemente sobrios –para su leyenda, al menos– y Leon con su pelo y su barba blancos desplegados como si fuera un verdadero león, venerable tanto por la abundancia de canas como por el bastón en el que apoya su mano derecha. La foto, tomada por la no menos legendaria Annie Leibovitz, es la portada del flamante The Union, y dice todo lo que hace falta decir de un disco que, como escribió David Fricke en su reseña para Rolling Stone, es el resultado de un raro gesto en una industria que está muriendo, un acto de gratitud.
“Tus canciones tenían todos los estribillos/ sos siete maravillas enrolladas en una sola”, canta Elton John en la bluseada balada “Eight Hundred Dollar Shoes”. “Podría haber estado enfermo/ podría haber muerto/ no haber intentado llegar al final del día”, le responde Russell en la emocionante “In the Hands of Angels”, que no sólo cierra el disco sino que resume su sentimiento ante la generosa entrega de su fan. Una suerte de conversación permanente entre ambos, algo que resalta una mezcla que pone un piano en cada parlante (“el último en haber usado dos pianos en un disco debe haber sido Spector”, bromea siempre Elton), The Union es un álbum emocionante, más que nada por la música que sobra en cada uno de sus temas, por el milagro que es poder disfrutar otra vez del talento natural de Russell en un trabajo cuidado y bien producido. Incluso cuando esa producción parece exagerar un poco, aparecen gemas como “Hey Ahab” (firmada por Bernie Taupin), los coros de Neil Young en la sureña “Gone to Shiloh” o los arreglos de voces de Brian Wilson en “When Love Is Dying” para hacer olvidar cualquier titubeo y entregarse a un álbum reposado, de esos que suelen quedarse en el equipo de música por un buen rato, revelando lentamente sus secretos.
A SUS PLANTAS
Como si su historia necesitase de un tercer acto, The Union esconde un retazo más de drama, después de la nostalgia y los llamados. Cuando todo estaba listo para empezar su grabación, Russell debió atravesar una larga intervención quirúrgica. Tres semanas después, sin embargo, comenzó a aparecer de a dos horas por el estudio, soltándose con el correr de los días. “Fue algo terapéutico para él”, recuerda Elton, que subraya que sus admiradores comenzaron a dejarse ver por la grabación: desde Ringo Starr hasta Stevie Nicks, todos fueron dejando sus saludos mientras The Union iba tomando forma, en las manos de T Bone Burnett y ante la cámara de Cameron Crowe. Como en aquel viejo sketch de un legendario programa humorístico de la televisión argentina, en el que las cosas más inverosímiles tomaban forma porque a alguien “le gustaba la idea”, a todos parece haberle gustado la idea de un disco de Leon Russell como corresponde. Acompañado por Booker T Jones, Marc Ribot y Jim Keltner, tan legendarios como él en los estudios de grabación, y con el innegable talento de Elton John bien enfocado gracias a la cercanía de su ídolo, The Union es un álbum mágico. “Yo simplemente toco”, repite Russell ante quien lo quiera escuchar. “Pero cuando algo te sale tan naturalmente, no te das cuenta de lo poco natural que es”, casi se disculpa el hombre de los anteojos espejados y la barba blanca, el caballero de su verdad, el Leon con la música en las manos. Y a sus pies.
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