“Canciones que no tienen edad ni tiempo”
“Todas nos criamos escuchando a María Elena: la escuchamos cuando éramos chiquitas, pero después la seguimos escuchando”, dicen Mora Martínez, Paula Suárez y Florencia Giammarche, que muestran temas conocidos y no tanto en la Casa del Bicentenario, gratis.
El trío explora títulos poco conocidos como “Zamba de los días” y “Chamarrita de Colonia”.
Imagen: Rafael Yohai.
Pocas canciones tienen el elevado privilegio de formar parte de la banda sonora de la vida de la gente. La cuestión es subjetiva e intransferible, claro está, pero cuando muchas subjetividades confluyen en determinada obra hay una potencia innegable que se destaca. Para la generación de los que rondan los 30, hay un nombre que dispara el recuerdo hacia el fundante territorio de la infancia: María Elena Walsh. Sus canciones acompañaron a tantos que las descubrieron con sus padres y hoy las comparten con sus hijos. Y allí está María Elena, como siempre, invitando a escucharla de otros modos, interpretarla, reversionarla. Prueba de esta aptitud siempre abierta es el disco que acaban de editar las chicas de Aymama, flamantes ganadoras de los premios Atahualpa (ver página 36). Las Aymama cantan María Elena Walsh se llama el disco que presentan hoy y los siguientes viernes de noviembre a las 20, en la Casa Nacional del Bicentenario, en un ciclo gratuito (las localidades se entregan una hora antes de cada función, en Riobamba 985).
“Estas canciones no tienen edad ni tiempo –dicen las Aymama–. No queremos rescatarlas de ningún lado porque nunca estuvieron olvidadas. Sí queremos decir esas cosas que María Elena Walsh viene gritando hace mucho, pero con nuestra mirada de jóvenes que intentan vivir en el mundo extraño de hoy, con nuestra forma de gritar y con una fuerte necesidad de revivir valores.” Lo que hicieron Mora Martínez (primera voz y percusión), Paula Suárez (piano y voz) y Florencia Giammarche (guitarra y voz) fue “gritar” una parte en especial de la obra de María Elena, aquella que tiene una raíz más claramente folklórica, en la que hay lugar para canciones más pensadas para chicos (“Baguala de Juan Poquito”, “Chacarera de los gatos”, “La vaca estudiosa”), pero también para obras que abren el abanico de edades y temáticas.
“Esto era algo que venía dándonos vueltas en la cabeza hacía tiempo, porque todas nos criamos escuchando a María Elena: la escuchamos cuando éramos chiquitas, pero después la seguimos escuchando, con otras letras y otras temáticas”, señala Martínez. “Es una compositora increíble a nivel poético y musical, tiene composiciones que son absolutamente contemporáneas, que podrían haber sido hechas hoy por músicos jóvenes. La suya es una música que no tiene tiempo, y no tiene edad”, advierte Giammarche. Aymama Folklore sorprendió con su disco debut, con el que fueron reconocidas con un Premio Gardel y un Premio Atahualpa, el galardón que volvieron a llevarse este año. Lo que hacen no es pretencioso ni rebuscado: tan simple como tres voces que exploran armonías y arreglos que las diferencian, con una instrumentación que en este disco desarrollan más que en el primero.
Esta vez se internan en el universo de María Elena Walsh para hacer relucir especialmente lo que tiene de folklórico, con algunos temas poco explorados como “Zamba de los días” y “Chamarrita de Colonia” o “Barco Quieto”, que también grabó Teresa Parodi en su último disco, Corazón de pájaro. La cantautora correntina, justamente, es la encargada de aportar la perlita final del disco, una canción que compuso especialmente para este homenaje, “En el país del no te olvides”. “En el país del no te olvides, esa señora de ojos tristes sigue diciéndonos que existe una canción para ser libres”, dice Parodi, y cantan las Aymama. “En el país del no te rindas, en el país del no te entregues, esa canción multiplicada es el lugar donde se puede.”
Parodi pone además su voz como invitada en este tema, y hay más participaciones: Luna Monti canta en “Sin señal de adiós”, Walter Ríos suma su bandoneón en “Las estatuas”, y están también Marcelo Chiodi en flauta traversa y Silvio Fraga en charango. Lo más difícil de lograr, claro, fueron las versiones de aquellos que se han vuelto himnos, como el caso de “Como la cigarra”. Aquí suena subrayada su condición de rasgueo doble, según descubrieron las intérpretes en el trabajo de arreglos, mostrando que puede volver a sonar diferente, una canción multiplicada.
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