Muy pocos sonidos se pueden escuchar hoy tan vanguardistas como los de Astral Weeks, el disco de Van Morrison que en 2006 cumplio 40 años. Todas las listas de críticos y revistas especializadas sitúan esta cima creativa entre las mejores de la historia de la música pop. El legendario elepé nunca ha necesitado naftalina para reclutar nuevas hornadas de melómanos, pero su autor ha decidio celebrar el aniversario con dos conciertos en Los Ángeles , con cuyo material se editará un disco conmemorativo.
El irlandés grabó las ocho canciones en dos intensas jornadas, con músicos de estudio a los que no conocía y a quienes enseñó los acordes en los instantes previos a la grabación. Quería que improvisaran y expresaran libremente lo que sintieran. En esos días otoñales de 1968, su aliento reventaba cualquier alcoholímetro que osara cruzarse con él. Intentaba así ahuyentar la angustiosa sombra del fracaso vital, y su exorcismo se derramó en los surcos de esta obra maestra cuyos ecos sobrevuelan toda su obra posterior.
"Si me aventurara en el torbellino" son las primeras palabras que el músico lanza con voz sobrenatural en Astral Weeks. Nadie esperaba ese inclasificable sonido que acababa de inventar un joven de 23 años procedente del rhythm and blues y con algún éxito en el pop. El compositor había transformado los vatios de los Them en sinuosos acordes acústicos que besaban las orillas del folk, pero también lanzaban destellos de jazz, soul, blues y guiños celtas.
40 años de 'Astral Weeks'
El León de Belfast vierte amplias dosis de improvisación vocal y eleva a categoría universal sus propias vivencias infantiles. Peter Handke ha escrito que en sus cuerdas vocales anida "el canto de una vieja, una mujer, un niño y un hombre. La voz de un hombre". Evoca las calles de su niñez irlandesa, el dolor por la inocencia perdida y los primeros amores de un pasado que recupera con chispazos de belleza. Morrison persigue un renacimiento interior y allí, a miles de kilómetros de su hogar, entre Boston y Nueva York, "en otro tiempo, en otro lugar", encuentra Belfast para siempre, donde refulge la belleza de los días perdidos.
Pero las letras apenas significan nada si se desgajan de su voz, el instrumento esencial que invita a cuerdas y vientos a transitar por caminos inexplorados; es una garganta que se adentra por territorios musicales arriesgados, edificando instantes irrepetibles. Machaca las palabras, las vacía, las repite y las vuelve a llenar hasta desmantelar el lenguaje y convertir las sílabas en música que alza el vuelo sin más ley que la libertad.
Astral Weeks encumbra a Morrison como el poeta místico en el firmamento del rock. Su profundidad espiritual y la búsqueda filosófica le han situado en una órbita extremadamente personal, repleta de momentos mágicos y trascendentes. Tal vez por ello esta pasada primavera Bruce Springsteen confesó ante el público que este álbum era como una religión para él.
El disco carece de espina dorsal, porque cada canción alberga vida propia y se conecta de forma tan sutil como férrea con el resto. La voz navega desde la placidez de Sweet thing hasta las turbulencias de The way young lovers do para fundirse en el silencio de la inquietante Slim slow slider. En los estertores de 1968, se lanzaron unas 20.000 copias del vinilo, pero Warner no pudo promocionar las ventas con un sencillo: Madame George sobrepasa los nueve minutos; Ballerina y Astral Weeks, los siete; Cyprus Avenue, los seis
... Unos tiempos que rompen las costuras comerciales de su tiempo. Sin embargo, el boca a boca salta todos los obstáculos y el disco cala como una fina lluvia hasta erigirse como un símbolo misterioso de la cultura popular.
Astral Weeks. Warner. 1968. Producido por Lewis Merenstein para Inherit Productions. Músicos: Van Morrison, Richard Davis, Jay Berliner, Connie Kay, John Payne, Warren Smith, Jr. Miguel López es autor, junto a Isabel López, del libro Van Morrison. Viaje a Caledonia. Fundamentos, 2005.
(2009)
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