Perfil bajo para una señora del folklore
Por Karina Micheletto
Su
figura fue tan importante para la música argentina como bajo su perfil.
Tras su muerte, ayer, a los 86 años, Carmen Guzmán deja una sólida obra
en la que predominan las milongas, pero donde también hay valses,
zambas, cuecas, tonadas, chamamés, tangos. Deja también, además de este
legado compositivo, la poco frecuente figura de mujer guitarrista,
cantora y decidora criolla –también letrista–, una figura tan fuerte
como femenina, sustentada por una voz, un fraseo y una cadencia
absolutamente propios, pero también por un estilo guitarrístico
exquisito. Su familia informó ayer que no se realizaría velatorio y que
los restos de la artista serán despedidos hoy a las 11 en el cementerio
de Chacarita.
Su espíritu inquieto la llevó a musicalizar a Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana, Teresa Parodi, Ramón Navarro, y también a trabajar con letristas como Héctor Negro, Raymundo Rosales, Mario Clavell y Jorge Marziali. Sus discos siempre incluyeron obras de su esposo, el músico y compositor Pedro Belisario Pérez (el autor del popular valsecito “Amarraditos”). Sus obras fueron tomadas por una cantidad de artistas, entre otros Mercedes Sosa, quien la invitó a compartir “De Buenos Aires morena” en un concierto en el Colón. La cantante Chany Suárez le dedicó un tributo grabando un disco completo con sus temas, Con esa luz, en el que también participa Susana Rinaldi. También artistas cono la alemana Anja Stöhr o la española Martirio –que volvió coplas desgarradas el vals “Porque vas a venir”– hicieron propias sus canciones.
En su extensa carrera, que mantuvo siempre en actividad, llegó a grabar unos quince discos. Aprovechó las notas de tapa de los últimos para sentar un gesto que aparece repetido en sus CD: agradecer, mucho y a mucha gente. En Señora milonga, de 2009, tomaba palabras de la poeta María del Mar Estrella (otra de sus coautoras frecuentes) y pedía: “Guarden estas canciones en el ‘bolsillito del corazón’ y así sentiré que he cumplido con mi deber una vez más”. También citaba entre los extensos agradecimientos a otra letrista en otro disco, Canto que se hace viento (2007): “Gracias a todos y como dice Mandy (Amanda Velazco): ‘Yo quiero ser... un buen recuerdo alguna vez’”.
Radicada desde los ’60 en el barrio porteño de Floresta, allí seguía cantando y tocando sus guitarras (todas llamadas “Celeste”, que era el nombre que le habían puesto sus amigas de Mendoza a la primera que tuvo, en la infancia) y recibiendo visitas, de los muchos amigos que supo cosechar en vida.
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