Más allá de la historia legendaria y de los grandes héroes del pasado, existe un mundo que incluye a los grandes artistas del blues acústico del presente.
Por Jorge Fondebrider
En 1965, la extraordinaria Judy Roderick (1942-1992), una cantante nacida en Wyandotte, Michigan –una ciudad de 25 mil habitantes, situada a 18 kilómetros De Detroit–, grabó Woman Blue , un disco excepcional, en el que la acompañaban los guitarristas Dick Weissman y Artie Traum. Pese a que posteriormente publicó unos pocos discos más, ese primer registro fue suficiente: demostró cumplidamente que una cantante blanca, de aspecto escandinavo, podía lograr una intensidad emocional raras veces vista para interpretar lo que usualmente se suele denominar country blues , hasta entonces patrimonio exclusivo de los negros. No fue la única.
Por esos mismos años, Jo Ann Kelly (1944-1990), nacida en Stretham, al sur de Londres, se asociaba con el guitarrista Tony McPhee (más tarde, líder del grupo de rock y blues The Groundhogs) y se convertía en la mayor cantante británica de blues de todas las épocas, al punto de comparársela con Janis Joplin, su par estadounidense más próxima, lo cual puede comprobarse recurriendo a Black Rat Swing o Blues and Gospel , sendas compilaciones de 2003 y 2004, respectivamente.
Ambos ejemplos fueron algunas de las primeras pruebas palpables de que existía un blues fuera de las plantaciones sureñas o de los grandes guetos urbanos estadounidenses. También, fuera de la negritud. Tal es también el caso de Stefan Grossman (1945), un cantante y guitarrista de origen judío, criado en el seno de una familia de clase media y de izquierda de Brooklyn. Grossman, seducido por el folk revival de los primeros años sesenta –que, por supuesto, incluía al blues – tomó clases con el Reverendo Gary Davis así como con Mississippi John Hurt, Son House, Skip James y Mississippi Fred McDowell, aprendiendo de primera mano los secretos de varios estilos de blues acústico. Luego, integró la Even Dozen Jug Band, grupo en el que también participaron el guitarrista Steve Katz (quien luego integró las bandas Blues Project y Blood, Sweat & Tears), el cantante y armoniquista John Sebastián (luego con los Lovin’ Spoonful), el gran mandolinista David Grisman (solista y líder de sus propios grupos, además de socio del guitarrista Jerry García), el director y arreglador Joshua Rifkin (frecuente colaborador de Judy Collins) y la cantante Maria Muldaur. En 1967, luego de haber participado en un curioso proyecto de grupo con Taj Mahal y Janis Joplin, entre otros músicos, Grossman se instaló en Londres y allí trabó relación con los cantantes y guitarristas del llamado folk barroco, denominación que nombraba a la fusión de la música tradicional norafricana con el folklore inglés, la música medieval, el jazz y, claro, el blues. Ellos eran Davey Graham, Bert Jansch, Ralph McTell, Martin Simpson y, fundamentalmente, John Renbourn, con quien Grossman formó un magnífico dúo durante varios años. A todos ellos –y a muchos otros– hizo conocidos en los Estados Unidos gracias a una primera asociación con el sello Shanachie y, posteriormente, con su propia discográfica, a la que bautizó Kicking Mule. En paralelo, su labor pedagógica –que además de clases incluye grabaciones, filmaciones y libros– no tiene parangón y lo convierte en un mojón insoslayable en la tradición del blues acústico. De sus casi treinta CD disponibles, se recomiendan especialmente How to Play Blues (1971), Guitar Instrumentals (1973), Bottleneck Serenade (1975), Country Blues Guitar (1977), Black Melodies on a Clear Afternoon (1992) y Country Blues Guitar: Rare Archival Recording 1963-1971 (con Rory Block; 2008).
Otras recomendaciones
Entre otros artistas que conviene considerar a la hora de oír blues acústico es necesario mencionar a la cantante y guitarrista Rory Block (1949). Nacida en Princeton y criada en Manhattan, conoció a Stefan Grossman y se contagió de él del virus del country blues . Abandonó su casa a los 15 años y se dedicó a aprender de Mississippi John Hurt, Son House y el Reverendo Gary Davis y a convertirse en música profesional, derrotero que puede leerse en When A Woman Gets The Blues (su autobiografía, aparecida en 2010). Y a modo de ejemplo, vale la pena recurrir a la antología Gone Woman Blues: The Country Blues Collection (1997).
Tambièn merece un lugar en esta enumeración Jorma Kaukonen (1940), nativo de Washington D.C. y descendiente de finlandeses y judíos rusos, quien, luego de conformar un dúo de blues con Janis Joplin en San Francisco, fue uno de los miembros fundadores del grupo Jefferson Airplane y, posteriormente, con el bajista Jack Cassady, de Hot Tuna. Menos interesado en el purismo que los intérpretes antes nombrados –y, por lo tanto, muy criticado por Stefan Grossman–, alterna la propia composición con la música tradicional y, sobre todo, con un nutrido número de blues debidos al Reverendo Gary Davis, cuya música y estilo enseña en los seminarios que realiza en su granja-escuela de Ohio. Entre sus discos más aconsejables, se mencionan Quah (con Tom Hobson, 1974), Too Hot To Handle (1985), Blue Country Heart (2002) y River of Time (2009).
No por más famosos y eclécticos no deben excluirse dos grandes experimentadores del género: Taj Mahal (nacido Henry Saint Clair Fredericks, 1942) y Ry Cooder (1947), quienes brevemente integraron el grupo Rising Sons, con Jessie Lee Kincaid. Al primero se deben discos trascendentes para el género como Giant Step/De Ole Folks at Home (1969) y Recycling The Blues & Other Related Staff (1972), y al segundo, Boomer’s Story (1972), Paradise and Lunch (1974), Chicken Skin Music (1976) o Jazz (1978), para nombrar sólo una parte ínfima de la rica. discografía de ambos músicos.
Más nombres
Igualmente debe nombrarse a los británicos Mike Cooper (1940), Sam Mitchell (1950-2006) y James Blackshaw (1981), a los estadounidenses Ted Hawkins (1936-1995), Danny Kalb (1942), Duck Baker (1949), Bonnie Raitt (1949), Roy Rogers (1950), Norton Buffalo (1951-2009), Keb Mo’ (1951), el guitarrista y musicólogo Bob Brozman (1954), el cantante, guitarrista y antropólogo Corey Harris (1969) y el guitarrista Jack Rose (1971-2009), entre los cientos de músicos posibles que podrían recomendarse a quien desee adentrarse en el tema.
Con todo, esta breve lista no es completa sin una mención especial a Pura Fé (Nueva York, 1959). Llena de recursos y con un rango vocal deslumbrante –que la ubica entre las mejores voces que puedan encontrarse en cantantes populares de cualquier género y lugar–, es hija de una india tuscarora (nación aborigen del sudeste de los Estados Unidos) y de un padre portorriqueño. Su madre fue una de las tantas cantantes de la orquesta de Duke Ellington y acaso de ella heredó la pasión por la música y el arte en general, ya que luego de estudiar con The American Ballet Theatre, participó en varios musicales de Broadway, al tiempo que se ganaba la vida haciendo publicidades de televisión. Luego, integró la Mercer Ellington Orchestra y fue parte de, literalmente, cientos de grupos de jazz, rhythm & blues e incluso bandas de rock. Más tarde pasó a integrar el trío vocal Ulali –con Soni Moreno (de las naciones apache y yaqui) y Jennifer Kreisberg (también tuscarora)–, dedicado a explorar la música de los pueblos originarios del sudeste norteamericano, hasta que, en 2005, luego de haber colaborado con Robbie Robertson (el guitarrista y compositor de The Band), Pura Fé abandonó el grupo para comenzar una carrera solista. Su repertorio se amplió y, además de muchos temas propios, incluye una gran cantidad de blues tradicionales. Lo hace acompañándose ella misma en dobro, pero cuenta asimismo con la ayuda del guitarrista y cantante Cary Morin, solista por cuenta propia, miembro de la tribu crow e hijo de un oficial de la Fuerza Aérea de los EE.UU., quien asombra por su conocimiento de muy diversos estilos de blues , además de ser un virtuoso del fingerpicking .
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