La cantante panameña, que nació sin ver y que pasó
ocho años estudiando en Berklee, asegura que tiene “gran pasión por la
música argentina” y que el tributo a La Negra fue “por su sentimiento,
por su compromiso con el arte y las gentes”.
Por Cristian Vitale
No
ve. Y apenas un ligero desliz en la “y” delata su origen panameño.
Patricia Vlieg se acomoda en una silla giratoria y reorienta su
atención, con la mirada imperturbable, hacia allí donde escucha una voz.
En este caso –puntual, de “rutina”– hacia las preguntas de un cronista.
Responde rápido, sin pausas, concentrada, como si supiera lo que va a
decir bastante antes de decirlo. Asertiva, cuenta que nació sin ver,
pero que eso no fue un obstáculo para cumplir con su sino: cantar,
componer, tocar todos los instrumentos posibles y hacer las inferiores
(ocho años) en Berklee. “Me ayudó la época –dice–, los adelantos
tecnológicos que te permiten escribir música y leerla en una
computadora.” El plafón suficiente para que ella pudiera plasmar, poner
en acto, lo que había mamado de una familia musicalmente abierta: el
amor por los ritmos populares de América latina, el jazz o la música
clásica, y una tendencia genética a la mezcla, al encuentro. Y así
apareció la voz a la que el tacto interno de la panameña orientó toda su
atención: la de Mercedes Sosa. “Quise agradecerle a una cantora por
todo lo que significa cantar en esencia”, resume ella y abre el tema.
El tema es el disco que acaba de grabar, editar y mostrar en la
Argentina con piezas que alguna vez pasaron por la voz de la Negra. Se
llama A una cantora y, además de operar como una aceptable carta de
presentación de Vlieg por este lado del mundo, resalta la persistencia
de una tucumana sin fronteras. A través de una voz fina, matizada, llena
de colores, Mercedes Sosa vuelve nacer en esas canciones que la
mantuvieron viva en vida: “Piedra y Camino”, “Duerme, Negrito”, “El
corazón mirando al sur”, “María va”, “Como pájaros en el aire”, “La
cigarra”, “Yo vengo a ofrecer mi corazón” o “Si se calla el cantor”,
entre otras. “La verdad es que quise hacer un proyecto en el que pudiera
compartir estas canciones con personas con las que pudiera encontrar
una sensibilidad común. Fue una necesidad de cantarlas con personas que
las hayan vivido de una manera particular y que, pese a tener una
estética musical con técnica, armonías y ritmos trabajados, hubiese una
conciencia sobre lo que se estaba diciendo, porque si tú cantas desde un
lugar y los músicos la viven de otra, la experiencia no es integral.
Hablo no sólo de compartir una estética personal, sino también una
vivencia personal”, comenta ella con el ancla puesta en los músicos que
la secundaron: la pianista Lilián Saba en especial, que se encargó de
los arreglos, del “toque argentino” en el grueso de las versiones, y
también las participaciones puntuales de Roberto Calvo y Susana
Ratcliff, entre otras.–¿Por qué Mercedes y no Violeta Parra o Chabuca Granda?
–No hay un porque sí y un porque no, no hay excluyentes. Tiene que ver con darme cuenta de varias cosas: siento que una de las misiones del cantor es ese aprendizaje que tiene que ver con incluir, y en ese sentido Mercedes funciona como una voz que toma otras, que las acuna, las entiende, las interpreta desde aquí, y las comparte desde donde tú las entendiste. Entonces, el trabajo sobre Mercedes no es un trabajo sobre ella en sí, sino de lo que representa para mí todo un trabajo de mirar a muchos más, de conocer la esencia de trabajo, recogerlo, tomarlo y entregarlo, y eso es lo que celebro de ella: no sólo una voz y una historia, sino una manera de entender la música, para cantarla desde mi lugar.
–La idea de exponer no sólo a la Mercedes intérprete sino también a la catalizadora: mostrar, a través de ella, a Yupanqui, Peteco Carabajal, Tarragó Ros.
–Es que tengo una gran pasión por la música argentina en particular, no sólo por la poesía popular sino también por los estilos, los compositores... Las canciones no son un punto sino una historia, que te van llevando a otras gentes y otras historias, y creo que Mercedes fue una gran impulsora de eso, ¿no? Ella te da un panorama acabado de la música latinoamericana, no dividida por países sino como una unidad, como todo lo que nosotros podemos decir y contar. Quería homenajearla por su sentimiento, por su compromiso con el arte y las gentes.
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