Vuelven los pájaros perdidos
En 1988, poco antes de la crisis cardíaca de
Piazzolla que acabó con el grupo, su formidable quinteto acababa de
grabar La camorra y actuaba en estado de gracia. La cantante italiana
era una digna partenaire.
Por Diego Fischerman
La
flamante publicación de Milva &Astor Piazzolla. En vivo-Tokyo 1988
es excepcional por varios motivos. Si sólo se tratara de un registro
inédito de Pia-zzolla ya sería suficientemente significativo pero,
además, no sólo se trata de una de las pocas grabaciones con la cantante
italiana Milva –tal vez quien, junto a Amelita Baltar, mejor haya
comprendido su estética–, sino que se trata del último registro
existente del gran quinteto fundado unos veinte años antes. La actuación
que el sello de Alfredo Radoszynski viene a rescatar corresponde a
junio de 1988, un mes después de la grabación en Nueva York del disco La
camorra y muy poco antes de la operación de by-pass que clausuraría la
actividad del grupo.
Piazzolla y su quinteto ya habían actuado antes con Milva y hay un
disco –inconseguible en la Argentina– que registra la actuación del 29
de septiembre de 1984 en el teatro Bouffes du Nord de París. Este álbum
doble repite casi textualmente el repertorio conjunto, pero incluye
todas las piezas instrumentales tocadas por el quinteto. Y las versiones
de “Mumuki”, “Verano porteño”, “Lunfardo” y “La muerte del ángel” están
entre las mejores existentes. El sonido, por otra parte, es en este
caso muy superior al de su antecesor y de hecho se trata de uno de los
muy pocos discos que recogen grabaciones en vivo donde la guitarra
eléctrica se escucha bien (en varios de ellos ni siquiera se escucha
mal). El empuje, el empaste y la convicción del grupo resultan
absolutamente prodigiosos. Los comentarios del violín de Fernando Suárez
Paz en “Los pájaros perdidos”, por ejemplo, la firmeza de Héctor
Console en contrabajo, los entretejidos de Horacio Malvicino –que había
retornado al grupo en 1986– y la seguridad de Pablo Ziegler construyen
un entramado tan sutil y exquisito como demoledor.Más allá de los reparos que puedan hacerse al conjunto de canciones que Piazzolla escribió sobre textos de Ferrer, “Balada para un loco” tiene una extraña eficacia y en la voz de Milva, aun con su dicción extranjera, el tema logra una contundencia emotiva singular. Las versiones cantadas en francés de dos temas originalmente instrumentales (“Años de soledad” y “Oblivion”) no desentonan y tanto la cantante como el grupo brillan en la que quizá sea la pieza más lograda del bandoneonista en el terreno de la canción, “Los pájaros perdidos”, sobre un texto de Mario Trejo. En conjunto, se trata de una edición ejemplar. En el contexto de las publicaciones posteriores a la muerte del bandoneonista, una verdadera –y saludable– excepción.
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