A casi cuarenta años de su edición original, Pete Townshend recuperó los masters para concebir una nueva versión “deluxe”. Incluye los diecisiete temas y once demos, que poco agregan. Pero es una buena ocasión para evocar la cultura mod.
Por Fernando D´addario
El disco Quadrophenia canalizó, en 1973, una pulsión anímica que hasta entonces contradecía la esencia misma del rock: la nostalgia. Por primera vez, la añoranza se filtraba en la piel de un puñado de músicos que –prematuramente, y mucho más rápido que los pibes de hoy– habían dejado de ser jóvenes. Ese cambio de enfoque, acaso enfatizado por los desafíos pretenciosos de la nueva década, dio como resultado un álbum artificialmente maduro, que remitía a los años salvajes desde una postura de sobriedad clásica. Una ópera rock, que matizaba los primitivos arrebatos de adrenalina pop. The Who quería envejecer dignamente. Pete Townshend tenía 28 años.
Cuatro décadas más tarde, la reedición de Quadrophenia edition introduce una paradoja en aquel efecto-nostalgia original: las canciones lucen definitivamente viejas (hermosamente viejas, en algunos casos, como “The real me” y “Love reign o’er me”), pero la estética que pretendían evocar –la cultura mod de los primeros años ’60– conserva una frescura inmune a todos los recambios generacionales.
Townshend, que hoy tiene 66 años y está prácticamente sordo, recuperó los masters de Quadrophenia para concebir una edición deluxe que tituló The director’s cut. El guiño alude, claro, a la película homónima, que en 1979 puso en imágenes la fantasía esquizo-retro del guitarrista. El “nuevo” disco se ofrece en diversos formatos, pero el más accesible es el digipack de dos CD que incluye los 17 temas de la edición original y 11 demos. Como suele ocurrir, los “extras” –aquello que estimula la curiosidad de los melómanos– no tienen más mérito que el de maquillar el packaging. Ninguna versión “rescatada” supera a la oficial. Podía haberlo hecho, porque Quadrophenia fue un producto demasiado trabajado. La banda había empezado a experimentar con sintetizadores y recargaba cada línea melódica con arreglos barrocos al gusto de la megalomanía de Townshend. Era interesante la posibilidad de encontrarse con esbozos más despojados. Pero no.
Quadrophenia cuenta la triste historia de Jimmy, un “mod” con cuatro caras que representan distintas facetas de un ser humano (o de los cuatro seres humanos que integraban The Who). Y aunque la banda fue una influencia clave para el punk, este disco sigue estando más cerca de The Wall que de Never mind the bollocks. Cada cual dirá si eso es bueno o malo.
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