Uruguayo radicado en Buenos Aires desde hace casi tres lustros, Balbis compartió allá escenarios con Falta y Resto y trabajó acá para la Bersuit, pero recién ahora tiene su primer disco solista.
“Me entretuve en el camino, haciendo muchas cosas divertidas”, desliza con picardía el compositor uruguayo Alejandro Balbis. Es que tuvo que formarse bajo el calor de los carnavales uruguayos durante casi tres décadas para animarse a sacar su primer disco solista, El gran pez, que presentará hoy y mañana a las 21 en el Samsung Studio (Balcarce 433). “Yo estaba cómodo sin disco –dice con tono jocoso–, sin renombre artístico. Estaba cómodo porque trabajaba mucho, cómo y con quien quería. Pero la necesidad de recopilar las canciones, plasmarlas en un disco y salir a tocarlas surgió a partir de algunos amigos de fierro que incentivaron esa parte mía.” A los 12 años se dejó seducir por ese género popular que mueve a todo el “paisito” y a los 16 ya giraba por los tablados con Falta y Resto. Y en otras murgas como Firulete, Contrafarsa, Los Saltimbanquis, A Contramano, La Nueva Milonga, Don Timoteo, La Justa, Los Asaltantes con Patente. “Mi formación se dio allá, pero hace 14 años que vivo en Buenos Aires”, dice Balbis, que dirigió varias murgas porteñas, dio clases de canto y participó en la producción de discos emblemáticos como Hijos del culo y La Argentinidad al palo, de Bersuit Bergarabat. Sí, los discos más rioplatenses de la ex banda de Gustavo Cordera pasaron por sus manos.
El gran pez (2009) es un trabajo en el que prestan sus voces varios compañeros de ruta: su amigo y líder de La Vela Puerca, Sebastián “El Enano” Teysera, en “El Lugar”; León Gieco en “De la existencia”, Pity Fernández de Las Pastillas del Abuelo en “La correntada”, entre muchos otros. El título del disco es un pequeño homenaje a la mágica película de Tim Burton, que tiene una gran vinculación con su vida personal. “El disco está directamente inspirado en la película. Me agarró en un momento de la vida jodido para mí y para todos. Después de 2001 se vieron removidas nuestras estructuras de vida y encima en 2002 se murió mi vieja y en 2004 mi viejo. Era difícil escribir en los momentos en los que no sabías qué iba a pasar con tu vida, que no tenías ni para comer. Y la película destapa esa sensación”. Sin embargo, a diferencia del film de Burton, la relación con su padre era muy buena. “En la figura del hijo no me identifiqué tanto. Pero sí en la del padre. Porque el hijo descreía mucho de las historias que le contaba su padre. Y yo creía en mi viejo, desde todo punto de vista”, recuerda con una sonrisa.
Con muy buenos arreglos y una fuerte base murguera, el disco incluye 14 canciones que pintan experiencias personales y mundanas. Y que retratan los rincones que marcan la identidad del Río de la Plata y, claro, que le son familiares a este cantante, compositor, guitarrista y productor que tiene dividido su corazón entre Buenos Aires y Montevideo. Uno de esos temas imposibles de sacar de contexto es “Piedras y Carlos Calvo”, una canción con aire y melancolía de tango.
Antes que uruguayo, Balbis es rioplatense. “En mi vida los dos lugares son complementarios –explica–: uno tiene lo que le falta al otro. Buenos Aires complementa el movimiento que no tiene Uruguay, el número que le falta y la cosa de que todo es chico y lento. Y Uruguay llena lo que no tiene Buenos Aires: la tranquilidad, la paz.” Por eso, el músico cruza el charco cada dos por tres: “Necesito los dos lugares, estoy súper acostumbrado a las dos cosas. Sufro angustia sólo cuando estoy muy quieto en un solo lugar: me quiero ir para el otro.
Es que él no sufrió el desarraigo que padecen quienes se tienen que marchar de su tierra a causa de situaciones poco felices, como el exilio por razones políticas. “Hace un mes escribí un tema en el que me puse en el cuerpo de un inmigrante”, cuenta Balbis y explica su caso: “Yo soy un inmigrante pero mi situación migratoria es rara, porque yo nunca me fui de Uruguay, no sentí desarraigo. Al revés, mi círculo afectivo está intacto allá. No los dejé a ellos ni a mi país. Los veo periódicamente. Entonces, ¿qué tipo de migrante soy? Vivo en los dos lugares y estoy en contacto con los dos lugares. Mi círculo afectivo creció, porque tengo uno acá y otro allá. Entonces, con la canción, me puse en el cuerpo de un uruguayo migrante, pero de esos que no pueden volver, de esos que si vuelven los echan del laburo o se quedan sin su familia”.
Informe: Sergio Sánchez.
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