TANGO CRASH HABLA DE SU TERCER DISCO, BAILA, QUERIDA
“No estamos al servicio de la moda”
El dúo que lideran los argentinos Martín Iannaccone y Daniel Almada integra a músicos alemanes y suizos para una mezcla de tango y electrónica que, sin embargo, escapa a la etiqueta fácil. “No queremos colgarnos del oportunismo”, alegan.
Por Cristian Vitale
Tango Crash: Ensamble internacionalista de electrotango (argentinos + alemanes + suizos) piloteado por Martín Iannaccone y Daniel Almada, que se fueron a Europa agotados por los altibajos de estas pampas // Proyecto inclusivo que, por su gran apertura estética, cae parado en festivales de world music, jazz, tango y música electrónica // Banda mimada por la prensa europea, cuyo sonido The Guardian llegó a calificar como ¡incomparable! // Septeto admirado e impulsado por el legendario Joe Zawinul. Aproximaciones (com)probables, éstas, al combo que Iannaccone, chelista de gran predicamento en la Argentina, y Almada, pianista también argento, radicado en Basel, Suiza, desde 1990, oficializaron hace siete años para sorprender al mundo con tres discos y un estilo único: música ciudadana, atmosférica, sazonada con elementos de la música electroacústica “con nervio” y un rico péndulo estilístico. “Básicamente, lo que más nos interesa con este proyecto es mantener un espacio abierto para poder invitar gente que admiramos. Participación abierta y heterogeneidad”, sostiene Iannaccone como resumen de la intención.
Ambos están de paso por el país para difundir Bailá, querida –su tercer disco, editado aquí por Acqua Records– y presentarlo esta noche en El Sótano Suite (Viamonte 1332). Un fresco multiestilístico con mayoría de composiciones propias y una sorprendente revisión de “Los ejes de mi carreta”, de Yupanqui, que hay que escuchar con finos auriculares para encontrar su raíz. Dice Almada: “No solemos hacer versiones, pero cuando nos largamos, tratamos de llevarlas muy a lo nuestro. Apenas respetamos cosas mínimas”. Así fue también con “El choclo”: Almada tomó el viejo tango creado por Angel Villoldo y Discépolo en 1947 y lo dio vuelta como si se lo estuviera comiendo. Fue la génesis de la agrupación que en agosto del 2002 ya estaba grabando su disco debut con “El choclo”, Santiago Vázquez –percusión– y Gabriel Rivano –bandoneón– incluidos. Después llegó Otra sanata (2005), disco-batalla que acrecentó la presencia del grupo en festivales internacionales y un interesante contrato con el sello español Galileo. “Cuando creamos el grupo no sabíamos que la movida del tango electrónico estaba naciendo... fueron ideas concebidas casi de la nada”, sostiene Almada.
–¿Existe el tango electrónico o sería mejor entenderlo como música electrónica aplicada al tango?
Martín Iannaccone: –No existe como palabra. Lo nuestro, por ejemplo, es música electrónica con elementos de tango. Digamos que se ha simplificado mucho el elemento tango, que no es un género minimalista, sino maximalista. La música electrónica sí es minimalista...
Darío Almada: –Minimalista en el sentido musical, pero no en el de la complejidad. Depende qué: hay música electrónica que es más compleja que otra cosa y hay música acústica que es más simple que cualquier cosa. Pero es cierto que la electrónica en el tango no es compleja. Se nota en Gotan Project: ellos llevan a cabo el concepto de la simplificación de las corrientes musicales, nada es hasta el fondo. Yo creo que tiene que ver con las modas y también con la música funcional. El tango se usa funcionalmente para bailar, para la radio o para la televisión.
–¿Y ustedes cómo se incorporan a este “hábito”?
M. I.: –Nos gusta incluir variaciones, pese a que en el tango electrónico no se estile. No necesariamente hay que hacer una simplificación tipo caricatura de lo que es el género.
Iannaccone y Almada se conocen desde principios de los ochenta. En 1985 grabaron juntos un casete de jazz fusión en la veta Weather Report y la relación se extendió en el tiempo. Cuando el pianista emigró a Basilea, el contacto se mantuvo mediante viajes esporádicos y una intensa correspondencia. “A mediados de los ’90, Martín me mostró unas grabaciones de drum & bass que me volaron la cabeza. Ahí empezamos a fantasear con la idea de fusionar ambos mundos”, evoca Almada. La concreción llegó en 2002, cuando Iannaccone fue invitado a tocar el cello en la Bienal de Arquitectura de Berlín y trabó reales intenciones con su amigo. “Siempre nos mantuvimos cerca, incluso hemos hecho cosas por fuera del grupo, como la música del documental 4 de Julio, dedicado al asesinato de los curas palotinos”, cuenta Almada.
–La tapa del disco connota un trasfondo ideológico. Una postura. ¿Por qué esa pareja de baile bajo la señal de prohibido?
M. I. (Se ríe.): –No es que estemos en contra del baile pero, en general, la moda del tango en Europa está estrictamente relacionada con él. El negocio tiene que ver con los bailarines, las academias y los alumnos... lo mismo que acá, en Buenos Aires. Nosotros pensamos que esto tiene poco que ver con el fenómeno musical que históricamente implicó el tango, que no era necesariamente una cosa de zapatos y merchandising.
–¿Y ustedes buscan revancha?
M. I.: –Al menos en el sentido de oponernos a que la principal estrella de un recital sea el baile. En Europa, todo se paraliza cuando llegan dos o tres parejas profesionales... Nuestra música, en cambio, no está enfocada estrictamente al servicio del baile, de la moda. Más bien, está emparentada con el concepto de cómo era el tango antes, o en la época de Piazzolla, sin compararnos con él, claro. Nuestro link con el tango tiene más que ver con eso que con el oportunismo de colgarnos del negocio que explotó en la última década.
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