ESTE SABADO SE PRESENTA EN BUENOS AIRES.
“Jamás perdí mi amor por la música y el espectáculo”
A los 63, el inventor del rock teatral desempolvará una vez más su batería de maquillaje y trucos escénicos en la gira No More Mr. Nice Guy, en la que repasará temas de toda su carrera y adelantará algunos del próximo disco, Welcome 2 my Nightmare.
Por Gloria Guerrero
Hace menos de dos meses y en una importante ceremonia en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, Alice Cooper –después de dieciséis años de nominaciones– fue finalmente consagrado como miembro del Salón de la Fama del Rock & Roll. Ese mismo cantante que el próximo sábado se presentará en el microestadio Malvinas Argentinas (Gutenberg 350), para la enjundiosa ocasión subió a tocar luciendo una camisa blanca manchada con “sangre” y sus ojos pintados como ya se sabe: el tipo exagera el negro por encima y por debajo de los párpados y dibuja unas lágrimas que caen hasta los pómulos, como si hubiera llorado alquitrán. Llevaba su envidiable cabellera batida a lo bestia –una marca registrada que sólo fue capaz de emular, por caso, Meg Ryan– y sostuvo su micrófono dentro de la palma de un atemorizante guante negro, mientras un coro de diez infantes de la Casa de Ronald McDonald aulló el estribillo de uno de sus tantos éxitos inolvidables: “School’s Out” (1972). “¡Terminaron las clases, llegaron las vacaciones...!”, cantaban los chicos. “¡Terminó el colegio... para siempre!”
Los músicos que rodearon a Alice aquella noche fueron, para deleite de la afición, casi todos aquellos que lo acompañaron en el comienzo de su loca aventura de 1968: el guitarrista Mike Bruce, el bajista Dennis Dunaway y el baterista Neal Smith, compadres de ruta hasta que Alice encontró su propio camino como solista, en 1975. Y el prócer terminó aquella noche declarando algo inesperado: en lugar de simplemente agradecer dijo que, por primera vez, y ya que hablábamos de aulas y colegios, él se había “graduado”.
–¿Qué le pasó por la cabeza en la fiesta, cuando volvió a tocar en vivo con el Alice Cooper Group después de tantas décadas? Y, dado que la mayoría de sus fans piensa que la medalla del Salón de la Fama la tiene usted merecida desde, como mínimo, Love It to Death, disco que en enero pasado cumplió cuarenta años..., ¿por qué dice haberse graduado recién ahora?
–Primero, le digo que fue absolutamente increíble volver a reunirme con casi todos los miembros originales de mi banda; nos faltaba Glen Buxton (el otro guitarrista original), que falleció (en 1997), pero fue genial tocar otra vez con el resto de mis compañeros después de tanto tiempo. Nosotros fuimos una banda especial: de verdad éramos buenos. En cuanto a lo de la “graduación”, le explico: quienes me votaron para estar en el Salón de la Fama del Rock & Roll Hall fueron aquellos de los que aprendí todo lo que sé. Me votó Paul McCartney y me votó Ringo... y me votaron Mick Jagger y Keith Richards, y Pete Townshend y Jimmy Page... Ellos fueron los que me enseñaron cómo tocar. Cuando estos tipos te votan, y entrás en el Salón de la Fama gracias a ellos, es como que te recibiste... Ahora, en serio, tengo mi diploma.
–Se lo escucha tan humilde y agradecido habiendo sido usted, a su vez, maestro de tantos otros...
–Eso es cierto; hay una lista: Rob Zombie, Marilyn Manson, Kiss... y Nine Inch Nails... Todos ellos son algo así como alumnos de Alice Cooper.
–Pero usted sigue a full, mientras algunos de esos nombres ya casi no figuran. ¿Por qué?
–(Se ríe.) Creo que eso se debe a que nunca, jamás, perdí mi amor por la música, y a que nunca perdí mi amor por producir espectáculos y por todo lo que pueda lograrse con ese cuento. Pero, básicamente, me pasa que hoy, a los 63, estoy en mejor forma que cuando era joven. Puedo pasarme dos horas en escena, y espléndido. Cuando era joven tomaba alcohol todo el tiempo y siempre me sentía cansado; ahora, no. Eso es lo que me mantiene.
–Hay otro que, de estar vivo, lo habría votado. Frank Zappa es un nombre básico a mencionar entre quienes hicieron posible a Alice Cooper...
–Cuando en 1968 nos mudamos a Los Angeles, todas las bandas intentábamos firmar contrato con alguna compañía discográfica: ahí estábamos con los Doors, Buffalo Springfield, la Allman Brothers Band... Y ellos consiguieron contratos con grandes sellos. Pero nosotros éramos demasiado raros, ¿entiende? (Se ríe.) El único loco que quiso firmar con nosotros fue Frank Zappa, para su sello (Straight Records). Fue el único que creyó en Alice Cooper. Después hicimos algunos discos para Warner Bros., que se interesó a partir de aquello y nos quiso en sus filas, pero todo fue gracias a Zappa. El fue nuestro papá: fue el tipo que se aseguró de que el público nos valorara. Tener a Zappa como mentor y productor nos dio muchísimo prestigio.
–Y era un músico increíble.
–Era un genio, sí. Todos los músicos se daban cuenta de eso. Incluso Los Beatles decían que Frank Zappa era un genio. Brian Wilson, de los Beach Boys, decía que Frank Zappa era un genio... Lo era.
–Es curioso que a un héroe como usted no se le escuche por radio, cuando sin embargo tiene un enorme éxito de convocatoria en sus conciertos en vivo. ¿Por qué? ¿Y qué cree que pasa con el rock, ahora?
–Tal cual, no me pasan mucho por radio y no sé la causa. Creo que hoy hay sólo un par de bandas que realmente comprenden de qué se trata la energía, y también que son poquísimas las que podrán seguir estando en escena por un rato largo. Yo apuesto por los Foo Fighters. Ellos brindan hasta la última gota de adrenalina que tienen, son lo mejor que existe en estos tiempos; me gustaría que muchos otros grupos tocaran así. Me parece que a demasiadas bandas les falta testosterona: son demasiado light, demasiado sensibles. Se supone que el rock & roll no debe de ser tocado desde tu cerebro, sino desde tus testículos.
–Eso les deja poco margen operativo a las mujeres del rock & roll...
–Oh, no, no (se ríe). ¡Ahí está Joan Jett! O Lady Gaga... Ellas hacen lo que hay que hacer. Y Ke$ha... ¡Ke$ha hace un espectáculo impresionante! Y una de las mejores es Shakira: Shakira es mortal, su espectáculo es tremendo. No hace nada light; ella da hasta la última gota de todo.
–Pero Shakira, Ke$ha y Lady Gaga no hacen rock & roll: hacen pop.
–Es cierto. Pero, si les dieran la oportunidad de hacer rock & roll, lo harían bien. Creo que, si pudieran elegir, estas chicas harían rock & roll.
–Hablando de Lady Gaga, se dijo que quizá participaría en algunos tramos de esta nueva gira suya...
–No, fueron sólo rumores. Fui a ver su concierto porque me había alucinado con la promoción de su espectáculo; entré en camarines a saludarla y me dijo: “¡Gracias por haberme dejado robarte parte de tus shows!”. Ella tiene un muy buen sentido del humor; me dijo: “Siempre fuiste mi gran influencia”. Y cada vez que la veo actuar, como le dije antes, me gusta el hecho de que pone todo; ella convierte cada canción en una pieza teatral, como hacíamos nosotros con el Alice Cooper Group. Cuando uno va a ver un show de Lady Gaga, se da cuenta de que invirtió muy bien la plata que pagó en la entrada.
–Usted suele diseñar un álbum basándose en un único concepto o historia; el más reciente ejemplo fue el asesino serial de Along Came the Spider (2008). ¿Esta vez será igual? ¿Qué se viene?
–Sí, por cierto, pero ahora le damos “otra vuelta”. Mi nuevo disco se llama Welcome 2 my Nightmare y es la parte 2 de Welcome To my Nightmare (el primer disco de Cooper como solista, cuyo protagonista era un tal Steven, con sus tremendas historias pesadillescas). Lo produjo Bob Ezrin (Pink Floyd, Lou Reed, Kiss), el mismo productor del primero, en 1975. Creo que sale en agosto y estoy muy contento. Fue un excelente trabajo. Es, sinceramente, uno de los mejores discos que hice en toda mi vida.
–Y sabe cómo rodearse de invitados célebres. Al menos un centenar de personalidades del rock y el pop han colaborado en sus álbumes durante décadas (¡hasta lo tiene a Ozzy Osbourne tocando la armónica en Along Came the Spider!), pero su debilidad parecen ser los guitarristas: siempre sabe cómo convocar a los mejores; en Spider está Slash... ¿Es un impulso o planea cuidadosamente cada invitación?
–Mayormente es un impulso. Es un sexto sentido. Compongo un tema y me digo: “Yo sé quién tocaría bien en esta canción... Joe Satriani”. O quizá Steve Vai. O Joe Perry. Slash es un gran amigo mío: grabamos varios discos juntos porque me gusta muchísimo cómo toca; es un verdadero guitarrista de rock & roll. Y también me gusta mucho Dweezil Zappa, el hijo de Frank: es un guitarrista formidable.
–Aunque diste de ser un activista, usted y su familia provienen de una larga tradición demócrata y se supo de su celebración de la victoria de Barack Obama en 2008. Como ciudadano, ¿qué opina de los últimos tres años de gobierno en su tierra?
–Usted lo dijo bien: no soy un tipo “politizado”. Pero debo reconocer que Obama llegó a nosotros como si fuera una estrella de rock: joven, negro, copado, cool. Acabábamos de salir de la era Bush, una época tremenda, porque estábamos implicados en muchos frentes de conflicto. Obama heredó esas mismas guerras y espero, de corazón, que alguna vez se terminen. Supongo que, para entender que las guerras tienen que acabar, hará falta que pasen al menos una o dos generaciones enteras, tanto para los Estados Unidos como para el mundo. No tenemos que pelear.
–¿Se refiere a que habría que “cambiar” esas cabezas?
–No “cambiarlas”, sino “arreglarlas”. Prefiero que los chicos se ocupen del rock & roll y del arte y no de las luchas.
–Lo último que se supo de usted por aquí fue el impactante CD/DVD Theatre of Death. ¿Qué se verá de nuevo esta vez?
–Estoy muy contento con aquel álbum; hicimos más de 150 conciertos en aquella gira... Pero lo que vamos a presentar en Buenos Aires, No More Mr. Nice Guy, es otra cosa. Y, como arrancamos precisamente con ustedes, van a ver lo nuevo antes que cualquier otro público de cualquier otro país. Ah, voy a hacer de todo: lo viejo, lo de los ’70, lo de los ’80... Desde School’s Out, todo lo que la gente espera escuchar. Y, claro, un par de canciones del próximo álbum: uno de los temas se llama “I’ll Bite your Face Off” y es del estilo de “Brown Sugar”, de Los Rolling Stones... Lo que puedo adelantar del show es que tiene una producción fantástica: tres guitarras líderes, la base rítmica suena tremenda...
–Mencionaba hace un rato su excelente estado físico; mucho se ha dicho y escrito acerca de que el golf terminó siendo para usted una suerte de opción terapéutica para paliar su adicción al alcohol. Pero, en vez de tirar pelotitas al agua, terminó convirtiéndose en un jugador respetable e incluso se codeó con campeones...
–(Se ríe.) Sí, de hecho jugué con Angel Cabrera, con Eduardo Romero y con todos los campeones de la Argentina. Para mí empezó siendo sólo un deporte y, de pronto, cada vez fui haciéndolo mejor. Y, sí, jugué partidos con Tiger Woods y con otros grandes, y me empezó a gustar más la cosa. ¡No sabía que era bueno jugando al golf, pero resultó que sí, que era bueno! Mire: cuando juego al golf, no me acuerdo de Alice Cooper. Y cuando soy Alice Cooper, no me acuerdo del golf. Es como una esquizofrenia: ninguno de los dos se encuentran nunca. De día soy Vincent y juego al golf, y de noche soy otro: Alice Cooper, el monstruo. Tengo lo mejor de ambos mundos.
–Muchos músicos de rock han declarado tener un “mensaje” para brindar a su público. ¿Tiene usted alguno?
–Mire: cuando voy a ver Harry Potter o La guerra de las galaxias, veo esas pelis para escaparme. Durante dos horas, esas películas me permiten huir de mi vida cotidiana. Y eso es Alice Cooper: escaparse. No quiero que los que vienen piensen que tienen que pagar el alquiler; no quiero que piensen en su dolor de muelas; no quiero que recuerden que se van a operar mañana. Cuando vienen a ver a Alice Cooper, se toman dos horas de vacaciones. Y después vuelven a sus vidas. No sé si tengo un mensaje: en todo caso, mi mensaje es entretenerlos.
–¿Por eso le gusta figurar en tantas cosas en cine y tevé, desde Los Simpson hasta la reciente Suck, la comedia vampírica de 2009?
–Siempre me ofrecen guiones de películas y lo que hago es tratar de encontrar un papel que no sea el de “Alice Cooper”. “¡Quiero hacer de otra cosa!”, les digo. “Esta vez déjenme hacer de sacerdote, o de maestro... o de villano.” Me gusta hacer de villano, ¡pero que sea un villano que no se parezca a Alice Cooper, porque ya hice de eso! Filmar Suck fue divertido, hice de un vampiro anciano...
–También estuvo ahí Iggy Pop.
–Sí, estuvieron tipos alucinantes. Fue una experiencia muy divertida.
–Todo artista tiene una base recalcitrante de fans. La suya se hace llamar The Sick Things (por aproximación: Los Enfermos). ¿Qué edad tienen ahora estos “enfermos”?
–Eso viene de una canción: “Sick Things”, precisamente de Welcome to my Nightmare. Son mis fans verdaderos, los fans verdaderos, verdaderos, los tremendos. Y son bandas de gente que aparecen en cada ciudad, en cada pueblo, en cada lugar del mundo en el que hago un show. Son los fans acérrimos, los fans profundos; son los que nunca van a abandonar a Alice Cooper. Pero no son viejos, no, son de todas las edades. Algunos son fans desde hace treinta años y ahora vienen a verme con sus hijos.
–¿Tiene ganas de darles alguna recomendación a los Sick Things de la Argentina?
–Claro que sí: “Hagan lo que se les dé la gana, pero no se pierdan este show de Alice Cooper. Será el espectáculo más energético que hayan visto este año”.
–Bueno, el año recién viene arrancando, no sabemos qué otras cosas pueden venir...
–Bueno, bueno... (Se ríe.) ¡Digamos que va a ser el mejor show de la última década! Que no le quepa duda.
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