“Nos corre mucha sangre por las venas”
La hija de Chango Farías Gómez se destaca por seguir un camino artístico personal, sin renegar del linaje. Una serie de actuaciones en los próximos días permitirá descubrir una propuesta ecléctica, que fusiona folklore, hip-hop, funk y flamenco, entre otros sonidos.
Está embarazada de siete meses. Dice, sombreada por un rostro redondo como la panza, que será varón y que piensa ponerle Kumar. “Pero tengo que verlo para ver”, se ríe, con los labios a diez centímetros de una lágrima bien caliente. Micaela Farías Gómez está a punto de darle el tercer nieto a su papá, el Chango, y ocupa el quinto lugar en la línea descendente del gran improvisador de la música popular argentina. Tiene una hermana mucho mayor; tres hermanos (Juancho, Jerónimo y Facundo, todos músicos excepto el del medio) y no queda otra que posicionarla como parte de un linaje artísticamente rebelde, musicalmente libertario. “Me influyeron totalmente las experiencias vividas en casa. Ver desde chiquita ese mundo en el que la música era permanente y el cruce de gentes también, me atrapó”, sentencia y consuma acerca de las bases vivenciales que la tornaron una cantante creativa y personal, dentro del amplio mundo folk de hoy.
–¿Puede cantar igual así, embarazada?
–Sin drama. Es cierto que ya no tengo espacios para llenar aire, pero puedo. Siento que el bebé que tengo adentro es un amor porque me hace la gamba.
Kumar, entonces, no es un impedimento para que su grupo, Santadiabla, pueda consumar el derrotero de fechas que le espera en mayo: mañana en el Teatro Alvear (Corrientes 1659), el 8 en Parque Centenario y el 20 en el Centro Cultural Adán Buenosayres (Asamblea 1200). Tres opciones para conocer una propuesta arriesgada, ecléctica, que fusiona música de raíz folklórica, hip-hop, funk, flamenco y sonidos latinoamericanos, sin caer en la trampita de lo híbrido. “Siento que aún estoy formando mi identidad musical, la busco y la descubro todos los días”, sostiene ella, con los rulos negros echados hacia atrás. Conformado por el todo-terreno Martín Morales, el ex Bersuit Manu Uriona, Rodrigo Gozalves y Leandro Torras, Santadiabla se originó hace tres años, tiene un disco editado –en vivo– y otro por venir, y basa su repertorio en temas propios (“Flores”, “Las venas abiertas”) y ajenos: canciones populares peruanas, alguna pieza de Jacinto Piedra o la chacarera santiagueña tal como la recuperó Farías Gómez padre. “Cuando armamos el grupo yo tenía mis prejuicios. Si bien mi papá siempre hizo cosas con el encuentro de estilos, yo me preguntaba ¿esto irá con esto?, esto es medio blusero y se junta con esto que es del folklore, y el flamenco está acá, y yo estaba como...”
–Buscando el límite...
–Exacto. Viendo si eso estaba bien o mal. Pero lo fui resolviendo.
–¿El nombre Santadiabla es autorreferencial?
–Sí. Llegué a la conclusión después, es como el bien y el mal o, mejor dicho, no hay ni bien ni mal: es lo que a uno le acontece. Justo leí una cosa como “el mal se sienta en el trono del bien...”, onda que una cosa no puede existir sin la otra. En Santadiabla, en suma, corre mucha sangre por las venas.
Mica tiene 26 años, canta desde siempre, compone y su voz es un florido muestreo de timbres, colores y quiebres. Vivió con su padre hasta los 22 y las primeras incursiones en público las hizo junto a él. Después se encontró con Héctor Romero, guitarrista de flamenco, y pasó del folklore de cuna al género andaluz como parte del grupo Raíces. “Tocábamos en un tablao de flamenco y fue mi primer trabajo profesional: me pagaban y me sentía yo (risas). Ojo, mi papá también me pagaba, pero yo lo sentía como algo más familiar. Cuando hice algo aparte gané la autonomía. Estaba haciendo algo más allá de él, aunque siguiendo su línea de libertad expresiva.”
–Conceptual más que estética...
–Esa manera de vivir, ¿no? Esa libertad de expresarse. La casa de mi papá generaba un contexto por el que pasaban muchos artistas, porque él es una persona muy despojada, libre, sin tabúes a la hora de ser, de hablar, de expresarse. Soy música porque era música lo que había en casa, pero si hubiese habido otro arte, hubiera elegido ese. Los vínculos entre las personas me parecían verdaderos, naturales, osados y divertidos. Yo circulaba por otros contextos, pero fue el que me atrapó.
–¿El flamenco fue un codo en su vida o, dicho de otro modo, hasta qué punto es central en lo que hace hoy?
–Yo no canto flamenco sino que tomo sonoridades y las paso por mi tamiz. Jamás podré cantar como una gitana, porque las vidas son otras, ¿no? A cada quien le resuena algo distinto adentro y yo no pongo la voz de esa manera, porque tendría que fumarme diez mil cigarrillos y estar tres días sin dormir. Me parece fantástico eso, pero dejaría de ser yo.
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