El cuarteto que sentó las bases del rock “alternativo” a fines de los ’80 y principios de los ’90 repasó doce temas de toda su carrera y adelantó uno de su próximo trabajo. Fue durante la primera fecha del Movistar Free Music, en el Anfiteatro Puerto Madero.
Por Roque Casciero
No se escuchó durante el show la voz de la actriz Cindy Lair, musa del cantante Perry Farrell, con la que abría el disco clave de Jane’s Addiction, Ritual de lo habitual, pero el efecto de la frase que ella pronunciaba en deficiente español quedó claro en el primero de los conciertos del Movistar Free Music: “Señores y señoras, nosotros tenemos más influencia con tus hijos que tú tienes, pero los queremos”. En el Anfiteatro Puerto Madero había muchos integrantes de la generación a la que el cuarteto de Los Angeles ayudó a definir, esa a la que, Kurt Cobain mediante, se le puso una X como distintivo. Pero “Juana’s Adicción” llegó antes que Nirvana y sentó las bases: en el mismo 1991 en que el trío de Seattle explotaba con Nevermind, los angelinos se separaban, dejando como mejor herencia el festival itinerante Lollapalooza (que este sábado, por primera vez, sale de Estados Unidos para desembarcar en Chile). Claro que, entre los presentes en el debut argentino de Jane’s Addiction, a unos cuantos ya podía caberles eso del “señores y señoras”: pasaron más de dos décadas desde aquella frase, y ahora los vástagos de aquellos influidos por Farrell y compañía reciben, a su vez, los influjos de Justin Bieber o los Jonas Brothers. Salvo, por supuesto, que papá y mamá hayan hecho bien los deberes rockeros.
Los años (y los excesos) les han bajado un poco el techo a los agudos de Farrell, pero el tipo sigue siendo un frontman magnético, al que cuesta sacarle la vista de encima, aunque en el fondo del escenario dos chicas con poca ropa (una de ellas, la voluptuosa esposa del cantante) jugueteen entre sí. Se cantó un “happy birthday, dear Perry” para él, que hace poco llegó a los 52, y hasta hubo uno en la primera fila que le llevó de “regalo” una señorita, rechazada cortésmente. Seguramente otra habría sido la historia si se la hubiese “ofrendado” al guitarrista Dave Navarro, ex de la chica Baywatch y Playboy Carmen Electra, director porno y protagonista de realities, siempre con ese aspecto de encajar mejor en Mötley Crüe que en una banda “alternativa”. El violero, sin embargo, es el que le aporta filo al trío instrumental, más por sus rítmicas imaginativas y precisas que por sus solos rimbombantes. El motor es Stephen Perkins, que empuja desde su batería de doble bombo, y que en el final (después de mostrarle el culo al público) le pone color a la clásica “Jane Says” desde el steel drum y las congas. Y Chris Chaney, que participó en el disco de reunión de 2003, Strays, demuestra que es algo más que un reemplazante ocasional del bajista original Eric Avery, en una banda que en sus múltiples reencarnaciones tuvo a Flea (Red Hot Chili Peppers) y a Duff McKagan (Guns’n’Roses) en ese puesto.
El show porteño, con entradas gratuitas que sólo podían conseguir los abonados de la marca auspiciante, arrancó con una versión bien pesada de “Whores”, mientras dos damas con look S&M bailaban en el aire, colgadas de unos arneses a los costados del escenario. Un poco más abajo, Farrell corría de una punta a la otra, aunque su voz se perdía un tanto en la mezcla. Navarro, que no se sacó el sombrero en todo el show, apenas aguantó ese tema antes de quedarse en cueros (tatuajes por todos lados, con las letras “CE” en el medio del pecho, y piercings en los pezones), todo un ejemplo y a la vez caricatura del guitar hero soñado. La imagen global, si uno podía abstraerse del entorno, era de pesadilla húmeda, como un sueño erótico en el que una amenaza innombrada pende sobre el soñador. Enseguida, un clásico de Ritual..., el proto funk metal “Ain’t No Right”, permitió que el sonidista empezara a equilibrar los niveles y que el público ganara en calentura. Más tarde, otro de los hits de ese disco, “Been Caught Stealing”, recibió la respuesta más energética de la noche de parte de la audiencia. “Three Days”, también de Ritual..., marcó la mitad del show con sus diez minutos de climas contrapuestos, el racconto de un trío sexual y drogón, y la imaginería pagana que remite inevitablemente a la tapa de aquel disco clave.
Si se tiene en cuenta que Jane’s Addiction lleva ocho años sin publicar un disco, y que en ese período volvió a separarse y a reformarse varias veces, fue una buena noticia el debut en vivo de “End to the Lies”, el adelanto de un álbum supuestamente inminente, que se llamaría The Great Escape Artist (perdón por tanta duda, pero con estos muchachos nunca se sabe). También hubo un solo tema de Strays, “Superhero”, convertido en hit mucho después de ser publicado por obra y gracia de la serie Entourage. “Juana’s Adicción viajó por todo el mundo, pero nunca vino a la Argentina”, dijo Farrell, quien también recordó su visita en plan DJ: “Me preguntaban dónde estaba Jane’s Addiction y yo respondía: ‘¿Cómo carajo voy a saberlo?’”. Finalmente, el cuarteto “creado y regalo de Los Angelis” (sic, otra vez, de Cindy Lair en Ritual...) pisó suelo porteño y demostró el porqué de su status legendario, pese a tantas idas y vueltas, peleas, intoxicaciones y delirios. La explosión de papelitos plateados al comienzo de “Stop” le puso clima festivo a un hit épico, y el típico final con “Jane Says” dejó la sensación de deuda saldada, aunque demasiado tiempo más tarde.
JANE’S ADDICTION
Músicos: Perry Farrell (voz), Dave Navarro (guitarra), Stephen Perkins (batería) y Chris Chaney (bajo).
Bandas invitadas: Edward Sharpe and the Magnetic Zeros y Bicicletas.
Lugar: Anfiteatro Puerto Madero, jueves 31 de marzo.
Público: 15 mil personas.
Duración: 85 minutos.
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