Un apologista de la fusión
El músico francés volverá a tocar en Buenos Aires, en el marco de la gira mundial Atlantic Years Tour, en la que rescata los discos grabados para el sello Atlantic Records entre 1975 y 1985. “Mi principio es hacer la música con un espíritu abierto”, sostiene.
Por Santiago Giordano
Jean Luc Ponty cuenta que comenzó a tocar jazz con el clarinete. Pero un día, de repente, se armó una jam y no lo tenía a mano, por lo que se tiró en la mezcla con sus compañeros músicos armado de su otro instrumento, el violín. “Tenía alrededor de 17 años y ese momento absolutamente accidental cambió mi vida para siempre”, rememora el que a partir de entonces supo actualizar el sonido de una de las más selectas tradiciones del jazz: la de los violinistas. Después de traducir al violín los gestos del bebop y del cool, Ponty le puso cuerdas a la fusión de los años ’70; colaboró con el Frank Zappa de Mother of Invention, con la Mahavishnu de John McLaughlin y, entre otras cosas, en discos como Imaginary Voyage (1976) y Cosmic Messenger (1978), elaboró un lenguaje personal en el que virtuosismo y creatividad no se desautorizan entre sí. Más tarde abonó el terreno de su periplo artístico combinando gran cantidad de formas, texturas y maneras y estableció sociedades creativas con Chick Corea, con músicos africanos, con Bela Fleck y Stanley Clarke, por ejemplo; tocó con el violín eléctrico y el acústico y, naturalmente, condujo sus propias bandas.
El martes próximo, Ponty volverá a tocar en Argentina, en el Teatro Gran Rex, en un concierto que es parte de Atlantic Years Tour, la gira mundial en la que el violinista francés rescata la música que supo grabar para el sello norteamericano Atlantic Records, entre 1975 y 1985. Junto a él estarán Jamie Glaser en guitarra, el bajista Baron Browne y el baterista Rayford Griffin, músicos con los que Ponty trabaja desde hace años y que conoce muy bien. “Necesito instrumentistas que tengan afinidad con mi música –asegura el violinista a Página/12–. Mi sonido está basado en el sentimiento y muestra variadas influencias. No se trata sólo de conocimiento técnico.” “Los músicos que me acompañarán en Buenos Aires tocan conmigo desde los años ’70-’80 –continúa Ponty–. Los elegí entonces y los sigo eligiendo por esa razón. En esta gira estamos revisitando el pasado, pero queremos hacerlo sin reproducirlo exactamente como fue, por eso con nosotros estará también William Lecomte, un tecladista fantástico, que hace doce años que toca con nosotros y en su estilo propone una aproximación fresca, más improvisada.”Ponty habla de su admiración por Stephane Grappelli, violinista francés pionero del jazz, pero aclara que en ese rubro su favorito entre los clásicos es el afroamericano Stuff Smith. “Admiraba mucho a estos violinistas, claro. Pero desde que quise tocar jazz moderno, no tuve otra opción que escuchar a pianistas y músicos de vientos tocando bebop. También amplifiqué mi violín para tener más volumen y un sonido más moderno. Unos diez años después de mis comienzos, mi forma de tocar llamó la atención de músicos de rock como McLaughlin y Zappa, que se interesaron en integrar mi sonido a sus bandas.”
–¿De qué manera influyeron en usted estos músicos?
–En realidad, tuvieron poca influencia en mí. Yo había empezado a componer antes de tocar con ellos, pero como no tenía contrato de grabación con ninguna discográfica tuve que esperar hasta 1975 para comenzar con mi propio grupo y hacer mi música. Sin embargo, tocar la música de estos artistas, muy original y difícil, me hizo un intérprete más fuerte y me dio chances de adquirir más experiencia escénica.
–¿La influencia musical que más reconoce viene del jazz?
–Sí, claro, pero como le dije, tuve que adaptar esas influencias a mi instrumento. Trompetistas como Chet Baker, Clifford Brown, Miles Davis; saxofonistas como Gerry Mulligan, Sonny Rollins, John Coltrane; por supuesto algunos pianistas, desde Oscar Peterson a Bill Evans y McCoy Tyner han sido influencias para mí como instrumentista. Es importante también mencionar que mis influencias como compositor han sido los clásicos europeos, comenzando por los impresionistas franceses.
En esa necesidad de traducir el sonido jazz moderno a su violín está implícita cierta vocación de Ponty por la fusión, que es una de las marcas posibles para su música. “En aquellos años se cruzaban muchas cosas –explica–. Por un lado el violín era considerado un instrumento poco cercano al jazz moderno, pero al mismo tiempo los músicos de mi generación estaban en la búsqueda de nuevos ritmos y de otros sonidos, sobre todo eléctricos; además, en lugar de las cortas canciones populares utilizadas en el jazz tradicional, se experimentaba con composiciones largas y articuladas, similares a sinfonías, con amplio espacio para la improvisación. Esta síntesis es lo que me sigue interesando –continúa–. Mi principio es hacer la música con un espíritu abierto, sin rechazar mis raíces procedentes de Francia, donde crecí, ni de los Estados Unidos, donde pasé la mitad de mi vida.”
–¿Hubo un disco de jazz en particular que lo inspiró particularmente en esa búsqueda?
–No podría nombrar sólo uno. Yo empecé a tomar el jazz seriamente cuando descubrí a Gerry Mulligan y su grupo de los años ’50, por los geniales arreglos, las improvisaciones de contrapunto. Después hubo discos de violinistas de jazz como Swinging on a String, de Stuff Smith con Oscar Peterson, que me animaron a volverme un violinista de jazz. El resto fue probar desde mi lugar.
–En la actualidad usted también es parte de Return to Forever 4, con Chick Corea, Stanley Clarke, Lenny White y Frank Gambale. ¿Musicalmente, lo siente como un espacio propio o sólo como una colaboración?
–Con estos músicos hemos sido amigos desde los años ’70, pero esta es la primera vez que tocamos todos juntos en la misma banda. Y seguimos siendo amigos después de tocar 74 conciertos en Australia, Europa, EE.UU. y Asia... (risas). Entre nosotros hay un gran respeto y todo se pone mejor y mejor musical y humanamente a medida que avanzamos en la gira. Todos son tan creativos que la música evolucionaba de nuevas maneras cada noche, y todos manejábamos nuestros egos de una manera constructiva, focalizada en el éxito del grupo. Con mi propia banda yo sé adónde vamos con la música. En las colaboraciones eso es más impredecible, pero es divertido también.
–Entre mezclas y fusiones, ¿cómo imagina el futuro del jazz?
–Lo lamento, pero no puedo predecir el futuro (risas). Usted me pregunta sobre el futuro del jazz y yo todavía no sé ni siquiera cuál será el mío... Ni en lo musical ni en otros aspectos...
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