Como líder de Sonic Youth, el músico y cantante es uno de los responsables de haber reinventado la guitarra eléctrica y de establecer el noise rock. Aquí, producido por Beck, busca y logra nuevos caminos para sus composiciones.
Por Roque Casciero
Hace poco más de treinta años, en junio de 1981, Thurston Moore empezaba a reinventar la guitarra eléctrica en un contexto rockero al frente de Sonic Youth. Esos primeros pasos eran tentativos porque, aunque ya venía de tocar en los ensambles de Glenn Branca, el rubio y lungo violero todavía no lograba lo que en poco tiempo si conseguiría: infectar al rock con sonidos nunca antes escuchados. En tándem con Lee Ranaldo, Moore usaba y usa afinaciones poco convencionales, guitarras con menos cuerdas o a las que ataca con palillos de batería o destornilladores. Si a eso se le suman canciones poco convencionales, fruto de las variadísimas influencias musicales y literarias de sus miembros, se entiende por qué los Sonic Youth son venerados como creadores del noise rock e influencia clave del rock “alternativo” de los ’90 (con Kurt Cobain como un fan más). Y también por qué, tres décadas más tarde, su espíritu aventurero todavía los lleva por terrenos inexplorados, aunque para sus seguidores ya se sientan más familiarizados con riscos y pendientes de electricidad ruidosa que cuando el cuarteto (ahora ampliado a quinteto) neoyorquino comenzó a recorrerlos.
Moore y compañía no han bajado la intensidad de su electroshock, por cierto, aunque la melodía ha cobrado cada vez más importancia en el devenir de la banda. Y en los últimos años el guitarrista y cantante ha buscado, siempre inquieto, nuevos caminos sonoros para sus composiciones (mientras, por otro lado, sigue activo en el circuito de experimentación e improvisación). En Trees Outside the Academy (2007) ya se había pasado a la guitarra acústica, dejándole las ocasionales eléctricas a J Mascis (Dinosaur Jr) y había incorporado el violín de Samara Lubelski a la ecuación, pero la presencia de la batería (del Sonic Youth Steve Shelley) provocaba que el álbum se sintiera como un cambio a medias.
Con el reciente Demolished Thoughts, Moore va un paso más allá en sus intenciones y sus logros: se concentra en cantar –a veces al borde del susurro– y tocar la guitarra y le deja a Beck la tarea de producir y de meter arreglos. Lubelski retorna, ahora en un lugar más destacado, para demostrar que el autor de “Loser” aprendió cómo realzar una canción con un violín en la escuela de Robert Kirby, el orquestador de los discos de Nick Drake (con “Illuminine” y “Space” como mejores ejemplos). Pero la verdadera estrella del disco es la guitarra acústica, a la que Moore trata como si fuera alguna de sus eléctricas: muchos de los yeites y recursos con los que el músico arma sus canciones para Sonic Youth (“Benediction”) reaparecen aquí en un contexto diferente, con una calidez que cuesta imaginar en la banda. Las letras de Moore también tienen sus rasgos característicos, ya que no ofrecen historias lineales sino colecciones de imágenes o de palabras sueltas que sólo cobran sentido durante el tiempo que dura la canción (“Orchard Street”). Pero sería un error confundir canciones más reconcentradas, violines y susurros con el arribo de la tan temida Madurez Sónica: en noviembre, cuando Sonic Youth toque en el Personal Fest, se podrá atestiguar una vez más que Moore continúa siendo una usina al borde de la sobrecarga. Sólo que, por un rato, decidió dar un paseo al costado del ruido.
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