Por Luis Paz
Cantar despreocupado o a veces perseguido, vestir disparatado, estar mal peinado o llanamente “tocado”. En el rock, todo eso está bien. Al menos según la enumeración de sobreseimientos que Victoria Mil propone en su canción Las máximas. Y posiblemente, más allá de esa canción, también. Pero, ¿realmente todo está bien o se burlan de eso? ¿Están convencidos o simplemente parados más allá del rock y del mal? ¿O están en un mambo de buena onda padrísimo? “No tiene importancia”, declina toda hipótesis Migue Castro. ¿Cómo que no? ¡Sí! Un poquito, al menos. “No, no importa qué sentido le demos, si es que le queremos dar uno, sino que te llegue vacío de sentido. Una canción de Victoria Mil habla de lo que quieras que hable”, marca Julián Della Paolera, el otro eterno del cuarteto que completan Leonardo Santos en batería y Sebastián Velázquez en bajo.
Hay al menos un par de novedades respecto de Victoria Mil. La principal: que tienen un muy buen disco nuevo, Muy lejos, con seis o siete de esas esbeltas canciones sintéticas que suelen dar, algún experimento sónico interesante y sobre todo, se nota, mucho juego. “Es importante esto de que sea el tercer disco con esta formación: conocemos mejor el lugar de cada uno y más o menos hacia dónde vamos, que siempre es hacia donde nos pinta ir”, tira Migue. Y si pinta, pintó: en el universo Victoria Mil, los pinceles están cargados de polvo de estrellas, ambigüedad y una belleza simple, esa belleza que tiñe las cosas de la casa, como un libro o una maceta, o unos ravioles de la vieja, y las vuelve intrigantes.
Muy lejos, el título del disco, parece un deseo viajero –”Vos vas a llegar tan lejos” cantan en Lejos–, pero también un balance del movimiento de la banda en estos 13 años. Al menos en la forma, el trayecto está logrado: grabaron ocho discos, colaboraron en varios más, produjeron y ayudaron que salgan otros; tocaron en el under, en los festivales y están de vuelta de una gira por Perú y México coronada en el Vive Latino. En este caso, el de la grabación de Muy lejos, fueron de Circo Beat, donde grabaron, a mezclarlo en Panda con Tom Rixton y de ahí a dar la puntada final en Skye Mastering (Nueva York) con Dennis Blackham. ¿David Beckham? No, Dennis Blackham, que laburó con The Who, Bee Gees, Led Zeppelin, Black Sabbath... ¡Fa! “Lo que hizo está buenísimo –concede Julián–. Pero lo impecable fue el laburo de Tom”, que es Rixton, un productor británico empapado de beat, bits, pop y rock que no caza una del castellano. “Igual fue el que mejor entendió qué queríamos. Vino cuando demeamos, nos vio en vivo, se sumó y entendió dónde íbamos. El estaba en una parecida y fue productivo”, define Migue que, por cierto, toca los teclados, programa y canta en tarea compartida con Julián, además violero.
–Sobre esto del viajar, estuvieron tocando en Perú y México hace algunos meses. Y se sabe que son unos viajados. ¿Pega el peyote?
Migue: –Hay que tener mucho cuidado. No la hicimos porque es muy fácil que te caguen. Vas, te dan cualquier cosa, te dejan tirado en el campo y andá a saber... Pero la estamos organizando bien con un amigo, para hacerla entre dos volcanes.
No están en condiciones económicas de invitar allí, pero darán partecitas de otros mambos sintetizadas en 15 o 16 canciones, un nuevo video y un recital en su tipo de tablado preferido: “Un show en La Trastienda es algo íntimo, pero con sonido zarpado”. Si conseguís una de las primeras 200 entradas, encima, de regalo te llevás una remera. Y si agrandás el combo con algo para ayudar al juego de los sentidos... buen viaje.
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