Fue como consecuencia de una enfermedad degenerativa; tenía 88 años; fue el creador de la Misa Criolla
El músico Ariel Ramírez falleció el 22/02/2010 a los 88 años, informaron allegados a la familia a la agencia DyN. que Ramírez había sido internado hace una semana en una clínica privada de la localidad bonaerense de Montegrande, tras padecer una neumonía que se agravó con una descompensación general de su estado de salud.
Se fue un gran melodista del foklore. Se fue, tras una larga enfermedad degenerativa, Ariel Ramírez, el pianista y compositor que dejó importantes piezas para el repertorio de la música nativa.
Porque no se trata de determinar mejores o peores -Cuchi Leguizamón, Adolfo Abalos y Eduardo Falú, entre otros, han escrito obras muy bellas- sino de reconocer en este caso a un gran creador, a partir de su obra. Y su obra es "Alfonsina y el mar", "Zamba de usted" o las canciones de esas dos magnificas obras conceptuales, Cantata sudamericana y Mujeres argentinas, que Ramírez compuso sobre las letras de Félix Luna, y que el público escuchó en la magnífica voz de Mercedes Sosa.
Quizás por haber nacido en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921-y no en alguna provincia del Noroeste o del Este chamamecero del Litoral (más predestinadas a cierto contexto musical) Ramírez supo ser un músico que recorrió el país en todas las direcciones.
Esta son las dos características centrales de su obra y de su legado: la musicalidad expresada en el melodismo y la concepción abierta del folklore argentino que le permitió abordar generos variados y crear obras que terminaron destacándose en cada uno de estos paisajes sonoros. La Misa Criolla es uno de los más claros ejemplos de esa diversidad que se fue dando casi desde el comienzo de su carrera.
Cuando era joven se trasladó de Santa Fe a Córdoba. Una vez allí, a instancias de Atahualpa Yupanqui, comenzó a recorrer el Norte argentino. Luego pasó un tiempo en Mendoza y después se instaló en Buenos Aires, donde su actividad como pianista fue mayor. Entre 1946 y 1956 grabó una veintena de discos para el sello RCA que incluyeron obras propias, como "La tristecita". Al mismo tiempo, estudió en el Conservatorio Nacional de Música.
Durante el primer lustro de la década del 50 viajó por Europa dando conciertos, especialmente en universidades, y luego vivió un tiempo en Perú. En la segunda mitad de esa década desarrolló, en Argentina y el exterior, el trabajo de su propia compañía de música y danza.
En su carrera, la década del sesenta estuvo caracterizada por la composición de grandes obras. La Misa criolla, con un gran elenco, se conoció en 1964. Desde entonces fueron aparecieron el resto de esos trabajos que hoy representan hitos dentro del cancionero de la música nativa: Navidad nuestra, Mujeres argentinas y Cantata sudamericana, y otras menos conocidas, como Los caudillos.
La Misa criolla es la obra de raíz folklórica argentina que más se ha interpretado en el exterior y más versiones tuvo, incluso la de tenores de la música clásica.
Además de su tarea como pianista y compositor, Ariel Ramírez fue, durante cinco períodos, hasta 2004, presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic).
MAS DE ARIEL
Ella le enseñó un repertorio de clásicos -Beethoven, Schumann, Haydn, Mozart-, con el que de adolescente se luciría en tertulias familiares. Tenía que recibirse de maestro, ésa era la consigna familiar. Después podría hacer lo que quisiera. Y ocurrió uno de los encuentros que lo marcarían para siempre: conoció a Arturo Schianca. "Esa noche que lo escuché tocar el piano me cambió la vida. Me enteré de lo que era la música. Tendría sesenta y tantos años y un dominio de los ritmos folclóricos tradicionales sureños que me volvió loco. Cuando tocó su Danza de las espuelas yo no podía creer lo que estaba escuchando. Una estructura pianística perfecta y además una música que te tutea, habla tu lenguaje, el idioma de la llanura y la gente que vive allí. Fue una experiencia muy fuerte: yo era de una manera y a partir de Schianca fui de otra".
Dos días duró Ramírez como maestro: "Era cuarto grado. Varones. Todos pedían ir al baño. El primer día, yo accedí. Me llamó la directora: no debía dejarme engañar. Al otro día, un niño pidió ir al baño. Se lo negué. El chico se hizo encima ... Allí me di cuenta de que eso no era para mí". Radicado en Córdoba, prefirió tratar de vivir de la música. A cambio de un sueldito, tocaba folclore del sur y del litoral por LV3, cuando se produjo el otro encuentro decisivo: con Atahualpa Yupanqui. Era 1941.
"Vino a la pensión de estudiantes donde yo vivía con mis amigos Raúl y Chonchón Mothe. No sé cómo vino: creo que era conocido de ellos. Yo, por supuesto, me senté al piano y le toqué todo. Me escuchó con mucha atención y en una de esas me dijo: 'Tóquese una zamba'. 'Zambas no sé', le dije. "Me falta ir al norte para aprender con los guitarreros del lugar. Pienso hacerlo apenas junte unos pesos". Al día siguiente me mandó a la pensión un pasaje de tren a Jujuy, un billete de diez pesos, la indicación de un hotel donde cobraban dos por día y los nombres de tres personas que podían ayudarme. Le dije chau a LV3, me fui a Jujuy y el primero nomás que llamé me llevó con él a Humahuaca y me instaló en su casa".
Era el musicólogo Justiniano Torres Aparicio. Ramírez se quedó un año en su casa y viajó por Tucumán, Salta, Jujuy y Bolivia. Siempre con el objetivo de seguir aprendiendo los secretos del folclore, también vivió en la región cuyana, sobre todo en Mendoza. "A los pocos días de llegar a Tucumán compuse La tristecita. Cuando la dueña de casa oyó lo que estaba tocando, me dijo: "Pero qué zamba tan tristecita". Y así quedó. Cuando Ricordi me la editó sentí la mayor satisfacción de mi carrera". Esa zamba estuvo, en 1946, en el primero de los 21 discos que grabó para la RCA Víctor.
Ya era conocido en Buenos Aires como pianista de Radio El Mundo, pero todavía le faltaba Europa. En 1950 viajó a Roma: vivió ahí, también en Madrid, y tocó por todas partes. Barcelona, Santander, Roma, Cambridge, Utrecht, Amsterdam, Viena, Hamburgo, Londres fueron algunas de sus innumerables escalas; en el Vaticano lo recibió el Papa Pío XII. Después de haber vivido en Perú, en 1955 volvió a la Argentina para organizar la Compañía de Folklore Ariel Ramírez, donde brillaron, entre otros, Los Fronterizos y el charanguista Mauro Núñez. En esa etapa compuso temas como Los inundados, Volveré siempre a San Juan, La última palabra o Allá lejos y hace tiempo. En 1964, el impacto de la Misa Criolla terminaría de darle prestigio internacional, pero el éxito no impidió que quisiera seguir aprendiendo: en la década del '70 se puso bajo el ala del maestro Edwin Leuchter, con quien estudió durante doce años.
Autor de más de 300 canciones, dos de sus socios en la composición fueron sus grandes amigos Miguel Brascó y, sobre todo, Félix Luna. Con el historiador creó algunas de sus obras más populares, como Alfonsina y el mar, La peregrinación, Los Reyes Magos, La anunciación, Antiguo dueño de las flechas (Indio toba), Juana Azurduy o Navidad en verano. Pero su tarea excedió lo estrictamente musical: también se dedicó a la pedagogía, con una serie de estudios para facilitar la interpretación en piano de la música popular que fue material de consulta en conservatorios de todo el país. Además, se involucró en la defensa de los derechos de autor desde la presidencia de Sadaic, cargo que, desde 1970 hasta 2005, ocupó en cinco períodos. En la actualidad era presidente de la Junta Consultiva.
Tuvo tres matrimonios y tres hijos. Conversador, habitué de la confitería Las Violetas, su altura (1,90) imponía respeto, pero siempre estaba dispuesto a la charla amable, aun en los últimos años, afectado por el mal de Alzheimer.
Se fue un compositor único, un intérprete notable y una gran persona.
La primera grabación se realizó en 1964 y fue protagonizada por su autor en piano, Los Fronterizos, la Cantoría de la Basílica del Socorro dirigida por el presbítero Jesús Gabriel Segado, el Chango Farías Gómez, Domingo Cura, Jaime Torres y Alfredo Remus, entre otros. Su estreno en concierto fue el 12 de marzo de 1967 en Düsseldorf, Alemania. Ese mismo año, durante una audiencia privada de Los Fronterizos con el papa Pablo VI, éste destacó la importancia de la Misa criolla y recibió un ejemplar de la edición argentina de la obra. En octubre, se presentó en vivo en Buenos Aires. La época era propicia: en 1963 el Concilio Vaticano II había aprobado la misa en lenguas diferentes del latín. Esta era la primera "versión" de la misa cantada en español.
Desde entonces aquella grabación, ya editada en CD, alcanzó difusión en más de 40 países.
Entre sus numerosos intérpretes posteriores se cuentan desde Zamba Quipildor hasta el tenor español José Carreras.