Para elevar el nivel de conciencia
La cantautora vuelve a cautivar con canciones hondas, basadas en músicas arregladas por el guitarrista Luis Volcoff. “Es tiempo de cantar lo auténtico, lo que sale del corazón o, si no, pintar o cultivar papas en la montaña, pero callados”, opina.
Por Carlos Bevilacqua
La
suya no es una carrera fácil de seguir. Arrancó con el tango, pero
pronto se desmarcó, conservando sí una fuerte impronta rioplatense y
sumando ritmos de bossa, entre otros ingredientes. De perfil bajo, no es
de cantar seguido en Buenos Aires, se toma hasta cinco años para
publicar un disco y, cuando lo hace, la presentación no se extiende
demasiado. Por eso, pero sobre todo por sus dotes de inspirada
cantautora, conviene tener en cuenta ocasiones como la de hoy en Café
Vinilo (Gorriti 3780), donde desde las 21 Gabriela Torres lanzará
formalmente Ningún lugar, su sexto CD y el primero producido enteramente
por ella misma. Allí, Torres confirma cuánto domina el oficio de la
canción en un sentido amplio, sin atarse a dogmas de género o épocas al
escribir y, desde una voz diáfana, rica en matices, al interpretar.
Como curiosidad, entre los créditos del CD aparece en dos temas el contrabajo de Luciano Vitale, su hijo de 19 años, fruto de la relación que tuvo con Lito Vitale. “Empezó a tocar a los ocho y hoy es un musicazo terrible que me honra acompañándome. Además de contrabajo, toca flauta traversa, ronroco, estudió citar e integra un grupo de improvisación llamado Ricarda Cometa”, cuenta.
Pero si de curiosidades se trata, nada supera la participación en una de las pistas del cantautor congoleño Lokua Kanza, con quien Torres trabó amistad vía web, primero, y personalmente, después. “Me encanta ser algo así como la presentadora de un artista increíble para mucha gente que, de otra manera, no lo conocería. Lokua tiene una voz que te vuela la peluca, unas canciones bellísimas y una limpieza increíble para tocar la guitarra. Cuando le dije que quería hacer una versión en español de un tema suyo, aceptó encantado; pero estuve a punto de desistir porque, como en francés se usan muchas contracciones, no había manera de traducir la letra manteniendo más o menos la misma extensión de los versos. Entonces hice yo una letra nueva sobre la misma música. Lo que colmó mi capacidad de asombro fue que Lokua no sólo aceptó cantar conmigo ese tema con la letra cambiada sino que, antes de grabarla, se tomó el trabajo de traducirla al lingala, el idioma nativo del Congo”.
El texto promocional de Ningún lugar habla de un disco que se gestó de a poco, de manera relajada. Una imagen que bien le cabe a la trayectoria de Torres en general. “Nunca tuve la ambición de llegar a un determinado lugar, ni en la mirada social ni en el ambiente de la música. Entonces pude disfrutar del camino. Cuando miro para atrás veo que tuve logros y encuentros hermosos con artistas admirados, pero siempre a un timing muy personal”, reflexiona al sopesar el trabajo de los últimos veinte años, en los que cosechó dos discos para una multinacional, otro para Epsa replicado por el sello francés World Village, tres giras por Europa, grabaciones con Jorge Drexler, trabajos con el productor Afo Verde y una participación en un disco de homenaje a Joan Manuel Serrat junto con figuras como Tania Libertad, Martirio y Omara Portuondo.
“Con este disco me propongo hacer los deberes de presencia, porque también es verdad que me falta un poco de constancia. Pero es que me distraigo con otros caminos”, explica, refiriéndose a las mudanzas, los vaivenes de pareja y a su “búsqueda espiritual”, reflejada en las letras a través de tópicos como la sinceridad, el sentido de la vida, la soledad, el amor, el coraje y la paz interior. Como en sus dos trabajos anteriores, en Ningún lugar Gabriela consigue una inusual combinación de letras profundas con músicas ligeras que, lejos de chocar con la densidad de los versos, potencian el mensaje. “Me parece que desde la música se puede elevar el nivel de conciencia, iluminar un poco –opina–. Aunque suene soberbio, creo que ante la caída de algunos paradigmas y las manifestaciones naturales a las que estamos asistiendo en el planeta, no hay tiempo para andar cantando boludeces, me parece que es tiempo de cantar lo auténtico, lo que sale del corazón o, si no, pintar o cultivar papas en la montaña, pero callados.”
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