A punto de cumplir 60, León Gieco editó “El desembarco”, un disco en el que revisa su propia historia y el pasado reciente de la Argentina.
Por Germán Arrascaeta
León Gieco lanzò nuevo disco después de seis años. Ese tiempo separa al precedente Por favor, perdón y gracias del reciente El desembarco, aunque en el medio no hubo años sabáticos, sino solidaridad y militancia pro Derechos Humanos. Todo eso hubo, además de una revisión exhaustiva de su obra que se tradujo en discos triples, documentales y demás.
La aparente dispersión es lo que paga un Gieco consecuente con lo que expresa. “Me gustaría que pase menos tiempo entre discos. Tengo planes para que no vuelva a pasar”, despacha el cantautor a punto de cumplir 60. E inmediatamente se predispone a contestar lo que se requiera con respecto a El desembarco, una obra a la que considera “de garage”.
“Quería grabar así porque ese es el sonido que tienen los discos de fines de los ‘60 y los ‘70 que me gustan; en ese período se creó la música que me marcó”, ilustra. Luego reivindica el pulso del baterista norteamericano Jim Keltner, que colabora con él desde hace 15 años, y de los otros músicos de primera línea que agrupó en el mítico estudio East-West, de Los Ángeles. Hablamos de Jimmy Johnson en bajo, y de los guitarristas Deán Parks y Mark Goldenberg. “Grabé con esos monstruos en vivo, utilizando cinta abierta y micrófonos antiguos con la idea de captar la sonoridad de esa época tan alucinante”, añade, a tono con Jack White, un clasicista que evita computadoras y tratamiento digital. El ítem “retro” se agota con la foto de tapa, que tiene a León con una eléctrica de caja. ¿Acaso abandonará en vivo su acústica fileteada? “No, para nada –contesta–. La viola de la tapa es la que usaba Edelmiro Molinari, en Almendra. La tengo en mi casa y quería una foto con ella para seguir con la reivindicación de los ‘60 y ‘70. Porque Almendra era todo”.
El desembarco tiene motivaciones personales ( Ella está dedicada a su madre fallecida), otras que atienden su propio instinto (sonar a la manera de los años ‘70) y una última de carácter histórico, que le da sentido al título. “El desembarco es porque, como canto en la canción homónima, ‘hay quienes desembarcan con un grito, sin armas y por la vida’. El desembarco llamaron las Madres de Plaza de Mayo a su acción de entrar en la Esma. Todas las fotos del booklet fueron tomadas en ese lugar signado por la muerte, convertido en un campus de la memoria”, explica.
A apropósito, es inevitable preguntarle a León por las sentencias en la causa Esma. “¿Cómo creés que estuve? Fue uno de los días más felices de mi vida”, repregunta y se contesta. Sobre cómo tomó que el represor Astiz se haya besado la escarapela, un símbolo patrio, León declara sin diplomacia: “Que se vaya a la concha de su madre. No me importa analizar sus actitudes. No merece un minuto de mi tiempo”.
Argentinidad, al palo
El desembarco, además, continúa con profundos análisis sobre el ser nacional. En ese plano se destacan el retrato del egoísmo argento de El argentinito y la canción Bicentenario, compuesta junto a Raúl Porchetto y en cuya grabación León reunió a PorSuiGieco. En la letra de esa pieza se alude a la inevitable alternancia de luz y oscuridad en 200 años de historia como patria. León: “Con Raúl pensamos que no hay mucho para festejar. No voy a festejar a Julio A. Roca, ni a las dictaduras militares, ni la década menemista. Tenemos que referirnos a esa alternancia”.
Gieco considera al presente como luminoso, lo que hace suponer que, siguiendo la lógica de la historia, se viene un período sombrío.
“Si pensás la historia latinoamericana, debería ser así. Pero primero vivamos esta luz. No obstante, tenemos que bajar el copete y dejar de pensar que tenemos un gobierno que puede mirar de arriba la crisis europea y estadounidense. Guarda con eso”, expresa.
“Conviene creer que este gobierno es un primer escalón para seguir subiendo en términos de progresismo real. Porque entre el 54 por ciento de la presidenta y el 16 de Binner, un 70 por ciento votó a un candidato progresista. Y si seguís bajando, hay un radical, Alfonsín, que no será un gran político pero no es una persona corrupta. Los opositores recalcitrantes y sin propuestas, como Duhalde y Carrió, sacaron muy pocos votos. Pienso que el argentino aprendió a votar, ¿no?”, redondea.
–¿Por qué reunir a PorSuiGieco?
–Con Raúl grabamos la versión elegida por Canal 7 para hacer los cortes en el día de la fiesta del Bicentenario. Como quería tener la mía, me acordé de Diego Capusotto, el único que rescató a PorSuiGieco en todos estos años. Él creó un personaje barbudo, de pelo largo y todo grasiento que, debajo de las revistas Pelo, tenía nuestros long plays. Reuní a PorSuiGieco como gesto de gratitud con Capusotto.
–Es curioso el uso del acordeón. ¿Lo podés capitalizar para una cumbia como “Hoy bailaré” o, como Dylan en “To get her”, para mecer un folk tal cual lo hacés en “Ella”.
–De Dylan uso todo (risas). Dylan es mi hermano; o yo soy su hermano no reconocido (más risas). El acordeonista es americano también.
–¿Cómo lograr que se latinicen músicos gringos?
–Te doy un ejemplo. Hoy bailaré, que es un híbrido, al momento de grabarlo Keltner me dice “¿y esto cómo lo toco?”; y le digo “tenés que tocarlo como un tema que vos grabaste con Ry Cooder, Down in Hollywood”. “Ahhh, all right”, me contestó y tocó exactamente lo mismo. Otro dato, para darle más toque latino a ese tema, llamamos a Luis Conte para que con sus congas le pusiera algo de cumbia. Y al triple colombiano lo ejecuta Deán Parks sin dramas. Hablamos de gente con demasiado oficio.
–Tanto en “Ella” como en “El argentinito”, es impresionante cómo te expresás. Deben ser los máximos gritos de tu obra.
–Grité un poco en el disco de D-Mente. Y mucho más cuando fuimos soportes de Metallica, ¿viste? Tenés que pelar con esos chabones (risas). Grito por dolor en la primera, y por indignación en la segunda. Cada letra me pidió eso.
–“8 de octubre” resulta de una colaboración con Spinetta. ¿Cómo fue escribir para él?
–Se dio naturalmente. Un día me llamó Dante para un video y me dijo “por ahí viene mi viejo”. No tenía una relación muy fluida con Luis. Nos conocíamos y nos respetábamos. Lo veo y me dice “estoy grabando una canción para homenajear a dos grandes. Guitarra, que es tuya y de Yupanqui”. “No puedo creer lo que estás diciendo. Es un chiste”, le contesté. Porque que me lo diga Spinetta... Después de que le agradecí, me dijo que tenía una melodía para que le pusiera una letra relacionada al 8 de octubre, el día de la tragedia vial de los chicos de Santa Fe. Le encantó lo que hice respetando mi instinto, y hasta la grabó en Las Bandas Eternas, ese show glorioso que hizo en Vélez. Me llevé una maqueta para hacerla con los americanos, y descubrí en un canal oculto la voz de Luis. Le pedí la autorización para usarla. Me la dio, lo sumé al disco.
Lo que viene
–¿Hay quienes se quejan porque tardás en entregar discos nuevos?
–Son los que no me siguen de cerca y no saben que en estos seis años propuse Por partida triple (disco de antología), trabajé en el proyecto inclusivo Mundo alas, hice su película, también los 18 capítulos para el Canal Encuentro sobre Ushuaia a La Quiaca y un disco con D-Mente. Trabajo todo el tiempo. Y el año que viene haré tres discos más.
–¿Tres?
–Tal cual. Uno será Soportando a Dylan (grabado cuando abrí para él en Vélez Sársfield), un compilado llamada Verdaderas canciones de amor y otro Por partida simple con colaboraciones con otros artistas. Además, está la posibilidad de que me produzca un colaborador de Dylan. Me gustaría componer nuevas canciones para que él me produzca. Pero no sé, nadie me corre. Voy tranquilo.
El baterista de la pensión
Jim Keltner lleva más de una década colaborando con León, con quien está relacionado de una manera especial. “Es el baterista de Bob Dylan, el que acompañó a Lennon en Imagine, el que tocó al lado de Ringo en el Concierto para Bangladesh, organizado por George Harrison. Jim es el baterista de todos los discos de Ry Cooder (soy muy fanático de Ry Cooder), el de Willie Nelson, el que completó a The Traveling Wilburys”, detalla León entusiasmado, y al toque tira “el” dato curioso: “Fue el primer baterista que sonó en mi pensión”.
-¿Cómo?
-Cuando me vine a vivir en Buenos Aires, y escuchaba discos en un Wincofon, fue el primer baterista que sonó ahí. Y te cuento por qué. El primer disco que compré fue Freewheelin de Bob Dylan, y no había baterías allí porque es todo armónica, guitarra y voz. Pero por la revista Pelo me entero que, como se había ido McCartney de los Beatles, John Lennon quería reemplazarlo con un amigo suyo que se llamaba Harry Nilson. Entonces, decidí ir a una disquería a comprarme un disco de Harry Nilson, para ver qué onda.
-¿Y entonces?
-Pasaron 40 años y grabo con Keltner por primera vez. Sabía casi todo con respecto a él, pero cuando lo googleo para dar un perfil más completo, leo que el muy hijo de puta había tocado con Harry Nilson. Cuando llego acá, voy a mi pila de long plays y encuentro el vinilo que me había comprado en los ’60... ¿Y quien figura en los créditos como baterista? El fucking Jim Keltner.
“Canté con Bono, pero me perdí el show de U2”
León fue “el” invitado de U2 durante su última visita. Cantó junto a Bono Sólo le pido a Dios, sin ensayo y con adrenalina a full. “Estaba en Chaco y me dicen que los U2 me invitan a ver su show. Hago un viaje relámpago, llego, me ubico y me tomo unos vinitos”, relata León.
“En eso viene su mánager y me dice ‘Bono lo quiere saludar’. Llego a él y me tira ‘cantemos algo’. Me bajó la presión... ‘Cantemos algo de Lennon’, insistió. ‘Ni en pedo, en inglés no puedo’, le dije”.
–¿Cómo se resolvió todo?
–Cuando faltan 10 minutos, bajamos al camarín y les pregunta a los otros tres “¿Qué puedo cantar con él?”, y los chabones le dicen “hacé lo que quieras”. Y ahí le recordé que, en una visita anterior, él había intentado cantar Sólo le pido a Dios. Se la canto con la acústica de The Edge y me grita “¡¡¡Mercedes Sosa!!!”. Le conté que era el autor y alucinó. Y empezó el show y me tuve que quedar en el back a esperar mi turno. Así que canté con Bono, pero me perdí el show de U2.
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