Un nigromante de los sonidos
El guitarrista argentino que admiraron Duke
Ellington y Louis Armstrong siempre se resistió a las clasificaciones. Y
así lo demuestra este CD doble que termina con una versión de
“Stardust” en la que, sobre una pista suya, canta su nieta Jorgelina.
Por Cristian Vitale
Negro
y jazzero, pero medio toba, argentino y mestizo: las condiciones
genéticas estaban dadas desde el vamos (20 de febrero de 1909) para que
Oscar Alemán se convirtiera en un artista inclasificable. Y así salió,
sin que mellaran las tempraneras muertes de su madre y su padre (fue
huérfano desde los 11 años), para que un existir de precoz changarín, de
lustrabotas, canillita y abrepuertas no impidiera (más bien acentuara)
su carácter indómito, trotamundos, desfasado de todo eje. Cierto, el
planeta jazz lo acunó –lo admiraron Duke Ellington y Louis Armstrong–,
pero Alemán prefirió la libertad al molde. Y entonces su luz fue de jazz
tanto como de bolero, baión, tango, vals, chamamé y lo que viniera.
Caso único, el de Alemán, que refrenda Eternamente vivo, un CD doble
recientemente editado por Fonocal. Gracias al medular aporte de
Guillermo José Iacona, viejo alumno del guitarrista que llegó a tocar
con él en las presentaciones del Teatro del Buen Ayre en 1971, el
material mecha y condensa fotos en blanco y negro de esta especie de
Jumpin’ Jack Flash del proto rock, con 35 piezas nunca antes reveladas
al público, que lo muestran como un nigromante de los sonidos, fuera de
todo nicho. Versiones a guitarra pelada, geniales, de “Tea for two”
(Vincent Youmans e Irving Caesar) o el fox trox “Dong Dong”, se conjugan
con hits llevados a swing irreverente (“Bésame mucho”, “St Louis
Blues”), alguna pieza cantada en francés, y reportajes en radio y
televisión. En Sábados continuados, por caso, donde Alemán, jocoso,
contesta varias veces la misma pregunta a Leonardo Simons. “¿A qué edad
empecé a tocar la guitarra? A los 3 años... No, a los 2 años y medio,
perdón. Si me seguís preguntando, te sigo bajando medio año”, se le
escucha decir, entre carcajadas.Eternamente vivo despliega, más allá de chistes y engañitos, un mundo sonoro lleno de colores estilísticos en el que Alemán encara piezas que su historia recortada efectivamente recorta: una especie de flamenco místico llamado “Caminos cruzados”; una versión “a mil” de “La cumparsita”; otra de “Derecho Viejo”, de Eduardo Arolas; una reminiscencia de su Chaco natal, cuyo track figura como “Chamamé” a secas; y un llamativo “Gato del perro’, que lleva su rúbrica. El rescate emotivo tiene como único bonus una versión de “Stardust” cantada, sobre una pista suya, por su nieta Jorgelina, a la manera del “cónclave” Natalie Cole-Nat King Cole, que le agrega al total una herencia viva con perfume a mujer.
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