Soplando en el tiempo
Desde su retorno a los estudios a fines de los ’90, tras una década errática (los ’80) y una casi ausente (los ’90), Bob Dylan no para de entregar álbumes que por sí solos alcanzarían para coronar la resurrección artística más notable del siglo XX. Tras Time Out of Mind (1997), Love & Theft (2001) y Modern Times (2006), ahora sale Together Through Life, un disco en el que prolonga ese sonido único que parece haber encontrado y ahonda en esa máxima que practica tomando y reescribiendo lo mejor de la tradición en la que se formó: el futuro está en el pasado.
Por Sean Wilentz
Escuchando el tercer tema del nuevo álbum de Bob Dylan, Together Through Life, me di cuenta de repente. La melodía de la canción, “My Wife’s Home Town” (“El pueblo de mi esposa”) es básicamente una repetición nota a nota del clásico de Muddy Waters “I Just Want to Make Love to You”, escrita por el grande del blues de Chicago Willie Dixon, grabado originalmente por Waters en 1954, y más tarde por, entre otros, Etta James y los (jóvenes) Rolling Stones. El tempo es un poco más lento; y el acordeón de David Hidalgo fluye intermitente sobre las líneas interpretadas en el original por el pianista Otis Spann y el virtuoso de la armónica Little Walter; pero la melodía es la misma, y el arreglo se le acerca poderosamente.
La voz de Dylan, con la edad, se ha vuelto más suave (si ésa es la palabra) en una dicción blusera cercana a otro grande del blues, Howlin’ Wolf. Me pregunté si Dylan le estaba rindiendo homenaje a Waters o a Dixon o a James o a Mick Jagger, o acaso a todos ellos. Pero lo que me impresionó fue otra cosa; cómo la voz de Dylan se ha vuelto más suave (si ésa es la palabra) en una dicción blusera cercana a otro grande del blues, Howlin’ Wolf. Y así, sobre una vieja canción que Dylan ha reescrito como un número malvado acerca del arquetipo de una mujer malvada, extraños fantasmas de las sesiones de Chess Records que se remontan a más de medio siglo atrás, de pronto reencarnan en la piel de Dylan, Hidalgo, y del resto de la banda que Dylan ha reunido para Together Through Life. Un álbum de canciones sobre mujeres y amor (con la mayoría de las letras y melodías co-acreditadas a Robert Hunter, compositor de Grateful Dead que ya había colaborado antes con Dylan), que es también sobre la música con la que ha viajado a lo largo de su vida.
El nuevo disco es parte de la obra reciente de Dylan, de Love and Theft (2001) a esta parte. Los sonidos, las melodías, las letras country y de canción pop (“el boulevard de sueños rotos” se convierte en “el boulevard de autos rotos”) y retazos de poesía clásica (Ovidio hace una breve aparición acá, como lo hizo en su último álbum de canciones originales, Modern Times) son permutadas y recombinadas en algo nuevo que también suena viejo. Y como en otros trabajos de Dylan de los últimos tiempos (incluida Masked & Anonymous, su película profundamente subvalorada), la más simple de las canciones puede contener capas de alusiones, pero hasta ahí nomás. En su éxito de 1973, Jolene, Dolly Parton ruega con una belleza sobrecogedora, con bucles dorados y ojos verde esmeralda, que no le roben a su hombre. En la versión de Dylan –un rock garabateado con el mismo título y una buena guitarra– los ojos de Jolene son marrones y Dylan canta como si él fuera el rey y ella su reina, armado de un 38 especial y agarrando sus dados. Una canción suficientemente simple y directa –pero acechando en las letras y en la música también hay rastros del 32-20 Blues de Robert Johnson, así como del álbum de Victoria Spivey grabado en 1962, Three Kings and the Queen (en el cual un Dylan de veinte años de edad, para nada un rey, tocaba la armónica acompañando a Big Joe Williams).
Aun cuando las canciones hablan de pérdida y de añoranzas, el álbum tiene una atmósfera cálida, por momentos soleada, que proviene mayormente de los acordes Tex-Mex del acordeón de Hidalgo (conocidas por las grabaciones de su banda regular, Los Lobos), por momentos a dúo con la trompeta mariachi de Donnie Herron, un estable de la banda de giras de Dylan. Y acá hay un importante retorno a la música del propio Dylan así como a la de otros. Dylan ha usado sonidos Tex-Mex en sus propios trabajos por lo menos desde 1965, cuando agregó a último minuto, brillantes bordeos de guitarra (reminiscentes de la balada “El Paso”, de Grady Martin y Marty Robbins) a la versión de estudio de “Desolation Road”, a cargo de Charlie McCoy, ladero visitante de Nashville. Al tiempo que rompía con las formas más convencionales de la música folk de los ’60, Dylan confesó su admiración por la obra de su amigo, el genio de San Antonio Doug Sahm, y la banda de rock Tex-Mex de Sahm con su nombre de invasión británica, The Sir Douglas Quintet.
Tal como lo revelaron los primeros informes de prensa, el disco surgió del encargo de una canción para un futuro film de Olivier Dahan. No hay nada extraño en eso tampoco: en sus shows en vivo, Dylan muestra orgulloso el Oscar que ganó por “Things Have Changed” (que lo convierte, junto con Aaron Copland, en uno de los pocos artistas que han recibido un premio Pulitzer y una estatuilla de la Academia). Esa canción inicial para una película, “If You Ever Go to Houston”, nos transporta por unos minutos a 1870, a través de la voz de un veterano de la guerra mexicana, que da instrucciones al público sobre cómo caminar en esa ciudad (el álbum tiene algo con mantener las manos en los bolsillos), con algunos lugares que hay que conocer en las ciudades de Texas (como el Hotel Magnolia en Dallas), pero fundamentalmente con un frondoso paisaje sonoro del bajo de Tony Garnier, que suena como Mike Campbell en una guitarra acústica con cuerdas de tripa, e Hidalgo, interpretando una melodía repetitiva de pares de notas descendentes.
El sonido de buena parte de Together Through Life encaja bien en el fondo del Viejo Oeste, el cual (junto con la Guerra Civil y la tierra del blues, de Mississippi a Chicago, entre 1938 y 1955) ha disparado tantas veces la imaginación de Dylan; matrices del mito norteamericano. Hidalgo es también el último de una serie de grandes tecladistas con los que Dylan ha tocado y grabado a lo largo de las décadas, incluyendo a Paul Griffin, Al Kooper y Augie Meyers, por no mencionar su propia ejecución de piano y órgano, tan a menudo pasada por alto. Los fans y críticos de Dylan le han dado demasiada importancia a lo que él alguna vez llamó “ese salvaje sonido mercurial” que capturó en Blonde on Blonde. Dylan creó ese sonido de un vórtice de guitarras, armónica y, por encima de todo, el órgano de Kooper. Together Through Life no se parece a Blonde on Blonde, pero aquel brillo metálico del que hablaba Dylan reaparece, por momentos brillando suavemente, en otros destellando como un ritmo saltarín.
Sean Wilentz es profesor de Historia en la Universidad de Princeton, autor de libros como The Rise of American Democracy: Jefferson to Lincoln y The Age of Reagan: A History: 1974-2008, y es el historiador residente del sitio oficial de Bob Dylan (www.bobdylan.com)
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