La gran gira de U2 y un juguete enorme
"Intentar competir con U2 es realmente absurdo. Para ser honesto, creo que la mayoría de las bandas, después del Zoo TV, o del PopMart (1997/8), se rindieron definitivamente.”
Puede que Willie Williams (51) exagere su pedantería, pero algo -o mucha- razón tiene, a la luz de la puesta del U2 360° Tour. ”Haber diseñado los tours del grupo es como haber tenido varios hijos, a quienes amo por igual. Pero a éste lo siento como una culminación de mi obra. Reúne lo mejor de lo que hice hasta ahora”, señala, y agrega: “Poder crear esta cosa magnífica, que es como una catedral, y lograr que sea genuinamente conmovedor es algo que me enorgullece más allá de su tamaño”, señala en una entrevista difundida por el sello Universal.
Inspirada en el Theme Building del Aeropuerto de Los Angeles, la estructura de acero de cuatro patas con forma de nave espacial, rebautizada The Claw (La pinza), sostiene un sistema de sonido de 200 toneladas, y está coronada por una pantalla cilíndrica suspendida sobre el escenario, que se conecta con una rampa que lo rodea a través de cuatro puentes móviles.
No obstante, a pesar del despliegue, Williams destaca que uno de sus mayores logros fue convertir un estadio en un espacio íntimo. “Aunque suene bizarro buscar intimidad en un estadio, el show fue pensado en torno al vínculo entre la banda y su público. Y lo logramos”, explica.
Para conseguirlo, debió vencer la resistencia del propio Bono, quien sostenía que la energía del rock es unidireccional, y que los escenarios circulares no van con el género. Y resolver la necesidad de montar cuatro columnas que soportaran la estructura.
“De haber quedado así, la banda habría tocado en una especie de estación de micros”, bromea. Y encontró la solución haciendo el camino inverso a la lógica. En vez de intentar hacer una estructura lo más delgada y pequeña posible, optó por llevarla a una dimensión acorde al estadio. “Al ser tan alta, la vista es perfecta desde cualquier ubicación. Es, al mismo tiempo, el escenario más grande y el menos visible que he diseñado”, se jacta.
”Eso sí. No importa cuan brillantes sean las ideas. Lo que se necesita es tiempo para desarrollarlas”, reflexiona el hombre que en 1981, tras ver un recital, llamó al manager de la banda y se ofreció para trabajar con el grupo. “Una de las mejores iniciativas que tuve”, exclama.
Cuenta Williams que durante los casi dos años que llevó la previa de la fabricación del escenario una de las mayores dificultades fue lidiar con el peso y volumen del equipamiento que, sumado a la estructura de acero, obligó a hacer un estudio de la resistencia del piso de los estadios. ”Buscamos alternativas, pero si tenés 200 toneladas colgando sobre los músicos difícilmente quieras usar materiales experimentales”, dice. Finalmente, en agosto de 2008 comenzó la construcción de la criatura, que desde su estreno tuvo varias modificaciones. “No es que no estuviéramos satisfechos, pero cuando armás un juguete tan enorme, deberías poder jugar”, dice Williams, quien admite haber disfrutado trabajando en lugares más pequeños. “Pero - remata- el desafío de hacerlo a escala de un estadio, es único y diferente. Y existe muy poca gente preparada para enfrentarlo.”
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