“Memphis era una realidad agotada”, dice el guitarrista Lucas Sedler. “Igual, me parecía meritorio el modo que encontraban para reinventarse, para sobrevivir al paso del tiempo. Sin creatividad ni imaginación, es algo que se agota rápido. No fue el caso, duraron 30 años.” Sedler era un nene de 19 años cuando La Blusera lo convocó. Grabó los dos últimos discos (Angelitos culones y Etc), compartió escenarios con Eric Clapton y Santana, tocó con Javier Malosetti y Luis Salinas y se hizo un tiempo para grabar dos buenos discos: Sencillo y Tal vez después.
–¿Por qué tanto tiempo entre esos discos y éste?
–No tenía mucho que ofrecer que no fuese una repetición de lo que había hecho... hubiese sido una redundancia (risas).
Sedler habla del lustro que separa esos discos del flamante Remanso, que presentará esta noche en el Velma Café (Gorriti 5520). Un disco distinto y algo distante de la rabia blusera en que se formó. De los carrasposos King (Freddie y Albert), o Robert Johnson. Y más cerca del Clapton aéreo, que del King planetario (B. B.). Remanso es una paleta de 15 canciones con el acento puesto donde géneros primos se funden: soul, rhythm & blues, jazz, blues, y la literatura como herramienta. “Me puse a estudiar letras y me empezó a circular la idea de ver qué pasaba con el cantautor, fusionar literatura con el blues. Eso quedó materializado en el disco, en los anteriores las canciones eran un pretexto para ejecutar mi instrumento. No le daba mucha bola a lo compositivo, menos a las letras. Ahora les quise dar un protagonismo, una identidad. Con el paso de los años, me empezó a resultar tediosa la insistencia de la guitarra”, explica.
–¿Quiénes son los king de la literatura?
–(Risas) Me vuelve loco Fernando Pessoa, es mi referente como prosista, alguien que supo hacer una alquimia muy copada con su introspección. Pessoa es como un traductor emocional... me pegó un sacudón impresionante.
–¿Fue un modelo para componer las letras?
–En cierto sentido. Vivencié esa cosa especulativa de la palabra. Me ponía a escribir, me levantaba al otro día después de haber tirado algún verso y me daba cuenta de que era pretencioso, excesivamente adjetivado... como el que busca deslumbrar con la viola ¿no? No me gusta identificarme con el virtuosismo. Ni de la guitarra ni de la palabra.
–En la música, esto parece traducirse en sutilezas. Su blues, al menos en este disco, no es el crudo de la escuela de Chicago.
–La aspiración fue generar intimidad a través de las canciones. Un disco confesional no se explica sin sutilezas, sin algo que suene a cierta fragilidad. El blues es un género duro en general y, últimamente, no me sentía cómodo con su faceta más estridente. Me sentía vulnerable por cosas que me fueron pasando, desamor incluido, y ese blues poderoso me hacía ruido. Estas canciones fueron una búsqueda de la calma más que de lo descarnado.
Juntos y por separado, el multiinstrumentista brasileño y el guitarrista argentino dieron todo de sí sobre el escenario, apelando a sus conocimientos pero sobre todo, a su espíritu de absoluta libertad a la hora de componer e improvisar.
Por Diego Fischerman
Luis Salinas se definió una vez como “pollo de campo”. Es, sin duda, un virtuoso, y su dominio sobre el instrumento revela una técnica meticulosamente adquirida. Sin embargo, en el momento de hablar de sí mismo, Salinas elige decir, como lo hizo en el escenario de un Gran Rex colmado por el público, que “no sabe música”. Y, en relación con el tema, contó cómo Hermeto Pascoal, la vez en que se conocieron, lo ayudó a darse cuenta de cómo, para hacer música, no necesitaba “saber música”. El propio Pascoal, en uno de los momentos de su presentación posterior, dijo “para esto no se necesita escuela”. Las cosas son, por supuesto, diferentes. Salinas tal vez no sepa leer y escribir notas pero, como lo demuestran los temas compuestos con los que construyó una presentación impecable, y las improvisaciones –esa otra forma de componer– que siempre aportan novedad y sorpresa, sabe muchísima música. Y la situación no es distinta en el caso de Pascoal.
La reivindicación del lado silvestre e incultivado del arte –en este caso la música– no es, desde ya, ni silvestre ni incultivada. Hay una necesidad que Salinas y Pascoal comparten, la de mostrar a la música como un producto espontáneo, debido tan sólo a la inspiración, y la de mostrarse a sí mismos como artistas tan suficientemente inspirados que cualquier técnica terminaría siendo, en sus casos, superflua. Y esa necesidad compartida es la que hace que este encuentro haya ido mucho más allá de la mera sumatoria de nombres. Más allá de que en la mayoría del concierto cada uno de ellos haya tocado su propia música y con su propio grupo, Salinas y Pascoal mostraron una perspectiva en común. Y en los momentos que compartieron, al principio y al final del set del brasileño, y en particular en ese paseo por distintas geografías que partió de “La última curda” y pasó sin problemas por “Las hojas muertas”, que tocaron a dúo antes de la entrada del grupo de Pascoal, ambos expusieron sus mejores armas.
Salinas, en cuarteto con el eficaz piano de Javier Lozano y dos percusionistas (Alejandro Tula y Pocho Porteño), más el bajo de Amílcar Avalos que se agregó cerca del final, tocó temas propios que rondaron pies rítmicos y células melódicas del folklore rural argentino. No hubo allí ni standards de jazz ni temas nuevos que los remedaran sino un material de una naturaleza totalmente diferente que, con inteligencia y sensibilidad, Salinas desarrolló sin forzarlo hacia ninguna zona estilística predefinida y aprovechando aquello que ofrecía. Pascoal entró al escenario vacío, del que ya se habían retirado el guitarrista y su grupo, diciendo: “No entiendo nada, yo tenía que tocar con Salinas. Salinas, ¿dónde estás? Ven a tocar conmigo”. Ese fue uno de sus gags voluntarios. No fue el caso de lo que sucedió después de que sus músicos entraran desde la platea, haciendo un entramado vocal deliciosamente polirrítmico sobre el que Aline Morena cantaba una de las arias de la Reina de la Noche, de La flauta mágica de Mozart. Una vez ubicados cada uno frente a sus instrumentos, Hermeto descubrió que el suyo no andaba. La escena protagonizada por los técnicos, luchando contra cables y conexiones defectuosas, acabó con el teclado funcionando y Hermeto improvisando una canción cuya letra comenzaba con “mi teclado estaba roto”.
La mezcla de folklore del nordeste brasileño, jazz rock y cierto experimentalismo sonoro ya clásicos en Hermeto se plasmó esta vez en una muy buena actuación, donde se destacaron el pianista André Marques y Vinícius Dorin en saxo, flauta y percusión. El músico, que hoy a las 20.30, en los jardines del Museo Pueyrredón (San Isidro), dará un taller (con show incluido) sobre Musica Brasileña, mostró en este concierto, además, toda su habitual galería de efectos: cantar mientras toca la melódica, como hizo en el último tema del concierto, hacer cantar al público o usar como instrumentos una pava (con el orificio del pico tomado como una embocadura de trompeta) o el chillido de un patito de goma al apretarlo. Y, como cada vez que vino a esta ciudad, su música fue más que el sonido mismo. Fue, sobre todo, un ritual festivo.
HERMETO PASCOAL-LUIS SALINAS
Músicos: Luis Salinas (guitarra), Javier Lozano (piano), Alejandro Tula y Pocho Porteño (percusión) y Amílcar Avalos (bajo). Hermeto Pascoal (teclado, melódica, pava, patito de goma, etc.), Aline Morena (voz, guitarra y percusión), Itiberê Zwarg (bajo eléctrico, voz y percusión), André Marques (piano, flauta y percusión), Vinícius Dorin (saxo, flauta y percusión), Fábio Pascoal (percusión) y Marcio Bahia (percusión).
La vuelta de Faith No More en el marco del Pepsi Music es la perfecta excusa para este, diría Principi, "palpitando a Faith No More". Los mejores temas de una de esas pandillas salvajes que supo transformar a Mike Patton en nuestra voz favorita a la hora de la épica con riff. ¿Falta algo? ¿Un Patton más crooner, más rockero, más en llamas? ¿"No entendimos nada"? "We care a lot", así que pongan los puntos, FNMorenos.
1-"Just a Man" King For a Day, Fool For a Lifetime El cierre de King For a Day, Fool for a Lifetime es 100% Mike Patton, es Faith no More convertido en epifanía. Ya sabíamos que el General Patton y su vozarrón se le animaban a cualquier género, a cualquier épica. Pero de repente, arranca "Just a Man" y, pfffffffffff, Patton se transforma en cielo. "I´ll dream about a cloudy sky, about a cloudy sky / And every night I shut my eyes / But now I´ve got them open wide / You´ve fallen into my hands / And now you´re burning me / You´re burning me": Patton desbocado, dando ganas de cantar a puño cerrado y tirarse por la ventana. No se puede contener tanta euforia, no se puede poner tanta voz: el gospel según Patton.
2-"Epic" The Real Thing Mundo, conozca a Mike Patton. Acá un Patton recién salido de un dibujo animado (ese agudo cortavidrio del "What it is?" del estribillo) se sube, en movimiento, a los más poderosos que uan lococomotora Faith No More. Pero para que la voz de Patton salga como misil, hace falta no solo esa batería que suena como si le pegara el mismisimo Ali sino la guitarra a punto de estallar de Jim Martin, el hemisferio derecho de Faith no More. Y después piano: seguro, parece vencido, seguro, es un poco mersa, pero, mucho más certero, ¿se le ocurre a alguien otra forma de bajar tamaño misil?
3-"Get Out" King For a Day, Fool For a Lifetime Sonido a la piñas: después de la experiencia religiosa de Angel Dust, el guitarrista Jim Martin da el portazo. ¿Qué hace Patton? Esconde una arma de destrucción masiva en medio de Faith No More: la guitarra de Trey Spruance, otra mitad de uno de los proyectos paralelos de Mike, el dúo dinámico de Mr. Bungle. Y esta patada en la puerta que es "Get Out", con esa guitarra montaña rusa, es la carta presentación del disco más Mr. Bungle (más violento en sus quiebres, más juguetón con los géneros, más fuera de sí mismo, más Patton que nunca) de Faith No More.
4-"Take This Bottle" King For a Day Fool For a Lifetime Patton frena la bola de demolición de King For... y, haciendo correr al voz, se transforma en el hijo imperfecto de una orgía entre Marvin Gaye, Sinatra e Iggy Pop. Y lo hace con una balada que parece genérica pero es que patea hasta el hígado: "Take this bottle, take this bottle / And just walk away, the both of you. And let me feel the pain, I´ve done to you". Patton te quiebra, como quiere: con dinamita o con un lento.
5-Falling to Pieces The Real Thing Vamos, vamos, a ver quien resiste el próximo 1° de noviembre intentar alejarse lo más posible del Planeta Tierra usando como trampolín esa línea de bajo con que despega "Falling to Pieces". Pocas bandas como Faith No More hacen sentir que crecen sin mutar el ADN básico del asunto: ahí está el imposible de pensar -en tiempos de The Real Thing - cover de Bee Gees en el futuro. Pero en "Falling to Pieces", Faith No More apesta a espíritu adolescente, exuda adrenalina, respira mosh, expira violencia. Esas ganas de trompada tan 15 años, esa ganas de rebotar contra algo, esa camisa a cuadros colgada del placard. todo eso y mucho más envases no retornables esta hecha "Falling to Pieces".
6-"The Real Thing" The Real Thing Ocho minutos trece segundos que condensan la épica FNM. La banda suena monolitica, desquiciada, como si no hubiera un mañana. Lo verdadero, lo que nos importa un montón: en este caso, Patton se permite contradecir el nombre de su banda y enfrentarse como un poseído a la fe del rock and roll.
7-Everything's Ruined Angel Dust "Everything's Ruined" contiene no solo casi todas partículas que hacen a la bomba nuclear Faith No More: una melodía calmada es usada como vía de circulación para la garganta de oro de Patton y sus devaneos a la Roy Orbinson, para ese riff iracundo de Jim Martin y ese bajo de Billy Gould (más cerca de la cuerda de ring que de ser un puente)y, obviamente, la batería (siempre en cuenta regresiva hacía algo). Todo esta acá, y no comprimido, sino radiactivo, mutando cada cosa que le pase cerca.
8-"A Small Victory" Angel Dust Ahí va, victorioso, casi a la Gengis Khan, Angel Dust: claro, algún melómano más ateo de los FNM puede sostener que el disco insignia de la banda ya quedo un poco vetusto. Y puede haya razón, hay gestos de guitarra que fuera de la caja del metal son imposibles hoy, hay excesos de producción (sirenas, timbales, ruiditos) que también parecen del precámbrico en esta era de los Neptunes y así. Pero la real pequeña victoria de FNM, de Patton, es demostrar que antes que "lo mejor de un momento dado", FNM es el invento de un científico loco, de una cantante más cercano al héroe clase B, que otra cosa, por ejemplo, un signo de época. Dr. FNM y Mr. Patton son una bestia aparte, y este reposo del tremendo Angel Dust es la prueba de que si aquí hubo polvo de ángeles ya se sabe que destino pudo haber llegado a tener.
9-"RV" Angel Dust ¿Cómo sería una canción de cuna hecha por alguien como Mike Patton, que ha demostrado tragar contraculturas -cine clase B, multiprocesar hitazos, unas ganas y velocidades de música dignas de un Demonio de Tazmania- y escupir tifones, vientos de cambio y gloria, de dibujito animado y bogartianos? "RV" es la respuesta. Si el bebe de Rosemary tuviera que dormirse, ya saben a que recurrir: a la voz todopoderosa del mitad corner mitad vikingo Patton y a las explosiones de ritmo de FNM.
10 - "Last Cup of Sorrow" Album of the Year / Bonus Track: "Easy" El canto del cisne de Faith No More: una canción que huele a Hitchcock, que parece caer por un espiral (como en el video del último álbum de FNM) y que es cantada con esa intensidad, con esa lucidez y ese coraje del que va director por el vacío. Todo junto, rápido, en clima, cinematográfico: el gigante se despide mostrando todo lo aprendido. Y claro, ya lo sospechábamos, había en ese remolino, capaz de destruir como de hacernos volar en tan solo tres sgundos, algo que atara todo en algún lugar y la prueba ya había sido dada. Y esta ahí en el combo "Last Cup of Sorrow" / "Easy": Patton y sus atrofiados músculos melómanos, su todo-lo-puede-voz y su capacidad de jugar a los Commodores como nadie. No hay rincón de la música donde la garganta taladro de Patton no pueda entrar y, mejor aún, no encontrar oro. Escuchen si no si versión de "Baby, One More Time".
Una decena de películas que documentan los hechos de grupos y solistas de rock.
Ramones. Foto de Corbis.
El estreno de This is it!, el documental sobre los últimos días (¿de la víctima?) Michael Jackson, abre el juego: sin repetir, sin soplar, los mejores documentales de rock. Astros caídos, confirmaciones de leyendas, hallazgos de tesoros, momentos para tatuarse: el rock hecho prisionero (del rock) por el cine.
1- Elvis:That's The Way It Is (de Dennis Sanders, 1970) El Rey se había encerrado un par de años en Hollywood: jugaba al galan, jugaba al astro, todo bien pero la corona si bien no se la sacaba nadie, flaqueaba. Cansado, vuelve a su reino: Las Vegas. Nunca un documental de la preparación de un show y el show mismo confirmo tanto a una leyenda: Elvis, en vivo, en Las Vegas. Espiar a Dios, verlo detonar en "Suspicious Minds", el saludo final con Cary Grant: parece ciencia ficción pero no, es Elvis, detonando, demoliendo hoteles, borrando con su grandeza lo que Hollywood escribió con idiotez. Básico, fundamental, casi proteínico.
2- The Devil & Daniel Johnston (de Jeff Feuerzeig, 2005) Daniel Johnston y su historia son espectrales: un joven lleno de energía, capaz de en lugar de copiar la cinta grabada realizarla una y otra vez, se convierte en fantasma de si mismo, culpa un poco de su educación y otro, de su mediación. Ver el proto ascenso, la caída -literalmente: casi hace estallar un avión al intentar manejarlo convencido de que es el Capitán America- y la proto subida, ese momento que es presente en The Devil & Daniel Johnston. Lo demoledor, más allá de todo Daniel Jonhston (sus canciones, de como nacen, sus obsesiones, esa infantil visión de todo: del pop, del amor, de la tristeza) es ver a la leyenda hecha paciente, ver a esos padres aterrados por que pasará con su hijo cuando ellos no esten, ver a Johnston y su intensidad llorando en un escenario. Y, lo más tremendo, que exista un registro de todo eso, que toda una vida, iluminada como la de Johnston, pueda registrarse de punta a punta.
3- Dig! (de Ondi Timoner, 2004) Cuanta la leyenda que los Dandy Warhols eran amigotes de The Brian Jonestown Massacre, pero los únicos que la hicieron fueron los Dandy. Dig! es, precisamente, asistir a porque los TBJM (¿quieren ver cuan buenos son estos ya no muchachos? Escuchen "David Bowie (I love you since I was six)" y su talle XL mala suerte autobombardearon sus chances: justito antes de giras los para la policía, el día que lo vienen a ver de los sellos su cantante y líder se caga a piñas con el guitarrista en el escenario y así. No es solo un documental sobre la banda con probablemente los mejores títulos de la historia del rock ("Thanks God for Mental Illness", "Their Satanic Majestic Second's Request") sino sobre como el fracaso, a veces, es solo una medida que usan otros para ver que escuchan o no.
4- Shine a Light (de Martin Scorsese, 2008) ¿Por qué los Stones son lo que son en la historia del rock?¿Por qué Scorsese es lo que es en la historia del cine? Respuesta: Shine a Light. El director de Buenos muchachos, fanático desde la más tierna edad de los Stones (el clip de "Tell Me" en Calles salvajes, puff), se encuentra ya de grandote con sus heróes y el resultado es una bola de demolición. Jagger viejo es un haz de luz, uno que ilumina todo: y ahí va, la risa y el nervio de Scorsese, los viejos zorros Stones dando una clase de rock, y el cine, chocho, siendo testigo de la más bella música, una capaz de mover las rocas.
5- I Am Trying To Break Your Heart (de Sam Jones, 2002) Yankee Hotel Foxtrot es una pieza clave no solo de Wilco sino del rock actual: varias lecciones, todas vivas, respiran en sus tristeza, en su intensidad. La de McCartney hecho Sonic Youth, la del indie devenido no himno sino sentimiento. I am trying to break your heart es el registro de la lucha, interna y externa, de Wilco para lograr grabar Yankee Hotel Foxtrot. O es presenciar como alguien que nació con estrella como Jeff Tweedy es capaz de matarle la cabeza a sus compañeros y después mandarse una epifanía como "Jesus Etc".
6- Neil Young: Heart of Gold ( de Jonathan Demme, 2006) El gigante venía golpeado. Su papá había muerto y él se había sometido a una operación compleja. Pero su corazón de oro pudo más. Y Jonathan Demme lo capturó para siempre en Neil Young: Heart of gold. El difícil describir algo tan simple: Neil Young, sus músicos de siempre, el disco Prairie Wind y listo. Más que suficiente para hacer lo más parecido a la noche más perfecta jamás que pueda soñarse, o escucharse.
7- This is Spinal Tap! (de Rob Reiner, 1984) ¡Combustión espontánea! La farsa devenida alegría: el director Rob Reiner y el coguionista Christopher Guest inventan un falso documental sobre una banda de heavy metal. Y cada instante es no solo parodia, sentida y cariñosa, es un momento para colgar en un cuadrito: el Stonedge enano, la influencia de Mozart devenida en una canción llamada "Lame mi palo de amor", la salida al escenario al que nunca se puede llegar. O esta frase, rock pomeliano si las hay, del a punto de explotar baterista: "Mientras tenga sexo y drogas, puedo vivir sin el rock and roll".
8- End of the Century (de Jim Fields y Michael Gramaglia, 2003) ¿Qué puede pegar más fuerte en el corazón ramonero que el descubrir que The Ramones eran cualquier cosa -la mejor banda del mundo, por ejemplo- antes que una familia feliz? Nada. End of the Century es descubrir que Papá Noel es ya saben quien (perdón, nunca se sabe quien lee): las luchas internas, la furia alguna vez callejera ahora devenida en conflicto de interesés, Joey y su tristeza. Y aun así, demolidos por la novedad, alcanzan esos tres minutos de cualquier ramoneada para volver al cielo, pero ahora sabiendo contra que podemos llegar a chocar.
9- Metallica: Some Kind of Monster (de Joe Berlinger y Bruce Sinofsky, 2004) Dios mío. Cuando las gracias, poco graciosas, que rodeaban a la casi visita de Metallica a la Argentina hace unos años salían a la luz, varios ya no se sorprendían. Es que Some Kind of Monster, documental sobre la realización de St. Anger, es ver, literalmente, al psicólogo que cobra cheque de 4 ceros de la banda opinar sobre el track lifting. Es ver a Hetfield sosteniendo que solo puede trabajar cuatro horas, es asistir a un dimensión desconocida: un millonario que anda triste por el metal. Tremendo.
10- Bewteen the Devil & The Wide Blue Sea (de Romuald Karmakar, 2005) Tan simple como tragar una pastilla: Romuald Karmakar filma en plano secuencia, sin cortes, al underground del industrial alemán. Y la intensidad, lisergica, hipnotizante, que obliga a cualquier cosa menos a verla sentado es una confianza plena no tanto en el cine sino en esa verdad de Perogrullo que nadie puede parar la música.
Henry Rollins, al frente de Black Flag. Foto de Corbis
No cabe ninguna duda: la cerveza es la bebida preferida de los rockeros, y mucho más en la Argentina. Por eso, este Top Ten de viernes esta dedicado a este trago. Y, una vez más, la pregunta de siempre, ¿qué tema falta?
1-"Nací para tomar cerveza" (Flema) Cuando los cajones están raquíticos, cuando la cebada es considerada lo mejor que paso en la noche (la que sea), cuando la cerveza es océano, ahí aparece este tsunami de Flema, potencia nuclear y destructora si las hubo en el rock nacional. Ahí esta Ricky Espinoza, usando esa voz de destapador para gritar "No nací para estudiar / No nací para trabajar / Yo nací para tomar cervezas con mis amigos". Y no queda otra que brindar, chocando las cabezas y birras de frente, por esa autodestrucción tan efímero como cervezeril, tan reviente como divertida.
2-"Cerveza" (2 minutos) "Yo que estoy enamorado de vos / desde hace mucho tiempo". Los de Valentín Alsina confirman los ecos que su garganta de lata ya gritaba desde que tomaron (fondo blanco) el torno del punk argentino. ¿Pero quién quiere reinar cuando se puede gritar y beber un "Cerveza, yo te quiero / Cerveza, yo te adoro", como si no hubiera cosa más linda en esta vida que tomar una birra y, al galope de esas guitarras y sus tres compases, romperle la cabeza a alguien?
3-"Too Drunk To Fuck" (The Dead Kennedys) "Me tome 16 cervezas / Y arranco una pelea". Vamos, Biafra, transforme el surf y esos bajos enloquecidos no sólo en antesala a cualquier frenetiquito por venir sino de todas las fiestas del mañana. El pogo latente donde sea (podemos viajar en el tiempo, a la prehistoria y aun así, esta canción podría generar un pogo tremendo. Inventar el fuego, que le dicen), el tempo fuera de borda: "Demasiado borracho para coger", Jello Biafra juega al white trash al 200 por ciento y a 200 latas por segundo. Y le sale redondo, tanto, que como canta "Estoy rodando cuesta abajo por las escaleras".
4-"Drink Fight Fuck" (GG Allin) No podía faltar, su majestad escatológica y reventada GG Allin. Leyenda biodegrable, el punk por excelencia, el que cagaba en pleno escenario, es que cantaba como si estuviera meando: de forma urgente, impetuosa, grosera, sacando los desperdicios de adentro. Experiencia extrema este muchacho. Imagen entonces que podía hacer con cuando tragaba una cerveza, o hectolitros de ella. Claro que sí, escupía fuego: como su oda "Drink Fight Fuck". "No tenemos vergüenza de las cosas que hacemos" Salud, GG Allin.
5-"Six Pack" (Black Flag) "Dicen que soy que estoy reventado todo el día / Pero, six pack, no me importa lo que ellos digan." El vozarrón del He-Man favorito del hardcore, Henry Rollins, cuando izando la bandera negra, toma el six pack, el envase emblemático de la cerveza en Estados Unidos (la media docena), y lo usa como arma de destrucción masiva. Se siente la furia anabólica de Rollins, que pareciera salpicarnos con esa lata de cerveza que estruja en su manota, cada vez que aulla "Six pack!!!". ¡Aquellos que vamos a beber, te saludamos Henry Rollins!
6-"Fiesta cervezal" (Pappo) La sexta posición no debería confundir a nadie: en esta lista todos los temas son número uno. ¿Y que otra prueba les podemos dar que este himno a la cerveza de Pappo? El Carpo sostiene que "Voy a tomar / un trago de /cerveza fresca / para mi sed / Hace calor / en esta fiesta" pero esa el rock el que agiganta cada letra, como si la misma cerveza corriendo en cada riff para agigantar la épica cervecera.
7-"Beercan" (Beck) Antes de ser cientólogo, Beck Hansen bramaba ser un perdedor, baby. Y aquí, en "Beercan", era donde el dogma slacker adquiría un empujón alegre, hedonista, siempre indie pero más salvaje, siempre jugando a algo (acá al raperito fumado). Esas campanitas, ese flacucho tan 90 cantando "Now I´m wounded, now I´m drunk / now I´m runnin´ like a flaming pig": nada de dar la lata, mucha alegría, mucha cerveza y todos en llamas. Corriendo como cerdos prendidos fuego.
8-"Beer Bong" (NoFX) Y sí, no podía faltar. California y sus cerveceros predilectos, los NoFX, que se despachan con una canción descontrolada, como esas ideas que solo se pueden llevar a cabo cuando ya nos pasamos de listos y de litros. Un ejemplo es el hermoso "Beer Bong" del título (suponiendo que todos sabemos como se fum.usa un bong y bueno, como no se usa una cerveza).
9-"The Man Who Loved Beer" (Lambchop) Tenía que pasar: el pedo triste. Pero en este caso, es demoledor: el momento cuando el alcohol se convierte en el único lugar que un tipo que sale de la cárcel puede llamar hogar. Y Kurt Wagner, con esta balada demoledora, transmite esa vida que, con suerte, nos es imposible de imaginar. La de un que un tipo, que enfrente de esa cerveza, canta sus penas, nos cuenta que sus amigos ya no lo son y nos dice que su vida se convirtió en algo no retornable. En un vale incobrable.
10- "Cuanta cerveza" (Attaque 77) A Attaque con el tiempo se le fue curando la resaca, esa capaz de cantar "Hay una bomba en el colegio / Todo esta por estallar" (canción cervecera y extrema si las hay). Pero en las tapitas que los Attaque les pueden poner a los les gusta acusarlos de blanditos, se encuentra el envase (vacío) de "Cuanta cerveza": desactivando el barrio y activando el rock papal (aunque no llega a ser más papista que Pappo) braman "Mira cuanta cerveza que hay aquí", usando ese manual de riff proto punk que tan bien aprendieron antes de detonar el colegio.
Para celebrar el regreso de la banda de Pity Alvarez, una decena de canciones significativas del grupo.
Viejas Locas
El sábado es el gran día: Viejas Locas regresa en el estadio de Vélez. Por eso, acá van diez grandes temas de la banda, para calmar la ansiedad que genera esta vuelta de Pity, Fachi, Abel y Sergio.
1-Todo sigue igual ¿Alguien le cantó más a la alegría del día a día, de esos momentos que no se olvidan hay otro mucho peores, que Pity? ¿Hay alguien que haga en el rock argentino de su voz, de sus heridas, de sus alegrías, de sus casetes grabados, una canción tan simple y tan gigante como "Todo sigue igual"? No y no. "Todo sigue igual / Todo sigue igual de bien", y es difícil no creerle. Al menos así suena, como si todo estuviera igual de bien, de perfecto, de idílico.
2-Lo artesanal El vieja loca Pity se planta contra la sofisticación farolera, contra el gesto, contra los que se olvidan "de los artesanal". Y lo hace plantándose en tierra básica, jugando a un raro reggae, a un bizarro funk, haciendo de lo artesanal un arma de simple filo. Directo al blanco.
3-Una piba como vos "Que bueno que es que hoy este con vos". Pity cuando le canta al oído a una chica, lo hace con esa sinceridad tan linda, tan cruda y tan capaz de esas frases que dan los litros de cerveza. Pero nada de balada, el grito cervezero se mezcla con un punk de barrio, que hace la frase al oído más sincera, más de bar. Cante, Pity, que es suya.
4-Intoxicado Una virtud de Pity, de sus consumos, que suele ser ignorada es su bestial melomanía: quizás Pity junto con los Decadentes, son los eslabones nuevos del rock argentino, aquellos que pudieron transformar ritmos viejunos y fosilizados en sangre, no nueva, pero caliente, bebible en botella cortada a la mitad. Acá va la prueba, más papista que Pappo, un rock hecho e izquierdo, que habla de frutos, de intoxicaciones, de riff básico y letal. Pity hace hasta del viaje más terrenal algo rasposo, ignifugo. Bah, rock, que le dicen.
5-Homero La pasta base de Pity Álvarez hecha himno, del corazón y del rincón donde pueda sentirse algo parecido a un sentimiento, es su intoxicada "Homero". Lejos de los alumnados que siempre le cuelgan de la bicicleta (ya saben, que Calamaro, que el barrio y así), Pity se pone sincero y demuele con la historia de un pobre Homero, un señor cualquiera que la pasa pésimo como cualquiera. Se hace universal en el sentido más corrosivo, más sincero, y es capaz de mezclar Los Simpsons, la Iliada y el laburo con la sensación de charla desde el colchón sucio. "Para destruir hay que hacer", cantaría Pity después: Homero se inmola en el hoy para, paradójicamente, crear una de las canciones más lindas del rock argentino.
6-Legalízenla La figura de Pity siempre viene en caída libre, siempre lista a extinguirse y al decir cosas como "El rock es un escarabajo que carga cien veces su peso". Ese aire a radical adquiere su real espesor en la proselitista "Legalízenla". Se convierte en algo gaseoso, combustible, de alguien que parece entender el rock. Y aquí se prende fuego, su pelo, sus discos, la ropa y el perro. Y sus ganas de la legalizen. Y extrañamente, construye una épica desde la lisergia acostada, que canta desde el sillón, que le toca el timbre a la psicodelia de la Beta Band que pedía a gritos que "Sequen la lluvia", para sentirme un incendio, para apagar ese calor con guitarreros, para ser cenizas de su propio imperio.
7 - Me gustas mucho La ternura de "Una piba como vos" mutaba en una bestia en celo. Rock al palo, que le dicen. Lasciva, sincera, sin freno, Me gustas mucho sale con la quinta a fondo, dispuesta a gastarla (esa plata que se necesita para pernoctar). Y termina siendo una balada borracha, pasada, que no sabe es estrellarse con la vereda o contra la jeta de esa piba que, obviamente, nos gusta mucho.
8-Perra "Me dejaste en la ruina". Con los vientos sonando de fondo, Pity le grita a la hembra que le lastimó. Y no se guarda nada: le tira encima todo el rock posible, clásico, disfrazado de puteada arrevalera, de película mal doblada al español. "Perra" grita el estribillo, como si fueran los amigos dispuestos a la intifada contra la que lástimo al que hoy llora con forma de bronca. El barrio convertido en tanque de guerra, en trompada a las costillas que me muere por ser cosquillas. Será una perra, nos habrá dejado en la ruina, ¿pero que otra nos hace gritar así?
9-Adrenalina Si hay alguien que aprendió de Juanse, de su distorsión, de su adrenalina alguna vez Stone, ese es, sin lugar a dudas, Pity. Y "Adrenalina" es la prueba, capaz de ser presentada ante un juez, de nadie levanto el guante de los Ratones como Pity. Pity gasta adrenalina como nadie, acá, en esta rollingstoneada, esta piedraza, que putea de frente al día a día, a como nos fuma las pavadas que nos hacen correr. Menos ella. Obvio
10-Todo terminó "Nada que ver tengo en este lugar / Todos son tan buenos / todo es tan normal / y yo estoy tan aburrido." Cuando se corta, se corta; cuando Pity se aburre, pasan estas cosas. Todo fluye, desde los siete demonios (otro temazo circa Viejas Locas) hasta los envases vacíos a este patandón ebrio, a punto de desamayarse, que tira tantas verdades como puños al aire. "Y espero que lo entiendas / ya no vengás por mí / por que nena, todo terminó / todo terminó, todo terminó". Ni el chaleco de fuerza del rock bestia detiene a Pity.
Una decena de canciones inolvidables en momentos ídem del séptimo arte.
Ewan Mc Gregor en Trainspotting.
La idea es simple: ya que Michael Jackson sigue haciendo estragos en la cartelera, seguir jugando un poco con cine y rock, o pop, o lo que sea que suena y convierta a una escena en algo imposible de disociar de la canción de turno. Con cientos de otros posibles (anímense a tiren un par: nada más lindo que la bronca del "Uh, tenés razon hubiera puesto."), el resultado son estos momentos donde sin ser musical, cine y melodía se juntan para hacer estragos.
1-"Twist and Shout" por The Beatles en Experto en diversión Si todavía se les aparece Tinelli como memoria inmediata al escuchar el "Twist and Shout" por los Beatles, es porque todavía no se perdieron en el momento más feliz de la historia del cine. Formateo y cuenta nueva, gentileza del más agridulce de los directores de los 80, John Hughes: Ferris Bueller se rateo del colegio y, de repente, cuando su novia y su amigo sostienen que el todo lo puede, el Bueller este va y lo demuestra. Y con creces. Por que los Beatles son alegría instantánea, porque Hughes entendió como nadie al ser joven y porque nos gusta tanto ese "Comeoncomeoncomeonbaby!!!!", todo en una escena, donde bailan todos, donde todos juegan. Especialmente, el cine.
2-"Bohemian Rhapsody" de Queen en El mundo segun Wayne Pocas cosas tan cinematográficas como la amistad. Pero esa amistad que ya esta macerada, con rituales, sobreentendida. Y pocas cosas más tiernas en el mundo que Wayne y Garth, dos metaleros que tienen su show de cable pirata en el suburbio norteamericano de Aurora. Viernes a la noche, paisaje de suburbio, casete (si, casete, chicos) de Queen: empieza a sonar "Rapsodia bohemia". Para aquellos que sostenemos que ningún lugar como el auto para escuchar música, para los que todavía nos gusta darle al headbanger cuando estalla el himno de Freddie Mercury y pandilla, para los que sabemos que pocos instantes tan humanos y memorables como cantar todos juntos; para todo eso y muchas cosas más (todas maravillosas), la primera escena de El mundo según Wayne. Party on, Garth!
3-"God Gave Rock n' Roll To You" de Kiss en Bill y Ted 2 Nadie la veía venir y eso que la película lo anunciaba desde el principio: Bill y Ted (un Keanu Reeves con nada de Neo y todo de Beavis and Butthead), son supuesto zopencos, serían la base de un futuro en paz, metalero, donde frases de cabeza serían regla y la todos vivirían felices por suerte. Y la segunda Bill and Ted llega a su clima, y cuesta creer que con la canción que están a instantes de tocar junta su banda (sus dos princesas del medioevo, los Bill and Ted robot buenos, dos monstruos sacados del cielo cristiano y la muerte) salvará a la humanidad toda. Y arrancan, después de haber vencido al villano, mientras el mundo entero ve: ahí la sorpresa, los Wild Stallions suenan bastante parecido a los carapintadas Kiss. Y todo el mundo se derrite frente a la épica de "God Gave Rock n' Roll To You". No es para menos. No hay forma el futuro sea malo si esa canción es su himno.
4-"Holiday" de Bee Gees en Nowhere to Hide Bueno, bueno, bueno: acá va la más difícil de la lista. De movida, el que no vió Nowhere to Hide, hace lo que puede para verla. Ya. Después, aquí el desafío, a ver como hacen para dejar de cantar ese estribillo Bee Gees: Pi pi pi pi pipipipipi... Dejando en el congelador a los Bee Gees de Fiebre de sábado por al noche, el director Lee Myung-See utiliza la gran "Holiday" del fundamental 1st para musicalizar una secuencia de asesinato. Porque musicalizar al herido del corazón es mucho más fácil que musicalizar al herido de katana. Aquí el milagro de este momento.
5-"A Quick One While He's Away" de The Who en Rushmore Los excéntricos Tenebaums, Viaje a Darjeeling, Bottle Rocket y, la favorita de la casa, Rushmore son obras (maestras, todas) del gran Wes Anderson, un cinturón negro en este asunto de meter la canción precisa en el momento justísimo. Genio (de lámpara antes que de diploma), Anderson hizo tesoritos con "Hey Jude", "Life on Mars", "This Time Tomorrow". Y encima pareciera tan fácil cuando lo hace él. Pero hay un momento, cuando el adolescente Max Fisher decide declararle la guerra a Herman Bloom (el grandísimo Bill Murray). Toda esa batalla, por una mujer, obvio, implica corte de frenos, bicicletas destruidas y ataques de abejas. Pero lo que la hace increíble, joya de la corona Anderson, es su ritmo: el mismo de la frenetica y pirata "A Quick One While He's Away" de The Who. Para cuando se llega al agudísimo y demente "You're Forgiven" no quedan dudas.
6-"Perfect Day" de Lou Reed en Trainspotting Ewan McGregor se había pasado de listo con el piquete. Y entonces entra, como epifanía, como despedida del mundo, mientras McGregor pelado se hunde, literalmente, en la alfombra y ve al mundo desde ahí, inmóvil, pasado, saliendo, la grandisima "Perfect Day" de Lou Reed. Contrapunto entre el pasado de rosca y la calma absoluta, de ultratumba enamorada, de la balada por excelencia del gran Lou, el director Danny Boyle logra tatuarnos en la retina todo es punto de vista, toda esa canción, como si fuera un sueño tan tremendo como demoledor, tan lindo (como al canción) y tan horrible (como el no poder reaccionar). Un momento perfecto.
7-"My Sharona" de The Knack en Generación X Encontrar un tema en la radio, uno que da ganas de celebrar que existe pero que no rankea en nuestras listas personales, es uno de los placeres más subvalorados del planeta. Ahora, que ese tema sea "My Sherona" de The Knack, que justo estamos en una estación de servicio de bajón, que la euforia pueda demostrarse molestando un poquitito a quien no nos importa (ese vendedor ofendido), que seamos jóvenes aturdidos y confundidos; todo eso sería demasiado pedir. Y sin embargo, un profesional de la música en las películas como Ben Stiller (¡ese duelo con Michael Jackson de Zoolander!) nos lo regala, así, en paquetito y con Winona Ryder bailando, en su ópera prima, Generación X.
8-"Tell Me (You're Coming Back)" de The Rolling Stones en Calles salvajes Nos ponemos de pie: si hay alguien dio cátedra en este asunto de momentos musicales, es San Martin Scorsese. Y sabemos de que banda Scorsese nos hizo más que fanáticos. Claro, los Rolling Stones. Ahí esta Shine a Light, el documental/recital donde las dos potencias de saludan. Pero antes, muchísimo antes, a instantes del ignifugo comienzo de Calles de fuego con las Ronettes de fondo, la ópera prima de San Martin se despachaba con un plano secuencia con Harvey Keitel, yéndola de Kananga y en cámara lenta en un barsucho, mientras suena el "Tell Me (You're Coming Back)". Suena simple, se ve simple, pero es pura, pero pura, magia.
9-"Stuck in the Middle With You" de Stealers Wheel en Perros de la calle El melómano de cajonera, el que si viviera acá hubiera sido vitalicio del Parque Rivadavia, el más canchero de todos: Quentin Tarantino. Difícil elegir una sola perla de los tesoros robados de Quentin, sobran hitos, sobram bastardeadas sin gloria. Pero hay un momento, con perdón de Kill Bill y de la danza bestial de Travolta y Uma Thurman en Tiempos violentos, que trae una sonrisa la orejota y una "Que hijo de pu." como ninguna otra: Michael Madsen, es el que no se rescata de la pandilla de Perros de la calle, y justo a él lo vienen a dejar solo con lo que más odia en el mundo, un policía. Le pinta, pero a lo Van Gogh, el sádico, sube el volumen de la radio, suena "Stuck in the Middle With You", una melodía bonifica, amena, nada de otra galaxia, simpatica. Y el Mr. Blonde, Madsen mismo, pela la navaja, se pega un bailecito y finaliza el tema cortándole la oreja al policía, rociándolo en nafta y bueno, así sigue la cosa. Imposible, pero imposible, escuchar esa canción sin hacer el bailecito.
10-"Where's My Mind?" de The Pixies en El club de la pelea David Fincher decide armar la escena más romántica posible en una película nihlista como pocas. Todo ya terminó, desapareció Brad Pitt pero no su plan de destruir a bombazos los edificios de las grandes corporaciones. No se puede detener. Edward Norton toma de la mano a su chica, Helena Boham Carter y mientras miran al mundo caerse a pedazos, justo antes de que un pene aparezca en la pantalla, suena "Where`s is my mind?" de los Pixies. Uno sospechaba que semejante canción merecía ser banda de sonido de un momento así, pero verlo, tener la plena conciencia de que el fin del mundo puede poseer ese tema como estandarte, ufff, eso es otra cosa.
El primer disco del ex Soda Stereo saldrá en el primer semestre de 2010, entrevista exclusiva en Ushuaia.
Zeta Bosio, pasando música en la Fiesta del Fin del Mundo en Ushuaia. Foto Gentileza Hill and Knowlton.
Más allá de la efectividad marketinera del slogan, Ushuaia hace sentir al turista, en todo momento, que está en el mismísimo fin del mundo. Y mucho más cuando uno se aleja un poco del centro para ir al hotel donde está alojado Zeta Bosio, que hará las veces de DJ en la Fiesta del Fin del Mundo, un evento organizado por J&B en la ex cárcel de la ciudad.
Zeta se somete al diálogo con la serenidad de más de treinta años de trayectoria, pese al cansancio que lo aqueja ("Vengo de Iguazú, de una reunión de operadores de cable por mi programa de tele"). Su sempiterna gorra y su afinado rostro lo hacen parecer más joven, lo mismo que el entusiasmo que tiene al referirse a sus diversos proyectos: su rol de conductor de radio y televisión, su faceta de DJ y músico, y su papel en Alerta Discos, el sello que regentea y que publicó en nuestro país a Gogol Bordello.
Para alguien que nunca te vio como DJ, ¿cómo describirías un set tuyo? Yo busco la fiesta. Me gusta que la gente baile, es algo que tengo incorporado desde los 70, cuando era disk jockey. Es una forma de estar involucrado con la música, viajando. Y, a la vez, por el programa de radio estoy buscando música nueva todas las semanas, ya que la programación la hago yo. Pero al hacer un set en vivo ves el feedback con la gente en el momento, es algo más parecido a un concierto.
Por un lado sos DJ, por otro tenés tu faceta de conductor de radio y TV, también estás involucrado en Alerta Discos. ¿Dónde está hoy por hoy el Zeta bajista? Y, sale de tanto en tanto, cuando hay un proyecto que lo contiene. No es fácil, y lleva mucho tiempo preparar algo. A veces, para despuntar el vicio, me gustaría tocar, pero es complicado: no tengo una sala en mi casa para juntarme con amigos, por ejemplo. Ahora estoy grabando mi disco, y ahí metí alguna cosa.
¿Un disco solista? Sí, de música electrónica. Es la herramienta que necesito para girar por Europa, que es uno de mis planes para el año que viene. Este año viví esa experiencia, y es una escena muy importante estar en contacto con la música que se nueva pasa y que está sonando. Me permitiría crecer muchísimo. Hay un montón de chicos que pasan música y muy bien, y para poder entrar en esa rueda debo tener un disco. Debería estar saliendo en el primer semestre de 2010.
Por el programa de tele estuviste varias veces en los grandes festivales de rock europeos. ¿Cuál es tu favorito, y por qué? Me gusta mucho Roskilde, que se hace en Dinamarca: agrupa muchísima gente muy rara. Glastonbury es la madre de todos los festivales, pero es inabarcable, y siento lo mismo en todos los festivales británicos: hay demasiada información que no llego a asimilar. Disfruto mucho del Palais de Suiza por la manera en la que están programados los escenarios, y hace que el evento sea menos estresante. El tema que uno llega allá y quiere ver todo: los que viven allí quizás tienen a cualquier banda de esas tocando la otra semana que viene en el pub de la esquina, y nosotros no.
Después de los shows de Soda Stereo en River, ¿cuánto tiempo pasó hasta que te volvieron a preguntar si la banda vuelve de nuevo? Me siguen preguntando, y yo siempre digo lo mismo: "Miren que ya volvimos" (risas). Lo dijimos en su momento: fue una burbuja en el tiempo. Gustavo está a full con el nuevo disco, que se viene con todo, y recién está empezando su gira. Y no se mucho de Charly, se que está con una movida referida a los Parques Nacionales, y sin mucha relación con los medios. Es extraño en él, viste que en su momento salía en todos lados, pero ahora está más aislado, trabajando mucho y viviendo una vida muy linda y muy tranquila, que es lo que él quiere. Pero si las agendas coinciden y sigue existiendo la necesidad en la gente...
Pero justamente, al ser parte de esto, ¿por qué crees que hay jóvenes que sienten nostalgia por algo que no vivieron? Mirá, Soda es algo mágico. Lo que pasó cuando volvimos no tuvo nada que ver con todos los otros regresos. Hubo una crítica que salió en Miami de un periodista que jamás nos había visto, y que dijo que iba a ver un revival y se encontró con una banda actual, y que no podía creer que los temas tuvieran veinte años de antigüedad. Es algo que ni yo puedo explicar, que lo tiene sólo Soda. Y es algo que a esos chicos se lo transmitieron con tanto cariño sus padres, o por sus hermanos o primos mayores. Así fue como yo conocí a Elvis o a Hendrix: si no iba a la casa de mi primo y veía esos discos, a lo mejor no hubiera sido el tipo que soy.
Los jugadores del Guitar Hero 5 pueden hacer que Cobain cante canciones de Bon Jovi y Bush.
El avatar de Kurt Cobain.
En lo que podria convertirse en la primera demanda judicial por el uso de la imagen de un músico de rock en un videojuego, los herederos de Kurt Cobain rechazaron la forma en que el cantante es retratado en el Guitar Hero 5. En el juego de Activision, Cobain es un personaje "unlockable", lo que significa que se lo puede usar para cantar canciones de otras bandas, como Bush y Bon Jovi. Aunque sus herederos aprobaron el uso de dos canciones de Nirvana ("Smells Like Teen Spirit" y "Lithium"), el abogado de Courtney Love dice que la viuda cree que el avatar "denigra su imagen".
Poco después del lanzamiento del juego, a comienzos de septiembre, Love recurrió a Twitter para expresar su desaprobación, refiriéndose al avatar como "vil" y "necrófilo". "Esta mierda del Guitar Hero es una violación al contrato", escribió. "Creo que Kurt detestaría el juego en sí, más aun este avatar. Vamos a demandar a Activision." Dave Grohl y Krist Novoselic -ex integrantes de Nirvana- también expresaron su decepción y pidieron que se cambie el juego como para que Cobain aparezca sólo en las canciones de Nirvana disponibles para esta versión. "No sabíamos que los jugadores tenían la posibilidad de «unlockear» al personaje", dijeron Novoselic y Grohl en una declaración conjunta. En un comunicado, Activision, que insiste que no hay base firme para una demanda, responde: "Guitar Hero se aseguró los derechos de licencia necesarios por parte de los sucesores de Cobain en un acuerdo escrito que fue firmado por Courtney Love".
Love, en cambio, alega que la empresa sobrepasó ampliamente los límites del acuerdo. "A Activision no se le dio el derecho de hacer lo que quisieran con el nombre y la imagen del señor Cobain", dice Keith A. Fink, el abogado de Courtney. En cuanto a Cobain, sus diarios sugieren que no le hubiese gustado nada la idea de que un juego lo muestre cantando "You Give Love a Bad Name" a los gritos. A fines de los 80, Kurt escribió en su diario una crítica sobre Bon Jovi de dos palabras: "El Mal".
Distinciones para los artistas folclóricos La ceremonia se realizó en el Colonial de Avellaneda. Hubo un gran homenaje de Mercedes Sosa y también reconocimientos a Liliana Herrero y Víctor Heredia.
SEIS POR LA NEGRA HEREDIA, PARODI, HERRERO, MORELO Y LOS SOBRINOS, COQUI Y CLAUDIO SOSA, HONRARON A LA CANTORA.
NELLY OMAR FUE PREMIADA Y, DE PASO, SE CANTÓ CUATRO TEMAS.
La figura de Mercedes Sosa sobrevoló la segunda entrega de los premios Atahualpa, que se llevó a cabo el martes por la noche en el Teatro Colonial de Avellaneda. En la ceremonia, donde se distinguió a las figuras más destacadas del folclore del año que está por terminar, hubo un emotivo homenaje a la Negra: Teresa Parodi, Víctor Heredia, Liliana Herrero, Marcela Morelo, y Coqui y Claudio Sosa -sobrinos de Mercedes- interpretaron juntos Madre cantora, una canción compuesta en su memoria por Parodi y Popi Spatocco, histórico colaborador de la Negra, que tocó el piano. Además, Fabián Matus recibió un reconocimiento especial para su madre.
A sala llena, y con la conducción de Teté Coustarot y Oscar González Oro, el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires premió a los artistas en tres categorías diferentes. En el rubro Trayectoria, donde no había ternas competitivas, el premio se lo llevaron cuatro emblemas: Nelly Omar (solista vocal femenina), Horacio Guarany (solista vocal masculino), el Dúo Salteño (grupo vocal instrumental) y Eduardo Falú (solista instrumental). Además de recibir la estatuilla, Nelly Omar mostró su renovada vigencia con un mini-recital de cuatro temas.
Como Figuras del Año fueron premiados Mónica Abraham (solista vocal femenina, donde también estuvieron nominadas Laura Albarracín y Liliana Herrero), Raly Barrionuevo y Mario Bofill (solista vocal masculino; el otro nominado era Raúl Carnota), Arbolito (grupo vocal instrumental; los otros candidatos eran Aymama, Dúo Salteño y Aca Seca Trío), el Chango Spasiuk (les ganó a Raúl Barboza, Néstor Acuña, Franco Luciani y Juan Falú como solista instrumental) y Rudi y Niní Flores (conjunto instrumental, donde competían con el Che Trío y el Dúo Malosetti-Goldman).
En la categoría Nueva Hornada, que distingue a las revelaciones del año, ganaron Nancy Abalos (solista vocal femenina; las otras candidatas eran Georgina Hassan y Mariel Trimaglio), José Ceña (solista vocal masculino; completaban la terna Demi Carabajal y Facundo Picote), Aymama (grupo vocal instrumental, elegidos por sobre el Dúo Wagner-Taján, La Falta Envido y Las Warmis Cantoras) y Rubén Segovia (les ganó como solista instrumental a Néstor Acuña y Facundo Guevara).
Hubo, además del dedicado a Mercedes Sosa, reconocimientos especiales a Liliana Herrero y Víctor Heredia "por su trayectoria y compromiso" y al Festival de Cosquín, por sus 50 años ininterrumpidos de existencia. El Premio del público, que fue votado por la gente a través de internet, se lo llevó el ex nochero Jorge Rojas.«
Pomo Lorenzo, Black Amaya, David Lebón y Rodolfo García Los cuatro músicos, ex integrantes de bandas de Spinetta, comparan épocas y hablan del significado del gran concierto retrospectivo del 4 de diciembre en el estadio de Vélez.
REPASO. El Flaco propone un recorrido por sus 40 años de historia con la música.
Sorpresa, cambio, reencuentro, amor, música y Luis son palabras que se repiten una y otra vez en torno a la mesa del bar de un Palermo que está tan cerca y tan lejos de los '70 como estos cuatro parroquianos.
"Desde hace un tiempo nos juntamos con Emilio (Del Guercio) y Luis a tocar. Y si bien él algo había comentado, me sorprendió que la idea de juntar a todas las bandas se concretara", dice Rodolfo García.
La iniciativa es el concierto que el 4 de diciembre reunirá a las "bandas eternas" del Flaco. Un proyecto que, de algún modo, va en contra de esa actitud permanente de Spinetta de mirar hacia adelante.
Frente al baterista de Almendra, su colega de Invisible, Spinetta Jade y varios proyectos solistas del Flaco, Pomo Lorenzo, ensaya una explicación. "Todos los músicos que pasamos por las bandas que formó Luis nos llevamos algo de ahí. Pero también dejamos algo en él, y creo que esta idea es una especie de reconocimiento a ese aporte", arriesga.
"Yo experimenté un cambio grande cuando fui abuelo. Y creo que a Luis le pasó lo mismo. No sé ni qué es. A veces pasa que cuando llega tu hijo no le das bola porque sos joven. Pero cuando llega tu nieto vos te empecinás en disfrutar ese abrazo. Ahí es como que te das cuenta de unas cuantas cosas, y decís cantemos 'Muchacha', cantemos 'Seminare', aunque no es mía", agrega entre risas, David Lebón, bajista de Pescado Rabioso. Sea como sea, la decisión de Spinetta de festejar sus 40 años con la música repasando su historia sobre el escenario de Vélez trasciende la cuestión artística. Al menos eso es lo que Black Amaya, baterista de Pescado, deja traslucir. "Es hermoso reencontrarse con ellos después de tantos años", dice, mientras mira a sus compañeros de mesa, y destaca: "Hay mucho amor en esto que estamos haciendo. De otra manera no sería posible. Como no hubiera sido posible hacer lo que hicimos como grupos en aquella época".
Lapso enmarcado por las dictaduras encabezadas por Juan Carlos Onganía y Jorge Rafael Videla. En el medio, el último gobierno de Juan Domingo Perón, y un país en permanente ebullición. Política. Pero también creativa.
En ese marco, en apenas dos años Almendra daba a luz una propuesta estética con sello propio, que dejaría una huella que sigue vigente. "La gente suele pensar que el grupo duró mucho más. Pero fue un período tan corto como intenso, de mucho trabajo, de ensayos diarios, que podían durar hasta las 10 de la noche o hasta que algún vecino golpeara la puerta de la casa para que paráramos de tocar", recuerda García.
"Había un compromiso enorme con la música que hacíamos, sin tener en cuenta el marketing o las estrategias para vender. Por eso los pibes hoy escuchan Pescado o Invisible y se vuelven locos", resalta Pomo.
"Todo pasaba por los gustos y las ganas de tocar", apunta Amaya. Y Lebón asiente con su ejemplo: "Yo en Pescado hubiera tocado hasta el triángulo. Yo fui el que le pidió a Luis tocar en la banda. Y con Luis aprendí a hacer canciones. El era como Lennon para mí, y yo estiraba las cuerdas pero no sabía hacer canciones, que era lo que quería".
Sin embargo, las experiencias duraron tres años en el caso de Invisible y apenas un poco más que un par en los casos de Almendra y Pescado. "Una banda es como un matrimonio", dice García, y enseguida le atribuye a la edad una razón de peso a la hora de la separación de la banda inaugural de Spinetta. "Es un momento en el que los problemas, por pequeños que sean, parece que no tienen solución", explica.
¿Cuánto tuvo que ver en esas separaciones la decisión de Luis de abrirse del proyecto una vez que veía que estaba agotado creativamente?
Pomo: Seguro que tuvo que ver. El caudal creativo de Luis siempre fue inmenso. Creo que es el compositor más grande en idioma castellano.
Lebón: En nuestro caso, yo creo que éramos muy pocos en un mundo muy grande. Todos estábamos en conjunción del ego con el alma. Más grande tu alma, más grande tu cabeza. Y él tiene un alma muy grande. Y tenía pensamientos extraños. Pensaba que uno lo engañaba, que otro no lo quería.
¿Algo de eso quedó pendiente?
Amaya: No. Es verdad que en algún momento Luis decía Pescado soy yo, y todo eso. Pero ahora estamos más grandes. Sabemos adónde apunta todo esto. La consigna de Luis fue: Vamos a brindarle a la gente lo que no le di antes, quizás por egoísta. Y todos dijimos que sí.
Lebón: Cuando entré en la sala para ensayar, y los vi a todos, me di cuenta, por un lado, de cuán cierto es que el tiempo es veloz. Pero también vi que todo estaba bien, porque nos separamos amándonos.
¿Los temas los eligió Luis?
García: No. Al contrario. El nos dijo a nosotros que eligiéramos los que queríamos tocar.
Lebón: Para nosotros fue un quilombo, porque todos decíamos algo. Para mí, Pescado 2 es el Album Blanco de Los Beatles.
Amaya: De todos modos, la lista fue cambiando a medida que íbamos probando los temas.
Pomo: Y los termina eligiendo Luis.
Antes hablaban de los pibes. ¿Reconocen en alguna banda de ahora la influencia de Almendra, Pescado o Invisible?
Pomo: A ver si se entiende: Yo, a mi casa le pongo un montón de plata adentro, y la fachada no importa tanto. Ahora es todo fachada.
García: Antes se construía de a poco. De un lugar para 50 se pasaba a uno de 70, después a uno de 100. Eso cambió, y el marketing tiene mucho más peso. Pero hay bandas interesantes, como Pez.
Amaya: La cosa pasa más por la cantidad de gente que meten que por la calidad de música que se hace. Hay excepciones, como una banda llamada Laissez Faire, que tiene algo de Pescado.
¿Fantasearon con la idea de seguir adelante después del concierto? García: No. No descarto que podamos hacer algo juntos, pero no bajo el nombre de Almendra.
Pomo: Yo tengo claro que es una reunión, pero sin planes futuros.
"Estaría bueno hacer una gira con las tres bandas", sugiere Amaya. Entonces, los demás asienten. Y la idea queda ahí. Sobre la mesa.
Isabel Vargas Lizano (San Joaquín de Flores-Costa Rica, 17 de abril de 1919) es una cantante costarricense de nacionalidad mexicana, conocida artísticamente como Chavela Vargas.
La canción ranchera es un género musical muy masculino y sensual, cantado generalmente por hombres. Chavela solía cantar canciones normalmente interpretadas por hombres sobre su deseo por las mujeres. Vestía como un hombre, fumaba tabaco, bebía mucho, llevaba pistola y era reconocida por su característico poncho rojo. En una entrevista para la televisión colombiana en el año 2000, expresó abiertamente que era lesbiana.
Chavela Vargas huyó a México cuando tenía 14 años y posteriormente adoptó la nacionalidad mexicana. Durante muchos años cantó en las calles hasta que a los treinta se hizo cantante profesional, de la mano de José Alfredo Jiménez, cantante y compositor de sus mayores éxitos.
Su primer álbum fue publicado en 1961 y desde entonces ha grabado más de ochenta discos. Se retiró a finales de los años setenta y regresó en 1991.
Apareció en la película de Julie Taymor Frida, cantando sus grandes clásicos "La Llorona" y Paloma negra. Se dice que la propia Chavela en su juventud tuvo un idilio con la pintora mexicana, Frida Kahlo, aunque ella nunca lo admitió. En 2003, a la edad de 83 años, se presentó en el Carnegie Hall.
También apareció en Babel, la película de Alejandro González Iñárritu, cantando "Tú Me Acostumbraste", inmortal bolero de Frank Domínguez.
Actualmente vive con su pareja en su casa en una playa de la península de Nicoya, pacifico central costarricense y también en México, donde tiene muchos amigos intelectuales, periodistas y del medio cultural y artístico de la República Mexicana.
Aparece inmortalizada en la canción "Por el bulevar de los sueños rotos" de Joaquín Sabina y Álvaro Urquijo. Concierto de Chavela Vargas en 2006, Madrid (España)
Discografía
* El Corrido Hablado * Piensa en mí, 1991 * Boleros, 1991 * Sentimiento de México (vol. 1), 1995 * De México y del mundo, 1995 * Le canta a México, 1995 * Volver, volver, 1996
Cafres, Kapanga, Tipitos, Arbol, Cuentos Borgeanos, Catupecu, Pericos y Massacre en la pesentación del tributo a Los Fabulosos Cadillacs anoche en La Trastienda.
Tic de época, los discos tributo se han convertido en una opción con múltiples efectos: entre ellos, el posicionamiento de las bandas homenajeadas en un lugar trascendente; la difusión de artistas de otros países; finalmente la posibilidad de escuchar canciones reformuladas.
Hoy, se podría decir, la mejor banda tributo de los Cadillacs son los propios Cadillacs, con los covers que vienen haciendo de parte de su obra. Pero más allá de ese limbo en que se encuentran (¿son presente, pasado o futuro?), lo que destaca en este álbum es la calidad de muchas de sus canciones, calidad que no siempre se pudo observar objetivamente debido a la tendencia de poner en foco cuestiones extramusicales, como la actitud, la ideología, etc.
Acá laten grandes canciones. Hay versiones brillantes: destaca, al principio, la morosa, sensible y acústica mirada de Vasos vacíos de Andrés Calamaro. Otro gran momento es el reggaetonero y elegante Padre nuestro de los colombianos de Aterciopelados. Original y atravesada de ironía es la versión de Matador de los mexicanos de Cartel de Santa: una estética de collage que descubre el costado más sombrío de la bahiana canción más difundida de los Fabulosos a nivel continental. Cierra el top 4 la mutación de reggae en soft punk rock que Cuentos Borgeanos logra de Calaveras y diablitos.
Todo el disco es de calidad pareja, algo curioso en esta clase de emprendimientos. Cumplen Los Cafres (¿Vos sabés?), Los Tipitos (Siguiendo la luna), Los Pericos (un emocionante El Satánico Dr. Cadillac), Massacre (Estoy harto de verte con otro), Los amigos invisibles (venezolanos, hacen Mal bicho, uno de los temas más flojos del repertorio cadillac), los portorriqueños Cultura profética (Silencio hospital) y los Matamba, de Bolivia, que tocan Desapariciones (una digresión: más que un tributo a los Cadillacs, ¿no debería integrar un tributo a Rubén Blades, el autor de la canción?)
Experimentales, los Nortec Collective hacen vibrar a puro acordeón Manuel Santillán, el León, una matizada y percusiva versión instrumental. Arbol también se destaca con su distorsionada reformulación de Mi novia se cayó en un pozo ciego. No agregan nada los Decadentes junto a Los Delnquentes de España (Demasiada presión), ni los colombianos de Dr. Krápula (La vida), ni Kapanga (N° 2 en tu lista), ni NTVG (Basta de llamarme así).
“El entrenamiento musical es un instrumento más potente que cualquier otro porque el ritmo y la armonía encuentran su camino en los más profundo del alma”. Platón.
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Spot de la academia de Música de Roberto Beto Pincetti
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